Voy a comentar la novela Los siete locos desde algunos elementos que me han
impactado. Por ejemplo, he podido comprender, más allá de los elementos
históricos, por qué Arlt necesitó tantos años para ocupar el lugar que hoy se
le reconoce, ser uno de los grandes pilares de la literatura argentina del
siglo XX, junto con Borges. Arlt y Borges son dos piezas angulares del edificio
literario argentino del siglo XX, cada uno en su estilo, efectivamente, porque
Borges utiliza el cultismo de la lengua para referirse a las mismas cosas que
Arlt trata de una forma brutal. Es decir, no hay ninguna estética en Arlt, la
única estética es la de la deformidad.
Una de las razones por las cuales necesitó tanto tiempo
para encontrar un reconocimiento, es porque la mayoría de los lectores tuvo la
sensación de que su obra es espantosa. Porque Los
siete locos es un libro
espantoso, entre otras cosas porque no hay absolutamente ni una frase, ni un
personaje, ni una circunstancia, ni un hecho de los que aquí se relatan, que no
sea real, que no haya existido, o que no pueda existir. Todo lo que cuenta la
novela es posible. No hace falta ser psicoanalista, basta con abrir el
periódico para darse cuenta de que no hay ningún acontecimiento que no haya
sucedido ya. Lo único que produce Arlt es una concentración de todos esos
hechos y una manera terrible de decirlo. Es decir, todos estos locos ilustran
la locura del mundo.
Encuentro una comparación –no tratada en la crítica
literaria, porque, efectivamente, son autores muy distintos— con Kafka. Tiene
que ver con el carácter profético que todos encontramos en Los siete locos. Una capacidad
profética que suelen tener aquellos sujetos que presienten el horror.
Y otra cuestión que me parece muy
interesante. No sabemos los conocimientos que Arlt tenía del psicoanálisis,
pero lo cierto es que en algunas cuestiones parece adelantarse al propio
psicoanálisis. Es absolutamente sorprendente.
Pero lo que más me ha interesado
es una cuestión que produce un gran impacto en toda su obra, algo que yo
llamaría la causalidad irresuelta. Es decir, siempre queda algo inexplicable.
Como si el propósito de todas las obras de Arlt fuese mostrar que en la cadena
causal que podemos reconstruir para tratar de entender una vida humana, un
comportamiento humano, llegamos a un punto en que no se puede decir nada más,
que hay algo verdaderamente inexplicable.
Por ejemplo, en su primera novela, El
juguete rabioso, nos encontramos con la historia de una traición. Es una
novela que tiene una coherencia interna impresionante. Lo más terrible es que
uno no consigue entender la razón de esa traición. Ni el lector la comprende,
ni los personajes la comprenden. Es algo que queda inexplicado. Lo inexplicable
es un elemento clave en la forma como Arlt se aproxima a lo real.
Porque todos estos personajes existen en Argentina y en
todas partes del mundo, lo que pasa es que aquí están bajo una lente de aumento
que los enfoca a todos, personajes entre la locura, la sinrazón y lo
inexplicable. Es el juego que Arlt realiza permanentemente. Podemos decir cosas
acerca de la autoafirmación de la existencia a través del mal, y uno puede
avanzar en esta pregunta: ¿Por qué alguien puede afirmar su existencia
mediante el mal? Pero inexorablemente llegamos a un punto donde lo que Arlt
plantea es que ya no se puede saber más. Hay algo inexplicable en la condición
humana, y hay que aceptar eso para entender los resortes fundamentales que la
animan.
Gustavo Dessal
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