En parte estoy de acuerdo con lo que plantea Silvia Lagouarde. Cuando escuchaba a los tertulianos masculinos me quedé fascinada. Es un relato que no me motivó ningún entusiasmo y en el que no vi el amor por ningún lado.
En mi primera lectura no entendía la función que tenía ese objeto agalmático, el anillo. Pensaba que el protagonista se tenía que deshacer de él, bien que lo devolvería al mar, o que lo regalaría a alguna de las señoras, por ejemplo, a la señora que atendía el mostrador del hotel. Lo que nunca pensé es que lo iba a usar a cambio de algo.
Un hombre con varios matrimonios, lo cual me hizo pensar cada fracaso matrimonial como un desencanto, lo cual supondría una pérdida. Desde esta perspectiva, comencé a pensar el relato desde el lado de la pérdida. Sin embargo, me dí cuenta de que el cuento muestra el otro lado, no el de la pérdida, sino el de la ganancia. La providencia le puso en la mano un objeto talismán para volver a apostar, y lo usó para conseguir una mujer.
Esto no es algo nuevo. Hay una serie de TV que se llama Luck, suerte, donde Dustin Hoffman, un mafioso importante, conoce a una mujer mayor que le gusta. Les une su pasión por los caballos, pero ella está buscando una financiación importante para una obra benéfica. Pide una cantidad de dinero y él le extiende un talón por el doble. La tiene ganada para siempre. No es la astucia de la mujer, es la astucia del hombre para conseguir una mujer.
Digo, cada uno pone en juego su astucia, la mujer para conseguir el anillo, con su voz contenida, como de cantante, voz que lo seduce, y él paga para tener, a cambio, el objeto que se incluye en su serie.
En mi primera lectura no entendía la función que tenía ese objeto agalmático, el anillo. Pensaba que el protagonista se tenía que deshacer de él, bien que lo devolvería al mar, o que lo regalaría a alguna de las señoras, por ejemplo, a la señora que atendía el mostrador del hotel. Lo que nunca pensé es que lo iba a usar a cambio de algo.
Un hombre con varios matrimonios, lo cual me hizo pensar cada fracaso matrimonial como un desencanto, lo cual supondría una pérdida. Desde esta perspectiva, comencé a pensar el relato desde el lado de la pérdida. Sin embargo, me dí cuenta de que el cuento muestra el otro lado, no el de la pérdida, sino el de la ganancia. La providencia le puso en la mano un objeto talismán para volver a apostar, y lo usó para conseguir una mujer.
Esto no es algo nuevo. Hay una serie de TV que se llama Luck, suerte, donde Dustin Hoffman, un mafioso importante, conoce a una mujer mayor que le gusta. Les une su pasión por los caballos, pero ella está buscando una financiación importante para una obra benéfica. Pide una cantidad de dinero y él le extiende un talón por el doble. La tiene ganada para siempre. No es la astucia de la mujer, es la astucia del hombre para conseguir una mujer.
Digo, cada uno pone en juego su astucia, la mujer para conseguir el anillo, con su voz contenida, como de cantante, voz que lo seduce, y él paga para tener, a cambio, el objeto que se incluye en su serie.
Graciela Sobral
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