jueves, 19 de noviembre de 2009

Comentario de Concha Miralles sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus en la traducción de Celia Filipetto

¿Qué hace que una novela trascienda y en lugar de ser una más del montón pase a convertirse en una pequeña obra de arte? Hay quienes destripan los elementos para encontrar la fórmula magistral de los best sellers, y, aunque no es fácil dar con ella, si reflexionamos un poco, en Mal de piedras de Milena Agus podríamos encontrar algunos de los elementos que, más que en best seller, pueden convertirla en un libro inolvidable:

1. El narrador. Acertó la autora con la voz narrativa. Está contada en tercera persona y desde una distancia relativa, la suficiente para tener una perspectiva objetiva de los hechos, aunque, al tratarse de la nieta de la protagonista, al mismo tiempo se produce un interesante enlace emocional que se va intensificando a medida que avanza la novela. La nieta, que está a punto de casarse, rememora retazos de la vida de su abuela desde la casa que pronto va a habitar, que también fue la de sus abuelos. En la reconstrucción de la vivienda la nieta descubrirá algo importante, que mantuvo celosamente escondido su antepasada y cuyo conocimiento dará un giro completo a la versión que cree tener sobre su vida. Y no debería sorprendernos demasiado el hallazgo, porque ya viene anunciado desde mucho antes: “En el fondo, qué sabemos de veras incluso de las personas que tenemos más cerca”.

2. La metáfora. Importante recurso en ésta obra, envolvente de principio a fin. Abuela padecía el “mal de piedras”, o cálculos renales, en su acepción menos poética. Es la causa de que no pueda tener hijos, que aborta en los primeros meses de gestación. El poder de creación de la vida es incompatible con el de formar las piedras. Padecer el “mal de piedras” es tener la penosa facultad de formar algo que se solidifica en el interior del cuerpo y se petrifica; petrificarse, construir lenta e invisiblemente pequeñas piedras que será preciso expulsar con dolor para sobrevivir y poder dar vida.
Una cura de aguas termales le devolverá a abuela la salud, al mismo tiempo que conoce el “verdadero” amor en la persona del Veterano. La vida, para abuela, “se dividía en dos partes: antes y después de la cura con aguas termales, como si el agua que le hizo expulsar los cálculos hubiese sido milagrosa en todos los sentidos.” (pag. 70)
Expulsar las piedras se convierte en algo hermoso, porque ocurre en el transcurso de una apasionada historia de amor, en la que por fin encuentra “la cosa principal” de la vida, la que le había faltado siempre”.

3. El amor. Abuela considera el mal de piedras una maldición que hace huir al amor, por eso cuando se cura puede encontrarlo. Pero “Si Dios no quería permitirle que conociera el amor, que la matase como fuese”, porque para abuela eso era lo único por lo que valía la pena vivir. Tan importante es para ella que, cuando cree haberlo hallado, ni siquiera teme ser condenada al infierno por su infidelidad: “Si Dios era de veras Dios, sabiendo cuánto había deseado el amor, cuánto había rezado para saber al menos lo que era, cómo iba ahora a mandarla al infierno”. (pag. 63).
Del mismo modo, cuando va con su marido a Milán para visitar a su hermana y se dedica a buscar por toda la ciudad al Veterano, ruega a Dios que le conceda su petición: “si resultaba que ahora Dios no quería que encontrase al Veterano, que la matara entonces”-pag.110.
Esta es, fundamentalmente, una novela de amor. O de desamor. O de su búsqueda y el anhelo por lograrlo. De forma similar a Enma Rouault, la Madame Bovary de Flaubert, abuela tiene un concepto del amor tan sublime y perfecto que no advierte ni valora como tal la relación con su marido, construyendo en su fantasía un idilio que finalmente se descubrirá que es mucho más literario que real. La nieta cree que abuela vivió un idilio amoroso extraconyugal con el Veterano; esa es la leyenda, el legado que abuela ha dejado sobre su vida, la versión que sobre ella ha alcanzado a su nieta. Una versión errónea que alimentó durante toda su vida hasta convertirla en un falso recuerdo. Abuela esconderá las pruebas abriendo un boquete entre las piedras de una pared de su casa, que sella después ella misma con cemento. Una carta del Veterano escrita años después -palabras “petrificadas” sacadas a la luz después del tiempo-, rebelará finalmente toda la verdad. Y un mensaje de él, que también tiene que ver con otra expulsión necesaria y vital para abuela: “escribe”-le dice, y esa es la última palabra de la novela-. Pero hace mucho tiempo que ya no hay más escritura de abuela, y es la nieta la que retoma el testigo para contarnos su historia, con la verdad escondida entre las piedras de la casa que va a habitar, que la convierte en una bonita historia de amor. Pero no del amor por el Veterano, no del sueño del AMOR –con mayúsculas, inalcanzable y sólo posible con esa grandeza en la literatura o en el cine- que abuela persigue toda su vida, sino del amor con minúsculas, pero concreto, tangible y cotidiano, que, por cercano y posible, no parece merecer la misma denominación. “Y esto es algo que abuela tampoco se perdonó en la vida. No haber sabido entender al vuelo aquellas palabras –de abuelo- y no ser feliz.”

4. La felicidad. Pag. 38: “ En aquellos días (los de la casa de la calle Sulis) era feliz aunque no conociera el amor, feliz por las cosas del mundo aunque abuelo no la tocara nunca salvo cuando ella le ofrecía las prestaciones de la Casa de Citas, y en la cama seguían durmiendo cada uno arrimado a su orilla, poniendo cuidad de no rozarse”.
“Los momentos más bonitos venían después de las prestaciones, cuando abuelo encendía la pipa en la cama y se notaba que estaba a gusto por la cara que ponía y abuela lo miraba desde su lado, y ella le sonreía, él le decía: “De qué te ríes?”. Pero no es que después dijera algo más, o que la atrajera hacia él, no, la mantenía a distancia. Y abuela siempre pensaba: Sí que es raro el amor, si no quiere llegar, no llega ni con la cama, ni con la amabilidad y las buenas maneras, y lo más raro de todo era que no hubiese forma humana de conseguir que esa cosa tan importante apareciera”

5. La escritura y la música. Como se apunta anteriormente, la escritura forma parte de la metáfora de la novela; es una variante del mal de piedras. Abuela aprende a escribir, cosa que le censurará violentamente su madre en cuanto advierte que se dedica a escribir poemas de contenido erótico a los chicos que le gustan. Es un mal, un mal de letras y palabras. Pero abuela seguirá escribiendo a escondidas; cuando conoce al Veterano “llevaba toda la vida escribiendo a escondidas. Poemas. Acaso pensamientos. Cosas que se le ocurrían pero un poquito inventadas. Nadie debía enterarse porque a lo mejor la tomaban por loca”. Era su pasión.
A Abuela quisieron internarla sus padres en un manicomio porque la consideraban loca; así la llamaban los vecinos. Ella había sido una muchacha atípica, con varios intentos frustrados de suicidio –una vez se tiró a un pozo, del que fue rescatada, y tenía marcas de cortes en sus brazos-, aunque tanto su marido como el Veterano no comparten esa opinión de la locura, sino que la consideran una mujer especial.
El amante se interesa por el cuaderno negro con bordes rojos de ella, y él la corrige con exigencia, para que mejore su escritura. Luego, cuando van a separarse porque ya ha terminado el tiempo de la cura en el balneario, él le regala un nuevo cuaderno para que escriba más. “Porque el Veterano fue un instante, y la vida de abuela, muchas cosas más”
El Veterano también tiene una pasión: tocar el piano.
¿Qué ocupa el vacío? –¿tal vez el vacío de las piedras expulsadas?- “Ahora el vacío se llenaría con la casa de la calle Manno y el piano” (pag. 62).

6. La sexualidad. Abuela es una mujer compleja en este terreno. De salud endeble y fantasía desbordante, pero muy atractiva físicamente; el tipo de mujer que Abuelo desea, “con unas buenas tetas, firmes, abundante cabellera oscura y ojos negros”
Abuelo es alegre, impetuoso, fuerte, buen comedor, buen bebedor, fuma en pipa y es buen cliente de la Casa de Citas, donde acude para satisfacer sus necesidades sexuales. Las vecinas de la calle Sulis compadecen secretamente a abuela porque lo saben y la creen una desgraciada, pero no es así. Es abuela quien decide cuándo va a tener relaciones sexuales con su marido, y él respeta la llegada de ese momento. Un día ella le anuncia: “No debe gastar más dinero en las mujeres de la Casa de Citas. Ese dinero tiene usted que usarlo para comprarse tabaco y relajarse fumando en su pipa. Explíqueme lo que hace con esas mujeres y yo lo haré todo igual”. Y así entra a realizar “las prestaciones”, en las que se hace una experta, manteniendo relaciones sexuales con abuelo por una especie de favor indirecto, para que pueda tener otro placer distinto al que ella le va a proporcionar con su cuerpo: fumar en su pipa.
A pesar de eso, el matrimonio duerme toda su vida en camas separadas y se hablan de usted. “Por las noches, en la cama alta, abuela se acurrucaba lo más lejos posible de él, tanto que a menudo se caía al suelo”. “A ella casi le daba miedo aquel extraño forastero, del que no sabía si era guapo o no, total, ni lo miraba, total, el tampoco la miraba a ella”. “Cuando estaban a solas, es decir, únicamente en el dormitorio, no se hablaban nunca.
La relación amorosa que describe con el Veterano es de una intensa pasión, en la que despliega el catálogo completo de “las prestaciones” que aprendió y que practicaba con el abuelo.

7. Los espacios. Cagliari es la ciudad de donde procede abuelo, y tiene un destacado lugar en la rememoración de sucesos de la novela. La casa de la calle Manno, donde vivía la familia de abuelo, donde fueron asesinados –al principio era una casa espléndida, luego fue destruida en un bombardeo y en su lugar sólo quedó un agujero. Esta casa, y el agujero previo que la anticipa, tiene un valor simbólico muy importante en todo el relato, que conecta con la metáfora fundamental: “ Sobre todo les gustaba ir a ver el agujero cuando abuela se quedaba embarazada, lástima que todas las piedras que ella llevaba dentro terminaran siempre transformando la alegría en dolor y sangre por todas partes.” El matrimonio sueña media vida con volver a levantar una casa en el mismo lugar y se emplean en ahorrar para conseguirlo –abuela lo hace evitando que su marido tenga que ir a la casa de citas. Desde esa casa es desde donde la nieta cuenta la historia de abuela, desde donde parte la narración de la novela.
Otro lugar destacado es la casa de recién casados, en la calle Sulis, donde las vecinas, que se convertirán el sus amigas de toda la vida, le cuentan lo que pasó con la familia de abuelo, que murieron todos un 13 de mayo de 1943 cuando iban a celebrar su cumpleaños con una tarta hecha para él.
Y uno de los espacios más relevantes es el balneario, donde conoce al Veterano y transcurre su romance amoroso. Este espacio es el que marca el cambio en su vida.
La ciudad de Milán es un espacio de búsqueda y encuentro. Ella busca desesperadamente al Veterano, que no encuentra, y, por el contrario, se encuentra una y otra vez con la grata compañía y los tiernos cuidados que le prodiga su marido.

8. Los tiempos. En primer lugar está el tiempo de los acontecimientos históricos que enmarcan el desarrollo de la narración. Son dos tiempos: el de la narradora coincide con lo que ella llama “la situación en Irak”, “con estos americanos que no se sabe si liberan u ocupan”,y el de abuela es el tiempo de la segunda guerra mundial y hay abundantes situaciones que la rememoran.
Abuela se casa sin estar enamorada de un hombre de bien al que no habían llamado a filas por ser ya mayor y viudo. Fue un acuerdo pactado con su familia, y rechazado por ella, sobre todo al principio. Abuela pasará toda la vida buscando el amor, “la cosa principal” Y, cuando ya todos hemos creído la versión de una bella historia de amor, resulta que las cosas nunca sucedieron así, nada más que en la fantasía de abuela.
La voz de la narradora y la historia de abuela son como dos hilos que se van trenzando en el tiempo hasta encontrarse con la verdad. Por un lado está la verdad conocida, y por otro la verdad escrita, con la respuesta del Veterano, que resulta ser la única real.
El tiempo de la nieta parte de ese punto, en el que retoma el conocimiento de antigua historia arraigada en ella. Todo es futuro inminente: una boda próxima, y la vida proyectada en la que fuera la casa de sus abuelos, en la calle Manno.

9. La herencia. ¿Qué se transmite aquí de padres a hijos? A los nueve meses de su vuelta del balneario abuela consigue quedarse embarazada. Tendrá un único hijo en el que conseguirá alimentar la pasión de otro, del Veterano –que no del padre verdadero de su hijo. Durante su embarazo trabaja a escondidas del marido para comprar un piano. Con el tiempo, su hijo se convertirá en un importante pianista. Es esta una herencia que proviene del mundo de la fantasía y de los sueños de abuela, pero con la energía suficiente para arraigar en el niño, y abuelo, desconociéndolo, se siente orgulloso de su hijo, con el que siempre mantuvo una relación de mayor complicidad y confianza que de éste con su madre.
Al hijo de abuela, cuando se hace mayor, “no lo quería ninguna chica, y abuela sufría y se sentía culpable porque a lo mejor le había trasmitido a su hijo el mal que hacía huir al amor.” También de él decían que estaba loco, absorto siempre en su música y ajeno a la realidad.

La nieta, por otra parte, hereda otra pasión, la de la abuela. Supuestamente es ella quien escribe y cuenta esta historia.
El Veterano, por su parte, a quien no vuelve a ver en toda su vida después de su regreso del balneario, también tenía una hija, que no era suya, y cuya procedencia y paternidad despierta la fantasía de abuela: ¿era hija de un partisano o de un nazi alemán? El misterio de su procedencia no impide el amor hacia la niña, a la que el Veterano da su lengua y una educación.

Concha M. Miralles

martes, 17 de noviembre de 2009

La “novela familiar” de Milena Agus: una transmisión de vida Por Ana María Crespo

Esta novela, Mal de piedras, de Milena Agus, no responde a una novela histórica, no hay aquí un autor omnisciente. No interesa la verdad o falsedad de los hechos. El lector está ante una verdad de otra clase. Tratamos con asuntos subjetivos, familiares, mínimos y privados. Es importante plantearse: “¿quién habla?”, en primer lugar, para comprender la índole del mensaje. No es la abuela, la que habla; no es la voz del pasado, ni la voz de la exacta reconstrucción histórica. Es la nieta la que habla (una voz joven, fresca, ingenua y actual), en el momento preciso en que ella va a contraer matrimonio, y se dispone además a restaurar la casa del pueblo, la casa de los abuelos, tras cuyas paredes la nieta encuentra la carta-respuesta del Veterano. Una casa que llevaba vacía diez años, aunque nunca había estado vacía del todo, porque siempre habían acudido a ella, por “amor”. Segunda reconstrucción histórica, después de la que llevaron a cabo los abuelos, tras la segunda guerra mundial. Y tercera generación, la de la nieta: la generación de la “verdad”. Es ahora cuando la carta llega a su destino. ¿De qué habla esta carta? ¿Qué transmisión de vida porta su mensaje?

Hay aquí una sabiduría de transmisión de la feminidad, una coherencia entre las generaciones, un relevo generacional, y una reparación subjetiva. Aquella transmisión de vida y de amor de la que careció la abuela (porque mirar y sonreír a un chico, porque escribir cartas o poemas de amor en su infancia y juventud extremadamente precarias equivalía a estar loca y endemoniada, azotada por su propia madre), queda reparada en la nieta, deslumbrada por la figura de esta abuela, transmisora al cabo de pasiones y fantasías legítimas, en un mundo más grande y más bueno. La nieta siente que haciendo el amor con su novio en la casa de su abuela, conseguirán amarse para siempre. La casa de la abuela es la casa del amor, el puchero siempre al fuego, la música de piano siempre presta a sonar, y ella misma, la nieta, de niña, siempre llena de cuentos y dibujos que regalar a sus mayores, en agradecimiento.

El estatuto de esta historia no es entonces el de la “verdad histórica”, sino el de la “novela familiar” (del neurótico, si se quiere), en el sentido más freudiano. Se trata de la novela familiar de la nieta, idealizada, fantaseada acaso, a partir de cosas vistas y oídas, pero verdadera en otro sentido. En el sentido de la transmisión generacional, que habla de vida, de amor, de muerte, y de reparación. ¿De qué se trata si no en toda novela familiar?

¿Y de qué habla esta novela familiar? Estamos ante un mundo familiar destruido por la segunda guerra mundial y sus consecuencias subjetivas a lo largo de al menos tres generaciones. Y no solo eso. Estamos ante un mundo rural, marítimo y ancestral, en el que una mujer no tiene derecho a la sensualidad ni a la libre elección de nada en absoluto, ya se trate del hombre, de la escritura, de los viajes, de la profesión o de lo que sea. Hay a lo largo de toda la novela un verdadero trastorno de filiación, el que ha traído la guerra, desde luego, pero no solo, está también simplemente esa ancestral condición femenina. Nadie sabe muy bien aquí de quién es hijo: el de la abuela parece ser del Veterano (hasta la revelación final); la hija del Veterano no es suya sino de un partisano, o, tal vez, más probablemente de un alemán; la madre de la misma nieta que escribe la novela es hija de madre soltera (su padre estaba casado con una mujer que no podía darle hijos y acaba por tirarse a un pozo)

Pues bien, esta precariedad, este trastorno de la filiación, este horror histórico, este rigor y esta locura de la realidad, no recubre toda la realidad, no la ha recubierto nunca, en ninguna época del hombre.

La novela parece querer decirnos que el enigma de la vida se las arregla siempre para transmitir su misterio y sus leyes por otros vericuetos. Las mujeres se arreglan en la pobreza, se juegan la vida por tener un pastel de cumpleaños, las vecinas se divierten juntas mientras friegan los platos. Sabiduría recóndita de las mujeres. Sabiduría que se transmite. Ellas saben cómo consentir a sus hombres llegado el caso, aunque solo sea por ahorrarse el dinero (ah, pero no solo, él estaba casi atractivo cuando sacó por primera vez su pipa, y el dinero también era para que él siguiera comprándose el tabaco y fumándose su pipa por las noches delante de ella), y saben guardarse sus sueños para sí mismas, llegado también el caso. Ambas cosas igualmente audaces y legítimas.

Esta novela no es meramente una novela de inverosímiles fantasmas sexuales, entre la puta y la madre. Es una transmisión recóndita de vida, estrictamente femenina, humilde, sencilla. Eterna, universal.

Volviendo a la cuestión de esta carta que llega a su destino al final de la novela en manos de la nieta, quisiera decir que no se trata solo de un juego literario o de un agradable efecto sorpresa. Dice mucho más, y recodifica retroactivamente todo el mensaje. Finalmente, hubo más amor en la realidad de lo que parecía, y menos amor en la fantasía de lo que también parecía. Es a partir de este juego de apariencias y realidades, de esta “verdad” y de esta sabiduría tal vez involuntariamente trasmitida por la abuela a la nieta, que la historia se escribe. La nieta lo dice: tal vez Veterano no quiso tanto Abuela; tal vez Abuela hubiera querido “querer” al abuelo, y, en este sentido, tal vez lo quiso. Para todo el resto, y para todo lo principal que siempre falta, queda la música y la literatura. Pura y hermosa pérdida.

Ana María Crespo

domingo, 15 de noviembre de 2009

De la naturaleza del amor. Comentario de María José Martínez sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus.

Queridos amigos: Nos encontramos hoy, a mi entender, con una novela destinada únicamente a describirnos, explicar y desentrañar para nosotros la naturaleza del Amor. Y por ser el mayor negocio que nos ocupa en esta vida lo pongo con mayúscula.
En la primera página del libro nos encontramos con esta cita:
Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe
Pero, ¿de qué estamos hablando? Pues del Amor, naturalmente, y esta frase podría ser la principal petición de un particular “padrenuestro” para que así, extrañándolo, añorándolo en su totalidad, saber inventarlo.
La autora de esta curiosísima novela, Milena Agus, nos embauca desde el primer momento contándonos esta historia, tal vez real, con la voz distante y atenuante de una nieta que resulta ser la confidente absoluta de una abuela rara, “la loca”, la que asustaba a los pretendientes escribiéndoles poemas de amor impregnados de cosas sucias. Y es que la abuela estuvo a punto de quedarse soltera esperando y esperando, fiel al Amor, como una Penélope cualquiera, hasta que la vida, ese juego caprichoso de encuentros y desencuentros, le brinda el, diríamos, primer azar, en forma de marido casi obligado, para hacerla circular a la fuerza por la carretera principal.
Nos encontramos primero con una familia que le impone un marido al cual ella, por vivir en una sociedad patriarcal, ha de aceptar, pues ella representa aquí a la “primera mujer”, según clasificación de Lipovetsky, dependiente del hombre y subordinada a él en este tipo de sociedades en las que la obediencia al padre y a la ley civil estaba por encima de cualquier otro deseo.
Después de esto, ella se queda esperando, inconsciente y desconcertada, muchas veces cómica, un segundo azar. Y este tiene lugar en el famoso balneario donde ella encuentra al Veterano, que es quien pone en marcha, para siempre, los latidos de su ya incontrolable deseo. Él la escucha, la enaltece, la valora, la eleva de rango, y ella empieza a vislumbrar otra historia. Así deja de ser la primera mujer, la sometida, y pasa a tener otras perspectivas dentro de las cuales el Veterano se convierte en el amor de su vida del que cuenta todo a su nieta que nos lo traspasa. Y todo esto cuajado de historias paralelas y terribles, de abuelos y abuelas que se tiran a pozos, y de palizas y exorcismos eclesiales contra el deseo femenino. La novela está narrada casi toda en tercera persona y con cierta distancia indiferente, con sucesivos avances y retrocesos sobre aquella familia tan mediterránea y peculiar, cuya historia creemos mientras disfrutamos con el feliz amor logrado por la abuela. En la última página nos enteramos de que casi todo lo que la abuela cuenta fue un invento.
“Usted me inventó”, le dice el veterano en una carta sencilla y sincera, tanto, que hasta le dice que ahora se gusta más así, como ella lo había imaginado, y que hasta se viste mejor. Y con esa frase tan sencilla le descubre el misterio de ese sentimiento del que tanto se habla en el mundo.
El Amor necesita ser inventado, creado sobre un ser especial, sobre ese ser particular que nada más verlo se reconoce, ese ser que habita el mismo lugar mental que la persona que lo inventa, puesto allí a su disposición, para luego, ayudada ella por la distancia, por una cierta distancia, también mental, poder crearlo, construirlo, añadirle, imaginarlo, idealizarlo, saberlo feo y adorarlo a pesar de su pata de palo, de sus camisetas arrugadas, de su desaliño imposible de ver porque ya lo reviste de nuevo para poder disfrutar de un ser a la medida de su necesidad, para conseguir enderezar y labrar su destino a través de su imaginación enferma, para no tirarse más al pozo y para ver a ese hermoso ser portador, soportador, más bien, del Amor curativo de su alma que acaba por curar también su cuerpo y su mal de piedras.
Desde ese Amor, y con el íntimo lenguaje amoroso en su cabeza, es desde donde ella, que tantas veces cedió a su desesperación, acaba por agradecer a Dios su vida porque, ayudada por el azar, ya le ha encontrado la magia. La cosa, pues, merecía la pena, pues aún siendo sólo desde su imaginación, ella se ha liberado y convertido en esa “tercera mujer” de la cual el filósofo francés nos ha dado las últimas noticias.
El profesor Amorós en su libro Momentos mágicos de la Literatura, nos comenta que si alguien le dice que ama a Stendhal, en principio, se fía de él. Sepamos también de Stendhal que El rojo y el negro, La cartuja de Parma, y Sobre el amor, fueron libros prohibidos, al menos en España, por la Iglesia Católica. Este último librito, que es un estudio importante sobre el amor romántico, fue escrito a raíz de un fuerte fracaso amoroso.
¿Es peligroso el amor? La Iglesia lo vio siempre como la guerra o el entendimiento, al fin, entre los dos sexos. Era peligrosa pues la lectura de esas obras donde el amor romántico y el real se contraponen y analizan muy seriamente.
Y es en esta deliciosa obra de Milena Agus, donde el amor se nos presenta como la salvación absoluta para una persona que era tan buena y esforzada, que hasta perfeccionaba las prestaciones para que su marido pudiese fumar tranquilo sin gastar dinero. Y es tan bonito y tan ingenuo su delirio, que su disposición amorosa hacia el Veterano encuentra disculpa en la autora, que la defiende y justifica a través de su familia y de su marido, que siempre encuentra la forma de ayudarla y consolarla. Dos hombres buenos, su amante imaginario y su marido real, que de alguna forma la sostienen en la vida.
Gracias a la autora por esta simpática historia de una psicosis muy seria que, descrita con un cierto estilo naif, nos ha llevado hasta el final sin hacernos sufrir demasiado.

María José Martínez Sánchez