Queridos amigos: He leído este texto de
Kafka y articulado a su alrededor lo que sus líneas me han sugerido. Voy a
seguir el texto a rajatabla añadiendo en cursiva mis reflexiones.
Ante la ley hay un guardián. No sabemos si es una ley buena o mala, pero parece tener “derecho de
admisión” o que necesita protegerse de alguien pues tiene un guardián que
vigila la entrada.
Un campesino se presenta y solicita a ese hombre que
le deje entrar en la ley. Parece ser que
el campesino viene de un espacio diferente, diríamos que es un espacio fuera de
la ley y que, tal vez, alguien le dijo que era bueno entrar en ella. Observemos
que el hombre puede conocer a los que están en su espacio, pero que no sabe
quiénes son los que están dentro. Tal vez los de dentro sean tan altos y tan
poderosos como su representante, o sea, como el centinela, y de hecho esto es
lo que le dicen. En todo caso, la suma de
ambos espacios se supone que forma el todo de una sociedad.
El centinela le dice que por ahora no. Esto es como si aún no cumpliera ciertos
requisitos para entrar.
La puerta de la ley está abierta. Da la impresión de que si no fuera por el poderoso
centinela, la entrada sería fácil.
El centinela le recuerda que él es poderoso y los
que están dentro de la ley los son todavía más. Es curioso que el guardián no le dice que los de dentro son buenos,
sino que son poderosos. Da la impresión de que los poderosos manipulasen o controlasen
la ley, o que hasta que puedan estar por encima de ella, sobre todo el último
al que ni el centinela se atreve a mirar de frente. Ése tiene que ser
terrorífico.
Yo creo
firmemente que hasta aquí el centinela le está diciendo la verdad.
El hombre suplica. El hombre no ceja en su deseo
y tal vez lo que pide es que lo dejen entrar tal como es, porque dada su
condición de excluido no puede hacer otra cosa. Pero ¿a qué va a esperar? ¿A
que cambien los poderosos guardianes de la ley? Este hombre es un ingenuo, pero
como desde su vida anterior o su espacio anterior debió de oír algo sobre cómo van ciertas
cosas, decide sobornar al guardián con alguna de los enseres que él tenía, aunque parece que eso no es
suficiente.
El guardián
tiene la caradura de decirle: Lo acepto para que no creas que has
omitido ningún esfuerzo. O sea que el
soborno era algo usual o al menos no rechazado.
El hombre envejece y sigue fuera. Va a morir y
maldice su mala suerte sin poder hacer
nada. Vuelve a su infancia o sea, repasa
toda su vida desde que era pequeño. Y sigue sin entender cómo, si su deseo era
noble, no puede conseguirlo. La ley como tal, brilla ante sus ojos. Y pregunta:
¿Cómo es posible que durante tantos años nadie
pretendiera entrar más que yo? Y si antes
el centinela le había dicho la verdad sobre la ley y los poderosos, ahora es cuando el poderoso
guardián lo engaña diciéndole:
Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era
solamente para ti.
O sea, que podía
haber entrado si hubiera querido.
No hay nada más
falso.
Yo pienso que la
ley no está hecha a la medida del ciudadano más marginal ni contempla su
circunstancia, ni está hecha a la medida de cada hombre, aunque los buenos
jueces lo intenten tal como dijo ayer Jesús Manuel, nuestro querido juez, pero
esa frase sirve de irónico reproche a los poderosos para justificar la
exclusión o el castigo. La ley sirve para separar de la sociedad a los que
molestan, pero no se dedica a adecuarla. Y en este caso que cuenta Kafka, los
poderosos la controlan y tal vez la manejen para su beneficio. Pero ellos sí
que ya estaban dentro y eran muy fuertes. El poderoso sistema de vigilancia
interna de aquel espacio desconocido, no estaba hecho para el pobre hombre del
cuento que deseaba entrar.
Creo que la
narración “kafkiana” es bastante elocuente.
No quiero
extenderme más sobre el cuento estrictamente, sólo añadir, que yo, habida
cuenta de mi nacimiento dentro de la ley, hubiera franqueado la puerta. De
hecho estoy dentro, y desde mi escasa situación repudio a los poderosos que la
controlan y constantemente reclamo una ”buena ley“ útil para todos. Pero si
hubiera nacido en una familia fuera de la ley, lo más probable es que no
hubiera podido entrar, sin dar, tal vez, con mis huesos en la cárcel.
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