Como bien decía Graciela Kasanetz, Emily es la excepción que funda la regla. Todo conjunto, para ser fundado, necesita la excepción. Y sobre esa excepción se funda una sociedad. Y aquellos que fueron los fundadores, quedan por fuera de las reglas que, después, se establecen. De alguna manera, Emily ocupa esa posición de excepción que funda una sociedad, la que muestra Faulkner, dividida entre los blancos y los negros.
En la finura de la escritura de Faulkner he encontrado una equivalencia curiosa. Habéis hablado de los saltos de tiempo a lo largo del relato, saltos difíciles de ordenar, pese a lo cual, Alberto Estévez se ocupó de ello. Yo diría que esos saltos van acompañados de los cambios de semblante de Emily y la equivalencia que tienen con las descripciones que se hacen de la casa.
En primer lugar, si Emily es fundamento de la sociedad, la casa también lo es. Es decir, cuando quieren quitar el olor, los técnicos se dirigen a los fundamentos, a los sótanos, a los cimientos de la casa. En segundo lugar, hay algo que podríamos plantear. Hay toda una secuencia en la que se va pasando de lo blanco a lo negro. La casa, al principio, estaba pintada de un blanco claro y reluciente. Posteriormente, cuando llegan los de la nueva generación, se nos presenta menos lucida, más decadente. Y cuando se traspasa el umbral de la misma, se encontraron recibidos por un viejo negro, en un viejo vestíbulo, lleno de sombras, con olor y polvo, y la misma Emily vestida de negro, con los ojos color carbón. En cuatro frases vemos la negritud por todas partes.
Y esos cambios de semblante también los vemos, en ella, desde el principio. Primero la esbelta figura vestida de blanco en el retrato con el padre. Segundo semblante, tras la muerte del padre, y después de una enfermedad que fue el desencadenamiento de su locura, el ángel que aparece con el pelo corto y ya no es una joven muchacha. Emily desexualizada, un ángel. En otro semblante, esa mujer esbelta, demasiado delgada, de piel estirada, empieza a ser cadavérica. Y posteriormente, aparece un personaje obeso, Emily deformada, vestida de negro, disminuida, con los ojos color carbón, y con un cuerpo abotargado, como sumergido en agua estancada.
Es una secuencia de degradación en los semblantes, desde lo súper blanco, fundamento de la sociedad, hacia lo más negro. Es una mujer cuyo cuerpo se va trasformando, no hay diferencia, al final, entre los cuerpos vivos y los muertos. Los cuerpos vivos y los cuerpos muertos, para ella, son indistintos. Ella misma va deviniendo en un cuerpo muerto.
Esta también es una lectura de la locura. En realidad. Emily no estaba enganchada a la vida, pues no hubo Padre. Por un lado, mucho padre pero, en otro sentido, poco padre. Y su cuerpo era impenetrable, por eso el partener de ese cuerpo muerto tenía que ser otro cuerpo muerto, el de Homer Barron.
En la finura de la escritura de Faulkner he encontrado una equivalencia curiosa. Habéis hablado de los saltos de tiempo a lo largo del relato, saltos difíciles de ordenar, pese a lo cual, Alberto Estévez se ocupó de ello. Yo diría que esos saltos van acompañados de los cambios de semblante de Emily y la equivalencia que tienen con las descripciones que se hacen de la casa.
En primer lugar, si Emily es fundamento de la sociedad, la casa también lo es. Es decir, cuando quieren quitar el olor, los técnicos se dirigen a los fundamentos, a los sótanos, a los cimientos de la casa. En segundo lugar, hay algo que podríamos plantear. Hay toda una secuencia en la que se va pasando de lo blanco a lo negro. La casa, al principio, estaba pintada de un blanco claro y reluciente. Posteriormente, cuando llegan los de la nueva generación, se nos presenta menos lucida, más decadente. Y cuando se traspasa el umbral de la misma, se encontraron recibidos por un viejo negro, en un viejo vestíbulo, lleno de sombras, con olor y polvo, y la misma Emily vestida de negro, con los ojos color carbón. En cuatro frases vemos la negritud por todas partes.
Y esos cambios de semblante también los vemos, en ella, desde el principio. Primero la esbelta figura vestida de blanco en el retrato con el padre. Segundo semblante, tras la muerte del padre, y después de una enfermedad que fue el desencadenamiento de su locura, el ángel que aparece con el pelo corto y ya no es una joven muchacha. Emily desexualizada, un ángel. En otro semblante, esa mujer esbelta, demasiado delgada, de piel estirada, empieza a ser cadavérica. Y posteriormente, aparece un personaje obeso, Emily deformada, vestida de negro, disminuida, con los ojos color carbón, y con un cuerpo abotargado, como sumergido en agua estancada.
Es una secuencia de degradación en los semblantes, desde lo súper blanco, fundamento de la sociedad, hacia lo más negro. Es una mujer cuyo cuerpo se va trasformando, no hay diferencia, al final, entre los cuerpos vivos y los muertos. Los cuerpos vivos y los cuerpos muertos, para ella, son indistintos. Ella misma va deviniendo en un cuerpo muerto.
Esta también es una lectura de la locura. En realidad. Emily no estaba enganchada a la vida, pues no hubo Padre. Por un lado, mucho padre pero, en otro sentido, poco padre. Y su cuerpo era impenetrable, por eso el partener de ese cuerpo muerto tenía que ser otro cuerpo muerto, el de Homer Barron.
Rosa López
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