En primer lugar
quisiera agradecer a Miguel Ángel, a Gustavo y a Alberto la invitación para abrir
la tertulia de hoy, pero en particular a Alberto Estévez, que me insistió
bastante y me ofreció esta pequeña joya.
Soy aficionada a la
ciencia ficción, me gusta mucho Ray Bradbury, que es uno de los primeros
autores de este género que he leído y no conocía este texto, así que me dispuse
a su lectura como a un delicado festín, del que debía dar cuenta después con un
comentario. Pero me encontré con un cuento que, de entrada, por lo menos, no es
nada fácil de comentar. Su lectura aturde como el ruido de un trueno: algo
real, sin sentido, amenazador, que produce desconcierto y congoja. Quedé anonadada,
no sólo por la lectura en sí, que es muy impresionante, sino porque debía
hablar sobre él y su efecto fue dejarme sin palabras.
Entonces recurrí a
internet para informarme sobre el ruido del trueno, la teoría del caos y el
efecto mariposa. Ray Bradbury, estudioso autodidacta, estaba muy al tanto de
los avances científicos y escribió este cuento en 1952 (publicado finalmente en
su libro Las doradas manzanas del sol).
La teoría del caos aparece en los años 60, a partir de las investigaciones de
un meteorólogo llamado Lorenz. O bien Bradbury se adelantó genialmente a estos
estudios o bien estaba al tanto de ellos. En cualquier caso, pensó que el mundo
cambiaría muchísimo en un siglo, ya que esta increíble historia transcurre en
2055. Estamos todavía lejos de semejantes adelantos científicos, o tal vez no,
y no lo sabemos.
En primer lugar, se
puede pensar que su relato es una especie de homenaje a esta investigación y que
la utiliza como escenario para poner en juego una idea sencilla: el hombre, con
el auxilio de la ciencia y de la técnica, cree que puede controlar y manipular,
en nuestro caso, la naturaleza, el tiempo y la vida misma, pero los actos
tienen consecuencias y éstas son incalculables aunque se intente tener todo
bajo control. Por otra parte, sugiere la idea de que nuestro mundo podría haber
sido, tranquilamente, otro. Algo tan aparentemente nimio como la vida de una
mariposa puede cambiarlo todo.
¿Qué nos dice el cuento? Habla de la omnipotencia y, también, de la
tontería del hombre relatando una historia mínima que nos llena de inquietud.
El hombre construye y destruye su propio mundo, en muchas ocasiones, de la
manera más banal.
La historia mínima
tiene cinco personajes, de los cuales, dibuja el perfil de dos, o tres: Eckels,
el cazador; Travis, su guía y Lesperance, que pertenece también a la compañía
Safari. Ésta es una empresa que se dedica a organizar expediciones de caza muy
particulares: mediante una especie de túnel del tiempo llevan a los cazadores a
la época histórica en la que pueden encontrar el animal elegido, y les permiten
capturar su presa, siendo éste un animal a punto de morir. Es decir, ofrecen la
posibilidad de la caza de tal forma que es como si, en el registro de la
historia, ese hecho no hubiera ocurrido, como si ese animal no hubiera sido
asesinado, como si el hombre no hubiera intervenido allí de ninguna manera. Una
especie de operación quirúrgica perversa. Sin embargo, la empresa sabe de su
osadía. Al comienzo el oficial dice: “no garantizamos nada, excepto los
dinosaurios.”
El ruido de un
trueno
El trueno se
desplaza mediante ondas explosivas (y no mediante ondas acústicas). Estas ondas
explosivas son más rápidas que el sonido, y llegan desde un lugar remoto. Un trueno fuerte y brusco, que se oye inmediatamente después de la fulguración,
es engendrado por una onda explosiva que aún no se ha destruido, que permanece
viva, actuando en la distancia. El ruido del trueno puede alcanzar una cantidad de
decibelios que lo sitúa en el umbral del dolor para el ser humano. Es decir, podemos
pensar el ruido del trueno como la voz espantosa e insoportable de algo remoto
y vivo.
Eckels
Eckels emprende su
aventura después del tranquilizador triunfo del demócrata Keith sobre el
tirano. Pero su pieza más preciada, el tyrannosaurus rex se transformará en su
peor pesadilla y en su camino al horror y a la muerte.
El miedo de Eckels,
por otra parte, es lo que va a agujerear la omnipotencia del proyecto. Eckels dice
que no puede matar al tyrannosaurus, ¿se trata del encuentro con un límite? Entiendo
que sí. En ese sentido Eckels representa
lo “humano”, es el que se divide frente al monstruo, el que teme, el que se
equivoca, el que hace fracasar todo. Porque los otros participantes, más
desdibujados en el relato, parece que pueden moverse en ese otro mundo como si
no fuera “otro”, respetando las reglas, haciendo lo correcto. Por otro lado, si
bien Eckels representa lo humano, representa lo peor de lo humano, lo más
pusilánime, lo más mediocre.
Entonces, frente al
hecho del encuentro con ese ser tan real, tan inasimilable, Eckels se asusta,
aturdido sale fuera del camino que debía llevarlo a la Máquina y pisa la tierra
prohibida. Al volver al presente, con barro en los zapatos y la mariposa
muerta, descubre, con horror, que las cosas son distintas. Algo que llega rápidamente de un lugar remoto,
afecta nuestro presente; algo sinsentido como un ruido amenazador. Pudo parecer
que lo amenazador era la naturaleza: el rayo, el tiranosaurio, ¡hasta la misma
mariposa! Efectivamente, hay algo incalculable y, por lo tanto, atemorizante,
en la naturaleza que el hombre pretende dominar. Pero no se trata
fundamentalmente de eso.
El monstruo (o el dios)
que Eckels no pudo matar le reaparece, como una pesadilla, en el presente. Con
la misma espantosa sorpresa que produce el ruido de un trueno, o la presencia
de la bestia, encuentra un mundo distinto. La ortografía ha cambiado, las
palabras se escriben de otra manera, lo que estaba escrito se reescribe. Él,
con su desobediencia de las normas, con su miedo, ha reescrito la historia de
la peor manera.
El texto dice, al
final: “Eckels gimió. Cayó de rodillas. Recogió la mariposa con dedos
temblorosos. - ¿No podríamos – se preguntó a sí mismo, le preguntó al mundo, a
los oficiales, a la Máquina, - no podríamos llevarla allá, no podríamos hacerla
vivir otra vez? ¿No podríamos empezar de nuevo? ¿No podríamos…? No se movió.
Con los ojos cerrados, esperó estremeciéndose. Oyó que Travis gritaba; oyó que
Travis preparaba el rifle, alzaba el seguro, y apuntaba. El ruido de un
trueno.”
Este párrafo me
evocó algo que ya comenté en otra ocasión, en relación al cuento El rastro de tu sangre en la nieve, de
Gabriel García Márquez. Eckels, en el último momento, pretende reparar la
herida, pero la herida ya se ha producido, no se puede volver atrás ni aún
disponiendo de la Máquina del Tiempo. Como he dicho más arriba, las
consecuencias de los actos son incalculables e imborrables.
En este caso, el
hombre pretende intervenir en la naturaleza, que es una metáfora de los
orígenes, que es el comienzo de la historia, como si no lo hiciera, como si eso
no tuviera consecuencias. Eckels quiere volver atrás y animar a la mariposa,
para recuperar su mundo y su propia vida. Pero eso es imposible.
La maravillosa descripción
que hace Bradbury del mundo prehistórico me recordó a la película Blade runner, sobre todo, al monólogo
final del replicante Roy Batty, “hora de
morir”, cuyas palabras forman parte de la historia del cine y de una
poética. Dice: “Yo…he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en
llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la
puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como
lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
Cada momento de la vida, de la historia, se perderá en el
tiempo como lágrimas en la lluvia, salvo que alguien pueda contarlo,
escribirlo, hacerlo trascender. Ambos, Eckels y Roy Batty, vieron mundos imposibles,
el pasado y el futuro. Eckels no es un replicante,
es un ser vivo. Pero él no tiene la dignidad ni la grandeza final del
replicante, él no vio nada de todo lo que hubiera podido ver. Estuvo en otro
mundo, ciegamente, buscando un objeto, una pieza más, la más importante de su
colección y cuando vio algo, se horrorizó. Ceguera y miedo. Ambos mueren. Uno,
arrepentido, culpable y, a la vez, sin entender nada. Al otro, al replicante,
le llega la hora de morir pero antes tiene algo que decir. Sin ser humano, no
pasó por este mundo en balde. Cierra un ciclo, puede dar cuenta de algo.
Para concluir este
breve comentario quisiera comentar cierta semejanza estructural entre lo que
ocurre en el cuento y el psicoanálisis.
La experiencia
analítica nos enseña que “volver” al pasado, pensarlo, repensar los
acontecimientos y nuestro lugar en ellos, cambia el presente (porque nos
permite ver y experimentar las cosas de otra manera) y permite abordar el
futuro desde otro punto de vista. Aunque ya no se trata del “efecto mariposa”
sino de la lógica del inconsciente y del dispositivo analítico. Poder ver la
propia historia desde otro punto de vista cambia el futuro. Aunque,
evidentemente, no se trata de la experiencia siniestra que relata nuestro
cuento.
Graciela
Sobral
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