martes, 12 de mayo de 2009

Comentario sobre el libro de Murakami, objeto de nuestra 8ª reunión; por Alberto Estévez

Al sur de la frontera al oeste del sol

South of the border, traducido literalmente, al sur de la frontera, es una canción popular, publicada en 1939 que describe un viaje a Méjico. En la letra, un hombre recuerda con pesar y dolor haber mentido a una mujer a la que no puede olvidar, y se encuentra vagando sin poder apartar sus pensamientos de aquello.
Contiene una estrofa que invita a pensar acerca de la elección de dicha canción para la trama del romance de nuestros dos protagonistas. Dice así:
… ella sonrió y susurró mañana
soñando que nunca nos separaríamos
entonces le mentí con un susurro, mañana
y nuestro mañana nunca llegó.

Sería oportuno recuperar ahora lo que nuestro protagonista, Hajime, nos dice de aquella primera separación de Shimamoto, cuando prestos a entrar en la adolescencia, él comienza a espaciar sus visitas hasta que finalmente deja de acudir a su casa a verla:
“… eso fue probablemente una equivocación. Yo debía haber seguido ligado a Shimamoto. La necesitaba y ella, por su parte, tal vez me necesitara a mí. Pero era demasiado consciente de mí mismo, tenía demasiado miedo a que me hirieran. Y no volvimos a vernos durante mucho tiempo.
… el calor de su recuerdo me confortó y alentó incontables veces. Y durante mucho tiempo ocupó un lugar especial dentro de mi corazón. Lo guardé para ella, de la misma forma que se pone un aviso de en la mesa más tranquila al fondo de un restaurante.”

Aruki Murakami es un verdadero melómano, su afición a la música recorre toda su obra. Su primer trabajo es en una tienda de discos, y antes de terminar sus estudios, abrió un bar de jazz que regentó durante algunos años. Su primera novela de éxito es Norwegian Wood, título de una canción de los Beatles. Dicen que todo empezó cuando sus padres decidieron regalarle por su cumpleaños una entrada para un concierto de Art Blakey & The Jazz Messengers. Es posible, aunque apostaría que dicho regalo ya era oportuno antes de que el grupo interpretase los primeros acordes de aquel concierto.

Nada más comenzar, la novela pone en boca de su protagonista palabras que muy seguramente podríamos ubicar en la del autor, cuando le hace decir que escuchar a Liszt representaba acceder a un plano superior de la existencia humana.

Lo que me resulta verdaderamente bello es que esta sensibilidad y gusto por la música es, a la identidad de Hajime, como una línea de contrabajo a la parte rítmica de la canción, acompaña y sostiene, y si no estuviera, la echaríamos de menos, pero la pieza está repleta de otra buena cantidad de matices. Algunos sabidos por él, como el peso que el significante “hijo único” tiene sobre su subjetividad, significante que marca su vida pero que es susceptible de variar su significación. En un primer momento, durante la niñez, aparece ligado a la idea de ser imperfecto, de algo que falta, y el sentimiento de odio que le provoca dicha expresión, pero en la segunda etapa de su vida, adolescente ya, hijo único se define no como alguien mimado y consentido, sino como un ego propenso a aislarse, al que le cuesta salir de su propio mundo.
Otros matices de su identidad le sorprenden y somos testigos con él de su descubrimiento: “… ¿quién soy? Podría hacer el mal, y si mis necesidades me empujaran podría convertirme en egoísta y cruel”. El magnetismo, curioso apelativo para nombrar esa fuerza que tira de nosotros y busca su satisfacción a cualquier precio, convierte a Hajime en alguien que puede perjudicar al otro, y esto parece ir declinándose en forma de preguntas, sensaciones, paradojas, que lo llevan a pensar que no se comete un error, sino montones. Todo, aún así, dentro de una vida en la que se alternan preocupaciones con momentos de felicidad, en realidad como la mayoría de nosotros, hasta un determinado momento, un instante: aquel en el que ella bajó del coche; mi mundo perdió todo su sentido.
La mascarada femenina es una noción creada en los años 30 por Joan Rivière, discípula y paciente de Sigmund Freud. Se trata de un rasgo propio de la sexualidad femenina. A través de la mascarada, la mujer se ofrece como objeto de deseo al hombre, se acicala y arregla para despertarlo, un señuelo que busca atrapar el deseo masculino. Y despertar el deseo puede ser traducido por encarnar aquello que al otro le falta, abrir la dimensión de lo que falta.
La mascarada es una puesta en acto, pero también podríamos cernir un discurso de la mascarada, y por ahí el texto nos va dejando muestras espléndidas que ejemplifican ambas variedades.
Ella aparece y desaparece sin que él lo pueda controlar, sus actos no se someten a la intención de custodia del varón, pero tampoco sus palabras, por una temporada tiene una duración que no puede medir la persona que espera, y quizás, es una palabra cuyo peso no se puede calcular. Es por esto mismo que él pretende llenar el vacío de aquellos años que pasaron alejados, y ella; dejarlos en blanco.
Hay una maestría de esta mujer en el uso de la mascarada, que confirmamos con el regalo del disco, es para volver a leerlo; la elección del momento preciso y lo que desencadena en él.
Y no hay término medio, porque el término medio y el compromiso no convienen al deseo. Este es el principio fundamental de ella, que engancha la parte hambrienta y siempre sedienta de él, esa parte perdida que no pueden colmar ni su esposa ni sus hijos, sólo ella puede satisfacer.
La contingencia entonces irrumpe, en forma de rostro del pasado, carente de expresión, a través del cristal de la ventanilla del taxi; es el rostro del horror y del vacío infinito que lo deja como una cáscara hueca. Se había visto a sí mismo en aquel rostro, el de quien espera a que el otro aparezca. Izumi lo había estado esperando, él le susurró mañana, y ese mañana nunca llegó.
Es cierto, la relación de un hombre y una mujer siempre “cojea”.
No he sido capaz de encontrar a Nat King Cole cantando "Al sur de la frontera". Había una curiosidad, despertó mi deseo. Hemos leído como para nuestra protagonista, Shimamoto, el sur de la frontera era una decepción. Para mí no es así, recuperé esa estrofa con la que comencé hoy. Pero es cierto, que hay otra zona, más oscura, que está presente en todos los seres humanos y que nos agita, nos empuja, nos aflige, y que nos lleva a interrogarnos que hay más allá, que habrá…al oeste del sol.

Alberto Estévez
8 de Mayo de 2009