Lo que Kafka expresa en toda su literatura,
tanto en las novelas como en los cuentos, tiene que ver con el presente, no con
el futuro. No nos está anunciando el futuro, sino el presente. Es más, está
hablando de su presente. Y no se puede entender la literatura de Kafka –no en
el sentido de la comprensión, de la imposibilidad de encontrarle un sentido— no
se puede entender por qué Kafka escribe cómo escribe y escribe lo que escribe,
sin conocer los detalles fundamentales de su vida. Para empezar, era un
germano-parlante en Praga, un checo que habla alemán; en segundo lugar, la
relación con su padre, presente en todos los cuentos y en todas sus obras; en
tercer lugar, la culpa.
Kafka es muy consciente del carácter
estructural de la culpa, aunque no lo dice con estos términos. Al comienzo de El Proceso, cuando la policía viene a
detener a Joseph K., él protesta, pregunta por qué se le detiene y declara su inocencia,
que no es culpable de nada. Uno de los policías le contesta displicentemente, a
nosotros no nos interesa la culpabilidad, los tribunales se sienten atraídos
por la culpa. Justamente, en esa explicación está contenido el carácter
estructural de la culpa. No estamos buscando una cosa concreta, “usted ha
matado”, “usted ha robado”, etc., no importa, hay una culpa que usted, por el
hecho de ser un sujeto hablante, lleva consigo.
Ese carácter de culpa estructural está
presente a lo largo de todo El proceso.
En la conversación con el sacerdote queda claramente expresada la imposibilidad
de redimir la culpa. Es decir, esta no
se redime ni por la vía religiosa, ni por la vía gnóstica o atea. Por ningún
lado, no hay salida. Por eso, finalmente, Joseph K., se deja ejecutar sin saber
por qué se lo acusa.
Se ha mencionado a lo largo de la tertulia el
cuento A las puertas de la ley. Hay que decir que, en muchos de los cuentos, la
presencia de la ley es tan evidente que no podemos olvidar, además, que Kafka
estudió derecho, que se licenció como abogado por la decisión de su padre. Él no
quería estudiar jurisprudencia, fue el padre quien le condujo por ese camino, y
sabemos que trabajó en una compañía de seguros. La pregunta es: ¿de verdad fue
obligado por el padre, o es que su conciencia en relación con la ley, su pregunta,
su interrogación en relación con ella le condujo a estudiar el aspecto formal y
simbólico de la ley, la plasmación jurídica de la ley, que no es la ley
estructural?
Evidentemente, lo suyo era la literatura, y
la cuestión de la ley y la culpa, presente en todos sus relatos. Había
mencionado el relato A las puestas de la
ley. Lo que significa este cuento de Kafka es que es imposible acceder a la
ley. Lo que le ocurre al campesino que está esperando toda su vida, hasta el
final, es que no puede acceder. Por lo tanto, el relato es una metáfora sobre
la imposibilidad de los sujetos para acceder a la ley.
Otro cuento que recomiendo vivamente es La colonia penitenciaria, un cuento que Gustavo
Dessal utilizó en varias ocasiones para ejemplificar lo que significa la
repetición. La colonia penitenciaria es un territorio ignoto, desconocido, no
se dice donde está. Un viajero lo visita, y un oficial orgulloso le muestra cómo
se ejecutan las condenas. En La colonia
penitenciaria no hay más que una condena, es la condena a muerte. El sujeto
es acostado sobre una camilla, sobre una tabla, y baja un mecanismo que tiene
miles de agujas que van escribiendo sobre el cuerpo del sujeto la sentencia, una
y otra vez, hasta que el sujeto muere desangrado. Es un cuento que tiene una
enorme cantidad de lecturas posibles, una de ellas es ésta, la metáfora de la
imposibilidad de salvarse de la condena, de la condena a muerte.
Y desde luego, en la vida personal de Kafka
encontramos, como ya se dijo, la imposibilidad de asumir responsabilidades
familiares en relación con el matrimonio. Hay un libro, Cartas a Milena, donde encontamos la correspondencia que mantuvo
con su novia Milena Jesenská, con la que no pudo contraer
matrimonio.
Kafka no pudo liberarse jamás del peso del
padre, de ese padre que aparece en todos los cuentos, con distintas formas, representado
de manera diferente, pero siempre presente. Y la muerte prematura de Kafka por
tuberculosis fue, quizá, una renuncia a continuar en el mundo. Es verdad que
murió de la muerte mal llamada natural, pero da la impresión de que en su
prematuro fallecimiento había algo más que una circunstancia desafortunada
desde el punto de vista médico.
Debemos a Max Brod la fortuna de conocer la
obra de Kafka, pues no cumplió el deseo o la petición que le hizo el escritor, de
que quemase todos sus escritos.
Luis Seguí
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