La
persona que cuenta esta historia parece que la viviera. En ella se habla de una
mujer que escoge a un hombre, juega con
él en el peor sentido de la palabra, lo maltrata y finalmente lo asesina. El
esquema es sencillo, estamos hablando de la maldad femenina, y el asunto parece
bastante siniestro.
En el cuento hay una especie de
realismo temporal que parece ser una realidad fantasmagórica. Bolaño la plasma perfectamente
a través de lo desconcertante de la situación donde todo se nos da hecho. A
este cuento Bolaño lo titula Putas
Asesinas.
En él hay muchas voces narrativas,
imaginaciones, ideas, tesis, etc., pero todo sale de ella, porque en el cuento
el que falta es él. Él es el estereotipo del “hombre – macho” que ella escoge
arbitrariamente. Lo vio en un partido de futbol de la Tele, lo seduce y luego
lo folla.
La pregunta que tal vez Bolaño deja
en el aire es: ¿las mujeres son putas? Y ya generalizando, el protagonista del
cuento se podría preguntar: ¿Qué guardan en su interior las mujeres para que se
comporten así?
En la narración hay un cuento dentro del cuento.
El tiempo físico de la acción y los tiempos verbales que ella construye poniéndose
en su lugar, se mezclan en un túnel interminable donde a veces él la ve con una
navaja.
Bolaño, o es un artista, o está tan
loco como aquella mujer. Por eso se borran constantemente los límites de las
cosas. Ella parece una psicópata que actúa desde el rencor de algo que le
ocurrió en el pasado y que está tan vivo y presente como la muerte que se
avecina. Ella vio unos ojos vacíos al violarla, y ese vacío le provoca una
especie de necesidad de culpar a alguien y hacérselo pagar, o más bien de
encontrar la razón de todo “aquello” que ocurrió no se sabe cuándo. Ella tal
vez no es una puta, pero se lo cree. Es su rencor quien le hace creérselo, es
su neurosis asesina. Pero ella también es una princesa que busca cómo hablar y
que también busca un príncipe que le hable.
Ella le dice a él que cuando folle a
una chica piense bien en lo que quiere decir, o sea, que folle con algún
sentido, pero a él lo declara sordo. ¿Es esta profunda sordera el destino de la
pareja humana?
Bolaño nos asoma al abismo que separan estas dos cosas: o puta asesina o
princesa, pero nosotros ya estamos dentro de la narración donde nos dice que
ella lo eligió a él porque es algo personal, a pesar de que él nunca la violó. Así
pues ella es “la princesa inclemente” a causa de que él es, precisamente, “el
príncipe vehemente, el príncipe de la máquina del tiempo”.
Ella le recuerda sus palabras de
entonces que no están nada claras, pues le decía “viento”, o “calles
subterráneas, o “tú eres la fotografía”, porque tal vez él es el prototipo del
hombre tal como ella lo imagina, ajeno a todo, con una necesidad que circula
por calles subterráneas y pasa como el viento hacia la necesidad que un cuerpo
tiene de otro cuerpo, una persona a la que sus palabras le llegaban al centro
de su testosterona donde ésta acaba actuando como un mar de semen. Y todo lo
dice ella en su imaginación mientras él permanece atado oyendo como le dice que
ella le dio ocasión de no seguirla, pero él prefirió estar con ella. Éste es un
momento de responsabilidad, pero aleatorio y tomado en el cuento muy a la ligera,
pero al fin, es un momento que contiene cierta responsabilidad aunque de su
decisión él no se esperara tanto
desastre. ¿Podría suponer tanto peligro irse solo con una mujer a su casa o al
revés? Seguramente no, pensará él que en efecto elige, se va con ella y está
dispuesto a todo. Este “ligero detalle” podría dar otro enfoque a la historia
porque presta cierta credibilidad en que ella algún día fue violentada por un
macho sin demasiados miramientos.
Pero siguiendo por lo desconocido
de la historia, ellos dos están viviendo un violento y justo absurdo donde Bolaño
nos transporta de un lugar a otro de este laberinto imaginario bordeando la
locura, sin que terminemos de darnos cuenta de a dónde nos quiere llevar, hasta que al final ella afirma que “el azar es
el mayor asesino de la Tierra”.
Sinceramente creo que él, al aceptar
irse con ella, rompe ese juego y que aquí ya no sólo habría azar, sino destino,
ya que quien comete locuras bien pudiera caer en la trama negra de alguna de
ellas. Pero siguiendo el cuento y la
tesis de Bolaño podríamos preguntarnos:
¿El azar puede estar al servicio de
los psicópatas?
Y no nos quedaría más remedio que
decir que pudiera ser verdad.
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