“Caí en la locura, pasando por largas etapas de
cordura espantosa.
Durante esos arranques de inconsciencia absoluta me di a
beber,
y sólo sabe Dios cuánto y con qué frecuencia.”
Carta a George Eveleth. E. A. Poe
1- Un cuento post mortem.
Un recorte de diario
amarillento, guardado en una biografía escrita por Walter Lennig, me obsequia
este título. Fechada el 21 de Enero de 1983 la nota periodística narra un
extraño ritual. Desde hace años, todos los 19 de Enero, una figura envuelta en
una capa de negra y portando un bastón de mango dorado, irrumpe en las frías
noches de invierno, atravesando las tumbas del cementerio de Westminster en
Baltimore, para depositar tres rosas y una botella de coñac en la tumba de
Edgar Allan Poe. Esto sucede desde hace años, pero en aquella oportunidad Jeff
Jerome, cuidador de la casa de Poe, le pidió a un grupo de admiradores que lo
ayudaran a poner sitio al lugar donde el escritor se encuentra enterrado.
Para aumentar el
misterio nadie sabe el porqué de la elección del coñac y las rosas, ya que el
coñac no aparece jamás mencionado en su obra y las rosas algo más de un par de
docenas de veces. Si por lo menos se tratara de amontillado…
El misterioso visitante
no faltó a la cita, el grupo instalado en las catacumbas, a la una y media de
la madrugada, vio emerger la luz de una linterna entre las columnas y las
lápidas. Luego divisaron a un hombre corriendo con la capa flotando a su
alrededor, llevando un bastón similar al que se encontró junto al cuerpo de
Poe, cuando fue hallado medio muerto en un pórtico de Lombard Street. Nadie se
atrevió a detenerlo ni a fotografiarlo, después de todo se trataba de amantes
del misterio, rindiendo homenaje a su más querido maestro.
2- Apurar el trago amargo.
Edgar Allan Poe nació en
Boston, el 19 de Enero de 1809. Sus padres eran actores. Su padre, que cuando
estaba de mal humor, bebía, desapareció en el verano de 1810 abandonando a su
mujer y tres hijos. El 11 de octubre de 1811 su madre actuó por última vez en
un melodrama olvidado y luego cayó abatida por la enfermedad. Murió
en diciembre cuando Poe no tenía aun tres años. John Allan, un comerciante de
Richmond, fue su padre adoptivo. Dejaremos de lado datos biográficos que
pudieron contribuir a ensombrecer la vida del escritor, ya que lo que nos
interesa es aquello que puede enseñarnos con respecto a su relación con el
alcohol. Sin embargo, no podemos soslayar la relación con Virginia Clemm, su
prima, con quien contrajo matrimonio cuando esta tenía trece años.
Juan José Millas afirma
que Poe entabla una relación con el alcohol, al igual que con el juego, en la
universidad, cuando tenía diecisiete años. En el juego siempre perdía, y las
deudas fueron una de las razones de la ruptura con su padre adoptivo. Millas
afirma que el alcohol oficiaba de estimulante potenciando en él una locura
latente. Poe nos va a plantear exactamente lo contrario. Según los testimonios
de sus amigos, los tragos no le proporcionaban placer alguno, incluso hacía un
gesto de asco cuando bebía, un solo vaso alcanzaba para excitarlo y no podía
parar hasta apurar la última gota. Poe aseguraría amargamente que en la causa
no estaba la bebida, sino la
locura. Con esta sencilla frase Poe hace saber aquello que
biógrafos y psicólogos no han logrado escuchar, pese a su lucidez de sus manifestaciones. El
alcohol para Poe era una forma de escaparle a la locura, de procurar borrar las
sombras que iba encontrando a cada paso, siempre con la muerte al asecho; era
una forma de apurar un trago amargo. También contaba con su literatura, pero esta
no le bastaba.
Por 1835 le escribe una
carta a Kennedy, su protector, en la cual le dice: “… desgraciadamente siempre
me sucede algo, como si nada pudiera producirme alegría ni me estuviera
permitida la menor satisfacción. Mi estado actual es lamentable. Sufro una
depresión psíquica como nunca hasta ahora. Inútilmente he intentado luchar
contra esta molesta melancolía… Me va muy mal y no sé por qué.”
Es por esa época, en la
que consigue trabajos como escritor y gana notoriedad como crítico -lo cual le
permite acceder a algunas revistas-, que comienza a consumir láudano, un
extracto alcohólico de opio, como un intento de aplacar sus tormentos. Otros
escritores, como De Quincey y Coleridge, lo consumían. Escribe bajo sus efectos
algunos poemas y cuentos como Berenice.
Marie Bonaparte ha escrito
diversos trabajos sobre Poe; en una introducción que Sigmund Freud escribe cuando fueron publicados, dice
que tiene su encanto estudiar las leyes de la vida anímica en hombres
relevantes; sin embargo, siempre había criticado las interpretaciones
delirantes que sus discípulos realizaban de los grandes creadores. Con Poe ha
resultado difícil no caer en la tentación de hacerlo, tal
vez no sea menos divagante que las intervenciones que hacían en la clínica a
diario.
No solo la historia con
la que empezamos este relato se asemeja a un cuento de Poe, también su vida.
Basta ver los paralelismos entre ésta y sus cuentos y poemas. “Eleonora” es un
cuento en el cual se narra cómo la muerte le arrebata a un hombre su joven y
bella mujer; se trataba, también en el cuento, de una prima. Luego de aparecida
esta historia, su mujer Virginia, que tenía por entonces diecinueve años,
sufrió su primer vómito de sangre, manifestación de un proceso tuberculoso que
duraría cinco años hasta su muerte. Su padre, su madre y su hermano murieron
por la tuberculosis.
Su relación con el alcohol se complicó. En una carta a George
Eveleth le explicará el tremendo dolor que lo ha llevado a una vida tan
“deplorable y extraña”; comenta que hacía seis años a su amada mujer se le
reventó un vaso sanguíneo mientras cantaba. Se pensó que moriría y se despidió
de ella, se repuso y alimentó sus esperanzas, hasta que se le reventó otro vaso
sanguíneo. La historia se repitió una y otra vez. Sentía que se volvía loco y
en medio del tormento bebió. Afirma: “…mis enemigos atribuyen la locura a la
bebida y no la bebida a la locura”.
3- La función homicida.
La convalecencia de
Virginia sumió a
Poe en una triste desesperación; después de su muerte sufrió una crisis
nerviosa que lo mantuvo por semanas en la cama. Luego , el
desmoronamiento. Cada proyecto fracasaba tras los excesos de alcohol: la
fundación de una revista, otro posible matrimonio. Este último intento de
rearmar su vida amorosa con Sara Helen Whitman, terminó la noche anterior al
enlace por una discusión que mantuvieron luego que Poe se embriagara; tras este
episodio, intenta suicidarse con opio. Llegó incluso a estar preso por una
borrachera. Luego, episodios de paranoia y alucinaciones que han sido
diagnosticados como delirium tremens.
Seguía escribiendo febrilmente y tuvo la oportunidad de volver a comprometerse
con un viejo amor de la
juventud. Pero el final estaba cercano, lo encontrarían en
una taberna de mala reputación, llegaría inconsciente al hospital y, luego de
temblores y delirios, de suplicar que le metieran una bala en la cabeza para
dejar de seguir viendo su propia degradación, expiraría.
Sin dudas fue Charles
Baudelaire uno de los responsables de su fama en Europa, traduciendo una gran
cantidad de sus relatos que se publicarían en dos tomos. Lo mismo haría Julio
Cortazar en nuestra lengua. Baudelaire habló de un suicido intelectual
preparado desde hacía mucho tiempo y le dio otra vuelta de tuerca a la función
que el vino tenía: "una función homicida, como si tuviese dentro
de él algo que matar". Esa función homicida es un nombre de lo que Freud
denominó pulsión de muerte. En última instancia, se trata fundamentalmente de ese
imposible de soportar, el más radical, aquel al que el psicoanálisis le
brinda un tratamiento inédito.
Luis Darío Salamone
Bibliografía:
Ackroyd, Meter. Poe. Una vida truncada. Edhasa.
Barcelona, 2009.
Lennig, Walter. E. A. Poe. Salvat. Barcelona, 1986.
Millas, Juan José. Introducción y apéndice a El escarabajo
de oro y otros cuentos. Hyspamérica. Madrid, 1982.
Poe, Edgar Allan. Poesías completas. Claridad. Buenos
Aires, 2004.
Poe, Edgar Allan. Obras completas. 2 tomos. Aguilar. España, 2007.
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