Para nuestra segunda
reunión del curso hemos elegido esta novela de Michel Houellebecq, “El Mapa y
el Territorio”, y con dicha elección coinciden dos autores franceses abriendo
el recorrido que pretendemos hacer este año en la tertulia; Claudel el pasado
mes, Houellebecq hoy con este premio Goncourt 2010.
Escritor polémico, de
pluma irreverente, considerado l’enfant terrible de la literatura francesa,
título que sospechamos acepta con sumo gusto y que se ha ido ganando a pulso,
no sólo con sus novelas, por las que ha sido calificado de pornógrafo, misógino
o racista por sus innumerables enemigos, también por sus declaraciones, en las
que no ha titubeado, por ejemplo en verter comentarios del estilo “la religión
más idiota del mundo es el Islam”, que lo hacen acreedor del título de
islamófobo.
Pero Houellebecq
además de oponentes ganados a conciencia, sin duda, también tiene méritos
reconocidos, es ingeniero agrónomo, dato que resuena con el título de esta
novela, pero sobre todo es un escritor extraordinario, ensayista y poeta, y
respecto de la escritura les cito una frase suya: “En el momento que suscites
en los demás una mezcla horrorizada de compasión y desprecio, sabrás que vas
por el buen camino. Podrás empezar a escribir”. Dicen que otorgarle el Goncourt
consiguió amansar bastante a la fiera, cosa que no habían conseguido los
múltiples galardones y premios obtenidos con anterioridad, pero ya vemos en
esta frase que el espíritu provocador que lo anima no se ha perdido aún.
Efectivamente, no parece tener piedad con el producto mediocre, pero también
seguramente responde a un gusto por el trabajo bien hecho y la excelencia.
El Mapa y el
Territorio además nos sitúa ante el Houellebecq sociólogo, porque es
indiscutible que en esta obra, como en tantas otras obras de calidad,
observamos cómo una trama, con sus personajes, en las que se van sucediendo
situaciones, es utiliza por el autor para recrear de una manera sólida un
retrato de la actualidad, de nuestro presente actual, de nuestro mundo, ese que
gracias al deseo del Otro nos ha tocado vivir, y en esta recreación artística,
nunca mejor dicho, porque la manera elegida es la de un artista de la
escritura, va dejándonos sus impresiones, sus valoraciones, un pensamiento que
se posiciona de manera decidida en todo lo que a este mundo le está ocurriendo
hoy.
Entonces podemos
empezar por ahí, el hombre y su mundo, lo simbólico que marca irremediablemente
al uno, frente a la vida misma, lo real en estado puro, o si seguimos la
reducción que se permite el autor, El mapa y el territorio. Porque, ¿cuál es la
diferencia entre un mapa y un territorio? Mientras éste, fotografiado por
ejemplo por un satélite no es más que un conjunto de manchas provocadas por la
disposición natural de la vegetación y los accidentes geográficos, un mapa es
el resultado del pasaje de un territorio por el descodificador humano, es
decir, introduzcan un territorio en el artefacto simbólico con que el ser
hablante lo positiva y el resultado que obtendrán será un mapa. ¿Recuerdan el
título de la primera exposición de nuestro protagonista? “EL MAPA ES MÁS
INTERESANTE QUE EL TERITORIO”
Se trata de la
exposición primera, todavía nuestro artista no entró en contacto con el
escritor, y decide utilizar esa frase para encabezar su exposición dedicada a
ese producto híbrido, mezcla de mapa y foto de satélite, entre real y
simbólico. Lo que interesa a Jed Martin es lo que puede hacer la mano del
hombre con lo real, dicho de otro modo, qué tipo de domesticación puede lograr
la mano del hombre con lo real que nos invade.
Sin duda que resulta
interesante cómo este proyecto nace, en un viaje que Jed no duda un momento en
emprender, el motivo es el fallecimiento de su abuela, y el otro elemento
esencial es el compañero de viaje, ni más ni menos que el padre, y ahí sucede
la conmoción ante la visión de los mapas Michelín en la gasolinera; a través de
este proyecto abre la posibilidad de una dimensión vital que le va a permitir
hacer su singular recorrido por la sociedad parisina, e incluso conocer el
amor, aunque respecto de eso creo que tendremos que hilar un poco más fino
porque si hablamos en términos de amor quizá solo podamos contar con el amor
que Olga siente por él. Pero a lo que iba es que la presencia del padre y la de
la muerte son el gérmen de este proyecto que tantos réditos arrojará, es el
ejercicio que se resume en un tratar de hacer con para llegar a un saber hacer
con.
Pero su primera
exposición no es su primera producción artística, recuerdan el proyecto que
debe presentar para su admisión en Bellas Artes, las fotografías de los objetos
manufacturados del mundo, “La historia de
la humanidad es la historia del dominio de los metales”, más de 300 fotos
que postulan un serio candidato, incapaz sin embargo de redactar la nota de
presentación de dicho trabajo, y Houellebecq enfatiza, dificultad que lo
acompañaría durante toda su vida.
Jed es un artista, y
un artista extraordinario, pero también podemos abrir un segundo catálogo para
enumerar sus dificultades, cosa que no voy a hacer porque me interesó mucho más
cómo va enfrentándolas, antes citaba el amor, creer en el amor es para él lo
mismo que creer en fantasmas, pero no jugar la partida en el campo del amor no
le impide ser depositario de un saber de la comedia sexual, por ejemplo: sabe
leer en los ojos de Olga el deseo. En otro sentido, si nos detenemos en la
relación con su padre, tampoco éste parece muy amoroso, sí un tipo responsable
para criar él solo a un hijo, en todo caso una relación muy distante, y sin
embargo hay que ver qué suerte de alquimia produce nuestro personaje para
acabar sabiendo que todo lo que viene del padre le permite tomar impulso en la
vida (Je père sévère, je persévère), ya saben que el padre no es sólo la
persona del padre, es sobre todo una función, y en ese sentido cobra todo su
valor el rescate en el desván de la cámara de fotos Linhof del abuelo, el padre
de su padre, con ella aborda la cuasi totalidad de sus estudios artísticos.
Esto es lo que me
admira de este personaje, porque alguien puede estar plagado de limitaciones,
no hay más que ver cómo acaba sus días víctima del desapego fundamental que lo
define y que le hace vivir una existencia por la que nunca sintió gran estima,
pero ello aunque parezca que puede hacernos incurrir en una contradicción, no
tiene porqué significar que el sujeto no pueda estar bien orientado en su vida,
y Jed lo demuestra, el artista extraordinario en esta ocasión es una faceta más
de un sujeto extraordinario, un ser humano amante de la belleza, por ejemplo,
la que puede conseguir la manufactura humana y que se consagra en los objetos,
pero no estamos hablando de todos los objetos, no al menos de aquellos que la
producción mercantil nos brinda para su consumo adictivo, hablamos del
artesanado, de aquellos objetos que están marcados por cierta magia, que
encierran el deseo de quien los pensó y elaboró, esa es la magia que los
envuelve, es la magia que los humaniza y los distingue de aquellos otros
objetos científicos, diseñados técnicamente para ser gozados.
Pero apreciar el
trabajo artesano, ser capaz de admirar dichos objetos no es nada especial, en
todo caso podría vulgarmente tomarse como tener buen gusto, no dudo que Jed lo
tenga, pero tampoco de que él va más allá, su gusto por esos objetos no es
fruto solamente de la belleza propia de dicho objeto, es el resultado de una
posición ética que marca su vida, que aloja el lugar de la causa como lugar de
un vacío y el deseo como deseo de otra cosa, es ese el camino que nos permite
pensar su arte como la forma de operar con lo imposible.
Por esto, uno de los
aspectos que más me ha interrogado de la lectura de este libro es el papel tan
destacado que tienen los objetos que aparecen, ya digo, me parece que no todos
tienen el mismo estatuto, no es lo mismo el Audi A6 Allroad que la Linhof del
abuelo, pero en ese sentido el libro es también él un catálogo, que incluso
puede llegar a relatar el manual de instrucciones de uno de los objetos que se
describen, una especie de realismo exhacerbado. Me parece haber entendido el
porqué de esta promoción de los objetos, les cito: Es brutal, ¿sabe usted?, terriblemente brutal. Mientras que las
especies animales más insignificantes tardan miles, a veces millones de años en
desaparecer, los productos manufacturados son desterrados de la superficie del
planeta en unos días, nunca se les concede una segunda oportunidad, no les
queda más remedio que sufrir, impotentes, el diktat irresponsable y fascista de
los responsables de las líneas de producción, que naturalmente saben mejor que
nadie lo que quiere el consumidor, que pretenden captar en él una espera de
novedades, que lo único que hacen en realidad es transformar su vida en una
búsqueda agotadora y desesperada, un vagabundeo sin fin entre lineales
eternamente modificados.
Son palabras del
escritor dirigidas a Jed, éste le contesta: Quizá
deberíamos reservar nuestra confianza y amor para los productos extremadamente
onerosos, que gozan de un rango mítico. No me imagino, por ejemplo, que Rolex
suspenda la producción del Oyster Perpetual Day-Date.
–
Usted es joven… Usted es jovencísimo… Rolex hará lo mismo que los demás. Fíjense
a dónde llega Houellebecq en el párrafo siguiente: “También nosotros somos productos, productos culturales. Nosotros
también llegaremos a la obsolescencia. El funcionamiento del mecanismo es
idéntico, con la salvedad de que no existe, en general, mejora técnica o
funcional evidente; sólo subsiste la exigencia de novedad en estado puro”
Por esto Hirst
arrebató a Koons el nº1 en el mercado del arte, y hoy vemos sus habituales representaciones
mortíferas en forma de calaveras estampadas en los productos de cualquier
tienda de moda que se precie de estar a la última, porque la producción
mercantil ha asestado un golpe fatal a los últimos representantes del
artesanado. Esto es lo que desliza el libro bajo su trama de ficción, y ocurre
porque Houellebecq es un pensador, un filósofo de nuestro tiempo, y su amplia
visión de lo que está pasando en el mundo le permite darse cuenta de que la
dictadura del mercado no se concreta única exclusivamente en el mundo del arte,
también percibe todo lo que conlleva, y el libro marca muy bien en distintos
momentos la tendencia actual a interpretar todo desde la biología que reduce al
hombre a sus condiciones biológicas, mientras el autor lo rescata de esa
animalidad y lo eleva por encima de la naturaleza, ese es el efecto del
lenguaje, esa es la arista que añade lo simbólico y lo cambia todo porque hace
que, como tan bien nos dice Jacques Alain Miller, el cuerpo del hombre sea la
vergüenza de la creación porque está enfermo de la verdad, una verdad que habla
y trastorna la relación del cuerpo con el mundo.
Sin duda que hay
mucha guasa en el autor cuando nos hace ver cómo una diosa como Olga elige a un
muchachito como Jed en lugar de un bruto viril que te lleva a la cama, que es
la imagen en auge desde hace unos años, no solo un cambio de moda, más bien el
retorno a los fundamentos básicos de la naturaleza, la atracción sexual en lo
que tiene de más elemental y brutal.
Bien, termino; Jed se
retira de un mundo sin magia, de su sociedad tras haberla analizado y
retratado, y su marcha en realidad es un regreso, el regreso al estado de
soledad de su infancia para crear sus videogramas, 30 años de retiro para su
última obra, el triunfo de la vegetación, plasmado en el hundimiento de los
objetos industriales en las capas vegetales, la voracidad biológica
destruyéndolo todo, es el viaje de retorno, en suma, que lo llevará desde el
mapa hasta el territorio.