
Hija de emigrantes judíos, premio
Nobel de Literatura 1991 a la primera mujer africana, Nadine nació en
Sudáfrica, tierra de viejos colonos boers, cuyos descendientes amasaron con
sangre negra una tierra cuajada de conflictos aberrantes. Ella vivió
contemplando la injusticia del apartheid y a pesar de alguno de sus libros fue
prohibido, no se exilió y no perdió sus raíces. Es por esto que ahora, al ver
la aparente sencillez del relato, me sorprende su limpieza de ideas y prejuicios
y me gusta la frescura y modernidad que de él se desprenden.
Y
de nuevo nos encontramos con los cuentos de hadas, con el zapatito mágico que,
calzado perfectamente en el pie de la Cenicienta, nos dice que tal persona es
la ideal o en este caso, que dicha persona le va a la otra, “como anillo al
dedo”. Así es como Nadine moderniza la narración diciéndonos que para elegir
una pareja no se necesitan muchas más precauciones que la de buscar, en medio
de la simplicidad de los cuerpos desnudos, quién se adapte
mejor a cierta medida. En este sentido es curioso ver cómo el protagonista, una
vez en posesión del anillo que le envió el amplio mar del azar, hace varias
cosas que son determinantes. Una de ellas es aprovechar bien ese azar, no cambiando el anillo por dinero, sino poniendo un bando para
ver a quién pertenece. Luego madurar tumbado sobre rocas ásperas y puntiagudas, porque madurar no es fácil, mientras aguarda a que aparezca la
persona adecuada. Y aquí es el varón y no la princesita, quien ha de madurar,
en esa versión más moderna de aquella Cenicienta, que ya no lo es, donde en
lugar de un zapato es un anillo el que ha de “calzar” perfectamente en el dedo
de la amada. De ese hilo del anillo tirará él, cual si fuera del hilo de Ariadna, para no perderse y poder llegar hasta ella.
El
relato sigue avanzando hasta que de una de las personas que reclaman la joya,
una mujer, le llega una voz muy agradable. Esta voz le hace imaginar y
construir el perfil fundamental de la persona deseada, amándola antes de poder
amarla: requisito fundamental para toda búsqueda.
Pero,
¿como perdió ella el famoso anillo? ¿Quién se lo había regalado antes?
De
eso no se dice nada, porque hoy el tema amoroso no se resuelve con
explicaciones. Luego, después de conocer a la mujer, es cuando él intenta
ponerle el anillo en el dedo corazón. Pero ¿qué ocurre? Pues que los asuntos
del corazón están muy lejos de cualquier convenio y entonces la chica moderna,
ideal, y de voz agradable, toma el mando, aparta el corazón, y en un acto de
sabia y delicada prestidigitación, desliza el anillo sobre el dedo anular que
cuadraba a su medida. Y hecha la prueba, y con esta práctica corrección, los
dos juntos se fueron a cenar.
Tal vez este cuento fue cierto y no hizo falta más, porque a menudo lo que alberga el corazón, creo que dice Nadine, no es buen acomodo para la vida conyugal.
Tal vez este cuento fue cierto y no hizo falta más, porque a menudo lo que alberga el corazón, creo que dice Nadine, no es buen acomodo para la vida conyugal.
Mª José Martínez