Yo creo que cada relato nos descubre nuestra
subjetividad. Para mí, el texto es un homenaje a ese tipo de hombres como el
abuelo de Graciela, hombres necesarios, atemporales, que fundamentan su
virilidad en la rudeza y en la obstinación. Y esa obstinación que vemos en el
relato, como la de los ciento cincuenta suecos y noruegos y la de tantos pescadores
que atraviesan el mar, es la firmeza de una virilidad. Estos hombres, como
digo, son atemporales, existieron en la época de los gladiadores, hoy en el
siglo XX, y seguirán existiendo en el XXI. Son hombres necesarios, hombres
heroicos que tienen una relación con la vida en la que no existe el miedo, lo
cual nos lleva a pensar que quizá no tengan inconsciente, en el sentido de que
no se dividen, nada de lo paradójico les suscita una pregunta. Si tuvieran
inconsciente, quizá no podrían llevar a cabo estas aventuras, ni podrían ser
tan heroicos. De estos hombres hay en Galicia miles transitando el mar. Si en
estos momentos hubiese una catástrofe, dudo que aquí apareciese alguno de esos
hombres, los intelectuales, en general, son miedosos. Estos hombres obstinados
y heroicos organizarían la catástrofe para que no cundiese el pánico.
Por tanto, son hombres atemporales que no se
modifican en el trascurso del tiempo, que se ríen de la verdad. Lo vemos en el cine,
en la literatura, personajes rudos, obstinados y valientes. Por eso me emocionó
la lectura de La Hoguera, pues me
evocó esos sujetos anónimos, pero heroicos. Viví el texto, y creo que este
hombre, este sujeto, este personaje, se convierte en un homenaje a esos seres
heroicos que nadie conoce, y que, realmente, combaten las leyes de la vida y de
la naturaleza con una ética admirable. Esta vida sigue existiendo en las aldeas
de la mayor parte del mundo, en los marineros de Galicia, en las historias
atemporales que cuentan, idénticas a las de hace trescientos años. Lo que hay que
hacer es saberlas escuchar y tener el interés del relato. En Galicia escuchas
ese tipo de historias.
Lo que pretendo con este comentario es universalizar
a este tipo de personajes obstinados. Para mí no son necios, sino que, en su
obstinación, no es que no tengan imaginación, lo que no tienen es relación con
el inconsciente, y esto hace que tengan una relación con la muerte
absolutamente natural, cosa que no le ocurre a ningún neurótico. Esta me parece
la intencionalidad del escritor, hacer una pintura en la que se cruza una
fatalidad y un sujeto obstinado, rudo, valiente.
Silvia Lagouarde
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