Ante más de cien personas, que superaban ampliamente el aforo de la
sala principal de la Sede madrileña de la ELP, se presentó El caso Anne, la última novela del psicoanalista y escritor Gustavo
Dessal. La presentación fue moderada por la psicoanalista Graciela Kasanetz,
quien dio la palabra a los invitados, Rosa López, psicoanalista de la ELP y de
la AMP, Roberto Blatt, escritor y ensayista, así como a la actriz Anabel Alonso.
Rosa López comenzó significando la novela por su contundencia y su carácter
directo, alejándola de circunloquios y descripciones ambientales. Un modo de
introducirnos, sin preámbulos, en el mundo del lenguaje y la palabra como materialidades
para una verdad desnuda que nos aproxima a lo real indecible. Desde este punto
de vista, destacó la fascinación que provocan los personajes, sobre todo, las
mujeres, que traen al primer plano el enigma de la locura, redoblado en lo
femenino, como fundamento de lo real que escapa al saber. La voz femenina como eje
principal de la novela, conformando historias clínicas que se entrelazan a lo
largo de la narración.
Dos vertientes de la novela, la transferencial y la política, como coordenadas
sobre las que se desliza la narración, precipitando un cruce entre clínica del
sujeto y clínica de la sociedad. Por un lado la locura de una mujer negra,
Shanice, presentada en paralelo con dos pecados históricos de la sociedad
norteamericana: la esclavitud y el déficit asistencial en relación a la locura.
Ahí la novela desarrollaría su costado ético, acogiendo la locura más allá de
un sometimiento legal y punitivo, para propiciar el anclaje trasferencial y
todo lo que ello supone en el plano de la interpretación y del advenimiento de
una verdad a la que se apela en su grandilocuencia para que el sujeto de la locura
consienta a situarse como analizante.
En este cruce entre sujeto y sociedad, destaca el papel de ser madre,
sobre el que gira la locura de la protagonista. Desde ahí, la narración sitúa la
soledad absoluta a la que la sociedad precipita a los sujetos locos como
auténticos excluidos. Rosa López hace una crítica al respecto, poniendo como
ejemplo la política de Gran Bretaña con la creación de un ministerio de la
soledad, mientras que otras políticas sólo construyen recursos paliativos. El
psicoanálisis, personificado en el Dr. Palmer, en su vertiente trasferencial,
se propone como destinatario y fiador de la verdad de un relato sin responder a
la demanda de amor que la sujeto requería del analista. Una lección clínica
acerca del manejo de la trasferencia en algunos casos de psicosis.
Rosa López trae a colación un capítulo de la
novela signado por episodios aberrantes de la historia humana, los campos de concentración,
donde adviene lo real indecible e irrepresentable. Subraya una singularidad que
no pasa desapercibida. Y es que Gustavo Dessal elige nombrar a los agentes del
mal como “los alemanes” en lugar de “los nazis”. Toma de posición que deja
ver un deslizamiento en la escritura de la historia. Al establecer la
diferencia entre alemanes y nazis se vuelca la responsabilidad sobre los
últimos exonerando a los primeros, al extremo
de que “los alemanes” se
convirtieron en las primeras víctimas de la barbarie nazi.
Desde
estos avatares históricos, se hace hincapié en otro hilo conductor, el
significante superviviente y sus connotaciones subjetivas en tanto ese
significante se mueve dentro de un amplio espectro de significaciones. Diferentes
tipos de supervivencia que nos proyectan hacia una pregunta crucial: ¿Cómo es
que enfrentados a la misma experiencia, algunos nadan mientras que otros se
ahogan? Surgen ahí las motivaciones inconscientes que, preservando el lugar de
lo inexplicable, traen al primer plano la posición ética y poética de cada sujeto.
Otro
aspecto importantes sería la oposición entre el papel del analista y el de la
salud mental. La novela muestra el rechazo del psicoanálisis por el furor sanandi, a contracorriente de
tendencias actuales propuestas por los “los
predicadores de la felicidad”. En este sentido, uno de los ejes fundamentales
de lectura es la reflexión en torno a la noción de “verdad”, degradada por las
disciplinas científicas, lo cual lleva a preguntarnos si aún es posible establecer
un contrapeso al cinismo generalizado de la época. Desde este señalamiento, Rosa
López puntúa su presentación estableciendo una jerarquía casi excluyente entre
los dichos y el decir que circulan en la novela de Gustavo Dessal: “Quedaremos tocados por el relato de la
historia en los campos de concentración, pero sobre todo por la enunciación de
un decir. Los dichos nos pueden entretener, mientras que el decir nos despierta
porque hace comparecer a la verdad”.
Roberto Blatt, por su parte, presentó la novela como el primer thriller
psicoanalítico en tanto persigue una verdad oculta que hay que encontrar. Pero
la contrapone a los postulados del realismo decimonónico y el tipo de verdad
que allí se configura. No se trataría, en El
caso Anne, de una verdad que sucede en el mundo exterior, o en el mundo
neurológico, biológico, etc., y que necesita una demostración, sino que es una
verdad derivada de la complejidad del sufrimiento como realidad última de la
vida, como esa incurable discordia que nos habita.
Más allá de las categorías abstractas psicoanalíticas, la novela
permitiría captar la lógica de la sesión analítica desde lo que Blatt considera
su poder narrativo. Citando una frase del protagonista, Dr. Palmer, sostiene
que, más allá de los acontecimientos reales o imaginarios que atravesamos, el
secreto reside en el modo en que nos contamos una historia a nosotros mismos. Y
es que, si bien la novela está llena de eventos, ellos nunca suceden en
directo, sino que todo está contado, o sea, intermediado, lo cual es poco
frecuente en la literatura realista.
Dentro de la lógica de la narración psicoanalítica, Roberto Blatt puso el
énfasis en que no tiene sentido detenerse en pensar si los hechos que se narran
son verdaderos o falsos, reales o no, lo
importante sería por qué se cuenta, qué hay detrás de ello, qué se oculta en lo
que se cuenta y cómo se descodifica la narración. La singularidad residiría en
que el analizante ya trae la razón, no hay que descubrirle la verdad como haría
el maestro, sino resolverle un problema. Ese sería el poder de una narración
que atrapa en tanto muestra el funcionamiento mismo de la relación
psicoanalítica, en la cual el vínculo transferencial está puesto en primer
plano. Veremos a la protagonista, Anne, preocupada por sostener esa relación
extraordinaria con su analista. Todo ofrece un contraste con el realismo
tradicional en la evolución de los personajes. No se trata del resultado de la
interacción con los eventos, sino de ver cómo los personajes evolucionan en su relación
con Palmer. Lo cual funcionaría de forma extraordinaria en el nivel narrativo.
En cuanto a los dramas personales, los protagonistas representarían la
subjetivación de dramas humanos superiores: el holocausto, el racismo, la emigración.
Representarían el dolor personalizado y subjetivado de algo que es un problema
de la humanidad total, lo que hace que, continuamente, las reflexiones tienen
una licencia que va de lo personal a lo universal, de una forma que no lo hace
la ciencia, el periodismo o el análisis político.
Otra contraposición presente en El
caso Anne se daría entre la dimensión psicoanalítica de la narración y otro
tipo de tratamientos, psiquiátrico, neuronal, químico, científico. Si en el
primer caso se procura aprehender la situación real de la historia en la lógica
delirante que atrapa al personaje, en el segundo caso se elude ese problema
esencial, con todo el dramatismo terrible que eso puede acarrear, como bien
muestra la novela en uno de los casos que presenta.
Finalmente, otra dimensión fundamental de la verdad. Hace referencia a
la relación entre analizante y analista, de la que también forma parte el Dr.
Palmer en tanto analizante del Dr. Rubashkin, que, a su vez, tuvo su relación
con otro psicoanalista. Esta relación establecería una reflexión sobre la
realidad sin autoridades definitivas, todo un juego de autoridad circular donde
el rigor y la reflexión es continuo y extremo en tanto no termina de cerrarse
nunca. Sería una característica de la verdad que se ha ido perdiendo: lo
verdadero en tanto historia interminable que no termina de agotarse. Desde ahí,
Gustavo Dessal produciría una asociación singular con los oráculos, de quien recibimos
señales que no representan nunca una literalidad, una verdad cerrada, de donde
se deja ver que, en cierto sentido, el psicoanalista es un intermediario entre
el analizante y los dioses, ya retirados con la desaparición de los oráculos. Una
forma singular de entender la narrativa que, como lectores, nos sitúa como la
última estación del libro.
Luego tomó la palabra la actriz Anabel Alonso, que se encargó de la
lectura de una de las cartas que la protagonista, Anne, envió a su analista el
Dr. Palmer. Fue un momento muy emocionante de la presentación, dado que Anabel
hizo de esa lectura una interpretación tan fascinante, con una voz tan cálida,
que consiguió llegar de una forma muy directa al cuerpo de los asistentes.
En el cierre de la presentación tomó la palabra la moderadora, Graciela
Kasanetz, quien destacó la profundidad con la que el autor plantea la soledad
de las víctimas de la Shoah, situándola en serie con la culpa y la vergüenza
del superviviente de la que hablan Imre Kertesz o Primlo Levi. Hizo alusión a
la actualidad del libro en relación a un hecho presente, los movimientos
migratorios que intentan llegar a Europa en busca de una vida mejor, y las
barreras tan contundentes que encuentran dentro del mundo político, poniendo
como ejemplo el desprecio del ministro italiano que los designa peyorativamente
a los emigrantes como “carne humana”.
Finalmente, el autor, Gustavo Dessal, expresó la emoción que le causó la
escucha de las presentaciones de Rosa López, Roberto Blatt y la lectura de Anabel
Alonso. Manifestó, así mismo, que con esta novela era la primera vez que reunía
sus dos oficios “palabreros”, el psicoanálisis y la literatura, sin líneas
divisorias. Situó el origen de El caso
Anne en la impresión que le produjo la escucha de un caso expuesto por un
colega psicoanalista, a quién le solicitó la autorización para novelar el caso
y convertirlo en un relato de ficción. Manifestó que no es una novela dirigida
a especialistas, sino que su interés va dirigido a los lectores que tengan
interés en saber lo que hace un psicoanalista, qué clase de personas van a un
psicoanalista y qué cosas le suceden. Hizo hincapié en la singularidad de los
principios éticos que rigen una consulta psicoanalítica y el modo que tiene dar
cabida a condiciones fundamentales de la condición humana que cada vez
encuentran menos lugares en los que refugiarse. Gustavo Dessal homenajeó a los
lectores afirmando que ellos siempre le devuelven puntos de vista que él, como autor,
jamás había sopesado. Sería la magia que contribuye a dar coherencia, cohesión
y organización al mismo relato. Y eso ocurriría por el hecho de que, si bien
los personajes son únicos e irrepetibles en sus vidas, también son el testimonio
de algo que reverbera en el mundo. Consideró la soledad como el hilo que
enhebra los relatos de cada protagonista, jalonados con ciertos rasgos de humor
para que el lector comprenda que no se trata de una visión pesimista de la
existencia, sino de una manera de acercarse a la realidad humana, no desde el
optimismo de la felicidad universal, sino desde un pesimismo lúcido para
recordarnos que, a pesar de todas las vicisitudes que le ocurren a los
personajes, la vida vale la pena ser vivida.
Miguel Ángel Alonso
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