Tengo ilusión en
poder retomar la novela como género literario para la tertulia. En mi opinión
la novela requiere un tratamiento diferente al relato corto y es su propio
formato el que exige tomar cierta perspectiva a la hora de encarar su
comentario porque resulta materialmente imposible una reflexión exhaustiva
pegada al texto dada su extensión, cosa que el cuento sí permite porque además
es un género en el que el detalle está privilegiado. En la novela éste no está
ausente, pero el detalle tiene un formato menos preciso, no menos precioso.
No obstante, la
novela nos aproxima más habitualmente al pensamiento del autor, en el cuento no
es indispensable. Podría establecerse una diferencia que atribuyese al cuento
una mayor especificidad frente a la novela que sería mucho más libre en
contenido y forma, pero siempre y cuando no entendamos que el cuento conlleva
mayor especialización en su lectura y postrero análisis, simplemente se trata
de géneros literarios diferentes y los procedimientos para analizarlos también
lo son, aunque puedan llegar a ser igual de meticulosos.
Justamente abordamos
hoy una novela en la que el detalle, la minuciosidad, o su estructura esculpida
con precisión algebraica invitan al análisis pormenorizado, este es uno de los
motivos por los cuales creo muy oportuna su elección para hacer esta transición
del cuento a la novela en este comienzo de curso, confío que el debate permita
ir desgranándola.
Me gustaría empezar
por la dedicatoria, en la que ya constatamos la presencia del pensamiento que
inspira esta obra, la nada habita el ser, una nada que faculta justamente la
posibilidad de la escritura como herramienta o tratamiento, como dice la
novela, para calmar el corazón. Después nos aclara que también la dedica a su
mujer y a su hija, sin las que no sería gran cosa, entonces igual que Brodeck,
su protagonista. De nuevo retornamos a un precepto fundamental para pensar la
escritura de ficción; el pasado viernes en la presentación que hicimos del
libro de Gustavo, Demasiado rojo, él mismo citaba, todo lo que se escribe es
autobiográfico, y por lo tanto, pensemos que el informe de Brodeck en mayor o
menor medida es el informe de Claudel.
De eso se trata, hay
que escribir un informe, pero ¿por qué? Es necesario, ¿para qué? Se nos dice
que quien lo encarga argumenta que su factura es para que quien lo lea
comprenda y perdone. Bueno, quedémonos con ello, pero tratemos de interrogarlo
porque lo que les propongo va un poco más allá de la culpa y la comprensión, en
mi lectura, en la de muchos de ustedes probablemente también, la elaboración
del informe es un proceso que deviene un ejercicio de rectificación subjetiva,
que es un término psicoanalítico que da cuenta de un viraje del paciente, un
cambio de perspectiva sobre aquello que lo aqueja. Aquí podemos decir que el
personaje se sirve del informe sobre lo sucedido en el pueblo para la
elaboración y el atravesamiento del castigo que es su vida. El resultado es el
saldo que deja dicho proceso en el sujeto Brodeck, repito la palabra proceso,
pero no el informe propiamente dicho, ya ven lo que hace el autor con ello, deja
que el alcalde lo queme, y qué más da, para Brodeck la experiencia ya está
hecha y la prueba de que ha sido así es la aparición del acto, su marcha del
pueblo.
Podemos ir haciendo
un recorrido con su protagonista para ver qué cuestiones aislar en el
transcurso de este proceso. Partimos de un lugar, el lugar que Brodeck ocupa es
un lugar de excepción, de ahí parte él desde el comienzo de sus días. Él es el
único, lo repite una y otra vez, el único al que excluyen del asesinato, pero
antes ya era el único que celebró la llegada del Anderer al pueblo, y antes
todavía el único que volvió del infierno del campo de concentración, que en
realidad era el segundo infierno, ya que Fédorine lo tuvo que rescatar de un
primer infierno siendo apenas un chiquillo. Encontramos pues esta repetición en
su vida que da cuenta de la potencia de una posición que enmarca este significante
“único” que lo fija al sujeto. El proceso de escritura que supone el informe va
a atentar contra eso, va a desafiar esta posición de excepción, que también
lleva apareada otra cuestión menos equívoca en cuanto a su significado que la
excepción; me refiero a la exclusión. Hay algo de esto que se ha visto
modificado para Brodeck, ya no será más aquel perro, ahora tiene un nombre, y
se despide de nosotros rogando que no lo olvidemos.
La solución para
Brodeck ha venido de la mano de la contingencia, le encargan un informe que le
ha permitido otra escritura paralela sobre sí mismo y ahí el sujeto se ve
confrontado a una decisión, abordarla o no, echarse atrás o no arredrarse para
continuar vaciándose en dicha escritura. Cuando nos comenta que no quiere entregar
el informe sin haber acabado su historia (p.228) claramente ambos quedan
asociados en un formato que nos confirma que no es lo uno sin lo otro, y
además, nos pone en la tesitura de cuál es el verdadero informe, porque desde
el punto de vista del sujeto no hay duda que es el que realiza sobre sí mismo,
con ello juega Claudel de principio a fin, y es la ironía del título.
Creo que esta
diferenciación es clave, porque si el informe fuera exclusivamente la versión
que hubiera podido Brodeck construir sobre el asesinato del Anderer como
resultado de sus investigaciones y pesquisas estaríamos en condiciones de decir
que nos vemos ante un texto que se inscribe en el género de la novela negra. Y
no cabe duda de que a Claudel debe gustarle porque Brodeck es también un
detective (segundo párrafo pág. 134), solo que ese matiz que el autor
introduce, que en el hecho de salir a buscar la explicación de lo ocurrido en
los otros en realidad lo que se le revela es algo de sí mismo dota a la novela
de otro carácter. Cierto es que el protagonista nos advierte que desde pequeño
le gustan las preguntas y los caminos que llevan a las respuestas, imaginarán
que eso favorece la introspección del personaje y ahí la novela se vuelca
decididamente hacia algo mucho más íntimo, más próximo a lo existencial.
Claudel tiene mucho
que decir si de la existencia se trata, pero destacaría dos vectores
fundamentales que utiliza el autor para desplegar su pensamiento sobre la
existencia humana, uno es el sentimiento religioso del que hace un mixto, por
una parte es una conjura contra la soledad, por otra un salvoconducto para
hacer las cosas más horribles en nombre del Señor (pp.123 y 124), y creo que esta
consideración alcanza su cénit en la frase Dios
no es digno de la mayoría de nosotros (p. 178). El segundo vector de
despliegue del pensamiento del autor es más complejo, y vendría a colación del
primero, en una especie de ¿si no hay Dios entonces qué hay? Cómo explicar la
vida sin su creador. ¿Cómo explicar la muerte de los zorros? ¿No abre este
hecho acaso un espacio para aquello de lo real de la naturaleza que no podemos
explicar, algo imposible de simbolizar de la propia vida y también de la
muerte? El logos no alcanza, la palabra evidencia su límite frente a lo real, hay
una brecha que no es posible cerrar entre el saber y lo real, el sujeto mismo
es un pensamiento pero también un cuerpo. Es muy significativa la presencia
casi excesiva de esta naturaleza que nos condena en una prisión. En este
sentido podemos pensar de nuevo en la escritura como herramienta, una forma de
tramitar algo del orden de lo imposible de soportar.
Antes les insistí en
la palabra proceso, porque es lo que más me gusta de todo lo que me gusta esta
novela, la experiencia que realiza este personaje y la forma en que está
contada, la manera en que la cobardía de la que se acusa y que lo asquea cae
como consecuencia de la sacudida que sufre su posición, en realidad lo que lo
asquea es su posición de superviviente, y cuando la agujerea para mí se
convierte en un héroe, esto no es automático, no ocurre siempre, hay personas
que serán víctimas toda su vida con muchos menos argumentos que Brodeck, por su
parte él no va a permitir que ese significante haga pasto en él.
Y luego está el amor,
bueno, en realidad debemos decir que lo primero fue el amor, como decía el
poeta, si no hay nada que permita evitar la muerte, al menos que el amor nos
permita soportar la vida, y aquí no hay duda que el amor a Emélia es lo que le permite
salir del infierno y regresar a casa, pero también el amor presente en las
pequeñas cosas, volver del bosque y despertar a su hija de la siesta con unas
frambuesas que tanto le gustan es un acto de amor, o el amor a Fédorine, que
por cierto identifiqué con el autor, ella lo sabe todo del personaje Brodeck, más
incluso que él mismo, y lo ha traído de otro mundo, podríamos decir, a estas
páginas. El amor también es el denominador de esta relación, amor presente por
todos lados, y eso mismo me parece un desafío, ¿cómo es posible en un personaje
así que tenga cabida tanto amor? Desafío, por ejemplo, a todo un tipo de
creencias encarnadas en esas psicoterapias que desconocen de manera supina al
sujeto, y que no se cansan de promover que si alguien tiene, por ejemplo, una
infancia dura, o una circunstancia terrible, no puede aspirar a creer en el
amor, o no será capaz de ser un padre cariñoso que trae a su hija unas
frambuesas.
Me guardo algunas
cosas para que las debatamos, sólo quiero decirles para terminar que Brodeck se
opuso a que triunfe lo que siempre triunfa, la ignorancia, por eso también sabe
que en la experiencia de redactar el informe no se efectúa un proceso de
purificación de su ser, habrá cosas con las que tendrá que vivir toda la vida,
y yo pienso como él, cuando sale de su entrevista con el Anderer, que contar es
un remedio infalible, siempre y cuando tengamos presente la imposibilidad que
resulta inherente a nuestra naturaleza, ahí estamos afectados todos, la
inmaculada dignidad de los considerados grandes hombres, y aquellos otros de no
tanta estatura, denostados y denigrados, que creen no ser apenas nada, y cuya
vida ha sido peor que la de un perro.
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