Su escribir no viene de la
lengua, va hacia la lengua, en el sentido en que la afecta. Cuando traduje este
libro sentí que la heroína (¿la que escribe?) no tenía nada, tampoco quería
nada, solo un escribir “en la inseparación entre vida y lenguaje” (Henri Meschonnic).
Escribe y se da cuenta de que su escribir no está del lado del decir sino del
lado del hacer. Y ahí cabe que no traduje de la lengua francesa, traduje una
obra de Chloé Delaume. Traduje Chloé Delaume. O si se quiere,
la relación de Chloé Delaume con la lengua francesa. Hice una guía de los
autores que cita en su novela, escuché que los integraba no
como citas muertas o eruditas, sino como trabajo de su poema. Dos ejemplos : “Y
además, Alfred Jarry una vez más, Alfred Jarry sobre todo.” Y después la
frase de Alfred Jarry del Supermacho : “El amor es un acto sin importancia,
puesto que se lo puede hacer indefinidamente.” El Supermacho lleva
como subtítulo : Novela moderna.
Una mujer con nadie
adentro intenta seguir el
principio de insumisión de Alfred Jarry. No es una influencia, es una
continuidad. Una impregnación. Tal vez se trata de seguir haciendo activa esa
radicalidad Jarry : El amor es un acto sin importancia, puesto que se
lo puede hacer indefinidamente.” También traduje con y las citas
de Chloé Delaume que no me convencen. Y como Chloé Delaume escribe en
trinidad : autora narradora heroína, traté de traducir la relación
de esos tres tiempos. Que es algo más que traducir de una lengua a otra, es
traducir también un ritmo. Su manera de funcionar. Se traduce más que el
sentido de las palabras, hay que tratar de traducir la fuerza de las palabras.
El libro sugiere varios pasados : el pasado del pasado, el pasado del presente
y el pasado del futuro.
Chloé Delaume : “Escribe
pues lo que has visto, lo que es, y lo que debe ocurrir después. Yazgo en
trinidad, autor narradora heroína.”
I
Sobre el lenguaje solo hay
puntos de vista. (Saussure).
Así que voy a seguir con dos
puntos de vista sobre la literatura francesa :
El duque de Saint-Simon decía
que hay que estar loco para publicar en vida. Y dejó sus Memorias para
cien años después de su muerte. Tenía razón, en vida lo hubieran crucificado.
Todos los nombres que puso ahí son reales.
Balzac, que quería publicar a
medida que escribía, lo tomó al pie de la letra y se inventó nombres para
sus personajes. Salvó el pellejo.
Proust hizo lo mismo.
El otro punto de vista es la
línea de Baudelaire, que fue el primero en descubrir que el lector es un
hipócrita, alma bella si las hay. Así como todos somos sujetos freudianos,
todos somos lectores.
II
Una mujer con nadie
adentro arranca con un lector.
El novelista alemán Arno Schmidt dijo lo suyo acerca del lector, y creo que le
va muy bien a esta Isabelle Bordelin, lectora de Chloé Delaume : “¡Y le debe
suceder a muchos! A la mañana, en el tranvía, se ven con claridad los estragos
que los escritores producen entre nosotros; cómo nos obligan a aceptar sus
reflexiones, los gestos más abyectos. (Arno Schmidt, ¿Qué debo hacer?)
Así que hay una larga
tradición con el malentendido escritor/lector. Y no tiene solución. Salvo en el
relato. Bien hilado, para no ofender al lector.
El escritor, según Chloé
Delaume, puede estar en ese lugar de “reina de las almas supurantes. Detentor
de “la reparación.” Puede llegar a pensar que él es toda la literatura, tener
la tentación de explicarla, solucionarla, dar lecciones, puede proponerse como
modelo para su lector. Un modelo es lo que Chloé Delaume rechaza con toda su
fuerza. El modelo implica reproducción. ¿Nos dice que el lector, ese hipócrita,
solo reclama más de lo mismo? ¿Un lector es aquel que incita al escritor a que
le entregue su voz? Ella, en tanto escribe, hace su apuesta, la cito : “Me
llamo Chloé Delaume. Soy un personaje de ficción. Un ser de autoficción. Que
repetidas veces incita a su lector a que se escriba por sí mismo, a que dé a su
vida una forma inédita en la que él es el héroe. Eso es lo que digo, y vuelvo a
decir, y escribo sin parar. Salvo que.”
Ese salvo que, en
mi opinión, abre un interrogante : ¿qué clase de pacto es posible con un
lector? Si es posible. “Escribo y me escribo, puesto que soy la
heroína. Así será el pacto que me ata tanto al ángel como a ustedes.” Un poco
antes dijo de Isabelle Bordelin, y vale para ella misma, la autora : “Si eso de
lo cual tenía necesidad era escribir o bien ser publicada. Creación o
Reconocimiento. Realización personal vs Estatuto social. Mi
pregunta era justa, pero yo estaba mal ubicada.” Queda, creo, más o menos
planteado que el lector también está en esas encrucijadas. Es la poética. Lo
social pide estilo, que es lo mismo que pedir modelos. Lo social pide que se
escriba siempre lo mismo, la monserga de relatos, y que se lea siempre lo
mismo. El estilo no es el lector. Un estilo se fabrica, como un modelo. Querer
tener un estilo es una acumulación de angustia. Chloé Delaume plantea una
escritura que le haga lugar a su nombre. Más que una firma. Y le deja al lector
este espacio : la cito : “la relación entre el libro y sus lectores es un
asunto de malentendido […]. Algunas personas pueden haber leído algo muy
diferente de lo que pensé escribir y es una riqueza suplementaria.” Esa riqueza
suplementaria es la apuesta del lector. La toma o la deja. Chloé
Delaume es una escritora que no controla a sus lectores. Es verdad que todos
los que escriben se imaginan que un día tendrán un lector, como el personaje
de Pasos, la obra de Samuel Beckett : “la anciana Madame
Winter, de quien el lector se acordará.” Una gran esclavitud si uno lo piensa
bien. Beckett también estaba ahí adentro, en esa ilusión. Es inherente a toda
poética. Chloé Delaume expone esa ilusión sin resolución. Recorre todo el
libro. Nadie que escriba escapa a esa noria llamada lector.
III
Está el amor. Un desgarro.
Chloé Delaume es la narradora, dice, y a veces se dice omnisciente, tal como lo
quiere el autor. ¿Pero qué narradora? ¿La que se deja comer la voz por la
narración o la que pone el oído en el recitativo? Autor y narradora y heroína :
en esa tríada se escribe esta novela. Una respuesta en el mismo libro
: cito : “Estoy en transición, por qué hilos suspendida, algunos son
narrativos, quien nada dice consiente, la historia puede coser mi boca, nada
sería contado.” Chloé Delaume está en esa tensión entre narración y recitativo
y heroína. Tal vez soy ese lector, lo pretendo, que lee algo que es muy
diferente de lo que ella pensó escribir. El relato, la historia, esa que cose
la boca, no escucha lo que hay de recitativo en una voz. Como dijo
alguien : Es una noción, la de relato, que ocupa todo el campo literario. Es
una historia de intereses, de pequeños poderes. Así que se trata de darle
guerra. El relato solo aspira a la coherencia, solidario de lo que dice
criticar, el recitativo, en cambio, no se deja coser la boca. Entonces, Chloé
Delaume escribe : “hay una heroína, soy yo, y ella espera. Hay una segunda
persona.”
Una mujer con nadie
adentro es una rapsodia de
escrituras que pone de entrada un lector suicida. Y hace que me pregunte por la
manera de leer: ¿leo un estilo? ¿un modelo? ¿leo siempre el mismo libro en
todos? ¿leo género?¿O abandono el bosque del clisé y trato de escuchar otra
voz, para no perder mi voz? Algunos proponen la diferencia, pero como programa,
la diferencia es un trampa identitaria, porque se come la alteridad. Las
palabras no dicen, hacen, le hacen a la lengua : cito a Chloé Delaume : “Y a
veces las palabras por las palabras mismas. Algunas palabras solo están ahí por
razones de musicalidad y de connotación sonora. No tengo miedo del vuelo de
Ícaro a lo Queneau. […] no se puede llamar literatura a una simple restitución
de hechos, sórdidos o no…” Entonces queda claro que escribir, en la poética de
Chloé Delaume, es algo más que restituir hechos.
Todo el libro está tensado
hacia lo desconocido. El lector lee ese desconocido que se va revelando. El
autor no sabe lo que hace, y arrastra al lector, si se deja, a lo que no sabe.
La que escribe, escribe una historia que la afectó y que la vuelve a afectar
mientras la escribe. Es el trabajo del poema.
Pero no de cualquier poema.
Chloé Delaume sabe que hay una demanda de lectura que va por el lado
del “rewind [de la] novela naturalista [de la] actualización
neorrealista, [de los] informes acerca del entorno.” Una mujer con
nadie adentro se escribe contra ese programa, contra esa demanda de
relato y se escribe a favor de la palabra que se hace frase. Y que corre cada
vez un poco más los límites del punto de llegada. El punto de llegada es una
abstracción, es la promesa del encantador de serpientes, el que relata promete
un saber, en esta guerra del lenguaje, la narradora, sitúa su estrategia : la
cito : hacerse “al menos tres en el interior. Porque soy numerosa y estoy
cansada de hacernos callar. Soy Chloé Delaume, autor, narradora, heroína.”
Todo el libro es una voz
baja, que a veces clama, otras susurra, otras pide. Pero siempre expone su
escritura, que es su vida. La cito : La vida y la escritura tan
entremezcladas.” La apuesta, vuelvo a esta palabra, la apuesta de la que habla
en un momento, es hacia un punto de partida, o sea hacia lo concreto. Un infinito
punto de partida, con cada lector.
Hugo Savino
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