viernes, 25 de marzo de 2011

Apertura de la 24ª reunión de LITER-a-TULIA; Cuando la magia se acaba; un comentario de "El Elfo Patata", de Nabokov

Atravesamos el ecuador del curso con la reunión de hoy, un relato del maestro Nabokov, del cual hemos tomado este cuento con un título que tiene una sonoridad casi de historia infantil, como las que se cuentan a los niños. Lo saben ustedes, se trata de “El elfo patata”.
Sin embargo, debo decirles que nada más lejos de la realidad. Creo que cualquiera de nosotros no aconsejaríamos la lectura de esta historia a ningún pequeño, me estoy refiriendo en este caso a los niños, aunque quizá huelgue la precisión, tampoco sé si uno podría recomendarlo a un pequeño de otro tipo, un pequeño como nuestro protagonista de hoy, nuestro muy pequeño Fred Dobson.
Es cierto; en el reparto de cartas con el que la vida aguarda nuestra llegada, existen casos en los que la mano no es tanto que haya sido francamente mala, es que el descarte es absoluto, nada de lo que nos ha deparado dicho reparto es aprovechable, y lo que es peor, cuando decidimos hacer efectivo el descarte y pretendemos tirarlas todas para que nos repartan otras, caemos en la cuenta de que no hay más reparto que valga, las cartas con las que uno jugará la partida son esas, y así son las reglas, aquí no hay hoja de reclamaciones.
¿Entonces? Pues hay que apañárselas; cuántas veces encontramos sujetos que podrían verse incluidos en el tipo de caso del que les hablo y han alcanzado logros que más que meritorios son verdaderas proezas si tenemos en consideración las oportunidades con las que iniciaron sus partidas. ¿Y qué es lo que hace que estos desafortunados no renuncien a sus cartas y decidan jugarlas, a ver qué ocurre? No tiene fácil contestación, entre otras cosas me temo que no tendría una sola contestación. Lo que sí tenemos, por el contrario, es el caso opuesto como más habitual y seguro que más cercano; estos sujetos que ya parten con buenas cartas de mano, algo con lo que pueden aspirar a realizar una jugada probablemente bastante exitosa, y sin embargo la propia partida los atenaza, los asusta, y acaban malgastando su existencia en partidas menores, a medida, conformándose con trinchar el ganso en la fiesta familiar anual.
Por ello, debemos considerar que las cartas que nos tocan disponen el lance que debemos afrontar, pero de ningún modo lo condicionan todo, y no se trata de jugar de farol en todo momento, más bien de conocer muy bien las cartas que manejamos, y calcular el envite; les digo que en más ocasiones de las que creeríamos algunas jugadas dan bastante más de sí de lo que en una primera mirada podríamos estimar.
Así que, estar bien orientado se torna fundamental, porque ayuda a no enredarse más allá de las complicaciones que la vida, por sí misma, fija ante nosotros. Y enredarse tiene distintos nombres que podemos localizar casi siempre en los rasgos del carácter del sujeto, algunos de ellos son claramente visibles hasta el punto de conseguir definir la personalidad de alguien. Estoy hablando de esos casos en los que un significante, por sí solo, puede sustituir el nombre y los apellidos de una persona, y construimos la metáfora que condensa esa significación y que opera por sustitución: entonces decimos de alguien, por ejemplo, que es una víctima, porque estimamos que su posición en la vida queda resumida en este significante. O de tal otra persona que es alguien reivindicativo, porque en el trato personal, este rasgo siempre asoma en sus dichos, y sus actos siempre tienen como telón de fondo esta cuestión. Elijo estos dos significantes llevados al extremo de convertirlos en posiciones porque me sirven de manera muy gráfica para poder mostrar que hay algo que no depende de nuestros naipes, sino que es fruto de una elección del sujeto.
Si una vez que las cartas están repartidas, descubrimos, al acercarlas a los ojos, que nos tocó en suerte un padre que es famoso en todo Bristol, y que esa fama no es el resultado de su excelencia como sastre, o de su facilidad para las relaciones sociales, sino más bien por ser una esponja, ¿podemos sentirnos orgullosos de ello? Si además este orgullo encuentra su matiz fundamental en la obstinación que lo acompaña, si nos sentimos tercamente orgullosos de ese padre, ¿no introduce ello una nota singular? ¿Ese orgullo pertinaz no nos dice nada de la posición que detenta ese sujeto, más allá de lo que constituyen el resto de sus características? Respecto de algunas situaciones con las que cargamos en la vida podemos decir que ni la magia es capaz de obrar milagros.
El deseo del que proviene cada uno es fundamental para entender el devenir de un sujeto. Este devenir nos da la clave, nos abre las preguntas acerca de la naturaleza de dicho deseo, el deseo de los padres, el deseo que movió los hilos para plantarnos en este escenario que es la vida. Aproximarse a esta clave permite entender bastantes aspectos acerca de uno mismo, y determina igualmente el acceso a los grandes temas; en mi lectura del relato que nos ocupa se me ocurren dos principalmente: el enigma de la sexualidad, y la paternidad. Y por lo que les comenté justo antes, ya podrán imaginar que el padre que a uno le toque resulta fundamental para lidiar con estas materias.
Sabemos de nuestro Fred Dobson que se acostumbra rápidamente a la gente, pero es éste un acostumbrarse muy particular, no a cualquiera, sólo a determinada gente. Nos cuentan que se acostumbró a un gigante, parece esto casi una broma, y lo encontramos en el momento de la acción también acostumbrado a un mago, un prestidigitador; un hacedor de magia no es cualquier cosa, ni es casualidad tampoco la profesión que elige Nabokov para la persona más próxima y de mayor confianza de nuestro protagonista; es éste alguien que lo acoge y parece darle un lugar, no sólo en su número circense, incluso cuando las cosas se ponen difíciles para Fred, un lugar en su casa y en su propia vida. Y yo aún diría más, le da un lugar en el mundo. Volviendo a la actuación que comparten, ¿en qué consiste? El enano desaparece en una caja negra, desaparece de los ojos del público, los ojos del otro testigos de su defecto, y reaparece, pero ¿en dónde? Nuestro elfo encuentra un lugar en el Otro, reapareciendo mezclado entre los asistentes, como si fuera uno más, un espectador más, semejante a cualquiera de los allí presentes. Un truco más que astuto o ingenioso, un acto bien elocuente, que por un instante permite a Fred sentirse del otro lado, alejarse de sus compañeros de reparto, del tenor fracasado o del payaso ridículo
Debemos tomar el contexto de la época para darnos cuenta de que Fred no parece muy mal orientado, y habremos de considerar que el circo, algo casi extinguido en nuestros días, que no encuentra lugar en nuestras ciudades más allá de las fechas navideñas, en aquel entonces y sin televisión en los hogares, tenía gran aceptación y era una manera más que digna de ganarse la vida. Nuestro enano encuentra su lugar allí, y también, a este subrogado del padre, el prestidigitador, de curioso nombre, Shock, que significa choque, impacto, y que sostiene a nuestro protagonista. Shock es también el autor de la interpretación a la melancolía que aparece en nuestro enano: “lo que necesitas es una enana”. No diré yo que no la necesitase, pero distingamos que esta respuesta es una explicación, algo que da alguien a algo que ocurre previamente. Con lo que nos encontramos en un antes y un después, hemos llegado hasta aquí, ahora aparece la melancolía y los acontecimientos se precipitan en cierta clave sexual.
La función de un padre pasa también por tener su responsabilidad en el encuentro del varón con la sexualidad, y se hace necesario que algo de esta función paterna actúe porque de ella se derivará el acceso a la virilidad. La obstinación en el orgullo contrasta con la incesante búsqueda de una suplencia para ese padre alcohólico, y en esta contradicción podemos vislumbrar las dificultades que en este terreno presentará nuestro sujeto.
Cuando el prestidigitador lo recoge del brutal encuentro con el forzudo socio de las bailarinas, le dice unas palabras que tienen singular importancia: te dije que no te entrometieras, y ahora es Nabokov el que se convierte en mago, porque como por ensalmo y en el renglón siguiente nos trae la posibilidad de entrometerse, nos trae a la Sra. Shock. Nora, que así se llama, nos tiende a nosotros tertulianos un puente a nuestra anterior reunión; Nora era el nombre de la mujer de James Joyce, autor de “Los Muertos”. De cómo esta mujer recibe un niño que la conmueve, al que presta sus maternales cuidados, y acaba por convertirlo en su amante, sólo puede dar cuenta la magia del escritor, que utiliza el vínculo que une a esa pareja, algo que ocupa muchas líneas de este relato, que no es sólo el de las peripecias de un enano melancólico, también el de la queja de una esposa infeliz porque su marido es un espejismo, un engaño constante.
La extraordinaria dimensión que cobra el efecto que el acto sexual tiene, esconde deliberadamente el afecto que lo precedió, el encuentro de un niño y una madre, algo absolutamente incestuoso, y dicho efecto al estilo onda expansiva consigue que las miradas cambien de signo, y Fred deja verse por doquier, acompañado de un sentimiento de ligereza y liberación, aunque dicho sentimiento tenga las patas muy cortas y no pueda escoltarlo más que unas pocas horas de ese mismo día. Ese día, su día, también el día que la magia con su amigo acabó; Shock ha recibido el choque que las palabras de su amigo han producido en él y el final de su relación se escenifica en la caída de esa moneda al suelo que su mano, ahora, ya no consigue sostener.

Todo lo que se precipita desde ese momento hasta el trágico final es un aluvión de acontecimientos; una amistad que se rompe, una pareja que se sostiene, un tercero excluido que decide romper definitivamente su lazo con el mundo ante lo imposible de soportar que supone enfrentar la mirada del Otro fuera de los límites del escenario de un teatro, marco simbólico que lo ampara del verdadero circo que representa para él un paseo por las calles de cualquier ciudad. El trágico final parece de una película, vemos pasar las imágenes e incluso imaginar la luz que baña la escena, y recordamos que el día de Fred Dobson, aquel día de aquel año que le conceden tan sólo a un hombre, al hombre más feliz, ese día que sólo puede reconocerse de forma retrospectiva mucho tiempo después, había quedado atrás.

Alberto Estévez

jueves, 24 de marzo de 2011

Desarrollo de la Tertulia 24 dedicada a El Elfo Patata, un cuento de Vladimir Nabokov*

* Los artículos de presentación de la tertulia, escritos por Alberto Estévez y Miguel Alonso, preceden, en el blog, a esta transcripción.

Pilar: Quería incidir en algo que Alberto ya apuntó. Una de las cuestiones más inquietantes del cuento me parece ese punto tan morboso que tiene Nabokov con el sexo. Trata a Fred como un niño, lo viste con la peluca, lo arropa en su regazo, y después lo sitúa en una relación sexual de la cual tiene el hijo. Es uno de los puntos, como digo, que me resulta muy inquietante, esa vertiente sexual presente en tantos relatos de Nabokov.

Graciela Kasanetz: Creo que el fruto de la relación sexual, semi incestuosa, es el único punto donde el personaje Fred alcanza la dignidad, dignidad humana, además en una relación sexual por amor. Y creo que es correr tras esa dignidad lo que le mata, y no la turba de gente que va detrás de él.

Me parece que todo el cuento apunta al lugar paterno. Lugar paterno que, por un lado, está degradado. Fred mismo es fruto de una extraña relación entre sus padres, porque su monstruosidad aparece como resultado de la relación degradante que impone el padre a la madre. Lo dice claramente en los primeros párrafos cuando hace referencia a esa muñeca de cera que el padre pone a la madre en la cama estando ella embarazada. Se refiere a ese hecho diciendo que no sabe cómo no abortó en ese mismo momento.

Al parecer, Fred mismo se considera un viviente abortado. El desprecio de los demás por su monstruosidad es, en primer lugar, un desprecio de él mismo por su propio aspecto. Y no sólo es desprecio hacia sí mismo sino hacia el otro. Encontramos, efectivamente, lo otro en sí mismo. Shock, el prestidigitador, le dice que lo que necesita es una enana. Pero en una de las frases, cuando conoce a Nora, Fred mismo piensa con desprecio en la enana adolescente, manifiesta el asco que le dio cuando tuvo que bailar un tango íntimo con ella. Es decir, el desprecio por su propia condición es suyo, y lo hace patente dirigiéndolo al otro, la enana, con asco.

Hay una cuestión importante. El otro momento, además del que señalé al comienzo, en el que va a alcanzar algún tipo de dignidad, es cuando le dicen que tiene un hijo que, además, no es enano. Es allí donde tiene la oportunidad de apuntar a la paternidad. Estamos en la cuestión del padre. Tenemos el padre de su origen, pero Fred elige otros padres. Primero elige al gigante, pero el gigante, no deja de decir Nabokov, era alguien que tenía mareos como una mujer. Vemos un nuevo rasgo de desprecio. Elige también al prestidigitador, de quien Fred verifica que está sostenido sobre la degradación que proyecta sobre su propia mujer. En todo vemos la falsedad.

Y en todo este escenario vemos sus dos oportunidades. La del día que le tocó feliz en su vida, el día que cree ser correspondido en el amor por Nora, y por otro lado, cuando esta mujer le dice que tiene un hijo que no es enano. En ese momento puede encarnar en sí mismo la oportunidad de dirigirse a la función de padre. Pero se trata ya de un lugar del padre en toda su dimensión. Toma la dignidad del padre, toma la altura, quiere elevarse, desde su altura, a la dignidad de la función paterna. No piensa en arrebatarle el hijo a la madre, sino que se va a sentir orgulloso. Sale de la posición de niño, porque era él quien se ponía una peluca rubia, y era él quien salía como nieto de sí mismo cuando vivía enclaustrado.

Y por último, en este cuento las mujeres aparecen siempre degradadas por parte del hombre. Tanto su propia madre como Nora, así como la enana, que es degradada por el mismo Fred. En general, parece que cada personaje degrada a los demás, y que lo único que sacaría a alguien de su lugar monstruoso, es asumir la dignidad del lugar paterno.

Rosa López: En este cuento hay dos personajes extraordinarios. El enano Fred y el increíble Shock, el prestidigitador. Y leí todo el cuento como un acto de prestidigitación del propio Shock.

Por una parte tenemos a Fred, el enano, el hijo de la broma pesada de su padre a su madre. Un pobre hombre, entre otras cosas porque puede narrar su vida con dos acontecimientos nada más. Uno, cuando la madre estaba embarazada y cuenta que él quedó malformado por una broma del padre. Vemos el aspecto de la degradación, pero incluyendo un matiz muy singular, la broma viene del padre. El otro hecho que cuenta de su vida es cuando se cayó en el bote de pintura. Y nada más. La vida de Fred se reduce a esas dos cosas.

Y tenemos a Shock, un tipo que no para de hacer bromas pesadas. Y hace bromas pesadas también a su propia mujer. La última, en la que toma el veneno, es terrible, finge, de forma increíble, estarse muriendo. Me parece que este personaje es el artífice de todo el cuento. Shock es el hacedor de bromas pesadas. Miguel hablaba del lugar de inclusión-exclusión. Es muy apropiado en el sentido de que, cuando Shock lleva a su casa a Fred como si lo estuviera acogiendo, retroactivamente leo la escena como que el prestidigitador los pone a los dos, Fred y Nora, arma las piezas del escenario, hace que dos cuerpos se encuentren y engendren un hijo. Todo está programado. Es como si hubiera toda una voluntad perversa de Shock manejando los hilos. Y a partir de ese momento, Fred queda excluido. El enano vivía en el marco de un circo, es acogido en la casa, pero después de ese encuentro sexual queda totalmente fuera de lo social, recluido en un pueblo dormido que, finalmente, despierta. Son muy interesantes los últimos párrafos. Un niño ve al enano, aparece otro niño y otro niño y otro y el pueblo empieza a despertar y vamos viendo al pobre Fred abocado a la muerte.

Todo el cuento se sitúa en la lógica que hay entre las dos bromas pesadas, la del padre que lo engendra, y la de Shock que hace que él engendre a un hijo.

Luis Teskiewicz: Es la primera vez que vengo a Liter-a-tulia. Era para mí un deseo largamente acariciado. Quería decir que Nabokov permite esto y mucho más, porque es polisémico. Esa es una de sus virtudes como autor. Y me parece muy interesante que se lea a Nabokov en una tertulia como Liter-a-tulia, de literatura y psicoanálisis, porque, precisamente, Nabokov es un hombre que aborrece explícitamente al psicoanálisis. Dice que cualquiera que haya leído a Freud debe saber que es una estupidez, que no dice nada con sentido, que basta con leerlo para saber que por ahí no hay nada.

Pero al respecto hay que decir lo siguiente. Hay grandes escritores analistas, y hay grandes analistas escritores. Pero hay un fracaso cada vez que un analista, o un no analista, se proponen escribir un libro desde el psicoanálisis. En cambio, es en los libros que no son escritos desde el psicoanálisis, donde nos encontramos con él.

Finalmente, me parece muy importante el papel de los espejos. Me lo sugiere la última imagen de Fred, antes de salir en esa carrera final, cuando se ve en el espejo, enano, vestido con sus mejores ropas, pero lo que ve es a un caballero. Me parece una de las claves del cuento.

Antonio: Es verdad que estamos ante un cuento polisémico. Tiene muchas lecturas posibles. Permitidme entonces que, como lector, haga una lectura un tanto crítica. La primera cosa que quiero decir es que el cuento fue escrito cuando Nabokov tenía veinte años. Es capaz de crear un personaje tan grotesco, tan terrible, tan despreciable en algún sentido, tan ridículo, con veinte años. ¡Qué barbaridad! Lo escribió en Berlín después de haber huido de Rusia.

Si la virtud fundamental de un relato está en su poder de atracción, en su capacidad de enganchar al lector, El Elfo Patata, según mi humilde punto de vista, es un excelente escrito. Lo que ocurre es que el que lee no tiene más remedio que interrogarse sobre el sentido, la intención, la lógica más o menos oculta, es decir, qué hay detrás de este escritor que es capaz de escribir algo como esto. ¿Por qué se le ha ocurrido a este hombre escribir sobre este personaje tan terrible? Y no quiero decir que esto se haga siempre de una manera racional, abierta. Pero de forma irremediable, y en función de lo que te hace sentir el relato, el afecto que suscita, tienes que plantearte la pregunta. ¿Qué es lo que engancha?

La respuesta es clara. Se trata del desconcertante, del singular personaje protagonista y de su extraña vida. No es sólo que se trate de un enano, sino de un enano muy especial que puede aparentar la imagen de un niño de ocho años. Él mismo se trata de ocultar, de maquillar, y ello porque debe causar una gran impresión, en muchos casos de horror. Está claro que lo que engancha es el juego con este personaje, como lo presenta. Eso es lo que hace a esta lectura tan impactante.

Sabemos que a los Elfos se les atribuye, en la mitología nórdica, un mal carácter. En este caso Fred, para más INRI, con todo lo espantoso que resulta, tiene un buen carácter. Vemos toda la historia de este personaje, el paso por el circo, por la señora Shock y, finalmente, el supuesto hijo.

¿De dónde sale esta locura, el retrato de esta vida tan profundamente extraña, inquietante, siniestra, dolorosa, anormal, grotesca?

Lo que despierta es conmiseración. Me ha interesado ese estilo, me ha enganchado, pero no puedo por menos de sentirme molesto, manipulado, engañado. Ya sé que hay una tradición rusa del absurdo que Nabokov quizá recoge, pero es hacer trampas seducir al lector por el hecho de jugar con un personaje que realmente nos inquieta tanto, nos revuelve tanto las tripas, nos pone en contacto con el posible mundo de oscuridad, de soledad, de monstruosidad que hay en nosotros. Sí, yo considero que, en un sentido, eso es trampa. Me hace sentir molesto y manipulado leer que alguien escribe sobre un hombre que tiene un rostro de lechuza y su lengua, cuando se va de su boca, es lengua de serpiente, y que escribe así para atraer, de entrada, fácilmente. ¿Qué personaje es éste tan raro? A mí me parece que tiene cierto truco.

Y es cierto que no puedo dejar de lado el hecho de que, con truco o sin truco, la breve historia de El Elfo Patata está muy acertadamente escrita. No sé con qué quedarme, si con el retrato que a los veinte años Nabokov hace de El Elfo Patata, o con la pregunta, ¿de qué rincón de su mente salió este personaje grotesco y despreciable?

Sea como sea, ha despertado en mí una cierta rebelión contra el autor de obras que me han encantado y fascinado, como Lolita.

Intervención: En la segunda lectura que hice del cuento pensé que había leído una historia de sucesivos engaños, que vosotros habéis llamado bromas, pero me parece más propio denominar engaños y autoengaños.

He visto esa primera escena en la que el padre pone en la cama la muñeca a la madre, lo que le hace tener al niño. He visto ahí un primer engaño que tiene consecuencias graves, tal como entiende Fred.

He visto en el terreno del engaño la profesión del prestidigitador. Su mujer lo tiene como un ser con el que no se puede contar, pues está instalado en la mentira.

He visto a las bailarinas en ese juego de ambigüedad tocando por todas partes al niño, que no es un niño, para después expulsarlo.

He visto también al enano, hasta el momento que lo llevan al domicilio, vivir cómodo en el circo, dentro de esa monotonía que da vueltas. Y finalmente veo cómo Shock lo lleva a su casa, donde está su mujer, Nora.

¿Quién es Nora? Es una mujer que prácticamente no existe. Sabemos que tiene un padre que come con ella, sabemos que pensaba que Shock era poeta, sabemos también que tiene una cara desagradable, pero es una mujer que no se dedica más que a ser engañada permanentemente por el marido. Y no tiene hijos. Entonces, Shock, en cierto sentido, le entrega el hijo que no le ha dado. Nora comienza a acerarse al hijo que no tiene, pero enseguida descubre una oportunidad: el engaño. Ella nunca había tenido participación en el mundo del engaño. Y ahí encuentra una oportunidad.

Fred saca una conclusión. Está enamorado. Ese es su autoengaño. Ve la vida de otra manera, está en el estado de enajenación del enamoramiento. Toda la descripción de ese momento me parece maravillosa. Pero la conclusión de Nora es que Fred es un asco y no piensa seguir con él. Y el prestidigitador, cuando Fred le revela la relación con Nora, también engaña. Hace que no escucha pero escucha.

El paréntesis de la pareja en América es una elipsis total. No sabemos qué pasa en ese intervalo, se supone que algún engaño debe haber.

Finalmente, todavía encuentro una vuelta de tuerca al engaño y al autoengaño. Porque cuando vuelve a ver a Nora después de esos ocho años, piensa Fred que posiblemente se acuerde todavía de él. Pero la realidad es que Nora muestra nuevamente su repulsión además de no contarle tampoco la verdad respecto al hijo. Le cuenta que ha tenido un hijo, pero omite una parte de la verdad.

Esta sería, a mi modo de ver, toda la escala de engaños y autoengaños.

Luis Teskiewicz: Alguien dijo del prestidigitador que era un manipulador. Y Nabokov es el prestidigitador. A los veinte años nos habla de enanos, de monstruos, pero creo que no cambia. En Lolita nos habla de un pedófilo. Se hizo famoso porque provocó un escándalo. Pero uno podría pensar que sus veinte novelas anteriores son igual de escandalosas.

Hay una frase de Nabokov que me parece que puede tener interés. Él, que escribió una autobiografía, dice que toda la ficción que escribe es su autobiografía. Como Ulises es la autobiografía de Joyce. Y me parece interesante que si uno lo ve como autobiografía, él no era un enano, sino un prestidigitador. Nos ofrece un punto de vista pensar que, además, es su autobiografía.

Graciela Kasanetz: Me parece que dentro de este juego de prestidigitación, donde probablemente haya una cierta identificación con el autor, hay también un dato donde el autor se muestra más allá del prestidigitador. Muestra diversas cuestiones de la relación de Nora con el prestidigitador.

Del lado del prestidigitador, como hombre, éste no ha logrado darle un hijo. Nora tiene claro que el hijo es del enano.

La sexualidad –y esto me parece lo escandaloso de este texto y una enorme y penetrante visión de un chico de veinte años— la sexualidad siempre es perversa en cuanto desviada del fin natural que es la reproducción de la especie. Y la relación entre Nora y su marido es una relación profundamente sexual. Pero no produce un hijo. Nos lo anticipa Nabokov cuando ella llama por teléfono en el momento en que cree que Shock se está muriendo. Ahí se da cuenta de que él es toda su vida y piensa que ya no va a tener más ese juego que tenía con él, y en el cual el enano no tenía mucho que hacer.

Hay un punto de inflexión. Nora viene a ver a Fred a los ocho años. Casualmente la apariencia que Fred tiene para los demás. Es decir, a los ocho años le viene a decir que tuvo un hijo con él, un hijo que muere a los ocho años, la edad en que él aparentemente estaba siempre. Pero se lo viene a decir con un profundo desprecio por él. Nunca le ofreció el hijo vivo, le ofrece un hijo muerto. Le viene a decir que tiene una paternidad de la cual tampoco puede apropiarse, porque se lo trae en el momento en el que el hijo ya no existe. No le permite el acceso a un solo lugar.

Lo que me parece en este cuento es que Nabokov – y aquí voy a usar un término psicoanalítico, pero se entiende perfectamente— castra de una manera implacable a cada uno de los personajes que presenta. A todos los va marcando, los va haciendo caer uno a uno con esa marca de la castración.

Valeriano: Me ha maravillado esa atmósfera tan extraordinaria que crea para introducirse en el cuento, a la vez que construye unos personajes muy potentes. Creo que el cuento plantea también la cuestión de cómo otorgar o negar felicidad a alguien. También contiene todos los anhelos que la persona busca en su devenir, en su propia realidad. La esperanza en el amor como elemento que puede redimir de la soledad. La necesidad de aceptar una sociedad turbia pero al mismo tiempo apetecible. Y luego, la traición como medio de salvación. Si yo hubiese establecido los puntales, las columnas con las que habría hecho el cuento, me apoyaría en esos principios. Luego está la relación de los personajes, lo cual dejaría para los psicoanalistas.

Graciela Sobral: Me ha gustado mucho lo que se ha dicho sobre del cuento. Nos muestra los aspectos más trágicos de la vida. Desde mi punto de vista, casi no hay nada que no se pueda inscribir dentro de la tragedia. Ella está desde el comienzo. En el segundo o tercer párrafo, cuando se dice que el personaje es un enano, intuí que el cuento iba a ser terrible. Cuando se usa a un enano para hacer un relato, ya se puede suponer que va haber dolor.

Es una historia de desencuentros. Sin embargo, el enano, que es como un niño –efectivamente, tiene un aspecto infantil—posee una ilusión. Muestra su espíritu infantil con la ilusión del amor. El mal encuentro primero con las mujeres lo lleva a los brazos de otra mujer, Nora, donde se propicia una historia sexual pero amorosa. Y él cree que eso es el amor. Es muy conmovedora esa parte del relato, es “su día”. Toda esta escena y lo que ejecuta a continuación, nos enseña que Fred vive en un mundo muy propio, que de la vida no sabe nada, que ha estado en la calle desde pequeño, que ha estado con el público, que ha recorrido mundo, pero no sabe nada de la vida.

Pero ocurre que tiene un hijo, cosa que ni habría podido pensar, en la medida en que él es un hijo prácticamente abortado. Y Fred, que está solo, aunque es querido, me evocaba una película que también muestra el horror: El hombre elefante.

Recordaba esa película y pensaba en el mundo en que vivía. Se me ocurre que esos mundos circenses son de gran crueldad, personajes solos, desgraciados, que les ha ido mal en la vida y se asocian entre ellos tratando de sobrevivir. Y con todos respectos a los que les guste el circo, inclusive las personas que lo van a ver también tienen un punto cruel, porque se ríen de la desgracia ajena, y se ríen de cómo el desgraciado puede trasformar su desgracia en una cosa graciosa. Es un mundo que rodea lo cruel.

Y en el final creo que muestra, en un mismo movimiento, el anverso y el reverso, la vida y la muerte. Porque la existencia de ese hijo muerto conlleva inmediatamente su propia muerte. Al igual que cuando aparece el enano ya se intuye el color del relato, también cuando se produce la conmoción de saber que tiene un hijo, ya no es necesario que termine el cuento, pues de antemano se sabe la clave en la que desarrollará. De todas formas, me parece que lo que ocurre en el cuento es menos trágico que todo lo que uno puede llegar a imaginar con esos niños corriendo detrás del enano.

Rosa López: A propósito del final. ¿Por qué viene esta mujer, por qué vuelve a ver al enano? Nos lo explica Nabokov de manera espectacular. “Nora lo tomó por los hombros y con mirada impaciente examinó su rostro”. Más adelante: “Sin dejar de mirarle con una intensidad que tenía algo de extraño”. Y más adelante: “Los ojos de Nora fijos en el enano”. Vino a recuperar algo del hijo en el rasgo del padre. Es precioso leído por la línea de la mirada. Es espectacular.

Y respecto a la cuestión de los veinte años disiento. La gente con 17, 18, 19, 20 años escribe poemas con un gran desgarro y con un gran dolor. En el campo de la literatura, la juventud no es ningún óbice. Todo lo contrario.

Graciela Amorín: Yo sabía que a Nabokov le gustaba cazar mariposas y que toda la vida se dedicó a eso. Se me vino a la cabeza cuando Graciela Kasanetz se refirió a que castraba a todos los personajes. Y él también castraba a las mariposas en su vida real. No sé cuanto vivirían las mariposas si no las cazara Nabokov, pero en todo caso, entré en Internet con el título Nabokov y las mariposas, y me salió una entrevista donde decía que siempre se sintió muy ridículo cazando mariposas. Que se sentía como el enano, que iba con su red de pequeño, con sus pantalones cortos, y ahora era un señor gordo con su red cazando mariposas. Y curiosamente, también lo seguían los niños de los pueblos burlándose de él, y también los pescadores le advertían que no se podía pescar. Incluso un policía lo vigilaba porque pensaba que iba a cazar pájaros. Es decir, no podía desvincularse de lo que hacía aunque le resultase ridículo. Me dio la impresión de que este enano era un enano que él tenía en el corazón.

Luis Teskiewicz: Muy interesante lo de las mariposas. Nabokov, si no fuera un escritor, podríamos decir que es un especialista en el tema de las mariposas. Hay una mariposa que se llama Nabokov. Es un hombre que siempre hace algo en la literatura con eso que le interesa. Lo digo porque yo lo conocí como nombre, porque de joven jugaba al ajedrez, y hay problemas de finales con los que yo pasé horas de mi vida. Y son finales de Nabokov. Este hombre hace ajedrez, literatura, caza mariposas. Y con cada cosa hace algo. Deja una marca en todo.

Miguel Alonso: Graciela decía que a Fred no lo había matado la turba de gente, sino que lo había matado ir hacia su paternidad. La paternidad era la posibilidad que él tenía de una inscripción simbólica. Yo creo que lo mata la exclusión que se produce sobre él. Todos los personajes muestran algún rasgo de exclusión. Pero a Fred, eso lo mata. No le dan la posibilidad de inscripción simbólica. En el mismo final, cuando le ponen la mano en el hombro a Nora, ella muestra el rechazo por él. Nadie comprende que ese hombre está buscando un lugar de inscripción. Es rechazado por las risas. Y en un momento del cuento señala el mismo protagonista que su abismo está constituido por las risas de los otros hacia él.

María José Martínez: Después de todo esto, se me ocurre que en este cuento hay una gran dureza. No hay ninguna palabra de caridad, o de excluir la crueldad. La crueldad está repartida, la dignidad no está en ninguna parte. Y Nabokov juega con nosotros el juego de magia, de hacer y deshacer la trama del cuento, al enano lo tira al aire, lo enamora, lo mata, lo patea, le hace de todo. Y no hay ninguna palabra que se avenga a clasificar la crueldad como algo malo. Esa es la gran dureza. Nabokov fue un hombre que pasó de una nación a otra, que no tuvo en ningún aspecto la madre patria en ningún sitio.

Pilar: Saliéndome del cuento, cuando yo tenía quince años, tenía un amigo enano. No quieres hacer daño, pero no es fácil vivir con uno. La vida de este hombre fue más dura que la que nos enseña Nabokov. La vida de un enano es más dura que la de Fred. Ir por la calle con él era un espectáculo. Nabokov es duro pero no lo suficiente para lo que un enano tiene que vivir. La gente le preguntaba por la calle, la gente no tiene vergüenza, no tiene en cuenta la dignidad humana. Le preguntaban si pertenecía al espectáculo de los enanos toreros, ese espectáculo que había hace años. No os imagináis la cantidad de gente que se acercaba a preguntarle eso. Y cuando decía que no, muy secamente, ellos, en lugar de darse la vuelta, insistían diciendo que se parecía a alguien. La vida de un enano es terrorífica.

Intervención: Voy a hacer una pregunta a las personas que son psicoanalistas.

Quiero resaltar primero la capacidad plástica que es capaz de proyectar el escritor. Describe unos personajes extraordinarios, y una atmósfera, unas calles, unas escenas de circo que verdaderamente parece que se están viendo en una pintura. Son unas descripciones muy hermosas las que hace Nabokov.

He entendido que era una historia de desencuentros en el tema del amor. Fred es una persona muy infantil, se enamora de una forma muy sensible de Nora. Pero dentro de él también está el rechazo hacia lo desigual. Lo que está buscando, en el fondo, es una paternidad. Pero quiere ser padre de una persona distinta de él, de una persona de tamaño normal. Es lo primero que pregunta cuando ha sido padre. En él mismo, siendo enano, existe ese rechazo de lo desigual.

Y digo que es una historia de desencuentros porque Nora está buscando tener un hijo. Y a él le trata como un niño, como un hijo. Es como que el amor verdaderamente está tejido como una historia de desencuentros.

Pero, como decía, me ha quedado una duda que os quiero plantear. Habéis hablado de crueldad, que nadie le acoge, que nadie le hace una caricia, y me parece que el prestidigitador es una persona que sí le da una posición en el mundo. Le lleva a su casa y le da una posición. Aunque es verdad que lo que verdaderamente pretende es darle un hijo a Nora. Pero le da una posición en su casa, y un tratamiento como persona, lo que hasta ahora no ha tenido. Y Fred, sin embargo, le devuelve el trato con una traición. Incluso fantasea en tener una aventura y en dejar al prestidigitador. No sé si eso tiene alguna importancia dentro de la historia. Nadie ha tocado este punto que me parece importante.

Alberto Estévez: Yo creo que es un tema que sí se tomó. Y se tomaron dos vertientes. La vertiente que estás hablando yo la cité en el escrito, como alguien que le da un lugar, incluso utiliza un truco, hace que Fred aparezca en el gallinero con el público. Y también se tomó por parte de Rosa, la cuestión de si todo lo que hace el prestidigitador no sería un manejo, un truco, si realmente no le asigna ningún lugar y lo que está haciendo es orquestar la función como un truco más. Es decir, meterlo en casa para que se acueste con la mujer y le dé un hijo. Ahí ya interviene la imaginación de cada uno. Quizá el prestidigitador sea un perverso total.

Graciela Sobral: Yo tomé el cuento desde el punto de vista del enano, no del lado del prestidigitador. En un sentido, creo que el prestidigitador lo acoge. Lo encuentra estrellado y lo lleva a casa. Dentro de ese mundo, es alguien con el que Fred tiene una relación, y juntos construyen algo. Se puede cuestionar la traición del enano desde el punto de vista moral. Pero cuando se va viendo al personaje, que encuentra la posibilidad de realizar eso que estaba buscando, el punto moral queda devaluado. Sí, desde el punto de vista moral se puede decir que es un traidor, pero si no lo vemos desde ese punto de vista, satisface ver que encontró la posibilidad de tener una experiencia que no había tenido y deseaba. Y pagó por eso. Porque tuvo su ventaja y su desventaja. Creyó que había encontrado el amor, pero el precio que pagó fue exiliarse. Se quedó solo. Perdió todo lo que tenía, el mundo que había construido con los otros. Había conseguido una vida, y el encuentro con la sexualidad, con el amor, lo llevaron a un exilio horroroso que acaba en la muerte.

Rosa López: Convoco a que leamos el cuento con la clave de la relación del prestidigitador con su esposa, y veamos que no hay absolutamente nada en esta relación que no pase por el truco de él. Toda la relación con la esposa es así. Ella dice que está harta, que no hay nada que haga que no sea un truco. Todo era armar la escena, nada con la mujer. Hay varias frases que ella dice, nunca él se dirigió a la mujer sino bajo la forma de los trucos y las bromas.

Alberto Estévez: Sin embargo, las dos lecturas que propones y la que defiende Rosa, tienen un sitio. Porque verdaderamente, si todo es calculado, si todo forma parte de un truco y todo está atado y bien atado como pareciera desde esa lectura, ¿qué sentido tiene lo que cae fuera del cálculo? Lo que cae fuera del cálculo es la moneda. Cuando va a hacer el truco, de repente no le sale. La moneda cae al suelo. Podemos pensar, parece que no podría poner semblante, que no oyó que Fred le había sido infiel con Nora, y siguió adelante y se le cayó la moneda. Yo creo que esa moneda no se cae intencionadamente. Ella se resbala y se acabó la magia entre ellos.

Pilar: El punto de inflexión aparece en relación a la escena de la moneda. Hasta ese momento el enano era agradable con la gente, se acercaba a ella, tenía una presencia. Es a partir de ahí que la gente comienza a rechazarlo, incluso su aspecto era repulsivo.

Graciela Kasanetz: Estaba pensando en la cuestión del alojamiento subjetivo. Fred tenía un alojamiento del cual él mismo se expulsa señalando a los demás del circo como monstruosos. Era como si sólo la luz del circo les otorgaba, y a la vez les robaba, toda su humanidad. Porque cuando va al restaurante, ve a cada uno de sus compañeros carcomido, y ahí decide él que nunca más va a actuar porque no es como los demás, y porque no podría presentarse a los ojos de su amada, por quién él se considera correspondido, bajo la forma monstruosa.

Es decir, lo que él imagina es otra imagen suya, hasta que el prestidigitador y Nora lo tiran de un golpe. Ve una imagen amable suya, pero la ve es despojando a los otros de esta imagen. Porque en el circo cada uno tenía su lugar. Es decir, Fred rechaza lo que es igual, no sólo lo que no es igual. Trata de capturar en la mirada del otro una imagen que él no termina de entender. Estuvo con mucha gente, pero no entendió nada de la vida, como decía Graciela.

Y otra cuestión es qué pasa con la mujer del prestidigitador. Porque él la introduce diciendo que había una señora con el apellido del prestidigitador. Éste tampoco es omnipotente. A mí la posición de esta mujer me recuerda mucho la posición que encadena a las mujeres maltratadas a su maltratador. Me maltrata pero es a mí. Es decir, se sostiene. Y es verdad que cuando las mujeres, en general, abandonan al maltratador, es allí donde se precipita el acto homicida, precisamente donde la mujer deja de sostener al otro en esta posición de omnipotencia. Y me parece que esta mujer tenía la clave. Porque el hijo que le da Fred es la denuncia, la única denuncia que ella puede hacer a la impostura del prestidigitador.

Me parece que hay un juego de poder en este cuento para ver quién tiene la sartén por el mango. Y al enano no le dan los arrestos. Él quiere jugar este juego de poder pero no está capacitado frente a estos otros que tienen muy depurado el estilo del juego de poder.

Graciela Sobral: Además, realmente, el único truco que no pudo hacer el prestidigitador es hacer un niño. Es el truco que le falló.

Luis Teskiewicz: Lo que acabas de decir es clave. La cuestión de la moneda. Como elemento colateral a la cuestión del hijo, el enano le dice al otro que se acostó con su mujer. Aparentemente no se entera, pero se le cae la moneda. El prestidigitador va a casa y, aparentemente, no lo sabe. Pero le dice a Nora que ha sido infiel. Y hace un simulacro de suicidio, que es un teatro, simulacro que es una venganza. Esto me pareció muy interesante, es uno de los elementos que me parece de más riqueza en el relato, aunque no se sabe la voluntad del autor. Uno que escribe, otro que lee da lugar a infinitos cuentos. ¿Es una venganza? No lo dice el autor, lo cual da una gran riqueza al relato.

Alberto Estévez: Lo significativo de esta situación es que, en la medida que vamos conversando, el personaje del prestidigitador gana protagonismo. Es decir, no hablamos solamente del enano, cada vez hablamos más de este hombre. Yo decía en el escrito de apertura de la tertulia que había muchas páginas destinadas a analizar el vínculo de la pareja, pero en concreto el prestidigitador es un personaje que tiene un protagonismo central en el relato.

Luis Teskiewicz: Me parece que el personaje del prestidigitador se reitera en la obra de Nabokov. Aparece en muchos textos.

Valeriano: Hay una palabra al final del punto cuatro, que para mí es muy significativa. Cuando está con el enano y dice: “Nora extendió la mano y le acarició levemente la cabeza. Y en ese momento, gracias a una enigmática asociación mental, surgió en ella algo distinto, una visión extraña, curiosamente vengativa”

Esa palabra es antes de lo de la moneda. Ahí ya estaba siendo infiel al marido. A través del enano ella quería tender una venganza a su marido, que toda la vida le había estado engañando. Cuando leí esta palabra, pensé que era clave, la palabra vengativa.

Rosa López: Es clarísimo esto que dices, porque en relación al acto sexual, por parte del enano se entiende, pero del lado del ella podemos decir que no la movió el deseo sino el ánimo de venganza.

María Lizcano: El ánimo de venganza y la necesidad de engañar porque, un poco más adelante, cuando él se pone malo y ella le dice ya no le vuelvo a creer, también piensa que sabe engañar. Le devuelve el engaño.

Rosa López: Efectivamente, es el ánimo de venganza. Se puede decir que el enano queda en medio de un matrimonio muy raro que tenía muy poca sensualidad, y que tenían un ánimo de venganza fuerte de uno contra el otro. Él queda en un fuego cruzado.

Alberto Estévez: Estamos cercanos a las ocho. Le agradecemos a Mariwan su acogimiento. En la próxima tertulia trabajaremos el cuento de Cortázar La noche boca arriba.

Liter-a-tulia

Lógica y naturaleza de la exclusión en El Elfo Patata de Nabokov. Por Miguel Ángel Alonso


Unas palabras de Dmitri Nabokov, el hijo de Vladimir Nabokov, incluidas en el prólogo de los Cuentos completos de la edición de Alfaguara, me permiten asentar una reflexión que se había decantado en mi lectura de El Elfo Patata. En ellas expresa una posición presente en gran parte de los cuentos escritos por su padre:

“... quizá el tema más profundo y más importante, constituya o no el nudo temático principal o aparezca como motivo subalterno, sea el desprecio absoluto de Nabokov por la crueldad –la crueldad de los humanos, la crueldad del destino...”

Estas dos vertientes de la crueldad, sin duda presentes en El Elfo Patata, se ponen en juego a través de diversos elementos situados en el ámbito de lo cómico y en la naturaleza de la exclusión social, la segregación, la desinserción y la dominación. De diferentes maneras, encontramos a los protagonistas soportando su precariedad frente al otro.

Desde el punto de vista del protagonista Frederic Dobson, dos son los aspectos dignos de análisis, la máscara y la persona porque, encarnando el papel cómico, conjuga a la vez el padecimiento humano y la dignidad que para sí reclama lo diferente.

Lo cómico es un elemento privilegiado en el relato, desde el mismo título hasta la apoteosis final del cuento, que no es sino una apoteosis de goce. La imagen grotesca se enfatiza como contraste respecto a los cánones identitarios. De esa manera, Fred convoca las miradas y provoca la risa del otro –su abismo. La nariz de Fred se hace más grande y cómica nombrándola como sonora patata. Y su cuerpo un oximoron, lo más visible pese a su tamaño diminuto, concitando las miradas.

Desde este escenario, se puede tomar El Elfo Patata como un medio para mostrar aspectos morales consustanciales a la existencia.

Una primera particularidad. Si bien lo cómico suele estar al servicio de producir la risa del lector, en este relato sólo aparece en el interior del mismo. Difícilmente la imagen del protagonista puede movernos a risa. Por el contrario, parece contener la misma estructura de la tragedia. Una ficción que, por serlo, nos distancia de la realidad para conmover los sentimientos más profundos de los lectores que, al identificarse con algunos aspectos del protagonista principal, producen una catarsis de sus propios sentimientos y afectos, una purificación, pues los extrae, los arranca de ese lugar donde, quizá, estuviesen adormecidos.

Y es que la comicidad está puesta al servicio de la lógica de la exclusión y de la segregación, cuya naturaleza tiene que ver con los goces. Podemos decir que lo cómico es una estructura perfecta para acoger el conflicto de los goces, es decir, para caricaturizar y ridiculizar al otro, cuyo goce es diferente del goce universal. Fred Dobson, por no pertenecer a una universalidad, es decir, a la comunidad de goce que identifica a los seres de una comunidad, no tiene otro remedio que, después de transitar por una efímera felicidad que le hace creerse acogido por el otro social y familiar, finalmente ha de retirarse a un aposento para vivir, de forma clandestina, una obligada marginación. Es la vivencia de su posición precaria respecto a los otros.

Pero es curioso observar como esa exclusión se encuentra también en el lugar de acogida familiar, ese espacio que pareciera rechazar la exclusión. Fred llega allí tras haber sido significado por una expresión obstinada: “Lo que necesitas es una enana”. Es decir, no hay lugar para él en el terreno de la normalidad sexual, pese al encuentro con Nora. Es, por tanto, un proscrito hasta para la normalidad que dice acogerlo. Pero no sólo la exclusión se encuentra en el lugar familiar, también en el mismo Fred, cuando rechaza a la enana, y manifiesta el asco que sintió al bailar con ella. Lo cual hace pensar que la exclusión se acomoda a todos los protagonistas.

En cuanto a la lógica y naturaleza de la exclusión, hay que decir que sólo puede sostenerse en lo que rechaza. Lo rechazado, en realidad, se mantiene en una relación de exclusión interna a lo identitario, a lo común. Lo rechazado tiene esa condición por estar dentro de aquello que lo excluye. Fred ilustra bien esta lógica al situarse como clandestino dentro de aquello que lo proscribe.

En la segregación que ha de padecer Fred se da un mecanismo que me parece digno de tener en cuenta. Es el contrario de toda sublimación. El protagonista pasa de sujeto –en la narración que se hace de su infancia— a objeto. Es el objeto del goce de todos los otros que circulan por el circo y por la vida. Ser objeto propicia, en este caso, traer a escena la estructura perversa. Se exprime al sujeto, considerado ahora nada más que como objeto del goce, se le va haciendo cada vez más pequeño, más reducido para alcanzar no se sabe qué cosa, lo cual se traduce en la entronización de la muerte. ¿No evoca la estructura de la perversión sádica?

El objeto cómico rodeado por el clamor de las risas. Fred es la fuente del goce para esa hermandad a la que pertenecen todos en la horrible escena final. Un canon de goce al que progresivamente se van incorporando las voces que se paran al unísono ante las palabras finales de Nora, palabras sin conmiseración, palabras nuevamente de desprecio. Ni la inscripción simbólica como padre le fue permitida a Fred. Es lo que acentúa, todavía más, su rasgo de excluido. Deambuló por el amor y por la paternidad. A ninguno de esos lugares simbólicos se le permitió el acceso.

¿Dónde situar un mínimo de dignidad? En un contraste que se hace patente una vez terminada la lectura del cuento. Es el contraste entre el comienzo y el final. En realidad, el comienzo es posterior al final, pues el testimonio está escrito una vez muerto Frederic Dobson. En ese comienzo se rescata al protagonista de la exclusión de la que fue objeto. Podemos decir que el comienzo del cuento restituye un lugar de humanidad para el protagonista.

Porque en el comienzo, un narrador omnisciente habla en pasado para escribir un homenaje in memoriam de Frederic Dobson, el verdadero nombre del protagonista, lo cual, de entrada, elimina cualquier atisbo de comicidad sonora y de exclusión. Por el contrario, se le da un estatuto de sujeto rescatándolo del objeto. Y porque además, en ese mismo comienzo se nos enseña cómo el destino de un ser humano depende de cualquier contingencia. Mínimas contingencias que, de forma dramática, pueden ubicar a un sujeto en el interior de un grupo humano, o ser excluido de él. La broma del padre es la contingencia que le dio un cuerpo.

En definitiva, lo cómico, lo grotesco, el goce, lo dramático, forman un cóctel verdaderamente explosivo en El elfo patata. De la comicidad gozosa hemos pasado al drama, pero a poco que reflexionemos, no haremos sino detenernos, cabizbajos, en lo grotesco de la estupidez humana. En realidad, si pensamos nuevamente en las palabras de Dmitri Nabokov evocadas al principio de este artículo, El Elfo Patata parece estar escrito para propiciar una verdadera catarsis en el lector, de sus sentimientos y afectos, al ilustrar en una ficción, situaciones que sin duda habrá visto, con seguridad y en abundancia, en cualquier escena de su vida cotidiana.


Miguel Ángel Alonso