LITER-a-TULIA
os desea bienestar y felicidad
para este nuevo año.
Este relato está continuamente transitando
esta frontera; Ned, tan pronto se viste con el traje de un sujeto como
cualquier otro, uno más, deportista, seductor, amigo de sus vecinos y querido
por muchos de ellos, quizá un poco inmaduro, pero no nos costaría trabajo
identificar, con estos rasgos, muchos sujetos como él, con su parte un poco
loca. Es imposible no estar un poco loco si la vida que hay que vivir es una
vida humana.
Personalmente, encuentro el mejor tramo del
relato a partir de que se desencadena la tormenta. Este elemento cargado de
simbolismo encuentra una posible traducción como manifestación de la terrible
realidad de Ned, que empuja las puertas y ventanas y hace apropiado y urgente
cerrarlas para que el recuerdo amenazante no entre en la casa de la memoria.
Pero no diría que la tormenta es el punto que marca el antes y el después del
viaje. La maestría de Cheever reside en utilizar recursos que funcionan como
anuncio de ese punto sin retorno del viaje, la tormenta es uno de ellos, el
otro, la pista de caballos descuidada, comprobamos el desconcierto que provoca
en él, pero el punto que marca el “no hay” en la cadena de júbilo que reinaba
hasta ese momento, el eslabón que falta en ésta y que cambia el tono del viaje
es el encuentro con la piscina vacía, la piscina que no tiene agua de la casa
que está deshabitada, es la anticipación del vacío que lo espera al final del
viaje, esa casa cerrada amenaza con hacer retornar a su recuerdo la imagen de
su propia casa cerrada y vacía. Esta imagen es de una crudeza extrema en el
film.
Esta última, como símbolo de los conflictos interiores de Neddy y de la clase social a la que un día perteneció y que hoy representan sus vecinos, sería el elemento transversal, tanto porque está presente a lo largo de todo el texto como por ser el articulador de los otros elementos.
Después queda preso de
la obsesión absoluta de ocultar su acto (todo lo demás no le importa), pero no
se puede esconder nada cuando la mirada amenaza por todas partes. Matas unos
ojos tratando de eliminar su mirada y está vuelve con más potencia. No hay
manera de ganarle la partida, es ya la mirada de Dios la que le observa, el ojo
de fuego sin soporte humano eliminable.
Seguro
que recuerdan el momento en el que los investigadores deciden visitar la casa
del asesino, y él los recibe sentado justo encima de donde ha cavado la fosa en
la que enterró el cadáver de su sobrino. Por cierto, ¿observaron que esta
palabra no aparece en el texto? El niño, que es la palabra que se repite
incesantemente, con la que esta narración en primera persona se refiere a él,
el niño, es hijo de su hermano, por tanto es sobrino directo si puede decirse
así. Pero pienso que de manera intencionada, el narrador, que es y no es
Dickens, este el efecto que consiguen las narraciones en primera persona, en
este caso acentuado además por el hecho de ser una confesión escrita. Bien, el
autor de ésta, no puede darle ese rango familiar al niño, no puede situarlo en
el lugar de hijo, porque aún siéndolo biológicamente de su hermano, la mujer lo
adopta como propio, y él consiente a ello, quedando en el lugar de padre, pero
es un lugar del que no sería suficiente decir que nuestro protagonista no lo
puede encarnar, es que no hace alusión a dicho lugar de padre, como si ni
siquiera lo pudiera imaginar, como si esa consecuencia lógica para él no lo
fuera en absoluto, algo del orden de una imposibilidad. Es muy fino este
relato, no le hace falta explicitarnos, prefiere insinuar, y nosotros vamos
entresacando, por eso tiene tanta riqueza, uno no cesa de descubrir.
Ahora
volvamos al relato, tenemos un sujeto de naturaleza desconfiada y que confiesa
estar poseído por un espíritu maligno. Sin lazo social, es alguien que no
experimenta el lazo fraternal como vínculo alguno, si acaso lo interpreta como
algo amenazador, y esto no es algo que se quede en un proceso interno, más
típico del neurótico, sino que resulta bien visible a los demás, la cuñada lo
escruta con la mirada porque lo teme, y el hermano, en su lecho de muerte
lamenta la distancia que los ha separado, pero se encarga de dejar todo bien
atado, y la herencia del niño, si le sucediese algo, será para su cuñada, en
ningún caso para nuestro protagonista. ¿Qué significa si le sucediese algo? Son
otros tiempos, de elevada mortalidad infantil, se pueden buscar causas para ese
supuesto que no apunten al protagonista del relato, pero reconocerán que habrá
que hacer un esfuerzo para desvincularlo, porque todos saben que el niño corre
peligro con el tío que le ha tocado. Hasta el protagonista, en las últimas
horas de su vida, horas de confesión, nos dice algo que contesta esta cuestión.
Tengo ahora la sensación de que era como
si se hallara suspendida sobre nosotros una extraña y terrible prefiguración de
lo que ha sucedido desde entonces. ¿Y qué canta el pobre pequeño inocente
camino del lago y de su terrible muerte? Cecea una cancioncilla titulada “Que
Dios se apiade de mí”