domingo, 21 de diciembre de 2008

Dichosa lectura con sabor cubano, por Ana Quiroga

La narrativa de Laidi Fernández de Juan* tiene la voz de Cuba. Y su cadencia. Su lenguaje es exacto, preciso, conmovedor. Imprescindible. Quizá porque, de niña, tuvo el privilegio de mostrar un texto suyo a Alejo Carpentier, su vocación, como una flor anticipada, se abrió a sus ojos para sorprenderla. Se huele en las palabras el café acabado de colar, el calor pestilente, la humedad atrapada en las paredes de la casa. Un son caribeño nos invita a pasear por calles de La Habana Vieja bajo el empecinado ritmo cubano del afán por sobrevivir. Y así como es una felicidad saborear Cuba, es una felicidad recorrer la original inteligencia de la autora de estos cuentos.

El tono coloquial nos acerca a la íntima conversación de la amistad; los personajes nos abren la puerta del cuarto de al lado en el que transcurre su vida como una persistente intención por superar toda dificultad y volver placentero el universo: “Todo lo que voy a servirte en la mesa, lo conseguí en la bolsa negra.”

Leer sus textos es sumergirse en antiguos corredores y escaleras del tiempo de España que esconden el secreto de un pueblo que resiste, con implacable humor, ante cualquier incertidumbre: “a esta altura me da igual una caricia que un piñazo si tiene buen sabor y llena el cubo”; un humor que aparece sutil en la confesión de una asesina: tengo compromisos en plural no sólo con hombres” o acabadamente directo en “dígale al gordo de allá afuera que no sólo los negros toman café, que haga el favor de traernos” y, mejor todavía, en “vamos a ver si nos apuramos y bajan los santos o suben los espíritus”.

El conflicto aparece en el devenir cotidiano (“olvídate de la vida normal”) y es en los detalles de discreta descripción donde surge la angustia por subsistir “si llegaban los huevos, había gas suficiente en el horno y no se iba la luz, el calor no era insoportable, ah… y si tampoco llovía mucho, porque la muchacha que los entrega vive lejos y viaja en bicicleta” y “transcurrieron doce días de gestiones, compras, ventas, cambios de planes”.

Su obra atraviesa la historia cubana desde antes del tiempo de la revolución "para que disfrutes conmigo de un pasado anterior incluso al nuestro" hasta el presente a través de un vocabulario deliberado, ecléctico y notorio, de términos y frases que definen su origen, sus influencias, sus anhelos: Elegguá, los cakes privados, Carlos Marx, guayabera de poliéster, Yemayá, Tolstoi, Ochún, cocotaxi, Tuareg, autoplusvalía, Jalisco Park y Chejov.

Laidi Fernández de Juan no se priva de imágenes concretas “cocinar con manteca de tiburón que huele a orín de viejo decrépito” ni de alusiones feroces para mostrar la época de mayor crisis “el Período Especial que usted recordará que era una soberana mierda” así como da lugar a una delicada poética: “delgada como una caña tierna”, “un burdel circense de posguerra”. Tampoco teme a la osadía de los neologismos propios y ajenos: “concrétame a dónde”, “ripostó”, reina-dueña-de-todo-esto”, una perdedera de tiempo imperdonable” y “que te ronca la berenjena”.

Una y otra vez la ilusión parece alejarse de los personajes creados por Laidi Fernández de Juan (creyó que las fuerzas se le iban) y, sin embargo, aunque percibamos remota y decreciente la posibilidad de albergar una salida, la esperanza regresa en brazos del amor (esa cura infalible para todos los pesares) y los protagonistas -como acaso el lector- se descubren extrañamente dichosos. Basten, por ahora, estos cuatro cuentos, para dar fe de esa dicha.

Laidi Fernández de Juan (La Habana, 1961), es médica y narradora. Su primer libro de cuentos Dolly y otros cuentos africanos (Pinos Nuevos, 1994) fue publicado posteriormente con prólogo de Eliseo Diego (Ediciones Vigía) y en Canadá con introducción de Keith Ellis. Ha sido distinguida en los concursos Internacional de Cuento Fernando González (Colombia) y “Jiribilla”, entre otros. Su segundo libro, Oh vida (1988) obtuvo el Premio Luis Felipe Rodríguez de cuentos. Su cuento “Clemencia bajo el sol”, Premio Cecilia Valdés, fue llevado al teatro en Cuba y en Italia. En el 2001 fue invitada al Evento de Mujeres escritoras del Caribe en Nueva York. En 2004 obtuvo Mención en el Concurso Iberoamericano Julio Cortázar y le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional. En 2005, ganó el Concurso de cuentos Alejo Carpentier con su libro La hija de Darío. Su primera novela, Nadie es profeta fue presentada en la Feria Internacional del libro de La Habana, 2007.

Ana Quiroga

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