miércoles, 18 de enero de 2012

Ioana Zlotescu abre la tertulia sobre el cuento de García Márquez, El rastro de tu sangre en la nieve

Ioana Zlotescu Simatu abrió la tertulia sobre El rastro de tu sangre en la nieve. Ioana es rumana, reside en nuestro país desde hace años, tiene la nacionalidad española. Entre los varios idiomas que domina, la lengua castellana es uno de ellos. Persona de exquisita cultura, amiga de la literatura y amiga de Liter-a-tulia. Ioana ha sido directora del Instituto Cervantes en Bucarest durante algunos años, además de tener un importante cargo en el Ministerio de Cultura de España. Es una de las personas internacionalmente más reconocida como experta en la obra de un autor, un español exiliado en Argentina, Ramón Gómez de la Serna. Ha sido la directora de la edición de las Obras Completas de Ramón Gómez de la Serna. Fue invitada de honor el año pasado a Buenos Aires, para presidir el Congreso Internacional sobre el autor.


Comentario de Ioana Zlotescu


La primera lectura de “El rastro de tu sangre en la nieve” la hice, según la expresión de Borges, desde la “expectativa” del que iba a leer un cuento. Si alguien lee un cuento señalado como tal cuento por su autor, lo leerá con una expectativa distinta a la de la lectura que haría de una novela, de un artículo, de un poema (y creo que es un error, es una “deformación” teórica).

Así las cosas, esta primera lectura no me convenció, me acordé de Cortázar y de su afirmación, por otro lado cierta, que si la novela gana por puntos, el cuento debe ganar por K.O., que un cuento puede venirse abajo por eso, por destruirlo todo en el último momento, por romper la esfera, el orden cerrado, o según Truman Capote, la redondez de una “naranja”, etc., etc.Pero en la tercera lectura me liberé de la teoría del cuento, de Las formas breves de Ricardo Piglia, etc., etc. y fui percibiendo poco a poco su encanto de relato mágico, distinto a los cánones del cuento. Y, al leer atentamente el prólogo del autor a sus Doce cuentos peregrinos, me dí cuenta del porqué de mi desasosiego (teórico) inicial. Confiesa García Márquez:

Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue un serial de televisión” y que todos ellos fueron “redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía”.

Es lo que me chocó en la primera lectura: el hecho de que El rastro… fuera otra cosa que un cuento. No tiene la espontaneidad del cuento, no “arrasa” al lector porque no elimina situaciones y descripciones intermedias, por ejemplo, el hecho de que Nena estuviera encinta, detalle completamente carente de significado. No logra el ritmo debido, porque falta la brevedad intensa de un cuento canónico. Sobra aquí –algo que no sobraría en un guión o en una nota de periódico- lo que pasa después de enterarse Billy de la muerte de Nena. Según las expectativas de un cuento, el final tenía que haber sido abrupto, esto es, Billy se entera de la muerte y del traslado del cuerpo de Nena a Colombia, sale a la calle y se encuentra, sin verla, pero allí está, con la inmaculada nevada “sin sangre”. Punto, sin más detalles.

En cambio, García Márquez logra una atmósfera de magia, de apertura metafórica, elevándose así por encima de lo lineal de una nota periodística ampliada.

Aunque el relato despliega una lógica de lo cotidiano adquiere paulatinamente un rasgo sorprendente: el desangrarse extraño de Nena, km. tras km., por un pinchazo en la espina de una rosa, no se nos dice nada sobre una posible enfermedad suya, como digamos, hemofilia.

Además, está la nieve. La nieve está presente en todos los momentos claves, y es ella, la nieve que define la magia del relato desde la idea de Nena sobre una posible canción titulada “Un rastro de sangre en la nieve” que parte de su observación anterior sobre el rastro de “Mi sangre en la nieve” hasta el mismo título donde el Mi se ve sustituido por Tú, el amoroso tú de Billy dirigido a Nena, convirtiéndose así en un título de profundas raíces elegíacas: “El rastro de tu sangre en la nieve”. .. La sangre de Nena dejará de dejar rastros en la urbe de París, lugar donde Billy perderá también el rastro de su amada

El autor logra reunir el nacimiento a la muerte: la espina de la rosa que le hirió el dedo anular, le había sido regalado por el embajador que fue el médico que asistió el parto de su madre: los tres misterios, nacimiento, unión amorosa (anillo de bodas en el dedo) y muerte van unidos en el relámpago de una breve vida.

Sobre el fondo permanente de su realismo mágico (mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano, Macondo, por ejemplo) García Márquez abre la puerta a aquel real maravilloso de Alejo Carpentier, el que “surge…de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual (…) percibida con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu”, la otra cara de la realidad. Está claro que esta “iluminación”, pretende – y logra- despertar en el lector atento e impregnado por el amor de los dos (aunque el protagonista sea Billy) una visión poética de la realidad abierta a la magia de un cuento de hadas. No hay una alteración de la realidad (milagro) pero sí, una sutil revelación –epifanía, diría Joyce (también en Los muertos nevaba)- dirigida al lector, que el protagonista ni observa: se trata de la nevada final, entre lo mágico y lo sagrado.

Si en el realismo mágico los personajes pueden morir y luego volver a vivir, en este cuento Nena no vuelve a vivir, pero la magia de su ser convoca la nieve, que podría ¿por qué no?, remitir simbólicamente en su blancura “radiante”, a su “alma” (que se desangra por la herida) aunque, por su frialdad, la nieve también podría remitir a la muerte, como en Las nieves de Kilimanjaro de Hemingway. Lo que es seguro, es que el autor quiere mucho a sus dos protagonistas. Billy se encamina desgarrado hacia un destino anónimo y solitario, tal como lo fueron todos estos días en el París gris y lluvioso (la correspondencia de los fenómenos meteorológicos con el dinamismo interior de los personajes, está presente en los doce cuentos). Ha perdido a su adorada muerta, aquella que en la hostil frontera de los Pirineos tenía una mirada de “pájaro asustado” y que ahora, su cuerpo ya enterrado en Colombia, le quiere envolver entre sus “plumitas de paloma” inmaculadas, “nítidas”, “sin rastro de sangre” (alusión a que Nena murió desangrada) y tan efímeras como el breve tiempo que pasaron juntos. Parece como si a través de estas “blancas plumitas” el autor hiciera un guiño a antiguas tradiciones milenarias, cargadas de misterio, incluso al misterio cristiano de la epifanía. Hay que recordar que en el cuento “Buen viaje señor presidente” García Márquez resalta las creencias de los protagonistas en los posos del café y en los zodíacos. El relato comentado activa en el lector sus propias emociones soterradas. La magia suscitada, esta superación de la realidad parece una emanación del amor sin fisuras de Billy y Nena.

El rastro de tu sangre en la nieve” es un relato de naturaleza trágica, sobre el ser humano en manos del azar, del destino. Su “aura” no procede de la tensión narrativa sino de su poesía – que le redime de la linealidad de un relato periodístico…Nena podría ser una princesa de cuento de hadas que desaparece convertida en nieve.

(…Queda por ver cual es la voz secreta, la estructura profunda del psiquismo de GGM en su diálogo con el lector, sus metáforas obsesivas de las cuales surgen algunos argumentos o tramas, entre otros, el porqué del hecho que sus personajes femeninos sean siempre matriarcales y dominantes, Nena no es dominante, pero le domina a Billy por su cultura, inteligencia, prudencia, sin ella se siente perdido, no se sabe orientar- es significativo que ya a partir de la frontera ella es su guía).

Las citas proceden de GGM, Doce cuentos peregrinos,
De bolsillo, Random House Mondadori Barcelona, 2010

Ioana Zlotescu Simatu)

El escritor rumano Ion Vianu nos envía, desde Rumanía, un comentario sobre El rastro de tu sangre en la nieve

I0n Vianu es médico psiquiatra rumano que vive entre Ginebra y Bucarest, escritor y ensayista. Ganador de importantes premios literarios rumanos. Una de sus novelas, Vasilíu, hojas sueltas, está publicada en español (Ed. Aletheia, Valencia 2010, traducción del rumano de Ioana Zlotescu Simatu.


¡Qué magnífico y enigmático cuento! Intento levantar algo del velo de misterio que envuelve la narración. Nena Daconte tiene una componente viril, toca el saxo cu con la piernas abiertas (como un chico) y, virgen, esconde su gran timidez haciendo frente a la exhibición fálica de Billy Sánchez! Pero más allá de todo esto, quizá en relación con esto - hay un lado mitológico en este cuento que me ha llamado la atención. Y pienso en La bella durmiente que pertenece al folclore europeo, publicada por Perrault en el siglo XVII y por los hermanos Grimm a comienzos del XIX.
En ambas variantes, el mismo día de su nacimiento, el hada malvada lanza a la princesita el hechizo de morir por un pinchazo en la aguja de un telar, pero el hada buena, atenúa el maleficio convirtiendo su muerte en un sueño largo de cien años, del cual será despertada por el príncipe, su futuro marido. Para despertarla, tendrá que traspasar una hilera de espinas que, a lo largo del siglo transcurrido, habían crecido tanto, hasta llegar a rodear el palacio con un cercado inextricable. Pero, al acercarse el héroe, las espinas, convertidas en rosas se apartan milagrosamente para dejarle entrar al joven y despertar a la que estaba durmiendo su sueño centenario.
Los folcloristas han observado el parecido de este cuento con el tema de Brunhilde del ciclo de los Nibelungos. El sueño letárgico de esta última solo lo podrá interrumpir él que la amase de verdad (Siegfried). Además, el cercado que la protege, no es de espinas sino de fuego.
La analogía Brunhilde – Bella durmiente se refiere al tema nupcial. En lo que concierne al paralelo con el cuento de García Márquez, se vislumbran otros detalles que llaman la atención así, en la variante de Grimm, el nombre de la princesa, Dornröschen, significa “espina de rosita” y en ambas variantes, incluida la de Perrault - las rosas no intervienen más que en el final, como una muralla que se aparta abriendo el camino al príncipe, convirtiéndose en rosas (¿ símbolo delicado de la desfloración?).
En El rastro… el pinchazo lo produce ¡una espina de rosa! Una rosa de verdad, de un ramo ofrecido por el embajador de Colombia en Madrid, amigo de las familias de los novios, jugando así, de alguna manera, el papel del hada malvada.
… Los cuentos folclóricos esconden la verdad, la reprimen presentándolo bajo una forma soportable: la princesa no muere, tal como decretaba la maldición, sino que se duerme; no se pincha en una espina de de rosa, alusión demasiado transparente de la des-floración, sino en una aguja de telar.
El sueño de cien años crea un abismo temporal entre la maldición del hada y el despertar nupcial – una vez más, se trata de otra forma más de reprimir la sexualidad que de otra manera, hubiera sido transparente.
…Mi teoría es que G.G.M rehace el sentido primitivo del cuento que es, morir de amor. Se trata de la intensidad del amor, de la relación secreta entre el amor, un amor verdadero, intenso, agotador y la muerte… Al final, tras la muerte de Nena, al abandonar Billy el hospital la nieve recobra su pureza primordial, pero él ya no se da cuenta: “Cando salió del hospital, estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de paloma, y que en las calles de París había un aire de fiesta, porque era la primera nevada grande en diez años”.


Ion Vianu

martes, 17 de enero de 2012

Comentario de Alberto Estévez sobre el cuento de García Márquez, "El Rastro de tu Sangre en la Nieve"

A vueltas con el amor de nuevo, estamos aquí en este segundo asalto si vale decir, para el que hemos elegido el relato de García Márquez, un cuento clásico que esperamos pueda iluminarnos sobre el tema del amor, y quizá sobre alguna que otra cuestión más.

El psicoanálisis, que es una práctica y una experiencia que tiene como eje el amor, utiliza una definición, entre otras, para explicar de qué se trata cuando hablamos de amor, y es ésta la definición a la que primeramente recurre un psicoanalista cuando es convocado para explicar qué está en juego para un sujeto cuando el amor lo alcanza. ¿Qué es el amor? ¿De qué se trata cuando hablamos de amar? Bien, veremos si es posible acercarnos a este gran misterio: amar es dar lo que no se tiene.

Imaginarán que los grandes misterios no se resuelven en una frase de 6 palabras, pero este enunciado, no obstante, permite ordenar la cuestión que nos reúne hoy, y también orienta decididamente el magnífico relato que nos ocupa. Una primera aproximación a este enunciado que acabo de darles pudiéramos hacerla negativizando la frase, porque si el enigma permanece casi tan vivo como antes de transmitírsela, probemos a proponer lo que no es el amor, y entonces si decimos que en el amor se da lo que no se tiene, cuando se da lo que se tiene no se trata necesariamente de amor. Pero, ¿cómo se hace para dar lo que uno no tiene, si no lo tiene cómo puede darlo?

Una posibilidad, si estamos transitando estos temas, si hablamos de no tener, podemos tomar cierta distancia con el tener, con lo que pertenece al mundo de los objetos, al menos de algunos objetos; los automóviles, los visones, las joyas, pueden ser muy tentadores, pueden incluso hablar del grado de generosidad de alguien, pero no necesariamente son signo de amor, porque si se trata de amor debemos salir del registro de lo que se tiene, de lo que se atesora, de lo que podemos apropiarnos, y pensar en otros términos. Pagar con dinero resulta mucho más fácil que manejarse con lo que uno no tiene, con lo que a uno le falta, y esta falta resulta determinante para que reflexionemos.

García Márquez nos muestra magistralmente en el registro de la ficción literaria cómo esa falta se encarna en el centro de la pareja y más allá, la falta como núcleo del relato. Una falta que en forma de pequeña herida sangrante resulta imposible de obturar, no hay tapón que consiga detener esa hemorragia, casi podemos decir que al contrario, cuanto mayor es el empeño por cerrarla lo antes posible, mayores también serán las consecuencias que la herida alcance interesando cada vez más la vida del sujeto, hasta el extremo que nos muestra el relato; consumirla absolutamente.

“Lo hice adrede –dijo- para que se fijaran en mi anillo” Esta es la frase que ella pronuncia cuando delante de las autoridades recibe el ramo de magníficas rosas y se pincha levemente con una de ellas, y aquí el autor sabe muy bien jugar con las piezas que le ofrece el relato, porque coloca  los objetos como tapones de esta herida, esa es su dimensión verdadera; la mención del anillo, respecto del cual podemos decir que la magnitud de los brillantes consigue esconder lo que acaba de suceder, y una distracción más, esta vez el coche platinado nos hace girar la cabeza en otra dirección, que en realidad es apartar la mirada de aquello que angustia, que nos resulta intolerable, una marca de real imposible de soportar.

Puede confirmarse con una lectura atenta que la herida que provoca el pinchazo con la espina de la rosa no es en ningún caso la fulgurante aparición de esta dimensión de lo real que habría permanecido oculta hasta ese momento de la narración, más bien todo lo contrario, el enamoramiento comienza con el trauma, el de los dedos de él estrellándose contra la pared, pero además tenemos descrita la podredumbre de la bahía, el olor pestilente, el sonido del sapo, animal especialmente repugnante, elementos en suma que rodean este amor desde sus inicios, y Gª Márquez los aprovecha para mostrarnos el poder del amor, más allá de la enajenación de sus protagonistas que permanecen al margen de esta realidad, su poder en el sentido que consigue conjurar en ellos dos el efecto de todos estos elementos desagradables. Es ahí donde esa tumba del jardín de la casa, que ha perdido el nombre se convierte en lápida anónima, que podría ser la de cualquiera, quién sabe si incluso, como fatalmente se confirmará, no estará esperando a algún vivo, y la gota de agua golpeando sobre la losa encuentra su eco en la gota de sangre manchando la nieve, marca inexorable del paso de lo efímero.

Podemos pensarlo en términos de equivalencia: gota de agua que golpea la tumba, gota de sangre que tiñe la nieve, lo cual nos conduce directamente a indagar en el título, ella es la autora, el rastro de mi sangre en la nieve dice bromeando, que puede ser pensado como un llamado al Otro, porque un rastro es una señal, un signo para ser interpretado, un indicio. Ella es la autora porque podemos dar fe de que al menos en ella esta dimensión del Otro está presente, como dimensión simbólica, hay un orden, un código que podrá ser descifrado por quien lo encuentre, al igual que las notas escritas en un pentagrama pueden ser interpretadas, ella podrá dejar un rastro que alguien pueda seguir y comprobar así cuán encarnizado puede llegar a ser un amor.

Antes de terminar podríamos recordar nuestro primer encuentro sobre el amor, cuando iniciamos este curso, y planteábamos en el relato de McCullers el esquema de su teoría amorosa; si algo nos mostró aquella reunión es que resulta en vano utilizar la razón para tratar de explicarnos la elección amorosa de cada cual, algunos no entendían que aquel enano ruin pudiera ser objeto del amor de nadie; en el relato de hoy, hay algo que tienta de nuevo nuestros prejuicios. Que esta niña angelical, que viene del encierro de un internado centroeuropeo, virgen, sea capaz de lanzar un desafío como el de la escena de la caseta a un macarra cadenero, ¿cómo se explica? Pareciera extraño además que ella le abra las piernas incansablemente a este tipo, cuando hasta entonces ese gesto sólo se producía para alojar el sexo, perdón, el saxofón. Un muchacho, más bien un niño desvalido, con un sentimiento de desamparo tal que no entiende ni él mismo cómo ha podido vivir sin el amor y la protección de su Nena, este hijo del desamor.

Este cuento, entonces, también sirve para recordar que hay muchos tipos de heridas; aquellas de las que sanamos, están también esas que acarreamos durante un tiempo hasta que dejan de dar signos de su presencia, quizá porque el beneficioso tratamiento de un deseo prendido en Eros consiguió desinfectarlas, y luego están las otras, aquellas que desde el mismo momento en que se producen, deciden acompañarnos, y seguirán con nosotros a lo largo del resto de nuestras vidas.

Alberto Estévez

lunes, 16 de enero de 2012

La alegoría y la procacidad en El rastro de tu sangre en la nieve. Comentario de Miguel Alonso

Voy a comenzar con una afirmación que quizá quede matizada a lo largo del comentario. Estamos ante un relato en el que no hay amor entre los protagonistas. Sin embargo, lo que parece bellamente construido es el lugar preciso para el amor.

Destacaría algunos elementos heterogéneos, por un lado la sabiduría, el lugar del amor, el ocaso y la muerte, y por otro lado el goce, la procacidad y la zafiedad. Están mezclados en el texto como lo están diferentes líquidos en una emulsión. Me parece necesario un pequeño trabajo de pensamiento para disociarlos y entender, por un lado, cuál es el lugar del amor como posibilidad de humanización de la vida o, por el contrario, cuál es el lugar de infantilización patética de esa misma vida.

Hay una primera diferenciación que resulta muy ilustrativa. Mientras que a Billy Sánchez podemos tomarlo como una expresión clara, inequívoca, es decir, una forma de posicionarse ante el otro a través de la pura satisfacción, a Nena Daconte, en cambio, podemos tomarla como una revelación, como una mostración de algo que no está directamente a la vista y que tiene que ver con cualidades específicas del ser. Resulta fácil delimitar la figura del Billy Sánchez como figura concreta, en contraste con Nena Daconte, quien se desliza más hacia el terreno de la alegoría.

En este sentido, creo que Nena Daconte, encarnando la sabiduría, la belleza, el lugar del amor y el ocaso, nos permite entender lo que sería una vida humanizada por el amor. En ese sentido, ella representa a “La mujer”, así con mayúscula, como el lugar de perfeccionamiento y acogimiento de lo humano. Porque no hay nada más humano que encarnar la herida que sangra siempre, imprescindible para el amor, esa herida por la que el hombre, Billy Sánchez, no se siente convocado, herida que no es capaz de mirar, sólo se siente concernido por la potencia fantasmal de su turgencia fálica, muy bien expresada en el ataque de los vestuarios, y por el brillo de los objetos aparentes, imponentes y seductores, como el coche, o el abrigo de piel, ese lujo donde sí es capaz de ver la mancha de sangre, pero sólo para borrarla. “Conmovedor” resulta verlo limpiar esa sangre, cuando antes no era capaz de ver el trapo encharcado en esa misma sangre.

El hecho de no sentirse convocado por la herida, y derivar la mirada hacia lo suntuoso, no sólo afecta a Billy Sánchez. Significativa resulta la frase:

Pero nadie advirtió que el dedo empezaba a sangrar. La atención de todos derivó después hacia el coche nuevo

Esto quizá pueda incitar a pensar que vivimos en un mundo masculino, que nada se quiere saber de lo femenino, y eso no es sin consecuencias, pues la mirada se dirige hacia el artificio, hacia la potencia, pero se deja de lado un lugar más humano para establecer unos lazos diferentes que tengan que ver más con el amor que con lo suntuoso y con el poder.

La alegoría
Desde estos principios, y una vez disociados esos elementos heterogéneos, podríamos contemplar este relato de García Márquez desde cierta distancia, como si mirásemos un cuadro alegórico. Nena Daconte estaría representada en un primer plano, como alegoría de la sabiduría, de la belleza, del amor y del Ocaso. Ella nos miraría, insisto, como un lugar, como una idea, “La mujer”, tocada por elementos relativos a la finitud de lo humano, a la finitud de la belleza, a la precariedad del amor, tocada por el ocaso, por la muerte, y todo ello a través de un simbolismo muy reconocido como es la rosa –belleza y amor— y su espina –la herida incesante, el ocaso y la muerte. Evocamos así, en Nena Daconte, por un lado, cierta santidad, y por otro, reflexiones muy precisas sobre la esencia de lo humano. Y una vez contemplado el cuadro desde cierta distancia, nos acercamos para observar esas escenas mundanas situadas en un segundo plano, Billy Sánchez ante el cuerpo virgen y desnudo de Nena Daconte, protagonizando aquél una escena nada sutil, zafia, tragicómica y caricaturesca incluso, pero muy representativa del pobre hombre, exclusivamente preocupado por el lujo, por su potencia sexual, y por ello mismo, incapaz de sentirse convocado por el amor.

El amor y el ocaso
Si en el relato de García Márquez encontramos un amor articulado a lo finito y al ocaso, podemos decir que en muchos lugares de la literatura aparece esta articulación, también en relación con la belleza. Entre ellos voy a destacar tres que me parece que entran en relación con el relato que nos ocupa.

En su ensayo La literatura y el mal, y a propósito del comentario que Georges Bataille hace sobre Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, dice lo siguiente:

Emily Brontë tuvo un conocimiento angustioso de la pasión: ese conocimientos que no sólo une el amor con la claridad, sino también con la violencia y la muerte –porque la muerte es aparentemente la verdad del amor—. Del mismo modo que el amor es la verdad de la muerte

Por otro lado, vuelvo a recordar, como ya hice en otra tertulia, uno de los versos que me parecen más ilustrativos de la verdad artística. Lo que en este verso vale sobre la belleza, me parece aplicable también al amor:

Lo bello no es nada más que el comienzo de lo terrible” (Rilke. Elegía I. Elegías de Duino).

En este sentido, el cuento de García Márquez, El rastro de tu sangre en la nieve, vendría a situarnos en esa frontera delicada que se inscribe entre una vida humanizada por la belleza y el amor, por un lado, y por otro lo real. Digo frontera delicada porque, siempre se muestra en su precariedad para señalarnos, precisamente, que la belleza y el amor van íntimamente unidos al ocaso, a la muerte. Es inevitable. “Lo bello no es más que el comienzo de lo terrible”.

Más explícito en la articulación del amor con el ocaso me parece el texto de Nietzsche, Así habló Zaratustra. Podría decirse que en el cuento de García Márquez, así como en lo de Nietzsche, se pone en juego un torrente de pasión amorosa. El amor hacia el Otro tiene que ver, exactamente, con la sabiduría, esa madurez adquirida en el tiempo de una soledad necesaria que, finalmente, siente la imperiosa necesidad de bajar a las tinieblas del ser humano para entregarla al otro. Es la pasión de amor. Podemos decir que, en el caso de Nena Daconte, ese torrente de pasión que busca amar, se ve defraudado en un primer momento, sólo en el final, cuando se hace presente la muerte para Billy Sánchez, se diluye la zafiedad y asoma el amor.

Nietzsche nos da la clave. La sabiduría, la madurez, han de sumirse en las tinieblas, en la oscuridad para ser entregada al otro como posibilidad para la humanización. El amor adquiere la forma de una entrega. En el relato de García Márquez, las tinieblas, la oscuridad, el lugar mundano está ocupado por todos aquellos que no pueden ver la herida. Es ahí donde la sabiduría de Nena Daconte se ofrece como sosiego para la ignorancia y para la brutalidad.

Un ejemplo de ese sosiego se ofrece en la escena de los vestuarios, las palabras de Nena Daconte, conocedora de los cómicos juegos de poder en los que se mueve el hombre, tocan el ser de Billy Sánchez, para sosegarlo y paralizar su brutalidad. Aunque lo dramático del cuento es que todo se ve defraudado, salvo en su momento final.

Si seguimos a Nietzsche, en Así habló Zaratustra podemos leer:

Voluntad de amar significa estar dispuesto, incluso, a morir”.

Esta frase nos remite, nuevamente, al contraste entre Nena Daconte y Billy Sánchez, permitiéndonos contemplar ciertos elementos tragicómicos de la vida, sobre todo en lo que al hombre hace referencia. Si Nena Daconte, como “La mujer”, deja su tierra para amar –podemos pensar que en ella no existe ninguna nostalgia de la familia—, para gozar de su espíritu, de su soledad y de su libertad y entregarla al otro, frente a esta alegoría del amor y del ocaso, encontramos la comicidad de lo imaginario, que no acepta jamás la muerte, sino que se instala en los elementos cómicos de la potencia sexual, la comparación con la potencia del otro, y es también la comicidad de la infantilidad, la nostalgia, aquí sí, la evocación y el regreso del hombre a la mamá y a la familia como resguardo iluso contra el ocaso de la vida.

Lo cierto es que, en el centro de lo humano, velado por todos los lujos y goces precarios, sangra una herida eterna que nos consume. El relato nos enseña que la herida solicita el amor, no para detener, cosa imposible, sino para aliviar el dolor del ocaso.

Sólo al final del relato, y ante tanto infortunio, se puede leer:

Por primera vez desde su nacimiento pensó en la realidad de la muerte

Cuando al comienzo decía que era un relato en el que no había amor, quizá habría que matizar que éste sólo surge al final, cuando Billy Sánchez acepta la realidad de la muerte, acepta que en sí mismo también hay una herida que sangra siempre. El problema es que en el amor es necesario el otro, precisamente para entregarle esa herida. Quizá ahora Billy Sánchez pueda entender el amor, quizá pueda amar, pero Nena Daconte está muerta, ha de procurar otro ser, es decir, otra herida.


Miguel Alonso

La falta de simetría entre hombre y mujer en El rastro de tu sangre en la nieve. Comentario de Gustavo Dessal

No hay simetría entre los personajes. No es la historia de dos, porque el protagonista es él, efectivamente, y ella (como lo ha señalado Miguel Ángel) es una alegoría. Me gusta esa manera de expresarlo. Es la historia de lo que puede producir en un hombre el encuentro con una mujer. Podría haber sido al revés, una historia sobre lo que le pasa a una mujer cuando se encuentra con un hombre. Pero aquí el acento está puesto en él. Mi lectura, voy a ser muy sintético, es que el punto central, el punto de arranque de la historia (más allá de todo el contexto y los datos biográficos de los personajes, que nos sitúan en la atmósfera del cuento) es el encuentro, ese asalto en las casetas de la playa. Esa escena es decisiva, es la que echa a rodar la trama. Ella está completamente desnuda y él exhibe su pene en erección. Y la respuesta de ella le cambia a él definitivamente la vida. Impávida, lo pone contra las cuerdas de la impotencia. Tendrá que rendir mejor que un negro, y eso no es fácil de lograr, ni siquiera para ese niño de papá acostumbrado a creerse que la tiene más grande que nadie. Ella se pincha el dedo, pero primero él se rompe la mano. Convaleciente de esa herida, el lobo feroz se transforma en un cordero postrado. ¿Qué es lo que vendrá después? La demostración de que solamente a través del amor puede el varón tener alguna clase de contacto con la carencia, y en definitiva con la realidad fatal de la existencia, que nos confronta a una falta que ningún bien podrá borrar. Para el hombre, la mujer es algo absolutamente indisociable de la sangre. Ni siquiera es necesario recurrir a los cuentos de hadas para saberlo. Cualquier hombre a través de sus recuerdos, sus sueños, sus síntomas, pone claramente de manifiesto que la mujer y la sangre van radicalmente unida. La sangre menstrual ha dado origen a un tabú, que todavía se mantiene en algunas regiones del mundo. La mujer, por su sangre, representa lo impuro, lo peligroso, aquello que hay que apartar y mantener bajo vigilancia. Hay que leer al respecto el texto de Freud "El tabú de la virginidad", que sirve para entender el temor que la mujer inspira al hombre.

Billy va a ser iniciado en una experiencia nueva, y es divertido cómo García Márquez se vale de los rasgos que caracterizan a esa sociedad tan miserable que es la francesa, para hacerle sufrir a su personaje toda clase de rebajamientos. Él, acostumbrado a que sus deseos se satisfagan con un chasquido de dedos, se ve obligado a tragarse el orgullo y agachar la cabeza. Todo se vuelve pura pérdida, y la pérdida de la mujer amada no es otra cosa que el paradigma de aquello que no perdona: la castración. Del lado de la mujer, la hemorragia tiene una inmensa potencia evocadora. Es, además de lo que se ha dicho, el símbolo de que en la mujer hay algo incontenible, algo que desborda toda medida, algo que rebasa cualquier límite. La sangre no cesa, no cesa de fluir, y esa idea ya la encontramos en el Nuevo Testamento: la parábola de la menorreica, esa mujer que no paraba de sangrar y cuyo flujo solo se detiene con la mano de Jesús.
Gustavo Dessal

Lo imperceptible, lo irremediable. Comentario de Graciela Sobral sobre El rastro de tu sangre en la nieve

Este cuento fue publicado por El País cuando lo escribió García Márquez, hace ya 36 años aproximadamente. Recuerdo que lo leí en España en esos momentos. Os cuento una pequeña anécdota de mi vida. Cuando yo era pequeña, mi madre me leía poesía, me la explicaba, y yo la aprendía de memoria. Recito los versos de un poema que recuerdo, que en su momento me conmovió. Es Rene sully-prudhomme:

El búcaro en que muere esa flor pura,
un golpe de abanico lo quebró;
y tan ligera fue la rozadura,
que ni el más leve ruido se advirtió.

Pero la breve, imperceptible grieta,
con marcha lenta y precisión fatal,
prosiguiendo tenaz su obra secreta
rodó el circuito del cristal.

El agua fue cayendo gota a gota,
y la espléndida flor marchita veis;
aunque nadie lo sabe ni lo nota,
roto el búcaro está: ¡no lo toquéis!

Así, a veces, la mano más querida
nos roza sutilmente el corazón,
y lenta se abre su secreta herida,
y se mustia la flor de su ilusión.

todos lo juzgan sano, entero, fuerte;
mas la oculta lesión creciendo va.
Nadie su mal desconocido advierte;
pero no lo toquéis: ¡roto está ya!

Este poema me trasmitió la idea de que había algo imperceptible, algo que se puede comparar con un pinchazo que no deja seña, pero que, sin embargo, puede causar un dolor o una pérdida irreparable. Cuando leí este cuento en El País, me produjo mucha emoción, porque me recordó el poema que acabo de leer. Es como si hubiese encontrado esos versos transformados en un relato.

Por lo tanto, lo primero que me suscitó este relato es que hay algo irremediable, una pérdida, un dolor. Pérdida que es irremediable para todos. Se puede hacer distintas cosas con ella. Por ejemplo, transformarla en la causa de búsqueda de otra cosa, o puede permanecer como un dolor, como una herida abierta, que no cierra y duele.

Muchas veces, cuando se produce el encuentro con el amor, éste tiene la posibilidad de cerrar heridas, pero otras veces el amor conecta con esa herida abierta, y el amor mismo se torna una herida dolorosa. Creo que es esto lo que cuenta García Márquez de una manera maravillosa. Porque en el relato, Nena Daconte parece dueña de sí, pero, evidentemente, padecía una herida, un dolor, y por esa herida invisible en el encuentro con el amor, se le fue la vida.

El relato me recordó, además, el poema de Miguel Hernández, llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida…

Graciela Sobral

El rastro de tu sangre en la nieve. La hemorragia del amor. Comentario de Graciela Kasanetz

Comenzaré haciendo una alusión al título. Creo que en él aparece por primera vez, a posteriori, la voz del narrador. El rastro de “mi” sangre, el de Nena Daconte, en la nieve, se transforma en el rastro de “tu” sangre en la nieve. El rastro de la sangre es el de la muerte, y cuando le toca a Billy Sánchez, se transforma en el rastro de “tu” sangre en la nieve. Él quería borrarla del abrigo de visón, era el rastro de la sangre seca, los objetos eran todos brillantes, ellos mismos, los protagonistas, eran objetos brillantes. El coche, el suntuoso ramo de flores, la gente que los recibía, todo era brillante. Sin embargo, ¿en qué escenario, una gota de sangre puede convertirse en brillante? Una gota en la nieve ya no nos permite mirar la nieve brillante, nos lleva la mirada a la gota de sangre, a la muerte.

Este cuento, desde el primer momento, me causó mucha angustia. Porque esa gota de sangre era algo que iba cayendo y horadando la piedra. ¿Qué hemorragia mata a esta mujer?: el amor. Y en el amor, desde el primer encuentro, ella consigue atraerlo insistiendo en la castración de él. Cuando él exhibe su falo, ella, que está desnuda, le traslada la castración a él. Es ahí donde el matón se humaniza, donde el amor lo humaniza, pero el amor a través de la castración. Me Este cuento me recordó el cuadro al que hace referencia Lacan, Los Embajadores, de Holbein, donde se presentan las cartas credenciales y en el suelo hay un objeto que atrae nuestra mirada y que, en anamorfosis, es una calavera. Entre todo el boato, la vanitas, resulta que todos vamos a morir. Me parece, en este sentido, un cuento en anamorfosis donde la gota de sangre es ese objeto que quita el brillo a toda vanidad, un objeto que, por oscuro, brilla más que ningún otro.

Por otro lado, y como se ha hecho referencia a los cuentos de hadas, creo que estamos ante un anticuento de hadas. Precisamente, en los cuentos de hadas todos viven, nadie muere, algo así como vivieron felices y comieron perdices. Este es un anticuento de hadas. Si éstos terminan donde empieza la vida, El rastro de tu sangre en la nieve empieza con la vida y la herida del amor lleva a la muerte.

Graciela Kasanetz

Un texto cinematográfico. Comentario de Jesús Balmaseda sobre El rastro de tu sangre en la nieve

Me pareció, desde el principio, un texto de tipo cinematográfico, en el sentido del peso que tiene el contraste entre frío y calor. Esos dos personajes están siempre ambientados en el frío y en la nieve, y todos los demás, los guardias, están en sitios confortables, como si desde el principio fuese anticipando de qué se trataba. El relato me provocó bastante tristeza, porque me parecía una especie de anécdota, o de acontecimiento de lo que puede ser la pérdida de la vida. Ella pierde la vida física realmente, y él no se entera de la vida, no se encuentra con ella, no encuentra el amor, está todo el tiempo en el disfrute de todos los objetos que le regalan, entretenido, despistado. Y casi termina igual que empieza, con ganas de romper la pared, o de dar golpes. Creo que no aprende nada en la vida.

Y también lo he asociado con ese cuento infantil, Blancanieves, en el que una mujer se pincha cosiendo y surge la gota de sangre. En inmediatamente asocié a la sangre como la pérdida de la vida, un flujo que no hay manera de detener.

Jesús Balmaseda

¿Dónde está la sangre de lo real? Comentario de Ignacio Castro sobre El rastro de tu sangre en la nieve

Confieso que este relato es la única cosa que he leído de García Márquez. Supongo que es un gran pecado, pero es así. Y dudo que vuelva a leer otra cosa completa. Quiero decir lo siguiente. Es un texto maravillosamente bien escrito, tan bien escrito que se puede ahorrar prácticamente el contar nada. Con esto no me refiero tanto al hecho de que no haya efectos especiales, muertos, grandes dramas, no me refiero al hecho de que la cáscara de la historia sea bastante sutil o fútil, o banal, sino al hecho de que me pareció un texto hecho por un buen periodista, muy listo, que escribe muy bien, pero en el cual no ocurre nada. Y no ocurre nada en el sentido de que todo está preparado para que, sobre un fondo social más o menos irreal, más o menos dibujado y preciso, haya una especie de fantasía difícilmente verosímil, en la cual, por cierto, los personajes son tan encantadores como perfectamente opacos. Nada hay de la subjetividad, nada se pone en juego del orden del sujeto.

Es decir, todo es muy bonito, todo está muy bien escrito, París, la nieve, las gotas de sangre, el nombre de ella, el nombre de él, matón tímido, todo encantador, pero uno acaba y se pregunta si, realmente, esto es García Márquez. Confirmo las intuiciones que me llevaban a no leerlo. Tenía una especie de ambigüedad moral y ética en relación con García Márquez, y claro, el cuento es tan carente de contenido, tan carente de sustancia, y de nada que contar, excepto el uso y abuso manierista de la literatura, que confieso mi perplejidad, y quería que, en cierto modo, me desmintierais esta lectura que he hecho con calma, subrayando y tomado notas.

Yo no discutiría que este texto, llevado al cine, diese lugar a una película encantadora. Pero creo que falla radicalmente la sangre de lo real en el relato. En este sentido, no veo para nada la irrupción de un orden parecido al inconsciente. El realismo mágico es superponer a una realidad aceptada, plagada de manera realista, superponer una contingencia, superponer una magia, un accidente fatal, una deriva del sentido que va a conseguir que la narración no sea aburrida. Si no fuese por el fondo de nieve, esa gota de sangre no tendría importancia. Pero hay muchos comentarios que valdrían lo mismo para Bambi –y no estoy hablando en broma.

A mí, este texto me recuerda a la literatura de los setenta. Recuerden la fascinación de Antonioni, Pasolini, Visconti, su pasión por la burguesía y sus pequeñas gotas de sangre. Me he sentido casi marxista leyendo este cuento. Cartagena de Indias, París… Es, en cierto modo, un cuento de hadas bastante más aburrido que los que nos recreaban en la infancia, sólo los pequeños accidentes forzados consiguen que haya algo, publicable en un periódico, pero la estructura de lo real resulta intocada, que es, justamente, lo que ocurre en la literatura. El primer cuento que leímos aquí este año, de Carson McCullers –que tampoco es el no va más del siglo XXI— sin embargo, tenía algo de esta inquietud que trastorna lo real. Aquí hay un trasfondo de realidad perfectamente periodístico, sociológico, perfectamente dibujado, y un uso abusivo de los guiños literarios. Os recuerdo que es Rilke quien muere por el pinchazo de una rosa. Es, realmente, literatura hecha con literatura. Pues no, gracias. Yo lo acabé de leer por compromiso de decir algo y por si acaso ocurría el milagro, y por no decir jamás he leído nada de él. Pero ya digo, el resultado ha sido, no decepcionante, sino pasmoso. Si no fuera por la nieve, proyectada con un aparato de efectos especiales, la gota de sangre no era nada. Y lo pero de todo es que el cuento está bien hecho, García Márquez tiene oficio, evidentemente. Y tiene frases estupendas, pero es literatura hecha con literatura, falta el drama de lo real, el trauma de lo real, y, estamos ante una construcción bien hecha, admirablemente bien hecha, incluso asombrosa por su fluidez, pero claro, uno se queda exactamente igual que como estaba al principio, que es lo peor que le puede pasar a uno, sobre todo cuando no está contento consigo mismo.

Ignacio Castro

El rastro de tu sangre en la nieve. La esencia mortal. Por Ángela González

Me parece que este texto magnífico no es representativo de García Márquez, en cuanto que representante del realismo mágico. Para leer a Márquez es verdad que no es necesario leer sus obras enteras, muchas veces basta con la primera página, sobre todo en las novelas. Le da mucha importancia a esa primera página en la que, dice, estaría toda la novela. Algunas son gloriosas, como la primera de La historia de mis putas tristes. Valdría con esa página, le recomiendo a Ignacio Castro que no se la pierda…

El realismo mágico, tal como se estructura, me recuerda el inconsciente, donde no se conoce el tiempo ni el lugar, donde los muertos vuelven, hablan, conviven, aparecen y desparecen. No es el caso de este texto. Para mí no es tan representativo de la escritura de Márquez.

Sin embargo, hay algo especial en este relato, es fundamental la cuestión de que somos mortales. Es lo que pesa en él desde el principio. La vida nos hace pensar, en ocasiones, que no lo somos. Estos chicos están tan bañados de vida, que tienen un secreto, van a ser padres, y ahí la muerte no cabe cuando uno tiene diecinueve años. La vida tiene todo el poder, la riqueza, y todos los brillos que le queramos poner. La muerte no cabe, por lo que a una pequeña herida no hay que darle importancia. Será molesta, pero nada que ver con una cuestión fatal como la muerte.

Es un texto que para mí ha sido inquietante desde hace mucho tiempo, pero no es de los que quiera releer porque, como digo, la cuestión de la muerte está presente desde el primer momento, y según avanzas en la lectura, cada momento me apetecía menos leerlo. Hacia delante y hacia atrás, cuando se lee, se sabe que están pasando por alto algo fundamental. Y esto ocurre cada día.


Ángela González

La transformación de los personajes en el relato de García Márquez

Cuando comencé a leer El rastro de tu sangre en la nieve, consideraba que estábamos ante un viaje de formación, y me recordó la primera novela moderna I promessi sposi, de Alessandro Manzoni, que habla de unos jóvenes que se casan y realizan su viaje hacia la madurez. Estoy bastante de acuerdo con Ignacio Castro en el sentido de que me parece un cuento menor, en tanto menos logrado, porque, desde el principio, hay una pulsión de muerte muy obvia.

Efectivamente, si la calidad de un cuento se mide por la trasformación del personaje frente al lector, creo que el único que se trasforma ligeramente es Billy Sánchez. En el viaje de formación, creo que ella realiza, desde el principio, un viaje plano, empieza y termina igual. En cambio él, madura ligeramente, consigue su trasformación de una forma tosca.

Respecto a la pulsión de muerte, que circula desde el principio, podemos decir que Nena Daconte fallece, pero el concepto se presenta de forma demasiado simple para elevar el relato a la categoría de superior. Y la gota de sangre no me llamó tanto la atención, en el sentido de que es un pacto con el lector que, en el realismo mágico, se acepta desde el principio. En el realismo mágico puede volver un muerto de la tumba, puede haber invasión de moscas gigantes, y médicamente nadie se muere por el pinchazo de una rosa. Creo que ese detalle no es demasiado importante, no le resta credibilidad ni le da verosimilitud al relato, porque se acepta, desde el principio, como un elemento mágico.

Andrea

La inocencia y la culpabilidad en El rastro de tu sangre en la nieve. Comentario de Silvia Lagouarde

Yo leí este cuento hace treinta años. Leí los Doce cuentos peregrinos, de los cuales, el relato que jamás se me olvidó, fue éste. Ahora, con otra perspectiva de la vida, y después de lo que se ha dicho en la tertulia, me preguntaba qué es lo que conmociona en este relato. Y como dijo Ioana, para ir un poco más allá del relato en sí mismo, creo que toca dos temas casi filosóficos. Uno de ellos es el de la inocencia, y la contrapartida de la inocencia es la culpabilidad.

Mario Camus hizo una película, Los santos inocentes, que toca el tema de la inocencia de los pobres. Yo creo que este relato tiene algo que ver con la “inocencia” de los poderosos, de los ricos. A estas dos gaviotas –porque los chicos parecen dos pájaros— conmocionadas por la belleza de la vida, nunca les faltó nada, ni belleza, ni dinero, ni riqueza, y sus padres, que no sabemos si han sido hijos muy amados, han sido muy estructurados dentro de unos significantes que pertenecen, absolutamente, a los poderosos. Quiero decir que, Nena Daconte y Billy Sánchez, efectivamente, son inocentes de lo que van a representar como seres. Es la irresponsabilidad que está siempre en juego en el campo de la inocencia.

El rastro de tu sangre en la nieve, también es un juego, porque García Márquez es un hombre muy comprometido con el destino social de los seres humanos, nunca ha callado nada de las injusticias de la vida, y creo que en este texto se habla de esa magnificencia que tiene la inocencia de los poderosos. Porque estos chicos son “adorables”. Sin embargo, después de un determinado conocimiento de la vida, van a ser también los responsables del horror y la miseria. Y creo que esa sangre también tiene que ver con la revolución, o con el deseo de cambiar el mundo, es decir, también es una alegoría de lo dificultoso que son las luchas sociales, porque estos chicos, que son inocentes, mañana serán culpables.

Por otro lado, quiero decir que es importante, como se ha dicho en la tertulia, tener en cuenta el principio. Porque la palabra peregrinos, incluida en el título que engloba los doce cuentos de la colección, tiene que ver con lo efímero, con los viajes, con la desolación cuando uno pierde la identidad o el código. Si se leen los doce cuentos peregrinos, todos tienen que ver con la falta de identidad, con lo efímero, todos tienen algo trágico que va más allá del texto en sí. En este sentido, hay que buscar lo filosófico. Yo considero que el cuento que nos ocupa, El rastro de tu sangre en la nieve, tiene una finalidad absoluta, es también una venganza hacia la burguesía que vive en una burbuja, pero cuando se encuentra con lo real –la muerte en este caso— comprueban que también ellos caen como caemos todos.

Con esto quiero decir que no estoy tan convencida de que no hay un encuentro con lo real en este cuento, como sostiene Ignacio Castro, porque la muerte es el encuentro con lo real, sufrido por una burguesía que no quiere saber y vive en una ignorancia absoluta de lo que realmente genera la vida y la muerte.

Con esto pretendo recalcar el tema de lo peregrino. Los doce relatos son efímeros y todos esconden una tragedia.

Silvia Lagouarde

El rastro de tu sangre en la nieve. Algunos apuntes sobre el proceso de maduración de los protagonistas

Isabel: Yo también consideré el paralelismo con los cuentos de hadas. Me parece encontrar aquí muchos elementos de ese género literario. Los niños desamparados, jóvenes, muy lejos de casa, en un lugar inhóspito desde el punto de vista climatológico. Pero hay contrastes con lo que pasa habitualmente en esos cuentos, lo cual sorprende. Porque en los cuentos de hadas surge, generalmente, un personaje benefactor, y aquí, los personajes con los que se encuentran, no son, precisamente, benefactores, no les hacen caso, ni los funcionarios franceses, ni siquiera sus propios conciudadanos de la embajada. Todos están ahí para distraerles del pinchazo con la visión del anillo, con el coche, etc. Nadie les ayuda, pese a que son dos críos.

Y lo que me llamó la atención es que, si en los cuentos de hadas vemos un sentimiento de aprendizaje, de la niña, que se convierte en mujer, aquí lo que vemos es el proceso de crecimiento de Billy a través de ella. Es verdad que no es un cuento que cumpla los cánones del cuento, pero lo que intentamos ver es si ese cuento narra un cambio. Y este cuento lo hace. La transformación de Billy es muy evidente. Nos sorprende por eso quizá, porque no es el crecimiento de ella, que es lo que se suele contar, sino que ha utilizado la estructura del cuento de hadas para contarnos el crecimiento de ese chico, que también estaba muy desamparado.

Miguel Alonso: Con respecto a la maduración, el contraste entre El rastro de “mi” sangre en la nieve, y El rastro de “tu” sangre en la nieve, podría tomarse como un epitafio, como un recuerdo, una dedicatoria. Indicaría, de algún modo, la maduración del protagonista, pero sólo después de tener que aceptar, ante el peso de los hechos, la muerte del otro, su propia esencia mortal. El título del relato sorprende si lo referimos al contenido. Hay que pensar que es una historia contada por Billy Sánchez a un narrador, como si después de tanto tiempo transcurrido desde el momento de los hechos, el marido hiciese un homenaje a su esposa fallecida. Es la culpa de no haberla podido amar, de no saber lo que era amar. Parece que la redención de su pecado, ante la confesión que hace al narrador, tuviese que ver con el reconocimiento de su ser mortal. Esa sería la maduración final de Billy Sánchez.

Isabel: También podemos pensar que esa maduración comienza en el momento en el que Billy Sánchez siente su desamparo. Él lo tiene todo, y el proceso comienza cuando siente la falta, cuando Nena Daconte ya está en el hospital y él se siente perdido por las calles de París, siente el desamparo. Ese sería el comienzo del proceso de maduración.

Andrea: La cuestión de la frivolidad. La pregunta que surge inmediatamente es por qué ella está sangrando y Billy no hace nada. Es como que viviese en un mundo de frivolidad. La sensación que se tiene es que estamos ante dos personajes que no están preparados para los problemas, ni ella es consciente de que tiene un problema, y él tiene un problema cuando Nena está ingresada. Una se pregunta por qué no hace más.

Yo no veo el proceso de maduración. Billy no ha hecho nada cuando su mujer está sangrando todo el camino. Vive en su propio mundo de frivolidad y no puede reconocer el problema. No tengo la sensación de que la ame. Y ella pierde la vida porque tampoco es consciente de que tenga un problema.

Hay una cosa muy curiosa en estos cuentos, se podría pensar que en esa simbología, trasladada a la realidad, y en relación a los cuentos de hadas, se podría decir que el príncipe nunca llega, incluso mejor, no hay príncipe azul. Ella está sangrando, y él apenas se da cuenta, no llega para darle el beso y despertarla.

Gustavo Dessal: Como la vida misma, uno se desangra y el otro no se da cuenta.


Liter-a-tulia

domingo, 15 de enero de 2012

Presentación del libro "De la fatiga de lo visible"


                                                   

El ATENEO DE MADRID y la EDITORIAL PRE-TEXTOS se complacen en invitarle
a la presentación del libro

De la fatiga de lo visible
de MAREK SOBCZYK



que tendrá lugar el miércoles 25 de enero a las 19.30 h,
en la Sala Estafeta del ATENEO DE MADRID (C/Prado 21,).


El acto correrá a cargo de JOSÉ SABORIT (pintor y poeta),
MANUEL RAMÍREZ (Editor de PRE-TEXTOS), DAVID FELIPE ARRAZ (filólogo y periodista)
y contará con la presencia del propio autor