Voy a tomar una deriva respecto a los
comentarios que se vienen expresando en la tertulia. Voy a tomar apoyo en dos hechos
actuales. El primero de ellos trata de unos documentales que narra Oliver Stone
en La 2 de TVE, acerca de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la invasión
de Indochina, la guerra de Vietnam, y el papel que nos hicieron creer que
jugaban Estados Unidos y otras potencias, haciendo especial énfasis en la bomba
que se lanzó sobre Hiroshima y que los propios estrategas norteamericanos –creo
que cinco de los siete generales consultados en Estados Unido—, se habían
opuesto diciendo que era absolutamente innecesario lanzar la bomba, porque Japón
se hubiera rendido una semana después. Es lo que oculta la propaganda.
Otro episodio acaba de
suceder. Se ha fallado el premio Nobel de la Paz. Yo pensaba que iban a ser tan
cerriles como la Unión Europea, que dio el Premio Sajarov a esta niña, Malala,
que bregaba por la educación de las niñas respecto de los talibanes. Digo
cerriles porque la Unión Europea, que es la que permite que ocurra lo que está
pasando en esos países donde las niñas no pueden estudiar, que ha financiado de
forma espuria, junto con Estados Unidos al movimiento talibán, pensé que después
pretenderían lavar su imagen dándole el Premio Nobel de la Paz.
Pues bien, el Premio Nobel
de la Paz fue otorgado hoy a una organización por la prohibición de las armas
químicas, organización que acaba de denunciar que Estados Unidos y la Unión
Soviética, especialmente, violan todos los tratados sobre destrucción de armas
químicas.
Traigo a colación estos dos
hechos porque el libro y la escritura de Arlt, que yo había leído en mi
juventud, no por nada la había olvidad. Y es que me resulta una escritura
desagradable. No es que no reconozca las virtudes de Arlt. Precisamente, una de
sus virtudes es saber proyectar lo repulsivo del mal que se pega a la piel y del
cual no puedes escapar.
Una de las cosas que me
llama la atención es el nudo perverso que teje entre la religión, la tecnología
y la ciencia, y agreguemos el discurso. No hay discurso que no pueda tapar el
horror más profundo, y el astrólogo tenía su discurso, todos tenían su discurso
muy coherente.
Por otro lado el rechazo de
cada uno de los personajes por el otro en sí mismo. Freud, en Tótem y tabú, en concreto
en el Tabú de la virginidad, ubica a la mujer como lo Otro, como cómo lo
extraño y, acto seguido, lo enemigo. Una vez que se dan estos tres pasos, ya se
puede considerar que el otro no es un semejante y, por tanto, no humano. Ese es
el paso previo a la justificación de cualquier destrucción, porque se le ha
quitado la categoría de humano. La misma categoría que ha quitado Sarkozy a los
adolescentes hace unos años diciendo que ellos no son la juventud, o la nueva
Ley de Vagos y Maleantes que se trata de implementar y que va a considerar a
determinados sujetos humanos una escoria que hay que barrer de la calle y de
todas partes.
Pues bien, cuando no se
acepta lo extraño anidando en uno, se le puede extermina. De aquí la
fascinación de Erdosain, del astrólogo, y de todos estos personajes, por el Ku
Klux Klan y su espectáculo.
Otra cosa me impactó más que
ninguna en esta novela, es una cuestión personal, y es que habla de la belleza
de quemar viva a una persona. La fascinación por el espectáculo del mal, y
pensé en Hannah Arendt, en la banalidad del mal. La organización que
preconizada el astrólogo exonera a cualquiera de la responsabilidad frente al
mal que puede producir.
Graciela Kasanetz
No hay comentarios:
Publicar un comentario