El gran descubrimiento de Freud es
que la realidad objetiva no interesa tanto como la realidad subjetiva, la única
que existe para el sujeto de la palabra. Otra manera de decirlo es que la
verdad tiene estructura de ficción. Por
eso a la narradora no le vale la pena
levantarse a comprobar qué esa marca en la pared sino que es mucho más
tranquilizante entregarse a la asociación
libre: “carbones ardiendo=una fantasía repetitiva que se le impone de manera
mecánica desde su infancia y de la que logra zafar con la visión de la marca.
A partir de aquí el relato es el
despliegue de las asociaciones que se van tejiendo a propósito de la presencia
de la marca en la pared
La asociación libre en torno a los objetos. La
narradora se apoya en ese pequeño incidente de la mancha en la pared para
internarse en una cadena asociativa pre consciente que se inicia alrededor de
ese objeto nuevo y va derivando hacia derroteros que en algunos momentos
alcanzan un tono poético, como una suerte de prosa poética o de poesía en prosa.
Están los objetos que se dejan para cambiarlos por otros (como hicieron los
antiguos propietarios de la casa) están los objetos perdidos misteriosamente
que pueden enumerarse y que demuestran “Cuan poco dominio tenemos sobre
nuestras posesiones —cuan accidental es nuestro vivir”. Esta última asociación la conduce directamente al
interrogante sobre el sentido de la vida
Una comparación sobre lo que es la vida
“En
realidad, si se quiere comparar la vida
a algo, debe compararse a que la lancen a una por el túnel del metro a
cincuenta millas por hora, para acabar en el otro extremo, sin siquiera una
horquilla en el pelo”.
Me gusta mucho esta metáfora sobre el sin sentido de
la vida. Sin sentido del que necesitamos defendernos a través de nuestras creencias
(a las que ella llama certezas) y de los objetos de los que nos rodeamos. Pero,
a fin de cuentas, la vida es, como dice nuestra narradora: ser lanzada por un
túnel a toda velocidad y acabar sin siquiera una horquilla en el pelo, tan
desnuda y despojada de objetos como se llega al mundo. Criticamos la relación
que tenemos con los objetos, el consumismo o el coleccionismo, pero hay que
reconocer que el ser hablante necesita mantener una relación con los objetos
más allá de que estrictamente no sean necesarios para su supervivencia. No son
los objetos de la necesidad los que cuentas, sino los objetos del deseo. Los
objetos nos acompañan durante la vida, son símbolos de momentos o de relaciones
o de lugares, de recuerdos, de pruebas de amor. Ser lanzada desnuda a los pies
de Dios es el colmo del nuestra condición original de desamparo somos arrojados
a un mundo que se mueve a toda velocidad sin orden ni concierto en un devenir
de perpetuo destrozo y reparación, todo tan al azar y tan sin sentido
Frente a la rapidez que caracterizan la vida
la lentitud de después de la vida, un volver a nacer como el primero día:
indefensa, sin habla, sin centrar la vista
Para tranquilizarse, para huir de los hechos la
narradora se entrega al goce del fluir de los pensamientos, el deslizamiento de
una idea a otra que puede llevar a un tipo como Shakespeare a escribir una
noche de verano simplemente estando sentado en un sillón frente a la chimenea y
dejándose traspasar por la lluvia de ideas. Pero Shakespeare escribe, a veces,
dramas históricos, algo aburrido que no le interesa nada. La historia, ya lo
decía Lacan es un intento de dar sentido a lo que no lo tiene.
De Shakespeare pasa a los llamados “pensamientos de
prestigio”, los más agradables, y nos pone un ejemplo en el que se alude a la
historia (Carlos I) desde lo más alejado de los acontecimientos, de los hechos,
desde una flor
“Cuando el espejo se rompe, la imagen desaparece, y
la romántica figura, rodeada de un bosque de verdes profundidades, deja de
existir, y sólo queda la cáscara de aquella persona que es lo que los demás ven, ¡y cuan sofocante, superficial, pelado y abrupto se
vuelve el mundo! Un mundo en el que no se puede vivir”.
Aquí está el meollo dramático de este relato, la
narradora parece que ha pasado por la experiencia de una descomposición de la
propia imagen, una ruptura del sentimiento de que somos un yo y que el mundo
tiene un contorno conocido que lo hace habitable. Cuando el espeso se rompe
y la imagen sobre la que sostenemos la realidad desaparece el mundo ya no
es habitable y el sujeto tiene un terrible sentimiento de vacío quedando
reducido a una cascara hueca. A esto lo llamamos regresión típica al estadio
del espejo si se trata de la psicosis y angustia de manera más general. La angustia
que se produce cuando la escena del mundo se descompone, ¿Cuál es la función de
un buen novelista? revelar, mostrar, sacar a la luz los entresijos de la
subjetividad humana y no tanto contar historias basadas en hechos reales (en el
doble sentido del término: real y de reyes) que ya tendríamos que dar por
sabidos.
De las generalizaciones solo se puede extraer un
saber establecido, común, aburrido, acorde a la norma, costumbrista, que nos
hacen pasar por equivalente a la verdad, pero que precisamente solo sirve para
enmascararla y alejarse de la verdad que importa. La verdad del sujeto, algo
que no admite que generalizaciones, que solo puede declinarse en su
particularidad, pero que sin embargo nos puede alcanzar e interpelar en lo más íntimo
El escritor deber tirar a la basura las normas
patriarcales, los almanaques de las buenas costumbres, los lugares establecidos
y hacer surgir ese margen de libertad ilegitima al que alude la autora.
La marca en la pared sirve para poner un
punto final a los pensamientos desagradables, para evitar que surja el
enfurecimiento o la destrucción de la paz. Es como una tabla de salvación
La presencia del otro, representante de la realidad
(la guerra, nada menos) produce una basta conmoción de la materia, todo se
desvanece, se cae.
Notas:
- Por una parte está la rapidez vertiginosa con la que fluye la vida humana y el pensamiento,
por otra las imágenes estáticas, la
rigidez, le lentitud de la naturaleza cuya expresión máxima es el caracol
- La autora hace varias
alusiones irónicas al almanaque de Whitaker que es una publicación nacida en el
año y que tiene una frecuencia anual, en ella se establece el orden social de
la Inglaterra de las tradiciones. El almanaque es una metáfora del orden
patriarcal que establece un marco preciso que regula la existencia humana, pero
deja fuera del marco algunas cosas: las mujeres, por ejemplo, es una metáfora del patrón masculino. La narradora
plantea un cuestionamiento total de este orden y hasta del sentido de la
existencia mismo.
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