martes, 15 de enero de 2013

La condena de Kafka. Comentario de introducción a la tertulia realizado por nuestro invitado Miguel Roig*

Estoy desbordado. Pensaba que ésta iba a ser una reunión pequeña, como suelen ser las tertulias literarias, de media docena de personas, y veo que tengo que hacer un giro de 180 grados para verlos a todos. Gracias por invitarme a participar, a integrar parte de este núcleo y, sobre todo, para una ocasión como Kafka, lo cual me parece muy especial. Pertenezco a una organización que se llama Hotel Kafka, de gestión cultural, y trabajo en Diario Kafka, la sección cultural de eldiario.es, con lo cual mi vida tiene algo de kafkiana. 

Me van a permitir una digresión. Cuando estuve leyendo el cuento, me vino a la cabeza otro cuento del escritor Julio Cortázar, La salud de los enfermos. Me imagino que muchos de ustedes lo tendrán en mente, si no es así, yo les recuerdo en cuatro frases el argumento. Gira en torno a un núcleo familiar en el cual el eje es una mujer, la madre, con ella aparecen sus hermanos y los hijos. En un momento determinado, muere su hijo Alejando en un accidente, hijo que vivía en el extranjero. El grupo familiar, temiendo por la salud de su madre, decide ocultárselo. Comienzan a escribirle cartas, cartas falsas, escritas por los integrantes de la familia cartas reenviadas por un amigo que vive en Brasil. Son cartas donde el hijo, supuestamente Alejandro, le va contando a su madre lo que va siendo de su vida. Este engaño va convirtiéndose cada vez en una bola más grande, y se le pregunta al hijo por qué razones no vuelve a casa a reunirse con el grupo. Esto lleva a que se inventen falsos desencuentros y tensiones diplomáticas entre Argentina y Brasil, razones por las que no puede viajar y volver. A todo esto, muere una tía, una hermana de la madre, a la que también siguen manteniendo viva a través de evasivas. Hasta que llega el punto final de esta mujer, la madre, ya en el umbral de la muerte, donde, aparentemente, agradece a la familia todo el trabajo, el aporte, el esfuerzo, dando a entender que, de algún modo, es consciente de todo el montaje, y fallece. A los pocos días llega la última carta. Uno de los hermanos de Alejandro la abre y dice, alguien tendría que escribir una carta a Alejandro, contándole que mamá está bien. 


¿Por qué me acordé de esto? Porque estuve pensando largo rato y no le encontraba el hilo a este cruce inconsciente. Llegué a la conclusión de que recurrimos a lo kafkiano como una imagen que utilizamos cotidianamente para explicarnos lo que no tiene sentido. Kafka es el relator del sinsentido. Barthes decía que Kafka escribe por alusión, su técnica es alusiva porque no puede enunciar, porque el sentido del mundo no tiene posibilidad de ser enunciado. Se hace sólo por alusión. Entonces, Kafka escribe sobre el sinsentido. 

El cuento de Cortázar es un cuento de la sinrazón y el absurdo también. Pero Kafka ordena el absurdo de manera perfecta. Si tenemos que buscar al lector del cuento de Kafka, lo vamos encontrar en esa mamá, la señora mamá que va recibiendo cartas, alrededor de la cual se va construyendo todo un sinsentido, y que tiene que leer todo eso. Al final del cuento, aparentemente, se da cuenta de lo que ha pasado, ha sabido leerlo. Nosotros, como lectores, somos esa mamá. Y Kafka escribe desde el lugar de esa mujer, contándonos la vida como la cuenta en el cuento La condena

George se levanta una mañana tranquilamente mirando por la ventana. Probablemente está contemplando Praga y el río Moldava, y lo que ve enfrente será Malá, el barrio alto, porque lo describe con las casa bonitas. Él vivía del otro lado, en la Ciudad Vieja. Acaba de terminar una carta, es un día perfecto, y empieza todo lo extraño. La culpa de sentirse bien, de mirar el río, la culpa en relación a su amigo, al que le va mal, que no tiene éxito, y la culpa con esa chica que le llega a decir que no se tenía que haber comprometido con ella si no era capaz de traer al amigo, y la culpa sigue con el papá, pasa de la claridad, de la luz de la ventana, a la zona oscura, ominosa donde está el padre, y donde aparece, de alguna manera, la madre ausente. Bendemann dice una frase fantástica:  
Mi padre sigue siendo un gigante 
Y lo dice Kafka. Él puede levantarlo con sus brazos y trasladarlo, pero no es consciente de eso, siente culpa hacia ese padre. 
No me quiero poner psicoanalista porque estoy en territorio Comanche, así que perdonadme las incursiones en vuestro territorio, enseguida vuelvo a mi trinchera. Me resulta muy curioso cuando coge el reloj y juega con el tiempo. Está jugando con el pasaje, que también tiene que ver con el sinsentido, con el tránsito, con el nacer para morir, con el absurdo total que es imposible relatar y construir. El cuento avanza hasta que la culpa se resuelve prácticamente en un suicidio, que es la orden paternal, que el personaje realiza en un ejercicio de redención. Esta sería toda la vuelta.  
Pero lo que hay en todo el cuento, como lo hay en casi toda la narrativa de Kafka, es una inmovilidad absoluta. Aquí traigo a cuenta la observación de Bloom, que es muy pertinente. Dice que no hay culpa religiosa en Kafka, lo que hay es una culpa dubitativa, que viene de Shakesperare, de Hamlet, de la postergación permanente de la acción a través de la duda. Es decir, lo que hay en Kafka es inmovilidad. Ésta es frente al fenómeno de la vida, frente a este absurdo que no hay manera de explicar.  
Kafka dice, refiriéndose a este cuento, que lo escribe en siete horas, entre las 23 h. de la noche y las 6 h. de la mañana, y que no lo entiende, que es extraño, pero que le resulta totalmente pertinente, que cree que ahí hay cosas. Lo que está mirando Kafka es la vida, esa vida extraña en la que, sin embargo, encontramos cosas. Y dice que escribe este cuento en un domingo desgraciadísimo. Usa esta figura. Y cuando uno busca en el Diario por qué es un domingo desgraciado, cuenta que es porque vino el cuñado a la casa. Utiliza esta imagen. Es lo que lo llevó a escribir este cuento. 
No recuerdo quien era, pero comparto absolutamente la visión que dijo que el problema con Kafka, frente a otros autores, por ejemplo Cortázar, es que te obliga a releer. No se entiende cuando se le lee. Hay que volver a leer. Estás todo el día mirando tu vida y hay que volver a mirarla porque no se entiende. Ese espanto es el que escribe Kafka, es el que está en La condena. Hay que volver a bañarse nuevamente en el río, como hacía Heráclito. Éste decía que no era el mismo, pero yo no estoy tan seguro. Como decía Silvio Rodríguez, no es lo mismo pero es igual. 

Pregunta realizada por Iona Zlotescu a Miguel Roig: Kafka dice en una carta a Max Brod que para él el relato más conseguido sería La condena. Quiero hacerte la siguiente pregunta: ¿Cómo se puede entender esta afirmación de Kafka? En una carta a otro amigo, Wolff, pide que se haga un volumen con La condena, La metamorfosis y El fogonero bajo el título Los hijos (Die Söhne). Me gustaría que Miguel Roig nos hiciese una aclaración sobre estas cuestiones.  
Miguel Roig: Yo, en realidad, soy kafkiano por mi vida, no por lectura. No sé si es el relato más logrado de Kafka. Lo que podríamos es jugar a imaginarnos por qué, que es la única herramienta que tenemos. A mí me parece que el relato empieza como el relato ideal que nos hacemos todos, una especie de relato aristotélico de nuestra propia vida, con un plantel iniciático, con un umbral, con un desarrollo agradable, y con un desenlace lo más leve posible. Y se convierte en pesadilla antes de llegar al desarrollo. Es lo que pasa con los relatos de Kafka. En La metamorfosis, Gregorio se acuesta y al despertar ya es cucaracha. Pero en La condena está ese planteo idílico del comienzo para luego irrumpir el sinsentido. Tenemos muchos elementos, uno que me llama la atención es un tema de Kafka, cuando le llama comediante al padre. En América tenemos ese gran teatro de Oklahoma, que recluta actores que, lo único que tienen que hacer es de sí mismos. Para Kafka, un comediante es eso. Yo creo que al personaje le dice comediante, y le está diciendo papá. Uno de los atributos que tiene este cuento, es que, de alguna manera, es una especie de Aleph de Kafka. Creo que desde la condena se puede ver todo Kafka, pero no sé si es el mejor. Se puede ver todo el universo Kafkiano con todos sus matices. Y con respecto a ese tríptico, me parece que sí, que no es un mal tríptico del siglo XX, que tiene una vigencia radical en el instante en que digo esto.  
Miguel Roig
* Miguel Roig (Rosario, Argentina), invitado por Liter-a-tulia a la conversación sobre el relato de Kafka, La condena, es director creativo del espacio cultural Hotel Kafka, del cual es socio fundador y editor de Diario Kafka, la sección cultural de eldiario.es. Es autor de los ensayos Belén Esteban y la fábrica de porcelana, Las dudas de Hamlet y La mujer de Edipo.



No hay comentarios: