sábado, 22 de noviembre de 2008

Alberto Estévez inicia la segunda tertulia con su interpretación de "Un hombre en la oscuridad"

Buenas tardes a todos:

Estoy solo en la oscuridad,…, otra noche en blanco en la gran desolación americana. … tumbado en la cama… me cuento historias… me evitan pensar en cosas que prefiero olvidar… sin embargo… las más de las veces mis pensamientos acaban derivando de la historia que pretendo contar a las cosas en las cuales no quiero pensar.

Paul Auster, autor de la obra que hoy nos ocupa, hace decir al protagonista de su historia, August Brill, todo esto en las primeras páginas de su última novela. Este es el hilo que recorre de principio a fin “Un hombre en la oscuridad”

Un septuagenario, enfrentado a la oscuridad obsidiana de su habitación a lo largo de toda una noche de insomnio. Cree haber encontrado una solución para no recordar a su amada esposa, fallecida poco tiempo atrás: consiste en contarse historias que él mismo inventa, darles una continuidad, esa es la solución. Una pequeña historia que consiga alejar los fantasmas.

Desde el marco del psicoanálisis, la solución elegida por nuestro protagonista no se mantiene. En primer lugar, hablar de solución parece poco apropiado cuando se trata de los efectos que la muerte o la dimensión de la pérdida tienen sobre nosotros. Y después, porque para poder seguir adelante ante un trauma así, una pérdida tan dolorosa como la que padece nuestro protagonista, la salida no se encuentra en tratar de tapar lo que duele, por ello no es capaz de pensar más que en el horror. El escritor nos relata la zozobra en la que se encuentra el personaje, pero por si no es suficiente para que nos demos cuenta de cómo está afectado por esa pérdida, se encarga de postrarlo en una cama, no sólo para dormir, sino como consecuencia de haber sufrido un accidente de tráfico que ha destrozado una de sus piernas, acaecido poco después del fallecimiento de su mujer a causa de una mortal enfermedad que se la lleva en unos pocos meses.

August reconoce el fracaso de su tentativa de solución: porqué me empeño en transitar en estos pretéritos y agotados caminos… ganas de hurgar en viejas heridas para sangrar otra vez.

Personalmente no lo creo. No creo que sea deliberado volver una y otra vez sobre aquello que tanto le duele. Más bien pienso que se le impone, es una imposición que el escritor le hace confesar de una manera que me resultó muy simpática: la mente tiene mentalidad propia. ¿Cómo impedir que la mente salga por pies en la dirección que más le apetezca?

Y así es; cuando consigue dar un final atroz a la historia de guerra que lo ha ocupado una buena parte de la noche, la mente sale por pies y crea una avalancha de historias no menos terribles. La profesora de literatura descuartizada en el campo de exterminio, la muchacha judía que salva a su familia de la muerte segura a manos de los nazis, o la defenestración del agente secreto dejando mujer e hija de 2 años. Acabada la historia de horror de la guerra de Owen Brick, todas las historias de muerte acuden a su cabeza.

La vida es decepcionante, Auster lo repite una y otra vez. Y lo pone en labios de unos y de otras, como en el caso de la película japonesa que August ve con su nieta, en la que Noriko, la nuera viuda, personaje exquisito, provoca en él, el recuerdo de su hermana, de nuevo la mente saliendo por pies adonde le apetece. Su hermana murió de pena, y aquí más parece Auster que August el que nos habla: la gente se muere de pena. Ocurre todos los días, y seguirá sucediendo hasta el fin de los tiempos.

Tristeza, soledad, horror, muerte, son elementos constantes página tras página, pero a la vez, el autor, de manera sutil, configura una vía para la esperanza en medio de este páramo desolado, y es ya bien avanzada la novela cuando encontramos la conversación de Katya con su abuelo. Las preguntas de la nieta empujan para que el abuelo hable de aquello que le pasa. Hace acordar la figura del psicoanalista con su paciente, que lejos de permitir taponar las historias con otras de la fantasía pretende que se pueda decir algo, lo que sea, algo respecto de aquello que duele.

Katya no es psicoanalista, por el contrario podemos plantear el parecido con su abuelo a la hora de enfrentar el trauma; él se cuenta historias para no recordar otras, ella intenta borrar las imágenes del horror colocando otras encima; el mismo método. Pese a ello, con su curiosidad consigue que su abuelo reviva su historia de amor, y lo que es más importante, vuelva a tomar conciencia de que su Sonia no sólo era su tierra firme, sino incluso su conexión con el mundo. Pero además finalmente la nieta concilia el sueño, consecuencia directa de este ejercicio de intentar poner palabras para frenar la potencia de las imágenes.

Mejor así en cualquier caso, porque aunque sea con muleta se trata de que podamos llegar hasta ese desayuno campesino que nos espera, ya que el peregrino mundo sigue girando.

Alberto Estévez14 de Noviembre de 2008

viernes, 21 de noviembre de 2008

Comentario de Miguel Ángel Alonso sobre Un hombre en la oscuridad (Paul Auster)

En el comienzo de este comentario de texto quiero escribir una frase que hace tiempo parece querer encontrar un acomodo en algún lugar de mi escritura. Es como si me perteneciese. Y yo no dudo que es así. Me vino a la memoria como evocación, tras la lectura de Un hombre en la oscuridad. Hace tiempo se la escuché a un amigo, aunque no puedo decir si era de su propia cosecha o no, no lo sé, y quizá no lo podré saber nunca:

Cuando los seres humanos callan sólo se oyen sus gritos

Esta frase me permitió un abrochamiento para las múltiples cuestiones que suscita la lectura del texto, y construir un sentido, palabras alrededor de los gritos que August Brill, Miriam, Katia, y otros personajes secundarios, nos hacen llegar desde sus soledades, desde sus oscuridades, desde sus muertes, en definitiva, desde sus traumas, esos que, actuando fuera del tiempo, van conformando vacíos particulares –alguno de ellos verdaderamente siniestro.

1. Estamos ante una novela que se constituye, por un lado, como el escenario en el que se hace una presentación directa de lo real traumático y muchas veces obsceno, abismos particulares relacionados todos con la muerte que, en muchos episodios, adquiere un carácter absolutamente siniestro. Pero a la vez, se elabora un tratamiento del vacío, mediado por la introducción de lo simbólico en su función de autoridad encarnada por August Brill, quien se sitúa como el aglutinador de los vacíos de todos, hasta del suyo propio y del nuestro, proponiendo escritura, fantasía, cine, etc.

2. Por otro lado, la novela también muestra una oposición entre neurosis y perversión, es decir, la oposición entre los que fantasean y escriben su ficción, y los que van más allá y traspasan los límites de la piel y la agujerean y la destrozan: Los perversos.

3. Y por último, en la novela aparecen nítidas dos realidades, una física y otra conceptual. La física se refiere a los acontecimientos tan ricos en elementos afectivos que los protagonistas han de atravesar. La conceptual se muestra, en la fantasía de Owen Brick, implicando elípticamente a todos los seres humanos en general.

En síntesis, habría para todos los protagonistas dos momentos que se hacen patentes. Por un lado, todos han de cargar con el peso infinito de un momento traumático, estructural o contingente –falta de palabras, divorcios, guerras, muertes— que ejerce su función fuera del tiempo, pues en cualquier momento de la vida se hace presente como angustia vital. Por otra parte, sus vidas han de desarrollarse en el suceder temporal, ese intervalo vital en el que todo se mezcla en el decir, los sucesos o palabras del pasado, las que precisan decirse en el presente, y las que quizá nos acojan en el futuro:

“El pasado vive en el presente, el que trasladamos con nosotros al futuro” (94)

August Brill. Una función simbólica

Los gritos de los protagonistas, sus soledades, se harían insoportables si no fuesen mitigados por la función que ejerce Brill, la del vínculo que los anuda a la vida, la mano que trata de rescatarlos del hoyo en el que cada uno está sumergido:

“Lo que te propongo es una cura, un remedio para sacudir la tristeza” (193)

Su función propicia espacios en los que explayar el amor y lo simbólico. Las ficciones correspondientes a cada uno de los protagonistas son líneas cortadas que van conformando una especie de contrapunto literario expresado desde realidades físicas y conceptuales, luz y oscuridad, pasado y presente, soledad y compañía, movimiento y melancolía, desde el Yo y desde el Otro. Así será para todos, hasta para nosotros mismos, “mientras el peregrino mundo siga girando”.

August Brill, entonces, se ofrece como galvanizador de los vacíos particulares de cada sujeto. Acoge el de su hija Miriam, a quien se ofrece como espacio de lectura, de escucha de la ficción que ella construye para sí; también el de su nieta Katia, que no podría soportar sola la estremecedora dureza de la muerte que le corresponde, y el peso de la culpa que arrastra, ambas configurando un abismo siniestro que prácticamente la abandona a la vida como personaje melancólico, como objeto inmóvil situado muy cerca de la caída; August Brill recoge su propio vacío producido por otra muerte, la de su esposa, y lo hace ofreciéndoselo a la fantasía, que lo escucha en la ficción que construye para Owen Brick; también se lo ofrece a su nieta Katia en el relato que hace de la relación con su mujer, relación de la que ella, sin saberlo, se revela como salvadora; y, finalmente, acoge también nuestro propio vacío que, por si no lo sabemos, lo muestra bien profundo en esa fantasía de carácter parabólico que, por carecer irremediablemente de palabras, tanto en su principio –el nacimiento de Brick— como en el final de la misma –su muerte—, además de por introducir el mal, nos está escribiendo a todos:

La fantasía de Owen Brick


1. Una realidad conceptual
2. La subjetividad, un conflicto de intereses
3. La introducción del mal. La guerra

En principio, lo que más se deja escuchar es la amplitud sonora de una extraña fantasía que, aun sabiéndose tal, suena como cualquier realidad cotidiana, y ello porque no parece difícil sentirse, uno mismo, dentro de ese lugar:

“… su historia, la historia de la guerra en ese otro mundo, que también es éste” (136)

1. Una realidad conceptual.

De la fantasía se puede extraer la realidad conceptual. Resuenan cuestiones que aluden de forma elíptica a la estructura de la subjetividad constituida a partir de carencias primordiales que se hacen visibles en el mismo momento en que uno tiene conciencia de que está en un mundo. August Brill, en su fantasía neurótica, encarna un Otro enigmático, creador que escribe a un ser humano, que lo introduce en el enigma de la vida, pero al que no le proporciona las palabras que, en último término puedan dar cuenta del sentido que ella tiene.
¿Quién no nace en el abismo profundo, sin fondo, conformado por la carencia de la palabra que le pudiese dar significación a su estancia en el mundo? ¿Quién no necesita del Otro, su centinela que le tienda la mano, que le dé palabras que lo rescaten de su precariedad, del precipicio, de ese hoyo indefinido? ¿Quién no vive en un mundo escrito o hablado por Otro, por ese deseo que nos reserva palabras anticipadas para nosotros desde antes de nuestro nacimiento? ¿Qué nacimiento no es caprichoso? ¿Qué muerte no lo es?

2. La subjetividad. Un conflicto de intereses.

La fantasía de Owen Brick muestra todo un conflicto de intereses alrededor de la subjetividad, una lucha política llena de controversias, en la cual el ser humano, encarnado por Brick, trata de nadar, de no hundirse, trata de no ser un objeto que se abisma en su hoyo particular. Con los recursos provenientes, en principio, de la palabra que le viene del Otro, del centinela, de Dios, de los superiores que ordenan la acción, de quien le ordena matar al propio padre que lo está escribiendo –August Brill—, ese ser humano, pese a tantas determinaciones, también puede hacer efectiva su propia decisión, adquiere su propia responsabilidad en la acción que el otro dice que le corresponde realizar en el mundo. Esa es su propia responsabilidad, decidir si se implica o no en la guerra, en si mata o no al padre, aun sabiendo que la muerte lo puede alcanzar a él. Y finalmente lo alcanza caprichosamente como a tantos otros. Todo ello necesariamente ha de resonar en la ficción que se escribe en nuestros cuerpos, la que delimita una tendencia propia a la disolución. Ficción que toma, en la novela, la forma del arte, escritura, cine, que ofrecen una posible rectificación a ese destino inmediato fatal y trágico para todos.

3. La introducción del mal. La guerra

Finalmente, y para incluir al otro elemento de la fantasía, hago una construcción basada en párrafos sacados del mismo libro. Porque ellos plantean algo esencial que hace referencia a que en la naturaleza humana no todo quiere el bien:

“Los despreciables actos que los seres humanos cometen en perjuicio mutuo no son simples aberraciones sino parte esencial de lo que somos” (58)

“Una vez que la mente es capaz de representarse algo así, se comprende que el terreno que se pisa está abonado con las peores posibilidades de la imaginación. Si puede pensarse, es fácil que ocurra” (98)

Se muestra así una oposición entre neurosis y perversión, la diferencia entre los que fantasean y los que traspasan los límites de la piel, los que la agujerean. Se dice con frecuencia que la neurosis es el negativo de la perversión. Si acaso, August Brill, afortunadamente para él, no pasa de ser un neurótico que sabe que en la ficción se sitúa el límite que no se puede atravesar, que más allá de ella no hay nada, solo lo que hay que velar, lo siniestro. Otros en cambio, de forma perversa, van más allá de la fantasía, de la ficción, de tal manera que, en lugar de velarlo, producen ese siniestro sometiendo las vidas a la guerra, a la destrucción, a la muerte.

Basta mirar para alguno de los mandatarios, de los poderosos que rigen el mundo. ¿No es acaso la guerra el juego perverso de un niño mayor que, yendo más allá del límite que impone su sueño, dejó de soñar para oscurecer, angustiar, agujerear, traspasar, romper, matar así el cuerpo del otro?

La gran desolación americana (9) no deja de ser la desolación de todas las tierras y de todos los hombres.

Una presentación de lo real: Lo siniestro

  1. Lo particular
  2. Lo general
Es el lugar en el que la vida tiene su límite, donde la palabra enmudece. Lo siniestro es una categoría que aparece en múltiples lugares de la novela, y en todos lo hace produciendo la misma consecuencia. Quien sufre su inesperado acceso, por ejemplo, en la inconcebible violencia de unas muertes, queda perplejo, sin habla. Así ocurre en la historia que nos cuenta sobre Jean Luc y su novia descuartizada por los nazis, con todos los ingredientes del más repugnante sadismo, en un campo de concentración, pág 139.

1. Lo particular

Pero, al respecto, parece oportuno detenerse en uno de los vacíos, de los abismos más singulares de la novela, el de Katia, estampido insonoro, casi sin palabras, que detiene la vida. Desde el momento en que su mente es poseída por el recuerdo intruso, ya fuera del tiempo, la espeluznante escena en la que degollan a su novio, ella ocupa el lugar de un ser en la desidia, casi melancólico, a punto de caerse del mundo de las palabras. Yo diría que es el verdadero grito que paraliza todo movimiento vital, mostrando que más allá de las palabras no hay nada, sólo la imposibilidad de vivir.

“No pretendo sugerir que Katya se haya hecho de piedra. Sonríe y a veces hasta emite una risita durante las escenas graciosas de las comedias, y sus conductos lacrimales se han activado con frecuencia ante las escenas emotivas de los dramas” (24)

Casi es una cosa, pero todavía no. Resultan ejemplares y conmovedores esos momentos en que evoca los objetos inanimados de las películas como símbolos receptores callados de un deseo. Ella, situándose en el lugar de esos objetos inmóviles, como símbolo de un trauma espeluznante, muestra también sus afectos, su risa, sus lágrimas, mínimos resquicios de esperanza para ese deseo que nos pueda rescatar de la Cosa:

“No está mal Katya. La cabeza te sigue funcionando…”Objetos inanimados como medio de expresar emociones humanas (25)

Si bien los miramos, esos objetos no son propiamente cosas, están investidos con palabras, con deseo (25). Con sus comentarios “sagaces e incisivos(25), Katya nos muestra una esperanza incierta de salvación. Objetos investidos por el amor en la película El ladrón de bicicletas, esa forma del amor que encuentra un eco en la expresión profundamente poética de la escritura lacaniana: “Amor es dar lo que no se tiene(25); y en la película La india, también ahí vemos al objeto, no como cosa, sino como un signo de amor. Por su parte, en La gran ilusión, los platos adquieren vida mostrándose como la señal de una ausencia.

Así también, Katya, como objeto inmóvil, se muestra, no como cosa, sino, propiamente, como señal inequívoca de una ausencia, de una falta de palabras, de una castración que es preciso suturar, de la que es preciso realizar un duelo. Es lo que, costosamente, trata de realizar con la acogida amorosa que le brinda su abuelo.

“Nosotros lo vimos. Presenciamos su asesinato, y a menos que borre ese vídeo con otras imágenes, no podré ver otra cosa en la vida. No logro quitármelo de la cabeza.

- Nunca podrás librarte de ello. Tienes que asumirlo. Acéptalo y trata de empezar a vivir de nuevo”

2. Lo general

Pero la categoría de lo siniestro y la posibilidad de salvación, envuelve todas las vidas, al igual que ocurría con el deseo que escribía en la ficción de Owen Brick. Así lo hacen ver diferentes párrafos de la novela.

“En uno u otro momento, toda familia vive acontecimientos extraordinarios: crímenes horrendos, inundaciones y terremotos, accidentes extraños, milagrosos golpes de suerte…baúles llenos de hechos ocultos que dejarían boquiabierto a cualquiera en caso de que se levantara la tapa” (143)

La propuesta que se asienta como remedio para sacudir la pérdida y el hondo vacío que deja en las vidas, es el duelo, siempre de carácter simbólico. Es una de las enseñanzas que parece brindar la lectura de Un hombre en la oscuridad. La falta de palabras es un desgarro que nos afecta a todos, todos tenemos nuestro abismo particular. Pero la palabra también nos ofrece una esperanza de salvación, es preciso situarse en un lugar de encuentro con ella para poder rodear y velar el trauma de lo siniestro. De él hay que tomar distancia para poder seguir adelante:

“… me he contado una historia a mí mismo. Es lo que hago cuando no puedo dormir” (192)

Podríamos decir con August Brill, cuando el horror de la castración, la angustia que produce, no nos permite vivir.

Conclusión

Un hombre en la oscuridad puede tomarse como el escenario en el que se nos presenta directamente lo real traumático y el tratamiento del vacío que ese real produce, tratamiento que sólo puede llevarse a cabo con la mediación de diferentes funciones simbólicas. Es, por dura que parezca, la acción de cualquier sujeto ante la monotonía diaria de cualquier vida, ficción y realidad, luz y oscuridad, día y noche, silencio de estrellas y rugir de tempestades. Un sujeto que, siendo escrito por el deseo de diferentes alteridades, ha de soportar el peso de un acento relevante, el de una carencia primordial, la falta de palabras que den un sentido al principio imposible de simbolizar, y al final que sobreviene repentino, caprichoso, en cualquier lugar. Todos, en definitiva, hemos de tratar de encontrar la posibilidad de realizar el duelo que nos corresponda, ese que nos podría salvar de una caída inmediata.

Miguel Ángel Alonso



jueves, 20 de noviembre de 2008

Del Blog DigoPsicoanálisis.com, con el permiso de la autora, reproducimos el artículo de Carmen González Táboas


INESPERADA ALEGRÍA

Escribía sobre el más antiguo e insoluble obstáculo que se conoce entre los seres que hablan: la presencia de lo incalculable que hace temblar la proposición universal.

Algo así les sucede a ciertos hombres frente a las mujeres; nadie las entiende; son todas locas. Lo cual tiene su verdad. Porque cruzarse con supuestas-mujeres del estándar no es lo mismo que tropezar con una; ese es otro cantar. Esa una mujer se le vuelve peligrosa, porque justo eso particular y misterioso podría atraerlo como un imán.

Mientras en esos pensamientos estaba, recibí un correo de Andy, inestimable lector y librero, con el link del reportaje a una escritora argentina…[1]La intemperie (Ed. Interzona), de Gabriela Massuh, es lo mejor que leí últimamente”.

Abro el link; con las respuestas, me vuelve el rostro de la foto puesta arriba. Leo a los saltos. Esta mujer escribe en los bordes del día laborable; sabe lo que yo sé: cómo la escritura empuja, se derrama por huecos y noches, devora feriados y fines de semana…

Ella, doctorada en Letras con Borges, ahora elige a Puig. Mezcla ensayo con biografía. Para ella es mejor “tener cerca lo que a uno le resulta entrañable” (y escribe sobre sus abuelos inmigrantes). Le interesan los artistas que unen a la práctica del arte el estudio de los condicionamientos económicos. Pone en sus personajes jóvenes “terror al énfasis, al patetismo”. Sabe que “en la Cultura”, si no se dan “buenas noticias” se verán las notas rechazadas, los textos silenciados y los autores tachados.[2]

Ahora bien, ¿qué me hace pensar que ella es una mujer?

Me resuena en palabras de esta autora que quiero retener. Su escritura, dice, no es ensayo o vericueto al estilo de Aira, ni el encierro narrativo de Piglia, “sino el goce, el rescate del placer de la literatura”. “Cuando una poesía te busca, es porque te fue a buscar, te agarró como una glicina te puede agarrar un verano”, inesperadamente. Gabriela Massuh busca lo abierto de la escritura, y, lejos del vericueto, o el encierro narrativos, deja a la historia escribirse sola, la página en blanco no le genera pavor. [3]

Para el psicoanálisis la partición “hombre o mujer” se funda en lógica. Los seres hablantes –más allá de la anatomía e incluso más allá de las declaraciones y las prácticas sexuales— hablando discursean su manera de andar por la vida.

”Mientras eso dicen ¿de qué en verdad gozan?” ¿De qué lado gozan?[4] ¿Del lado del goce fálico, lado hombre? ¿O del lado del-no-todo-goce-fálico, lado mujer?[5]

El lado goce fálico goza del universal; conduce una lógica dura, plana, cerrada, de verdades probadas e inapelables; lógica masculina en la que se anotan muchas mujeres. Por ejemplo, las madres que se afirman en un saber-todo-del-hijo/a…” por ser madres”.

El lado goce femenino dice de un goce no-todo-ahí; escapa, se escabulle por los intersticios. Sueña, cree, lee en lo opaco en una intuición, un pálpito, un temblor. Sí, tal vez esto de desamarra en pura locura. Pero puede estar bien anudado en una discursividad que ciñe amor y odio, que permite el acceso al poema, a un saber de las orillas, a la abertura donde la angustia o la alegría “pueden agarrarte como una glicina un verano”.

El goce femenino no es exclusivo de las mujeres. Por eso Lacan se ponía de este lado, y leía a los místicos. Hay hombres que están tan bien del lado del no-todo como las mujeres pueden estarlo, “y no por ello deja de irles bien”, acota Lacan. (¿De qué lado está la señora Palin, llena de hijos y de rifles? ¿De qué lado la seductora comehombres?) Como se ve, identificarse a los semblantes de un sexo no es el todo del asunto.


Carmen González Táboas: www.digopsicoanalisis.com


[1] Ver en: www.evaristocultural.com.ar/massuh.htm

[2] También es expulsado el psicoanálisis que “no es un sueño”. Recuerdo un recuadrito mentiroso en el diario PERFIL, supuesta minireseña de mi libro QUERIDA MARÍA, Cuando el psicoanálisis no es un sueño

[3] G.Massuh cita a Mallarmé. Lacan habla de la fantasía inconsciente del “angustiado de la página blanca”.

[4] Sobre el goce puede verse lo que escribí en mi post nº10

[5] La referencia se encuentra en Lacan, Jacques, Seminario 20, Aún, Barcelona, Paidós, 1981, cap.VII, p.95

miércoles, 19 de noviembre de 2008

20 de Noviembre de 2008. Primeras jornadas Cultura, Medicina y psicoanálisis. Amor a la literatura. Organizadas por el Círculo Psicoanalítico de León.

Centro Cultural Caja España. Santa

Amor a la Literatura es el título de una jornada novedosa, organizada por el Círculo Psicoanalítico de León en colaboración con Caja España, pensada para relanzar los vínculos del Psicoanálisis con el espacio cultural y literario de nuestra ciudad. Para ello interrogaremos en un espacio abierto el affaire del escritor, el poder de la palabra y su relación con el alivio del malestar humano a través de su eco poético. También abordaremos ese aguijón que nutre el anhelo de escribir, así como, su interrogación y su silencio. Pero en unas Jornadas sobre Cultura, Medicina y Psicoanálisis, cómo no abordar los hechizos, amores y odios entre el escritor y sus personajes. En este sentido, los personajes que el autor recrea a través de su letra, ¿viven a partir de él o, más bien, el autor vive la vida a través de ellos? Finalmente, en un mundo plagado de objetos técnicos para el consumo había que plantear una pregunta: ¿Es la Literatura un objeto de consumo más tendente a adormecer que a despertar? ¿Hacia dónde camina? Con esta Jornada de puertas abiertas esperamos que nuestra ciudad pueda interrogarse, como todos nosotros, acerca de esa pasión que nos anima a leer y a escribir. Porque, en verdad, la letra y la palabra funcionan en nuestra vida como un elixir que permite atemperar el dolor y el sufrimiento de la condición humana.


Luis-Salvador López Herrero

Presidente del Círculo Psicoanalítico de León


I Jornadas

Cultura, Medicina y Psicoanálisis

Amor a la Literatura


Centro Cultural Caja España.


20 de noviembre de 2008. León.


Sesión de mañana


10:00 - 10:15 h. Presentación.


10:15 - 11:30 h. Conferencia inaugural.


Presenta: Cristina Peñalosa. Escritora.

Interviene: José María Merino. Escritor.

• El arte de escribir: ¿invención u oficio técnico?


12:00 - 13:30 h. Síntoma, Letras y Palabras.


Moderador: Sergio Larriera. Médico, psicoanalista y escritor.

Miembro de la ELP y AMP.

• El poder de la palabra.

Antonio Colinas. Poeta.

• La escritura o la pasión por lo imposible.

Luis-Salvador López Herrero. Médico y psicoanalista.

Miembro de la ELP y AMP. Presidente Círculo Psicoanalítico de León.

• La curación y la escritura.

Hipólito G. Navarro. Escritor.

• Palabra y poesía en la cura.

Jorge Alemán. Poeta y psicoanalista.

Miembro de la ELP y AMP.


Sesión de tarde


16:45 - 18:15 h. El escritor y sus personajes


Moderador: Luis Artigue. Poeta y escritor.

• ¿Hablamos de la inspiración?

Antonio Martínez Llamas. Médico y escritor.

• “Lo que sabe el poeta. Reflexiones sobre

‘On Chesil Beach’, de Ian McEwan”.

Gustavo Dessal. Psicoanalista y escritor.

Miembro de la ELP y AMP.

• El yo disgregado.

Eloísa Otero. Escritora.

• Devenir, devenir.

Silvia Zayas. Escritora.


18:30 - 19:30 h. Conferencia de clausura


Presenta: Alfonso García. Escritor.

Interviene: Luis Mateo Díez. Escritor.

• ¿Hacia dónde camina la Literatura?