Una de las cuestiones llamativas del relato
es que empieza como un relato realista, con una historia mínima, la del amigo, de
pronto sufre un vuelco total y entra en otra lógica. Pero no es un absoluto
sinsentido. Es una lógica más bien onírica, donde las cosas suceden de una
forma que no responde a la de la vigilia. Encontramos el enfrentamiento de
Kafka con el padre, uno no puede dejar de pensar en Carta al padre cuando lee La
condena. También sabemos de la importante oposición del padre al compromiso
matrimonial de Kafka. Todos estos elementos, de pronto, entran en una lógica
totalmente onírica en la cual, finalmente, un mandato, una orden del padre, se
ejecuta como un paso al acto sin ninguna mediación.
La condena es un cuento que no se puede
explicar. Cuando hablo de lógica onírica también lo hago porque el amigo, de
pronto, puede no existir, y el padre puede decir que, no sólo existe el amigo,
sino que, además es su representante. Kafka escribe el relato en el límite de los
acontecimientos, como en el límite escribió siempre, de hecho, no pudo terminar
ninguna de sus novelas. Por eso encontramos esos saltos de lógica que nos
proyectan hacia una lógica onírica, hacia otra escena que no es la realidad. Por
eso nunca vamos a poder explicar sus textos por la escena de la realidad.
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