viernes, 16 de marzo de 2012

Convocatoria 7ª Reunión LITER-a-TULIA

LITER-a-TULIA
7ª Reunión



Nos encaminamos al último trimestre del curso que dedicamos a explorar el amor, el odio y la locura a través de un género literario como el cuento. Son tres reuniones las que restan antes de despedirnos, y el amor vuelve a ser convocado, en esta ocasión a través de un relato de la escritora sudafricana Nadine Gordimer que lleva por título "Un Hallazgo"



Disponemos del enlace para su lectura a través de Internet:



Nuestra cita será el segundo viernes del mes de Abril, día 13, y tendrá lugar en el restaurante Este o Este, en la calle Manuela Malasaña nº9, a las 18 horas.


En el blog de LITER-a-TULIA - www.liter-a-tulia.blogspot.com - ya constan todos los comentarios que recogimos en la pasada reunión dedicada al relato de Faulkner. Agradecemos el incremento en el número de visitas que últimamente está registrando.

Feliz Semana Santa, nos vemos a la vuelta:
LITER-a-TULIA

miércoles, 14 de marzo de 2012

Beatriz García abre la tertulia dedicada al relato de Faulkner; Una rosa para Emily

Nos habíamos acostumbrado a representarnos a ella y a su padre como un cuadro. Al fondo, la esbelta figura de la señorita Emilia, vestida de blanco; en primer término, su padre, dándole la espalda, con un látigo en la mano, y los dos, enmarcados por la puerta de entrada a su mansión. Y así, cuando ella llegó a sus 30 años en estado de soltería, no sólo nos sentíamos contentos por ello, sino que hasta experimentamos como un sentimiento de venganza. A pesar de la tara de la locura en su familia, no hubieran faltado a la señorita Emilia ocasiones de matrimonio, si hubiera querido aprovecharlas.”

He elegido este párrafo para empezar el comentario del relato que Faulkner (1897-1962, Nobel de literatura en 1949) publica en 1930. Es su primer cuento corto publicado en un diario nacional. Entre 1929 y 1932 publica nada menos que El ruido y la furia, Mientras agonizo, Santuario y Luzde Agosto. O sea, que está en pleno furor creativo. Se trata de un relato, como todos los suyos, ambientado en el sur de EEUU, que él recrea como el condado ficticio de Yoknapatwpha, que da cuenta de la decadencia del sur derrotado en la guerra de secesión (1861-65), pero también del conflicto universal entre las leyes y el deseo, y de la locura como eventual resultado de una ley inhumana.

El título hace referencia a algún tipo de homenaje compadecido hacia la víctima de un destino trágico, que en el relato aparece como inevitable.

Se trata de un retrato no lineal que juega, como elemento estilístico fundamental, con los saltos en el tiempo.

En el primer capítuo se habla del funeral de Miss Emily Grierson, a quien nadie ha visto en muchos años, que es descrita como un monumento caído, una tradición y una preocupación para la ciudad. Descripción de la casa como emblema de la decadencia de un mundo que esta cambiando. El asunto de los impuestos y el cambio de generación, que muestra el choque da las nuevas leyes con las figuras de un pasado que se resiste a desaparecer.

En el segundo capítulo, el relato se remonta a 30 añosantes, cuando el “asunto del olor”, situado 2 años después de la muerte del padre y poco después de la desaparición del pretendiente. En esa ocasión nadie quiere enfrentarse a la autoridad que Emily representa y el asunto se resuelve“solo”. Nos enteramos ahí de que Emily había tenido que sufrir una crisis antes de dejar que se llevaran el cuerpo del padre muerto, negando que el fallecimiento se hubiera producido. Y encontramos este párrafo enigmático:
“Entonces no decíamos que estaba loca. Creíamos que tenía que hacer lo que hizo. Recordábamos a todos los jóvenes que su padre había ahuyentado y sabíamos que, ahora que nada le quedaba, tendría que aferrarse a quien la había robado, como cualquiera en su lugar lo haría.” (“ She would haveto cling to that which had robbed her, as people will”: tendría que aferrarse a aquello que la había arruinado/despojado/ privado, tal y como suele hacer la gente).

En el tercer capítulo, se cuenta lo que sucede entre la muerte del padre y el asunto del olor: Tras la muerte del padre, Emily había enfermado. Deja de salir, encerrada en la casa-tumba, y cuando reaparece lo hace trágica y serena, “como un ángel”. Entonces irrumpe el progreso en la ciudad, que se llena de obreros y capataces, y con ellos Homer Barron, un yanqui moreno, de otra clase social, grueso, activo, sociable y divertido, en una palabra: vital. Es lo opuesto a la pálida y delgada Emily que habita en lacasa-panteón. Surge algo entre ellos. Empiezan los paseos y también las murmuraciones: ¡pobre Emily! Hay que decir que es pobre tanto si se casa conHomer y trae la deshonra a su familia por mezclarse con alguien tan poco noble, como si no se casa y queda sola, arruinada y despreciada por el plebeyo. No hay solución: Emily compra el arsénico en un diálogo que es más bien un monólogo donde ella sólo repite ajena a toda dialéctica: “quiero arsénico”.

Capítulo cuatro: ¿se irá a suicidar? Se pregunta el pueblo entero. Sería lo mejor que podría hacer. Todos respirarían tranquilos al deshacerse de la preocupación que Emily representaba. Ahí se desnuda el odio implícito en la preocupación de los atentos vecinos de Jefferson: andar por ahí con Homer, es un mal ejemplo, casarse con él, peor, aunque eso le rebajaría los humos, piensan.

Hay una maniobra de despiste: Emily compra artículos de ajuar para hombre. Homer se va y vuelve una última vez a encontrarse con Emily. A partir de ahí, no se le ve más. Todos comprenden: ha sido abandonada y ha enloquecido:
“como era de esperar, como si aquella condición de su padre, que había arruinado su vida de mujer durantetanto tiempo, hubiera sido demasiado virulenta y furiosa para morir con él…”.

Cuando reaparece durante un corto periodo, es para mostrar un cambio físico notable: su cuerpo abotargado y vestido de negro, parecía haber estado sumergido largo tiempo en agua estancada y sus cabellos se han vuelto grises, detalle siniestramente fundamental en el desenlace del relato. Permanece inasequible y perversa (notable adjetivo) hasta su muerte.

El último capítulo vuelve al registro temporal del principio del relato cuando, tras el fallecimiento de Emily, toda la ciudad entra a curiosear en la casa. El sirviente negro casi mudo huye sin dar explicaciones y se abre la habitación cerrada del piso de arriba, que encierra el secreto del espanto que liga a la mujer loca con su verdadero partenaire: la muerte.

Los personajes del relato, si exceptuamos al sirviente negro sin voz, se reducen a la protagonista, su padre, Homer Barren y un narrador coral que es la voz de la comunidad. Todos los demás personajes que aparecen nombrados (el coronel Sartoris, el juez Stevens, el pastor y su mujer…) no aparecen como personajes con carácter propio, sino solo en tanto miembros de una comunidad con una sola voz.

Del padre ¿qué decir? Quizá solamente que Emily no tiene propiamente un padre, sino un retrato polvoriento que cubre su féretro o una silueta con un látigo en la mano, impidiendo la entrada de cualquier pretendiente, ya que ninguno era lo bastante bueno para ella, representante de una ley inapelable que no permite el cambio ni, por tanto, el devenir del tiempo.

En la literatura gótica norteamericana, la locura femenina, frecuentemente ligada a secretos y maldiciones hereditarias, se dibuja como el síntoma del confinamiento y la sumisión de las mujeres a la tradición. Emily simboliza el culto rabioso al pasado, la cultura que pretende detenerse en la supuesta gloria pretérita y cerrarse al otro, condenándose así a la locura y la muerte.
Los del pueblo odian a los Grierson, piensan que se tienenen más de lo que realmente son, y a la vez los temen y los sostienen, como se hace con un ídolo (los más viejos diciendo, no se atreverá, nobleza obliga),como garantes de un orden cósmico inmutable.

Pero ¿de qué naturaleza es la locura de Emily? ¿se trata del mal que proviene de no aceptar un límite? ¿mata a Homer porque este se disponía a rechazarla y no puede admitir tal afrenta a lo que ser una Grierson representa?, ¿o lo mata precisamente porque se disponía a desposarla y tiene que eliminar la alteridad y los cambios que la entrada de este hombre suponían para su existencia? Queda a la imaginación de cada uno, pero es claro que el hecho de que conserve el cadáver y duerma con él introduce el dato siniestro fundamental del relato que lo resignifica todo. No sólo lo elimina, sino se lo queda y con ello realiza el acto que detiene el tiempo, dejándola suspendida en el instante eterno de la muerte del padre, al que no puede perder porque nunca lo tuvo, convertida en una muerta viviente que se acuesta cada noche en la cámara nupcial-mausoleo donde todo estaba preparado para que el incauto pretendiente recibiera el ominoso abrazo de la muerte.

Beatriz García

Un lugar de excepción para Emily; comentario sobre el cuento de Faulkner.

Quiero comenzar mi comentario del cuento de hoy introduciendo brevemente la figura de su autor, y para ello voy a seguir el excelente guión que me brinda un artículo del catedrático, escritor y periodista Francisco García Pérez publicado hace ya un par de años en “Saberes”, suplemento cultural del diario “La Opinión” de La Coruña, y que lleva por título “La Puerta de entrada al gran Faulkner”. Les recomiendo vivamente su lectura, Internet es maravilloso ofreciendo estos descubrimientos.
¿Por qué Faulkner esconsiderado maestro del Siglo XX junto a Proust, Kafka y Joyce? Francisco García Pérez nos dice que Faulkner evidencia las limitaciones de la vieja forma de contar, que se ha quedado obsoleta por la velocidad del siglo. Se trata de las nuevas técnicas literarias de las que hace uso, y de las que el relato de hoy es un paradigma al menos en la utilización de una de ellas, los saltos temporales atrás y adelante en el tiempo, que incluso ha copiado el cine actual como estilo narrativo, y desde luego la novela.
El artículo recorre una breve biografía del autor, de la que destaca una serie de curiosidades: Faulkner nace en el estado de Misisipi, en una familia tradicional, muy del Sur, argumento recurrente de sus historias. Gustaba presumir de ser piloto de la RAF en la Primera Guerra mundial, “pero parece que su única hazaña consistió en estrellar un avión en un intento de despegue, en medio de una de sus tantas, tan totales y frecuentes borracheras”.
Pintor de brocha gorda, cartero expulsado del cuerpo por leer las cartas, -ya ven ustedes aquí el signo de una curiosidad, un deseo o un amor por la escritura bien potente-, al que finalmente dio cuerpo y lo abandonó todo por la escritura, y seguramente ya saben que en 1949 obtuvo el Nobel de Literatura.
Pero como el autor del artículo lo tituló la puerta de entrada al gran escritor, nos orienta diciéndonos que la mejor manera de introducirnos al universo Faulkner son sus cuentos, mejor vía que sus novelas, y después de aconsejar distintos relatos para comenzar la lectura de sus cuentos completos nos dice lo siguiente, hoy para nosotros es un regalo y una oportunidad, veremos si la aprovechamos; dice así: “Todos ellos son relatos perfectos … empiécese por ellos. Y, luego, una tarde apacible, tranquila, sin ruido, con sosiego y todos los sentidos dispuestos, léase Una Rosa para Emily. No va más”.

Hago mías las palabras de este artículo porque comparto plenamente el “no va más” con el que lo despide su autor. Estamos muy contentos de la acogida que están teniendo los cuentos propuestos este curso, y creo que éste debemos situarlo igualmente en un lugar destacado. Son numerosos los elementos proclives al análisis dentro del relato, yo sólo voy a entrar en algunos, me interesa más que podamos discutir, porque son las aportaciones de ustedes las que finalmente enriquecen el espacio.
En primer lugar, podemos comenzar diciendo que este relato oculta algo. Con los mencionados saltos temporales, técnica literaria que abunda en este cuento, se obtiene un efecto, premeditado por supuesto; conseguir desorientarnos. Es en realidad una técnica ocultativa con la queFaulkner nos esconde el episodio fundamental. Los saltos cronológicos atrás y adelante nos hacen perder las referencias, pero ahora imaginen que antes de leer el final revelador, cansados de vagar perdidos por los párrafos, deciden establecer una cronología de la historia, podría ser algo parecido a esto: 1.Muerte del Padre 2. Relación con Homer Barron 3. Dos años más tarde, desaparición de Homer y aparición del episodio del olor 4.Clases de pintura (han pasado 20 años desde el episodio del olor) 5. Reclamación de los impuestos (han pasado 10 años más) 6. Muerte de Emily
Seguramente no sea exacta, finalmente no variará mucho del original, pero así establecida nos permite localizar lo que se nos quiso escamotear. Es decir, tenemos todas laspiezas, no se nos oculta ninguna, pero sí el orden, están completamente desordenadas, y así establecer la relación entre la compra del veneno y la desaparición de Homer resulta muy complicado, para cuanto menos anticipar ese final macabro.
Cambiemos de punto de vista, busquemos ahora uno un poco menos fenomenológico, y un poco más estructural, ¿el episodio fundamental es realmente el descubrimiento de los restos de Homer Barron asesinado en el lecho nupcial? Es el efecto sorpresa que encierra el cuento, indudablemente, y una realidad que profundiza en la gravedad y el gradode locura de Emily, pero muchos años atrás, cuando Emily no era más que una atractiva joven, las cosas estaban relativamente tranquilas, sin demasiado ruido ni altercados con la comunidad, sin olores ni escándalos, y algo sucede que desata el conflicto y desvela su patología. Por eso es importante rescatarla cronología entre la maraña de acontecimientos, es ésta la que nos da la clave que Faulkner utiliza para entender esta historia; si recuerdan lo que colocamos en primer lugar verán que se trata de la muerte del padre.
No defiendo el extremo de que los vecinos no supieran, ya de antes, que el carácter de Emily era el de una joven peculiar, incluso si quieren difícil, no sé si problemática, pero digamos que su abolengo, y el carácter de su padre servían de justificación para explicarse su comportamiento, que podría juzgarse altivo, distante, poco sociable, adjetivos que no se acercan a la realidad psíquica que padecía, aunque el texto nos sirve una perla que no podemos dejar pasar en relación al fallecimiento del padre: a su muerte la compadecieron. Piensan que al quedar sola se haría más humana, y éste sí que ya es un adjetivo más certero, que toca el corazón del conflicto, como si la presencia de su padre tuviera un efecto inhumano sobre ella, un padre enemistado con todos, también con la familia, y de una condición virulenta y furiosa que no muere con él.
Cautiva de esta condición de su padre, Emily es un objeto, un objeto que pertenece al padre, lo cual cierra el acceso a convertirse en sujeto de un deseo, por eso mismo tampoco podemos pensar en la posibilidad de un duelo entendido como una separación, por eso no puede separar literalmente su cuerpo del de la persona muerta, no puede dejar de ser el objeto de esa persona, y que dicha persona esté viva o esté muerta es una cuestión secundaria.
Por eso se siente fuerte para salir cuando inicia su relación con Homer Barron, y se yergue ante el vecindario orgullosa, porque ella es su objeto, recuerden el rígida e inmóvil como un ídolo, ella es su objeto y ya sabemos que no va a consentir en separarse bajo ningún concepto. Y hablando de objetos, no negarán que resulta absolutamente paradójico el objeto que cuelga de su cuello, ¡un reloj! Para ella, que el tiempo o no existe o es su amenaza, que pareciera haberse detenido, el tic-tac inexorable encadenado a su cuello. Un trazo más de la genialidad de Faulkner.
El relato me hizo acordar de una novela que aquí citamos bastante, y que algunos de ustedes recordarán que trabajamos; se trata de “La Puerta”, de Magda Szabó. Veíamos entonces la importancia que tiene una puerta, el límite simbólico que supone estar dentro o estar fuera. Emerenç, protagonista de aquella novela, al igualque Emily, no permitía traspasar ese umbral, porque atravesar esa puerta y ver el interior de esa casa es ver el interior de ambas mujeres. Faulkner lo sugiere en esa sutil prosopopeya que hace de este mixto mansión-mujer, de una obstinada y coqueta decadencia, lo hace de forma gradual, primero introduce los aspectos arquitectónicos, y después describe el edificio con adjetivos de personificación. Un edificio que destaca entre lo que lo rodea, como una mezcla entre lo barroco y trasnochado, un adefesio llega a decir, una excepción en su entorno.
Es esta idea de excepción la que tiene un lugar privilegiado durante todo el relato, esta mujer es una excepción; su casa lo es, sus derechos también son excepcionales, ella no tiene que tributar como los demás, hasta el droguero hace una excepción con ella cuando no da cuenta de para qué quiere el veneno. El coronel Sartoris habría pegado muchos tiros junto al padre de Emily y quizá le uniera un gran afecto, pero no es al padre al que condona los impuestos, es a ella, elije un momento muy particular para poner en vigor este arreglo, ya saben, la muerte del padre. La medida del coronel Sartoris vista así resulta muy elocuente, tratando de reponer algo al terrible desamparo que a nuestra dama le ocasionará perder a su padre, es una medida, por tanto, que encierra un saber en cierto modo, y ah íFaulkner aprovecha para romper una lanza en favor de la tradición, porque las ideas más modernas no reparan en estas excepciones, si lo hacen es para reclamar, no para preguntarse ningún porqué, sólo cuestionar la tradición como norma, sin reparar a veces en la pertinencia de las decisiones tomadas antaño, muchas de ellas quizá sigan siendo válidas hoy.
En cualquier caso, eximir a Emily de pagar impuestos no atempera su locura en absoluto, creo que marca una excepción simplemente, y en todo caso una intención, la del coronel Sartoris tratando de amortiguar un golpe. Lo único que aplaca su locura es Homer, un sustituto de lo que ha perdido, y posiblemente si no hubiera estado implícito en él su deseo de abandonarla, si hubiera sido un hombre de los que se casan y no alguien que disfruta de la compañía de otros hombres y de la bebida, podríamos hablar de otro pronóstico para nuestra Emily. Claro que también hay otra posibilidad, quizá Homer aceptara la oferta, pero la boda no fuera suficiente lazo, que incluso celebrándose, Emily guardara la certeza que antes o después sería abandonada. En ese caso no hay duda, la solución para que la unión sea perpetua la tiene el droguero.
Alberto Estévez

Una rosa para Emily, de William Faulkner. Comentario de Gustavo Dessal

Cuando leo este cuento, y repaso su estructura mágica y perfecta, comprendo un poco más por qué, a juicio de Borges, un cuento logrado constituye una forma literaria suprema que concentra en unas pocas páginas una potencia expresiva inigualable a la de ningún otro género. En este caso, y como sucede casi siempre en la obra de Faulkner, se nos recrea un mundo perdido, una suerte de nostalgia histórica en la que sus personajes se separan poco a poco de sus ataduras locales, de la particularidad de sus circunstancias, y del relativismo de una época, para ascender al cielo de una universalidad que los vuelve indestructibles, inmunes a los cambios, las modas, o los paradigmas de las ideologías.
La mirada de Faulkner sobre el sur americano, ese profundo Sur indómito cuyas entrañas permanecen inalterables a pesar del tiempo, es una mirada que carece de toda compasión. Del mismo modo que Coetzee ha sabido retratar su Africa más allá de la socorrida dialéctica entre verdugos y víctimas, Faulkner nos entrega la cruda radiografía de una sociedad en la que la crueldad, el racismo, los prejuicios, las divisiones de clases, pero también el coraje y la lealtad, se nos presentan bajo la forma de un drama humano continuo y salvaje al que el autor se abstiene de valorar o condenar moralmente.
Una rosa para Emily pertenece a ese universo faulkneriano donde los amos y los esclavos, los blancos, los negros y los indios, intercambian sus vidas, sus grandezas y sus miserias. La obra de Faulkner no conoce aún el lenguaje políticamente correcto, y se limita a narrar ese mundo en la efervescencia de su creación, tal como sucedió, un mundo donde el negro no es el black, sino el nigger (término especialmente odioso), en dramática convivencia con blancos e indios que se muestran en su inextricable complejidad, resistiéndose a toda clasificación maniquea.

La muerte de la señorita Emily no es cualquier muerte. Es la caída de un monumento, es decir, la caída de un símbolo que supo mantenerse erguido, impasible, sobreviviendo a los cambios y a las pérdidas que señalaron una época, la del orgulloso Sur agrario derrotado por el progresismo del Norte. El Sur, anclado en el tiempo, enraizado en el sueño telúrico de la eternidad, de la tradición incorruptible, versus el Norte liberal, industrial e ilustrado, que al proclamar la abolición de la esclavitud introdujo una novedad radical en la filosofía de la nación que se estaba inventando: la sustitución de los privilegios de la sangre y la alcurnia por los privilegios del dinero.

En su obstinado modo de perpetuar su excepcionalidad, Emily representa a ese Sur altivo que, derrotado en lo militar y en lo político, se niega a renunciar a su orgullo patricio, al espejismo de aquel pasado cubierto por la misma pátina dorada que rodea el retrato del padre.

Ella, la única, es no obstante un asunto de todos.

Hasta aquí, el simbolismo histórico, el amor que Faulkner le debe a su tierra y a sus orígenes.

Si el coronel Sartoris la hubiese exonerado de los impuestos por caridad, benevolencia o conmiseración, se nos dice que Miss Emily no lo habría aceptado. Solo pudo admitir un edicto que se fundamentó en un argumento que no apelaba a carencia alguna, sino a una suerte de derecho que reafirmaría de por vida su indiscutible excepcionalidad, esa misma que la situaba fuera de todo tiempo y de toda ley. No es un detalle menor el que ese derecho no esté escrito en ninguna parte, porque es precisamente su carácter puramente oral lo que determina que la comunidad de Jefferson lo asuma como un deber al que no puede sustraerse. Y es en esa insumisión absoluta a cualquier ley humana y divina donde reside la grandeza y la locura de Emily, ambas inseparables, y cuyo reverso fue sin duda el sometimiento no menos total a la voluntad de un padre que, se nos sugiere, la mantuvo atada a la cadena del amor filial. Una voluntad paterna soberana que podemos suponer ella ha heredado, y que la legitima en su empecinada negativa a aceptar incluso la suprema autoridad de la muerte, en primer lugar la de su propio padre, y de allí para abajo la de todos los sucesivos representantes de la ley de la ciudad, ya se trate de concejales,alcaldes, aguaciles, jueces, doctores, curas, o el pobre dueño de la droguería que intenta balbucear la normativa legal sobre la venta de venenos.

Ni siquiera el tiempo, depositado como fino polvo que cubre los objetos y los muebles de la casa, consigue alcanzarla y menguar el poder que exhibe apoyada en su bastón, luciendo esa larga y fina cadena de la que pende un reloj cuyas horas cree dominar.

“Vean al coronel Sartoris. No pago impuestos en Jefferson”, responde a la intimidación de los funcionarios.
El coronel Sartoris, que lleva muerto casi diez años para todos, menos para ella. Otro argumento que la mantiene aferrada a la excepcionalidad ante la cual la ley se detiene, como si ella encarnase verdaderamente un más allá infranqueable e inhumano, donde nadie se atreve, pero que a todos consigue magnetizar, atraídos por esa fuerza oscura e impenetrable que perdura victoriosa, inmunizada contra cualquier pérdida.
Negar la muerte de su padre no solo fue un signo inicial de su locura. Fue, fundamentalmente, el gesto soberbio de quien se halla convencido de poseer los máximos poderes como para sostenerse incluso ante el testimonio del mundo entero. No obstante, en aquella ocasión sí que las fuerzas le fallaron, y los funcionarios pudieron arrebatarle el cadáver que no estaba dispuesta a entregar, como aquellos capitanes que habiendo sido vencidos se niegan a aceptar la derrota e intentan por todos los medios engañar a sus propios soldados.

El caso es que la muerte del padre inauguró algo diferente y, habiendo desaparecido el hombre que durante la primera mitad de su vida la privó de una existencia de mujer, he aquí que se abrió para ella la oportunidad del amor, si es que podemos llamar así a lo que se inició con Homer Barron, un tipo al que le gustaba la compañía de los hombres (el narrador nos deja cierta ambigüedad al respecto), y para quien el matrimonio no entraba en sus planes. No sabemos muy bien cómo ella consiguió convencerlo para que entrase finalmente en aquella casa de la que jamás volvió a salir.

Y aunque podríamos argumentar muchas cosas sobre la pasión necrófila a la que Emily se entregó durante el resto de su vida, y especialmente sobre lo que ello debe a ese amor al cadáver paterno, me limito a subrayar el hecho de su figura inmóvil en la ventana, esa imagen estática que pasó, de generación en generación, como un punto fijo e inmutable en el curso de la historia de aquel pueblo: querida, ineludible, impasible, tranquila, perversa, masculina incluso, tras haber consumado sus esponsales con la muerte, y asegurado así la posesión definitiva de un bien de la que nadie podría ya privarla.

No sería justo acabar este breve comentario sin añadir algunas palabras sobre el título, que a mi juicio desempeña una función clave en la creación retroactiva del sentido en el que he elegido leer este cuento, porque siempre considero que el lector tiene que tomar sus decisiones.

¿De quién será la mano que en un último gesto de despedida acuda a honrar la extraña gloria de Emily? Aunque no lo sabremos nunca, lo cierto es que el narrador que asume la voz colectiva de Jefferson no ha querido contarnos una historia de horror, aunque el final pueda dar esa impresión. Si leemos las últimas líneas con atención, veremos que Faulkner evita de manera clara e intencionada todo comentario sobre el efecto sensible que el inesperado descubrimiento puede haber producido en aquellos hombres que después de tantos años se atrevieron por fin a traspasar esa frontera que Miss Emily había impuesto con el único poder de su presencia fantasmal. Ni asomo de espanto, ni un grito ahogado, ni un escalofrío recorriendo la espina dorsal. Tan solo un piadoso estupor y el silencio casi reverente ante ese lecho en el que Emily ha recostado cada noche su sagrada fidelidad al hombre muerto, tal vez el partenaire más perfecto que una mujer pueda desear. Y aunque pueda resultar paradójico, allí donde el crimen debiera mostrarnos a nuestra protagonista en su más monstruosa manifestación, por el contrario acaba convirtiéndose en la prueba de su humana debilidad, merecedora de al menos una rosa.

Gustavo Dessal

martes, 13 de marzo de 2012

La carencia simbólica en la locura de Emily. Comentario de Miguel Alonso

Mi comentario girará en torno a la imbricación, a la articulación que se produce entre algunas características de la estructura del relato y los elementos propios de la locura de Emily. Pues Faulkner emplea una técnica narrativa muy cuidada para plasmar lo que es una perfecta expresión de un tipo de locura. Y lo que hace con esa técnica narrativa, es configurar una estructura absolutamente compacta y cerrada, como compacta y cerrada es la locura de Emily.

Yo me preguntaba, ¿cómo definir este relato con una sola palabra? Diría que es un relato macizo, por su inmovilismo, por su hermetismo, por su cerrazón y por su clausura. En realidad, estas características, si bien nos fijamos, se proyectan tanto hacia la protagonista, como hacia los objetos, incluso hacia el tiempo y, en cierto modo, hacia los vecinos. La casa como un cuadrado perfecto sosteniéndose ante la amenaza del mundo exterior; la casa afirmándose ante el acoso de la modernidad, de las naves industriales; la casa clausurada llena de sombras y oscuridades; el tiempo, sustentado en la tradición, inconmovible; los vecinos, en relación a Emily, incapaces de mover el tiempo de la tradición, para proyectarlo hacia el futuro. Todos son elementos que suman para configurar esa fortaleza compacta, oscura y clausurada que es relato, y, a su vez, para elaborar la máscara que esconde la locura de Emily.

Esta estructura dificulta grandemente mirar lo que el relato contiene en su interior. Es una dificultad que el mismo Faulkner hace patente de forma explícita, armonizando nuestras curiosidad con la que sienten los vecinos por saber lo que ocurre en el interior de la casa de Emily. Su curiosidad por saber, es la nuestra, y sus dificultades para entrar en el interior, son las nuestras. En este sentido, el relato promueve una intervención decidida, y hasta un gran esfuerzo, por parte del lector, para entrar en él.

¿Dónde encontramos las grietas que nos permiten entrever el interior del relato, mirar dentro de la sombra, de la oscuridad, de la clausura, de la decadencia? A mi modo de ver hay dos: La muerte del padre y la muerte de Emily.

Son dos momentos cruciales, fundamentales. El primero no muestra, sino que anticipa, la locura de la protagonista; el otro nos la muestra en lo que fue su desencadenamiento. Creo que en el primer momento no podemos decir que Emily está loca, sólo podemos intuirlo, como lo intuyen los vecinos cuando temen su caída en el abismo tras la muerte del padre, abismo del cual parece salvada por la llegada de Homer Barron. Después de su propia muerte, vemos las características de lo que fue su locura desencadenada, el delirio en el que se sostuvo, el matrimonio total con Homer Barron.

¿Cuáles serían las características principales de la locura de Emily?

Emily no puede configurar un mundo simbólico. ¿Dónde se manifiesta esta carencia? En la falta de alternancia del par simbólico afirmación/negación. Es como si el “sí” y el “no”, no estuviesen instalados en los fundamentos de su ser. Lo que parecen afirmaciones –padre, general Sartoris, Homer Barron, la tradición—en realidad son actos absolutos, apegos radicales a la cosa. Lo mismo ocurre con la negación, en realidad es el intento por permanecer apegada a las cosas que la sustentan de forma precaria.

Al no haber afirmaciones y negaciones, Emily no puede simbolizar las ausencias. Podemos decir que está incapacitada para realizar los duelos. De manera tal que, si la cosa cae, ella corre el peligro de despeñarse en el abismo. Del mismo modo, su precariedad, entonces, es una imposibilidad para establecer un mundo intersubjetivo.
Al respecto, parece significativo el siguiente párrafo en el que ilustra el inmovilismo de Emily:
"Un cuerpo que hubiera estado largo tiempo sumergido en agua estancada"
Pero no hay que dejar de lado otro tipo de locura. A mi modo de ver, el relato también cuestiona la sensatez de la tradición. En este sentido, hay tanta locura en la protagonista como en ese tiempo inconmovible que conforma la tradición. Creemos que la “normalidad” está excluida de la locura, cuando lo que muestra el relato de Faulkner son dos círculos concéntricos, en uno la locura individual de la protagonista, y encerrando a ella, la locura de la normalidad, que trata de afirmarse en valores verdaderamente cuestionables sustentados por los habitantes de Jefferson.

Miguel Ángel Alonso

La lógica de la segregación en Una rosa para Emily. Comentario de Graciela Kasanetz

Cuando leí el cuento, evocaba la multiplicidad de esas muñecas rusas que entran una dentro de la otra. En este sentido, tomo el relato por el lado de social y por el lado del tradicional mundo sureño.

El mundo que Faulkner plantea es el de la segregación y su lógica. Una lógica que precisa la excepción, algo que queda por fuera de la ley, para poder constituir el “nosotros”. A mi criterio, Emily cumple esa función. Ella no es “el otro” del pueblo, sino que es la que amalgama su identidad. Es la excepción de ese pueblo, forma parte de él como excepción. En cambio, Homer es “lo otro”, no forma parte del pueblo y, en ese sentido, debe ser expulsado.

Y lo que llama mucho la atención es su relación con el pueblo. Por un lado, la colaboración necesaria de todo el pueblo para el asesinato de Homer y la posterior ocultación del cadáver. Ella hace alarde de la compra del veneno. Y después, cuando el pueblo tiene cierta percepción de un olor extraño, y a sabiendas de que no usó el veneno para matarse, nadie cuestiona nada. Por otro lado, cuando Emily no hace el duelo por su padre, el pueblo también es un colaborador necesario para esa locura.

Es decir, de alguna manera, Emily cumple una función a la que se ve obligada por el pueblo. La instituyen a ella, después de la muerte del padre, como heredera de la excepcionalidad.

Y un detalle. Hay un personaje, el sirviente que, precisamente, es el testigo de todo lo que pasaba dentro de esa casa. Es lo que me hace pensar que este relato, que parece la historia de Emily, en realidad está contando otras historias. Por eso hablaba de las muñecas rusas. Me parece que hay una historia dentro de otra, la de Emily como persona y personaje, pero también están las historias en las que podemos ver cómo funcionan los personajes diferentes del relato.

En el mundo de la segregación, el sirviente también forma parte de ese “los otros” necesario, como excepcionalidad, al nosotros del pueblo blanco. Es decir, el sirviente también es cómplice, y hace a la amalgama de esta sociedad. En este sentido, cuando ella muere, nadie lo interroga. Y es que él no tiene la palabra. El sirviente forma parte, como excepción no humana, de ese “nosotros” que es el pueblo.

Emily forma parte de una excepción a la que, extrañamente, le toca la humanidad que es el amor. Pero el amor, a la vez, es una servidumbre. Y ella se erige, con el beneplácito de todos, en ama incluso del amor. Es decir, el padre la abandona porque muere, ella decide cuándo el amante va a morir. Así se hace ama de la muerte del amante.

Creo que es la fascinación del pueblo por este personaje, lo que le permite esa potestad sobre las leyes humanas y sobre las leyes divinas. Porque es sobre la vida y sobre la muerte que ella se hace ama. Emily, pienso, es el orgullo del pueblo. Por eso la sostienen. Eso mismo es su propia desgracia, porque la sostienen encerrándola. Es ama de todo menos del lugar que ocupa en esa sociedad.
Graciela Kasanetz

Los cambios de semblante en Una rosa para Emily. Comentario de Rosa López


Como bien decía Graciela Kasanetz, Emily es la excepción que funda la regla. Todo conjunto, para ser fundado, necesita la excepción. Y sobre esa excepción se funda una sociedad. Y aquellos que fueron los fundadores, quedan por fuera de las reglas que, después, se establecen. De alguna manera, Emily ocupa esa posición de excepción que funda una sociedad, la que muestra Faulkner, dividida entre los blancos y los negros.

En la finura de la escritura de Faulkner he encontrado una equivalencia curiosa. Habéis hablado de los saltos de tiempo a lo largo del relato, saltos difíciles de ordenar, pese a lo cual, Alberto Estévez se ocupó de ello. Yo diría que esos saltos van acompañados de los cambios de semblante de Emily y la equivalencia que tienen con las descripciones que se hacen de la casa.

En primer lugar, si Emily es fundamento de la sociedad, la casa también lo es. Es decir, cuando quieren quitar el olor, los técnicos se dirigen a los fundamentos, a los sótanos, a los cimientos de la casa. En segundo lugar, hay algo que podríamos plantear. Hay toda una secuencia en la que se va pasando de lo blanco a lo negro. La casa, al principio, estaba pintada de un blanco claro y reluciente. Posteriormente, cuando llegan los de la nueva generación, se nos presenta menos lucida, más decadente. Y cuando se traspasa el umbral de la misma, se encontraron recibidos por un viejo negro, en un viejo vestíbulo, lleno de sombras, con olor y polvo, y la misma Emily vestida de negro, con los ojos color carbón. En cuatro frases vemos la negritud por todas partes.

Y esos cambios de semblante también los vemos, en ella, desde el principio. Primero la esbelta figura vestida de blanco en el retrato con el padre. Segundo semblante, tras la muerte del padre, y después de una enfermedad que fue el desencadenamiento de su locura, el ángel que aparece con el pelo corto y ya no es una joven muchacha. Emily desexualizada, un ángel. En otro semblante, esa mujer esbelta, demasiado delgada, de piel estirada, empieza a ser cadavérica. Y posteriormente, aparece un personaje obeso, Emily deformada, vestida de negro, disminuida, con los ojos color carbón, y con un cuerpo abotargado, como sumergido en agua estancada.

Es una secuencia de degradación en los semblantes, desde lo súper blanco, fundamento de la sociedad, hacia lo más negro. Es una mujer cuyo cuerpo se va trasformando, no hay diferencia, al final, entre los cuerpos vivos y los muertos. Los cuerpos vivos y los cuerpos muertos, para ella, son indistintos. Ella misma va deviniendo en un cuerpo muerto.

Esta también es una lectura de la locura. En realidad. Emily no estaba enganchada a la vida, pues no hubo Padre. Por un lado, mucho padre pero, en otro sentido, poco padre. Y su cuerpo era impenetrable, por eso el partener de ese cuerpo muerto tenía que ser otro cuerpo muerto, el de Homer Barron.
Rosa López

El tiempo en Una rosa para Emily. Comentario de Luis Teskiewizch

En relación a los saltos temporales, el cuento comienza con la muerte de Emily, con un riguroso presente, salta diez años atrás al momento en que Emily rechaza a la embajada de la alcaldía para, a continuación, dar otro salto de treinta años atrás. Diez más treinta, son cuarenta años, para contar la escena del olor. Este es el motivo del desconcierto que nos produce el relato, porque los hechos, cronológicamente, no ocurren juntos.

Quería destacar el cuidado de Faulkner en la descripción. Hay un detalle que me llamó la atención. Cuando habla de treinta años atrás, el narrador usa la tercera persona del plural, son “ellos”, el pueblo, el que cuenta. Y cuando se sitúa en los tiempos presentes, o más próximos al presente, somos “nosotros”. O sea, el narrador plural es un narrador de las generaciones actuales del pueblo.

Luis Teskiewizch

¿Donde situar la locura en Una rosa para Emily? Comentario de Ignacio Castro Rey

El cuento de Faulkner me pareció una curiosa bajada de tono en relación al anterior relato de Onetti, Bienvenido Bob. Unos perfiles, tanto en la subjetividad como en las cosas, más atenuados. El relato es un canto un poco plano y neoromántico a las sombras. Las sombras de ella me recordaron a la narración de septiembre, de Carson McCullers, La balada del café triste regentado por aquella mujer varonil y temible.

Creo que Faulkner pone a la humanidad del lado de Emily. Porque, en definitiva, lo que la rodea es desierto. El desierto no creo que sea menor que el que sufrimos ahora, pero en realidad, la demencia está del lado de la realidad y de la normalidad social que la rodea, tanto o más de lo que pueda haber en su mente. Nos encontramos con que todas las articulaciones que se hacen son en torno a la anomalía de si una casa huele o no, si una mujer se casa o no, la anomalía de si entierra a su padre en el momento justo, la anomalía de los novios. Es decir, veo la anomalía más del lado de lo social que de Emily. Y el título, parce un pequeño homenaje a ella.

Ya digo, dentro de lo plano que resulta el relato, no en consonancia con el Faulkner potente que yo recordaba, me pareció la búsqueda desesperada de grietas y escondrijos dentro del páramo de la vida media estadounidense y dentro de ello el bosquejo de una personalidad más o menos accesible. Y juraría que la demencia, desde el punto de vista del narrador, está en los otros, en la normalidad y en su cinismo piadoso.

Y una cosa más, me acordé leyendo el cuento, a qué tipo de hombre se le permitiría este tipo de resistencia propio de una Antígona, a qué tipo de hombre se le permitiría no pagar impuestos, no obedecer a las reglas sociales. Es decir, me recordó un poco esta cosa que no gusta como expresión, esta discriminación positiva que, en cierto modo, de una forma pueblerina o no, siempre ha sufrido o gozado la mujer. No creo que fuese posible un cuento simétrico con un protagonista masculino.
Ignacio Castro Rey