Al enterarme
de que la tertulia iba a girar en torno a un cuento de Jack London, sentí una
gran emoción. La obra de este autor tiene que ver, en lo que a mí respecta, con
el descubrimiento del amor hacia la literatura. Si evoco el amor desmedido de Borges
por H. G. Wells, para mí London supuso el
descubrimiento de la literatura en la infancia con sus libros de perros, con Colmillo Blanco, con El llamado de la Selva, etc.
Posteriormente, en la adolescencia, descubrí otros Jack London, el socialista,
con una novela de política ficción no muy difundida, Talón de Hierro, donde el mundo es por entero socialista excepto
Estados Unidos, estado totalitario y talón de hierro del capitalismo. Descubrí también
esos cuentos maravillosos, de los mejores que he leído, cuentos de Alaska y de
los mares del sur. Respecto a los primeros, uno de los que más me conmovió no
es La hoguera, del que hoy nos
ocupamos, sino otro que se llama Deseo de
vivir. Dice la leyenda que Lenin se lo hizo leer en su lecho de muerte. Pero
recordé una frase contenida en Los mares
del sur, más concretamente en un cuento titulado El inevitable hombre blanco. Dice lo siguiente acerca del dominio
que el hombre blanco va a establecer sobre el mundo:
“Y,
naturalmente, el hombre blanco es inevitable. Es el destino del negro ––le
interrumpió Roberts––. Dígale a un blanco cualquiera que hay madreperla en una
laguna infestada por decenas de miles de caníbales vociferantes e
inmediatamente se pondrá en camino con un reloj despertador que utilizará a
modo de cronómetro y media docena de buceadores canacas, todos apretados como
sardinas en lata en un espacioso queche de cinco toneladas. Susúrrele al oído
que se ha descubierto oro en el Polo Norte y esa misma criatura de tez blanca,
ese ser inevitable, partirá sin dilación, armado de pico, pala y el último
modelo de artesa. Y lo que es más, llegará a su destino. Hágale saber que hay
diamantes en las ardientes murallas del infierno y el hombre blanco asaltará
esas murallas y pondrá a trabajar al mismísimo Satán con su pico y con su pala.
Ahí tiene el resultado de ser estúpido e inevitable”
En relación con La hoguera, también aquí encontramos al estúpido e inevitable
hombre blanco que ha ido a buscar la riqueza al Ártico, la madera, ese trozo de
naturaleza que será transformado en mercancía. Morirá en esa historia de error,
de exceso y enfrentamiento con una naturaleza indiferente por completo a sus
expectativas. Pero los otros hombres blancos que lo esperan en el campamento
lograrán cortar la madera, extraerán ese producto pese a los rigores naturales.
En definitiva, La hoguera hace presente la naturaleza y la muerte como realidad. Una
muerte real que sucede con precisión, y ello porque ese hombre no ha podido
medir el límite que la naturaleza impone. Relato que conmueve por la impotencia
del hombre ante su enfrentamiento con esa naturaleza indiferente.
Luis
Teszkiewicz
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