La temporalidad, el nombre que no aparece
para nominar al hombre gordo, la relación de éste con su hijo, la relación con
su padre y con su madre. Una obra como ésta, escrita por alguien de la estatura
de Kenzaburo Oe, es la muestra de un tratamiento de lo insoportable por parte
de lo simbólico. En este sentido, evoco una cuestión planteada en el Seminario 7, La ética del psicoanálisis.
En el fondo, ya se trate del arte, de la pintura o, como en este caso, de la
escritura, estamos ante un tratamiento simbólico que puede acotar y poner límite a lo insoportable
de ese encuentro desdichado entre el padre y el hijo, o entre el hombre gordo y
su propio padre. También en el relato se pone de manifiesto una pregunta: ¿Qué
es ser padre? En el cuento de Kenzaburo vemos que no hay una fórmula universal,
porque en realidad es una pregunta que nadie puede responder.
Y siendo que esta historia puede ser la de
cualquiera, cuando nos dejamos llevar por la magia de las palabras, y eso es lo
interesante, la historia se eleva a un nivel que evoca las cuestiones más
intrincadas del ser. Dinos cómo
sobrevivir a nuestra locura es lo que el hombre gordo rescata de la frase
del padre. Y es una frase que nos incluye a todos en su formulación. Todos
estamos un poco locos ¿Cómo hacer para tratar la particular locura que a todos
nos sujeta? Lo que hace Kenzaburo me parece una manera de tratarla. Pero el
paso primero es advertir que cada uno delira un poco, como todo el mundo.
Mónica Unterberger
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