viernes, 17 de febrero de 2012

Odio, fascinación e indiferencia. Mª José Martínez abre la tertulia dedicada al relato "Bienvenido, Bob" de J.C. Onetti

Con la intención de seguir investigando ese sentimiento tan complejo que es el odio, tenemos hoy ante nosotros un oscuro relato de Onetti en el que éste es el tema principal. Pero como el odio es algo tan complejo y suele ir acompañado de otros sentimientos, a veces muy ocultos, lo veremos aquí íntimamente unido a la fascinación y la indiferencia, de tal forma que es casi imposible de separar. Así es como lo ha conseguido Onetti con su relato intencionadamente velado. Y como ya conocemos la historia, me he servido de algunas frases para tomar conciencia de varias cosas. La primera es la llamativa puesta en escena, y la segunda, subrayar una palabra clave. La frase, algo resumida, es la que sigue: 



“Pero ni la actitud ni la mirada de Bob mostraban ninguna alteración, hiciera yo lo que hiciera. Sólo recuerdo esto como prueba de que él anotaba mis comedias en la cantina. Tenía un impermeable cerrado y me saludó moviendo la cabeza; miró alrededor y avanzó en la habitación como si me hubiera suprimido: lo vi moverse dando vueltas a la mesa, sobre la alfombra... Tocó una flor con un dedo, se sentó en el borde de la mesa y se puso a fumar mirando el florero, el sereno perfil puesto hacia mí, un poco inclinado, flojo y pensativo. Imprudentemente –yo estaba de pie recostado contra el piano- empujé con mi mano izquierda una tecla grave y quedé ya obligado a repetir el sonido cada tres segundos”. 

Y algo más adelante, 


“....y la profunda nota que hacía renacer mi dedo...era la única palabra pordiosera con que podía pedir tolerancia y comprensión a su juventud implacable”. 



Como veis, la puesta en escena está muy cuidada. Parece ser que en el momento de la frase estaban en la casa de Inés, y quiero destacar que la palabra clave que os decía, la palabra “comedia”. Comedia o representación por parte del chico enamorado. Y si el complejísimo odio es el tema principal, el segundo tema sería la fascinación de éste, por el personaje que precisamente tiene el poder, Bob, que en cierto modo va unido al valor de la juventud. Ésta es tomada como disculpa para no conceder al pretendiente la mano de su hermana. 

Y a la vista de todo esto me pregunto dos cosas: ¿De verdad el protagonista quería a Inés? ¿Bob deseaba a su querida hermana? 

Veo en el relato dos partes separadas entre sí por la oscura petición sin palabras o con palabra oculta por el deseo adivinado del protagonista que quiere casarse con Inés. En la primera parte hay una fascinación y un odio tibio y en la segunda hay otro odio, que sigue siendo tibio por falta de un puñetazo, seguido de una rara convivencia entre los dos hombres ya inmersos en lo real. Los dos personajes parecen moverse en el relato como en una Película del Oeste. Ellos se miran, se observan y calculan sus fuerzas. El pretendiente no hace nada por agradar a la chica, más bien hace todo por gustarle a su hermano, y en un momento dado Bob cambia de estrategia, o sea, cambia el revolver de mano y tumba al otro. Pero como esto era una comedia, los dos siguen vivos y frecuentando la cantina del club. Lo harán a diario, entre humo, wisky y monedas de a diez para echar en la máquina de discos. Esta es la realidad que los envuelve. No hay otra. Y como el relato está cuajado de frases que no tienen desperdicio, me refiero a otras dos que, unidas entre sí, constatan algunas cosas muy serias, como éstas:. 

“...Como el pasado no tiene tiempo, y el ayer se junta allí con la fecha de diez años atrás...” 

“...nadie amó a mujer alguna con la fuerza que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres.” 

¿Era este amor al Bob ruin, lo que tanto atraía al pobre diablo enamorado? ¿Era el poder unirse a Bob en esa fascinación por lo estúpidamente masculino, unirse a ese desecho humano en el que se convierte al final después de un pasado que, por su juventud, se le suponía limpio? 

Tal vez fue así, porque un deseo tan pertinaz como el del protagonista no caduca, porque el pasado no tiene tiempo y no cambia, y porque pervive oculto en el deseo que luego se convertirá en destino. Digamos, pues, que la fascinación por Bob ganó al amor. 

Y así fue como el chico de la peli no luchó por la chica, en aquel tiempo en que ellas tenían que ser cedidas en matrimonio por el padre o por un hermano celoso de sí mismo que se arrogaba el poder de decidir sobre el futuro de la otra persona. 

De nuevo los dos se hombres encuentran como al principio, y vemos otra vez a los antiguos rivales de los que sólo supimos el nombre de uno y de los que solamente vimos poses; dos hombres escasos y errados en su virilidad, que se mueven en un espacio casi inconcreto e inmersos en un presente incierto. Así es como Onetti nos lo cuenta en este relato oscurecido, sin que haya por medio un tiempo claro. Es la ceremonia de la confusión. Es un decir que no dice, pero que sin duda acierta. Es el genio. 

El protagonista se venga de Bob esperándolo en el pasar de la vida en donde se ha casado con una mujer a la que llama “mi señora”, inmerso en la terrible vida rutinaria en la que ya no se pueden poner a las cosas nombres nuevos porque ya todo es sólo costumbre. 

“...ya queda en paz en medio de sus treinta años, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones, las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables”. 

La vida que pasa sobre todos sin compasión, el tiempo cumplido, el tiempo inútil que no resuelve nada. 

Extraordinario relato del uruguayo. Extraordinaria frase del silencioso final.


Mª José Martínez

jueves, 16 de febrero de 2012

Un tratamiento sutil del odio; comentario del cuento "Bienvenido, Bob" de Onetti a cargo de Alberto Estévez

Bienvenidos todos, Bienvenido, Bob también hoy a nuestra tertulia. Un relato que nos presentó a Gustavo y a mí hace no mucho Miguel Ángel para trabajar el epígrafe del odio que tantos quebraderos nos está dando, no sé si acabaremos odiando al propio odio como tercera columna vertebral de nuestro espacio durante este curso. 

Quiero confesarles además que no me ha resultado fácil hincarle el diente. Desde el primer momento consiguió mi entusiasmo, me parecía tan sutil la manera en que este sentimiento estaba tratado que no dudé, adelante con él le dije. Pero cuando en un segundo momento he ido a trincharlo para ofrecerles algo a ustedes que llevarse a la boca me encontré en problemas. Todo esto aliñado con los comentarios de Miguel cada vez que hemos coincidido: “¡qué cuento, Alberto, qué cantidad de cosas tiene! ¡Es extraordinario!” Y yo sí sí sí, pero sumido en la página en blanco, y en dificultades. 

La primera diría que tiene que ver con la escritura de Onetti; es un cuento de lectura compleja, la sensación es que no se puede saltar una frase, un palabra, una coma, porque algo se extravió ahí. Está redactado de tal manera que uno anda siempre con la sensación de que perderá pie y dejará de entender algo fundamental a nada que alguno de los sentidos de uno se despiste, porque ese es el talante del cuento de hoy, la elección de cada palabra responde a un objetivo milimetrado. 

En segundo lugar, hay otro aspecto que en principio me pareció contradictorio, en relación con la narración, al menos impactante, eso seguro. Saben ustedes que el relato está elegido para ilustrar el tema del odio, y debemos suponer que si está narrado en primera persona, debiéramos obtener los signos de la presencia de dicho sentimiento. Pues bien, todo lo contrario; el sumun de este aspecto que trato de mostrarles en el relato viene representado en el acontecer de sus machacantes ruegos para que Inés no abandone a nuestro protagonista; es de una frialdad tal que no sé si la hipótesis del paso del tiempo es suficiente para entender cómo esa narración ha podido atemperarse de tal modo hasta convertirse casi en una crónica impersonal. 

Antes de entrar a exponerles más dificultades, es al fin y a la postre la manera que yo encuentro para entender los textos, presentarles mis dificultades en la lectura para que entre todos pensemos, quiero aclarar que me he limitado a tomar el odio del narrador, es el que me parece evidente, y al que el título de la obra me remite. Puede objetarse si no se trataría de dos odios enfrentados, posiblemente, pero el sentimiento de Bob hacia él no me parece tan incuestionable, creo que deberíamos de matizarlo, prefiero dejarlo para el debate y recoger lo que piensan al respecto. 

Es evidente, esto ya lo hemos repetido, que el odio es una pasión. Pero por eso mismo, ¿qué tipo de odio es éste que nos presenta Onetti? ¿Cómo es posible que de un odio nazca una amistad? Más aún; una amistad que el protagonista espera que no termine ya nunca. ¿Qué le reporta esa pasión que a toda costa quiere mantener dentro de él? Podríamos añadir, que no quiere airear, que no quiere que circule por la red del intercambio dialéctico con el otro, que disfruta guardando para sí y que produce un placer al que no va a renunciar. Casi algo del orden autoerótico, algo que se satisface en uno mismo sin necesidad de introducir al otro como medio de obtención de placer, quizá solo otro en calidad de presencia, como una imagen funcionando a la manera de un estímulo, pero nada más. Onetti es un magnífico conocedor de la naturaleza humana, capta la esencia del odio en su descripción de la vivencia del personaje, gozosa y enfurecida, y lo que es más terrible, le hace confesarnos que nada más que eso hace, conservar su odio cálido y nuevo mientras pueda seguir viviendo 

“Nadie amó a mujer alguna…” Es una frase que supone un reconocimiento, pero, ¿qué estatuto tiene? Debemos situarlo bien, porque si pudiéramos decir que algo de lo que ha ocurrido ha supuesto un cambio de posición en la persona de nuestro protagonista, cierta conmoción aunque sólo fuera, algo que hiciese aflojarse las fuertes amarras que lo mantiene anclado a una posición cínica, creo que estaríamos yendo muy allá, seguramente demasiado. 

Esta confesión tiene el valor que va pegado a la propia frase, es decir, que el protagonista puede reconocer que su amor por la destrucción de Bob es superior al que pudo sentir nunca por Inés, seguramente por nadie, pero esto no tiene estatuto de descubrimiento, él ya lo sabe y desde el principio; lo que sabe es que su amor por Inés no es puro, es consecuencia de la necesidad, por tanto es algo necesario, lo que es lo mismo que cuestionar absolutamente la naturaleza amorosa del sentimiento que pudiera tener por ella, amor inexistente, y su posición cínica sí que da para que él pueda darse cuenta de esto y confesar. Pero de ahí a pensar que todo esto le mostró algo de sí mismo, de su posición ética, entendiendo ésta como la relación que pudiera mantener con su propio deseo, y que dicho deseo pudiera albergar no algo, sino a alguien, decididamente me inclino por descartarlo. Se lo dice Bob en unas palabras de afilada sabiduría y que lo dejan sin respuesta: “Usted es egoísta; es sensual de una sucia manera. Está atado a cosas miserables y son las cosas las que lo arrastran. No va a ninguna parte, no lo desea realmente.” 

Quizá tampoco estamos seguros que lo diga sólo Bob, creo que Onetti da un paso adelante para soltarle esto a su propio personaje. Yo al menos tuve cierta sensación de que el discurso en el que Bob se encara con él y decide desvelar sus cartas le viene un poco grande, no porque un hombre que visita un bar a diario no pueda hacerlo, un hombre de refinados gustos musicales además, posee algunas inquietudes, pero esta manera que tiene de enfrentarlo es demoledora, y aunque el protagonista no parece acusar el golpe, recuerden su alma cínica, motor que le permite mantener a duras penas su semblante, no hay duda, la ofensiva ha llegado hasta el núcleo vital del enemigo. 

Cómo podemos interpretar todo lo que se desarrolla después, ¿sería posible hablar en términos de cierta compensación? Cuando pasamos del brillante Bob, a la miseria que representa Roberto, la constatación de ésta por parte del protagonista, ¿tiene la suficiente fuerza como para obturar el vacío de una pérdida, la pérdida de Inés? Me mataste en el corazón de tu hermana pero me consuelo con tu degradación infinita, contando los cadáveres de tus ambiciones, y observando tus sueños pisoteados. 

Bueno, eso es el odio verdaderamente, así lo entiendo, un sentimiento acéfalo si puede decirse, con una potencia imaginaria que tan certeramente recrea este relato en la multitud de imágenes y de miradas que lo acompañan, y que no repara en las consecuencias que la vivencia de dicho sentimiento tiene para uno mismo, eso cae fuera del radio de acción del odio, lo importante, y lo único diría yo, para el que padece este sentimiento es conseguir el perjuicio del semejante, y casi podríamos decir que a cualquier precio, incluso si ello supone en alguna medida la propia desgracia personal. 

Lo que cabría plantearse es si el personaje narrador de esta historia tiene alguna otra posibilidad que odiar. ¿Piensan ustedes que un personaje de estas características tiene acceso al amor, un tipo así puede amar? El amor es un tratamiento beneficioso para soportar la vida, y sus velos tienen una reconocida eficacia, pero no todo el mundo puede amar. No se trata de que pueda elegir ahora, la elección que importa ya quedó hecha mucho antes, y ha dejado este saldo en el sujeto. Onetti ridiculiza el humano uso del odio como quitapenas, es decir, el odio como tratamiento de un vacío provocado por una herida sangrante. Lo que cuestiona es que esa inyección de pasión odiosa en ese agujero consiga rellenar nada, obturar en absoluto, más bien lo que produce es una infección capaz de pudrir una vida hasta sus últimos días. Provoca un retorno mortífero de consecuencias devastadoras, un retorno capaz de destruir sin medida. 

Que me perdone el difunto almirante, pero esa historia de más vale honra sin barcos que barcos sin honra bien se la podía haber ahorrado; particularmente, nunca la he sentido muy heroica, y desde luego que tiendo a pensarla justo en el sentido contrario. Se podrá apelar al valor, al coraje, a la dignidad, o incluso tristemente al carácter español, pero las tripulaciones que padecieron aquel desastre de dimensiones históricas le hubieran agradecido profundamente al ilustre Méndez Núñez otro atrevimiento que no ése, más bien el de pasar por la vergüenza ante su rey y una cabal retirada a tiempo, comiéndose el orgullo, para tratar de salir de esa espiral infernal y sin límite, y devolverle a su majestad el sinsentido, hubiera evitado mandar a la muerte a tantos hombres en tan funesta empresa. 

Alberto Estévez

Un tratamiento sutil del odio; comentario del cuento "Bienvenido, Bob" de Onetti a cargo de Alberto Estévez

Bienvenidos todos, Bienvenido, Bob también hoy a nuestra tertulia. Un relato que nos presentó a Gustavo y a mí hace no mucho Miguel Ángel para trabajar el epígrafe del odio que tantos quebraderos nos está dando, no sé si acabaremos odiando al propio odio como tercera columna vertebral de nuestro espacio durante este curso. 

Quiero confesarles además que no me ha resultado fácil hincarle el diente. Desde el primer momento consiguió mi entusiasmo, me parecía tan sutil la manera en que este sentimiento estaba tratado que no dudé, adelante con él le dije. Pero cuando en un segundo momento he ido a trincharlo para ofrecerles algo a ustedes que llevarse a la boca me encontré en problemas. Todo esto aliñado con los comentarios de Miguel cada vez que hemos coincidido: “¡qué cuento, Alberto, qué cantidad de cosas tiene! ¡Es extraordinario!” Y yo sí sí sí, pero sumido en la página en blanco, y en dificultades. 

La primera diría que tiene que ver con la escritura de Onetti; es un cuento de lectura compleja, la sensación es que no se puede saltar una frase, un palabra, una coma, porque algo se extravió ahí. Está redactado de tal manera que uno anda siempre con la sensación de que perderá pie y dejará de entender algo fundamental a nada que alguno de los sentidos de uno se despiste, porque ese es el talante del cuento de hoy, la elección de cada palabra responde a un objetivo milimetrado. 

En segundo lugar, hay otro aspecto que en principio me pareció contradictorio, en relación con la narración, al menos impactante, eso seguro. Saben ustedes que el relato está elegido para ilustrar el tema del odio, y debemos suponer que si está narrado en primera persona, debiéramos obtener los signos de la presencia de dicho sentimiento. Pues bien, todo lo contrario; el sumun de este aspecto que trato de mostrarles en el relato viene representado en el acontecer de sus machacantes ruegos para que Inés no abandone a nuestro protagonista; es de una frialdad tal que no sé si la hipótesis del paso del tiempo es suficiente para entender cómo esa narración ha podido atemperarse de tal modo hasta convertirse casi en una crónica impersonal. 

Antes de entrar a exponerles más dificultades, es al fin y a la postre la manera que yo encuentro para entender los textos, presentarles mis dificultades en la lectura para que entre todos pensemos, quiero aclarar que me he limitado a tomar el odio del narrador, es el que me parece evidente, y al que el título de la obra me remite. Puede objetarse si no se trataría de dos odios enfrentados, posiblemente, pero el sentimiento de Bob hacia él no me parece tan incuestionable, creo que deberíamos de matizarlo, prefiero dejarlo para el debate y recoger lo que piensan al respecto. 

Es evidente, esto ya lo hemos repetido, que el odio es una pasión. Pero por eso mismo, ¿qué tipo de odio es éste que nos presenta Onetti? ¿Cómo es posible que de un odio nazca una amistad? Más aún; una amistad que el protagonista espera que no termine ya nunca. ¿Qué le reporta esa pasión que a toda costa quiere mantener dentro de él? Podríamos añadir, que no quiere airear, que no quiere que circule por la red del intercambio dialéctico con el otro, que disfruta guardando para sí y que produce un placer al que no va a renunciar. Casi algo del orden autoerótico, algo que se satisface en uno mismo sin necesidad de introducir al otro como medio de obtención de placer, quizá solo otro en calidad de presencia, como una imagen funcionando a la manera de un estímulo, pero nada más. Onetti es un magnífico conocedor de la naturaleza humana, capta la esencia del odio en su descripción de la vivencia del personaje, gozosa y enfurecida, y lo que es más terrible, le hace confesarnos que nada más que eso hace, conservar su odio cálido y nuevo mientras pueda seguir viviendo 

“Nadie amó a mujer alguna…” Es una frase que supone un reconocimiento, pero, ¿qué estatuto tiene? Debemos situarlo bien, porque si pudiéramos decir que algo de lo que ha ocurrido ha supuesto un cambio de posición en la persona de nuestro protagonista, cierta conmoción aunque sólo fuera, algo que hiciese aflojarse las fuertes amarras que lo mantiene anclado a una posición cínica, creo que estaríamos yendo muy allá, seguramente demasiado. 

Esta confesión tiene el valor que va pegado a la propia frase, es decir, que el protagonista puede reconocer que su amor por la destrucción de Bob es superior al que pudo sentir nunca por Inés, seguramente por nadie, pero esto no tiene estatuto de descubrimiento, él ya lo sabe y desde el principio; lo que sabe es que su amor por Inés no es puro, es consecuencia de la necesidad, por tanto es algo necesario, lo que es lo mismo que cuestionar absolutamente la naturaleza amorosa del sentimiento que pudiera tener por ella, amor inexistente, y su posición cínica sí que da para que él pueda darse cuenta de esto y confesar. Pero de ahí a pensar que todo esto le mostró algo de sí mismo, de su posición ética, entendiendo ésta como la relación que pudiera mantener con su propio deseo, y que dicho deseo pudiera albergar no algo, sino a alguien, decididamente me inclino por descartarlo. Se lo dice Bob en unas palabras de afilada sabiduría y que lo dejan sin respuesta: “Usted es egoísta; es sensual de una sucia manera. Está atado a cosas miserables y son las cosas las que lo arrastran. No va a ninguna parte, no lo desea realmente.” 

Quizá tampoco estamos seguros que lo diga sólo Bob, creo que Onetti da un paso adelante para soltarle esto a su propio personaje. Yo al menos tuve cierta sensación de que el discurso en el que Bob se encara con él y decide desvelar sus cartas le viene un poco grande, no porque un hombre que visita un bar a diario no pueda hacerlo, un hombre de refinados gustos musicales además, posee algunas inquietudes, pero esta manera que tiene de enfrentarlo es demoledora, y aunque el protagonista no parece acusar el golpe, recuerden su alma cínica, motor que le permite mantener a duras penas su semblante, no hay duda, la ofensiva ha llegado hasta el núcleo vital del enemigo. 

Cómo podemos interpretar todo lo que se desarrolla después, ¿sería posible hablar en términos de cierta compensación? Cuando pasamos del brillante Bob, a la miseria que representa Roberto, la constatación de ésta por parte del protagonista, ¿tiene la suficiente fuerza como para obturar el vacío de una pérdida, la pérdida de Inés? Me mataste en el corazón de tu hermana pero me consuelo con tu degradación infinita, contando los cadáveres de tus ambiciones, y observando tus sueños pisoteados. 

Bueno, eso es el odio verdaderamente, así lo entiendo, un sentimiento acéfalo si puede decirse, con una potencia imaginaria que tan certeramente recrea este relato en la multitud de imágenes y de miradas que lo acompañan, y que no repara en las consecuencias que la vivencia de dicho sentimiento tiene para uno mismo, eso cae fuera del radio de acción del odio, lo importante, y lo único diría yo, para el que padece este sentimiento es conseguir el perjuicio del semejante, y casi podríamos decir que a cualquier precio, incluso si ello supone en alguna medida la propia desgracia personal. 

Lo que cabría plantearse es si el personaje narrador de esta historia tiene alguna otra posibilidad que odiar. ¿Piensan ustedes que un personaje de estas características tiene acceso al amor, un tipo así puede amar? El amor es un tratamiento beneficioso para soportar la vida, y sus velos tienen una reconocida eficacia, pero no todo el mundo puede amar. No se trata de que pueda elegir ahora, la elección que importa ya quedó hecha mucho antes, y ha dejado este saldo en el sujeto. Onetti ridiculiza el humano uso del odio como quitapenas, es decir, el odio como tratamiento de un vacío provocado por una herida sangrante. Lo que cuestiona es que esa inyección de pasión odiosa en ese agujero consiga rellenar nada, obturar en absoluto, más bien lo que produce es una infección capaz de pudrir una vida hasta sus últimos días. Provoca un retorno mortífero de consecuencias devastadoras, un retorno capaz de destruir sin medida. 

Que me perdone el difunto almirante, pero esa historia de más vale honra sin barcos que barcos sin honra bien se la podía haber ahorrado; particularmente, nunca la he sentido muy heroica, y desde luego que tiendo a pensarla justo en el sentido contrario. Se podrá apelar al valor, al coraje, a la dignidad, o incluso tristemente al carácter español, pero las tripulaciones que padecieron aquel desastre de dimensiones históricas le hubieran agradecido profundamente al ilustre Méndez Núñez otro atrevimiento que no ése, más bien el de pasar por la vergüenza ante su rey y una cabal retirada a tiempo, comiéndose el orgullo, para tratar de salir de esa espiral infernal y sin límite, y devolverle a su majestad el sinsentido, hubiera evitado mandar a la muerte a tantos hombres en tan funesta empresa. 

Alberto Estévez

El doble en Bienvenido Bob de Juan Carlos Onetti. Comentario de Miriam Chorne.

Hay una relación de doble entre Bob y el personaje narrador. Y me parece que para entender cuál es esta relación, tendríamos que complejizar el sentimiento que hemos elegido, el odio. Porque, en verdad, la relación entre estos dos personajes es de odioenamoramiento. Cuando el narrador dice que ve los rasgos de Inés en la cara de Bob, se sitúa entre el amor y el odio. Incluso diría más, es necesario hacer la distinción entre odio y venganza. Pensaba en el dicho por todos conocido:

Siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”.

Verdaderamente, podría haber sido un título para este relato. El narrador tiene el sentimiento de que ha perdido algo que deseaba tener, y se queda esperando a que llegue Bob a esa situación que con tanta crudeza y ferocidad le arroja encima.

Como bien se ha dicho en un comentario anterior, hay cosas que sólo Onetti podía escribir. Leyendo el relato, tenía la sensación de que alguna de las cosas fortísimas que el narrador decía sobre Roberto, la crudeza con que se refería a la forma en que finalmente vive la vida, o la relación que puede tener con una mujer –“su señora”— era Onetti diciéndoselo a Onetti. Es aquí donde aparecería la cuestión del doble, en el sentido fuerte que puede tener en la literatura, así como en la psicopatología.

Miriam Chorne

La interpretación como clave en Bienvenido Bob de Juan Carlos Onetti. Comentario de Rosa López

Es el mismo cuento el que nos da todas las claves, el que nos da las respuestas. Efectivamente, uno de los ejes es el que tomó Miriam, el odioenamoramiento. Vemos con toda nitidez las dos caras, la del odio y la del amor. Pero todo el cuento puede ser leído como la degradación de la vida desde los ideales de la juventud a la ruindad propia de la vejez.

Uno de los primeros detalles que quiero destacar hace referencia a ese momento en que el narrador manifiesta su necesidad de casarse:

Cuando llegó el momento de que yo no pudiese desear otra solución que la de casarme con Inés cuanto antes... No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana... Mi amor por aquella necesidad”.

Es evidente que se está separando el amor directo hacia la mujer, de la necesidad de casarse con ella: Amor y necesidad. La pregunta es la siguiente: ¿Cuál es la necesidad? La respuesta la da el mismo narrador: limpiar su vida, recuperar el fundamento anterior a la entrada en la vertiente degradada de la vida, cuando él era limpio, puro, cuando él también era joven y creía en los ideales. Por tanto, la necesidad de casarse con Inés, esa mujer joven, es la necesidad de dignificar su vida, de limpiar la suciedad hedionda. Esto no debe extrañar, dado que es habitual el matrimonio de hombres mayores con mujeres muy jóvenes, situación donde se revela cierto vampirismo, en el sentido de chupar la juventud del otro, en lo que la juventud tiene de vida que emerge, todavía no manchada, por decirlo de alguna manera.

Por otro lado, me parece que hay dos significantes que están en juego permanentemente durante todo el relato: “vejez” versus “juventud”. De hecho, la palabra viejo la encontramos ya en la primera frase:

Es seguro que cada día estará más viejo”.

Esto es lo interesante. ¿Cómo se explican racismo y odio? El odio consiste en odiar en el otro el ser. Y ello porque ese ser del otro nos evoca algo de nuestro propio ser que nos resulta intolerable. Y ahí se explica también, de forma muy rápida, el racismo.

El narrador es un hombre ya mayor, que ha manchado su vida con el alcohol y el sexo, por tanto, odia en el otro la juventud que dice implacable, maravillosa, llena de promesas. Y a la vez, el joven Bob, cuando es interpelado para que responda por qué no permite el casamiento con su hermana, le interpreta diciendo:

Habría que dividirlo por capítulos, no terminaría en la noche. Pero se puede decir en dos o tres palabras... usted es viejo y ella es joven

Porque ella todavía no está manchada y usted sí, porque usted es un hombre hecho, es decir, deshecho. O sea, no es que este hombre a su edad fuese especialmente malo, es que la vejez degrada. Creo que Onetti, al igual que Freud, escribe un texto sobre lo perecedero. Para él, el sentido de lo perecedero lo daría la vejez.

Sintetizando, tenemos al joven de los ideales genialmente explicado, personaje que no miente nunca, y no va a mentir porque cree en la verdad y en el ideal femenino, cree que la madre y la hermana son unas santas. Además, son tales los ideales, que quiere ser el arquitecto de una vida bella, crear una ciudad donde la vida sea feliz. Pero es el hombre de los ideales que, al cabo de diez años, aparece pegado al Whisky, degradando su vida y pegado a la mujer que ha elegido: “mi señora”. Es lo que permite, al narrador, configurar el tono de su venganza. Bob, finalmente, cayó en lo que odiaba.

Hay una frase en la que el narrador expresa dos sentimientos:

Yo no tenía por él más que odio y un vergonzante respeto”.

Vemos en ella el respeto a la juventud. En definitiva, a uno le arrastran las cosas sin deseo, mientras que al otro lo mueven los ideales. Pero cuidado con éstos, son muy mal motor.

En relación al odio y al amor, no me parece contradictoria la relevancia tiene el amor con el hecho de que también aparezca la vertiente de odio. Podemos decir que el cuento comienza presentando el orden del odio, y finaliza con una página dedicada al amor, la última:

Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres... Cuando le veo así mi corazón desborda de amor”.

Es evidente que se bascula entre el amor y el odio.

Entiendo de la siguiente manera el momento en que el narrador hizo sonar la nota del piano, cuando estaba esperando que bajase Inés. Allí se miraron con el “vergonzante respeto”. Y empezó a sonar la nota grave cada dos segundos.

Pensé que no estaba haciendo sonar el piano por una incomprensible bravata, sino que lo estaba llamando

Es una demanda al otro. Y toda demanda, sea la que sea, en su estructura, es demanda de amor. Y dice que la profunda nota, que tenazmente hacía renacer mi dedo en el borde de cada última vibración:

Era la única palabra pordiosera con que podía pedir tolerancia y compresión a su juventud implacable

Es espectacular.

En resumen, Bob, en su juventud implacable, es el hombre de la verdad, el hombre que interpreta al otro. Le pregunta si esa noche es “una noche de leche o de Whisky, de ímpetu de salvación o de salto al vacío”. La necesidad de casarse del narrador era un ímpetu de salvación, pero podría devenir un salto al vacío. Me parece una interpretación formidable.

Y un mensaje del cuento: Uno envejece para peor salvo que se haga algo extraordinario.

Rosa López

¿Odio o amor? Comentario de Graciela Sobral sobre el cuento de Onetti Bienvenido Bob

Me pareció especialmente peculiar lo que dijo Miguel. Yo diría que el personaje de Bob encarna el ideal. Y también he tomado el concepto que han usado Miriam y Rosa, un término de Lacan que no es necesario explicar, o que se puede tomar tal cual se entiende, odioenamoramiento.

Mi punto de vista es que los protagonistas, más que odiarse, se aman. O mejor, hay un sentimiento que los liga, de tal manera, que no les va a permitir una separación. En todo caso, podemos pararnos a pensar que si eso se llama odio, verdaderamente une o liga a dos personas tanto o más que el amor, tiene más fuerza.

Lo que no puedo establecer con seguridad es si el narrador-protagonista, supuestamente mayor, amó a Inés. Lo que es seguro, como sostenía Rosa López, es que la necesitaba. Estoy de acuerdo, la necesitaba, pero dudo que la amase. El amor aparece más ligado a Roberto que a Inés. Es decir, hay un desplazamiento que el mismo narrador manifiesta. No sé lo que suponía su necesidad, pero creo que ella cristaliza en la relación con Roberto en algo que tiene un componente amoroso. El narrador no se puede separar de este Bob-Roberto. Hay un sentimiento potente que lo liga a él para siempre. De hecho, cuando se reencuentra en el bar, todos los días, se encuentra con su partener degradado. Pero es indudable: es su partener.

Tenemos también la cuestión de “estar a la altura”. Bob plantea que el narrador es viejo en contraposición a la juventud de Inés. Y en esa contraposición nos encontramos con la imposibilidad de mirarle a los ojos. Pero tampoco Bob podría hacerlo. Aquí encontramos que Inés hace su vida, y Bob se queda con una mujer –“mi señora”—, que tal como aparece, tampoco es una mujer amada, importante, con la que pueda sostener algo. Es como si Bob tampoco hubiera estado a la altura de Inés, no hizo una vida con Inés, no fueron una familia, no estuvo Inés con su marido, sus hijos, etc. Inés hizo su vida y Bob se quedó del lado del protagonista, del relator, del narrador. Es decir, queda en el ámbito de la degradación para hacer pareja con este supuesto narrador.

En definitiva, me parece que Inés es un pretexto que utiliza Onetti para hablar de un amor peculiar –que tiene un semblante de odio— entre dos hombres.

Graciela Sobral

El odio tiene más memoria que el amor. Comentario de Gustavo Dessal sobre Bienvenido Bob, de Juan Carlos Onetti

Pareciera que entre todos vamos abriendo un surco. Creo que hay bastante sintonía en lo que decimos. Quiero subrayar que, por mi parte, no he podido traer esta tarde una reflexión muy acabada. Voy avanzar un poco más en la dirección que está surgiendo. Quizá, más que plantear si el amor es un sentimiento más intenso que el odio o viceversa, dado que eso es relativo a cada situación, mi primera conclusión general es que el odio tiene más memoria que el amor.

Comienzo por lo primero que ha señalado María José, la imagen que nos sugería de los cowboys. Efectivamente, toda la estructura del cuento está organizada en torno a un duelo, en el sentido de finta. Es un duelo de miradas en donde, prácticamente, casi no hay palabras. Y donde la palabra necesidad, como destacaba Rosa, tiene una presencia muy notable. En un mismo párrafo aparece insistentemente: nada menos que cuatro veces.

No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana y cómo yo había abrazado esa necesidad. Mi amor por aquella necesidad había suprimido el pasado... La adorada necesidad de casarme con Inés

Efectivamente, la figura femenina funciona como una mediación borrosa para algo que sucede entre dos hombres. Además, es una figura de la que no sabemos nada, algo que no tiene vida, pues no hay un solo signo que nos haga considerar que su vida es real. Es algo a través de lo cual estos dos hombres justifican su relación, donde el odio no es más que una defensa.

Personalmente, apuesto a que la cuestión central –no digo que fuese el propósito de Onetti—es el amor homosexual. No puedo entender este cuento si no incluyo esta cuestión, que a la vez no es reconocida por ninguno de los dos hombres. En uno se manifiesta bajo la forma de la fascinación, en el otro bajo la forma de la indiferencia, pero hay un movimiento de seducción recíproca permanente. En esta relación, el tema de la juventud tiene su sentido, y sabemos que en la homosexualidad, especialmente en la masculina, juega un papel fundamental, aunque no es el caso de comentarlo aquí. Insisto, más allá de la intención de Onetti, en mi lectura está presente el amor homosexual en tanto reprimido. Su signo de retorno es el odio, un odio que los defiende a ambos de ese amor homosexual que, por distintos motivos, ninguno de ellos puede asumir

Esta sería, para mí, la clave fundamental que los sigue reuniendo en esa cita permanente que no cesa nunca. No sabemos qué ha sido de la vida del narrador. Pero sí sabemos que la figura de la mujer es casi inexistente: Inés es un fantasma, y la mujer de Roberto es una simple figura de conveniencia.

Gustavo Dessal

Correspondencias de odioenamoramiento. Comentario de G. Kasanetz sobre el cuento de Onetti Bienvenido Bob

También quiero abundar en la senda por la que se va caminando en las intervenciones anteriores. La primera lectura que realicé del cuento, me produjo malestar. No me interesaba el cuento, pero me molestaba, por eso volví a leerlo. Me preguntaba qué era lo que tanto me molestaba.

Lo primero que surge en este cuento es el amor del narrador por Bob, efectivamente, en el orden del odioenamoramiento. Y del lado de Bob, ese amor era absolutamente correspondido. El índice de la correspondencia a ese odioenamoramiento fue impedir el casamiento con la hermana, Inés. Mientras que el narrador hace el rodeo de pasar por la hermana de Bob para llegar a él. Esas serían las correspondencias del odio.

Recordaba todo el tiempo la frase de Borges:

No nos unió el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”.

El amor, lo repite muchas veces, era una necesidad de casarse con Inés. Para el narrador, el amor y el odio hacia Bob, pasaba por la necesidad de casarse con Inés. Porque, de alguna manera, le garantizaba una cercanía, o una presencia, en Inés, de Bob. Es decir, lo plantea al revés. Dice que en Bob veía la cara de Inés pero, en realidad, lo que veía en Inés, a mi criterio, es la cara de Bob. Es ahí donde se hace patente la necesidad de casarse con Inés, no en el amor por la mujer.

Por lo tanto, estamos ante un odioenamoramiento absolutamente consumado. No me parece que sea reprimido. Se dedican uno al otro la vida entera, se arruinan la vida entera, por este sentimiento que me parece recíproco, que me parece correspondido. Los dos están a la altura de ese sentimiento que los devasta.

Graciela Kasanetz

La bella indiferencia en Bienvenido Bob de J. C. Onetti. Comentario de Beatriz Schlieper

Es compleja la aventura. Creo que más que una cuestión de enamoramiento me parece que hay una cuestión de deseo en el narrador, en el autor. Y la impresión que me dio es que Bob tiene hacia el narrador una actitud, una posición casi histérica, donde genera el deseo pero no da nada. Juega a la bella indiferencia. Y esto genera en el narrador una captura, una fascinación que promueve el odio, pero el odio de la impotencia, de la manipulación del otro, donde no puede evitar lo que siente. Entonces, más que el odioenamoramiento, me pareció que pasaba por la captura imaginaria y la rivalidad de la presencia del otro.

Beatriz Schlieper

La degradación y los sueños. Comentario de Jesús Balmaseda sobre el cuento de Onetti Bienvenido Bob

Es un cuento que me costó leer, dado que el protagonista llega a hacerse odioso. Me parece que representa a una persona totalmente degradada, y representa también un estado de vida de esta persona. Se mantiene vivo porque esa pasión intensa de odio declarado, y de admiración oculta, lo mantiene vivo, yendo un día y otro al mismo sitio. Ilustra muy bien lo que pasa en algunos sueños, cuando se van trasformando los personajes de amables en desagradables. El narrador, de esa manera, le da sentido a su vida, va transformando a Bob, primero le puede odiar, luego se encuentra con un Roberto más humano pero no le gusta, y nos devuelve, en la nostalgia, al Bob antiguo. Todo este movimiento es lo que mantiene vivo al narrador.

Jesús Balmaseda

El doble y la relación especular en Bienvenido Bob de J.C. Onetti. Comentario de Luis Seguí

La impresión que me dio es la que ya mencionó Miriam Chorne al comienzo, la cuestión del doble, la relación especular.

Este cuento, como todos, tiene que ver con la biografía del autor. Pero en este caso, conociendo la historia y vida de Juan Carlos Onetti, sus orígenes uruguayos, podemos decir que su literatura, en general, es una literatura de la melancolía, toda ella, porque él era un sujeto melancólico y alcohólico, como todo el mundo sabe. La presencia del Whisky y de la bebida es constante en todas sus obras. Y lo que se desarrolla en esas escenas, en ese ambiente, en esa localización física, es una metáfora del inmovilismo de la sociedad uruguaya, que es muy particular, muy peculiar. Por el término argentino se diría muy provinciana. Pero ojo, lo que quiero decir es en beneficio de los uruguayos, que son muy parecidos a los argentinos, pero menos soberbios, menos arrogantes.

Onetti, primero vive en Uruguay, luego en Argentina, para finalmente exiliarse en España, y toda su vida es una metáfora de la localización física que él establece en ese bar del relato, donde hay una mirada especular, y donde creo que está claramente planteada una relación homo erótica en la que Inés es, simplemente, un pretexto del narrador para acercarse a Bob por el rodeo familiar. Da igual si Inés es real o no, porque para el protagonista lo es. Funciona como la forma o el modo de aproximarse a ese ideal frente al cual hay una resistencia a asumir esa relación homo erótica, una resistencia a la homosexualidad.

La resistencia se manifiesta utilizando el odio como barrera entre los dos sujetos. Se sabe que la contrafigura es el amor. Ahí hay un amor de dos sujetos que consumen su vida, nunca mejor dicho, se la comen, camino de la degradación en esa sociedad, en esa localización física inmovilista donde el consuelo que tienen es envejecer juntos, degradarse juntos. Es decir, el amor, sexualmente no consumado, sería una especie de matrimonio blanco donde esos dos sujetos tienen una actitud de consunción, se consumen en esa relación.

Y hay en el relato, también en otras novelas de Onetti, una cierta delectación en la degradación, una cierta complacencia en describir esa pendiente hacia la degradación. Es lo que da al cuento un contenido de desesperanza. Por eso creo que la vida de Onetti está ahí.

Luis Seguí

La imposibilidad trágica de atrapar el tiempo. Comentario de Ignacio Castro al cuento de Onetti Bienbenido Bob

Hacía mucho tiempo que no leía nada de Onetti. Y tengo que decir que el cuento me encantó. Porque encontré un lenguaje no menos barroco que en el cuento anterior, pero ceñido a las turbulencias de lo real, que en este caso son dos subjetividades que se reconocen en su soledad.

La hipótesis parisina, neoyorkina de la homosexualidad entre ellos me parece, en estos pagos, descartable por una razón. Nunca se puede descartar algo de eso, pero en este caso hay tal virilidad de los dos en la ruina, hay tal delectación, pero no de masoquismo de barrio que además vende su nocturnidad, sino verdaderamente una entrada, sobre todo por parte del narrador, en la ruina que es el tiempo, en la imposibilidad de amarrar algo en el tiempo.

El amor por Inés es una especie de espejismo. Se dice en un momento que la única decisión posible es casarse cuanto antes. Es el momento en que Bob comienza a ser más agresivo. Pero el respeto vergonzante del narrador por Bob, elimina de cuajo algo distinto a un profundo respeto por un ser hermano. Son dos hombres que reconocen su hombría en la ruina.

No he visto que sea un cuento sobre el odio, la palabra parece salpicarlo, pero es una narración sobre la sabiduría que emana del fracaso. Hay una frase de Pasolini en una entrevista donde dice que de la felicidad no emana nada. Sin embargo, en el tuteo con el fracaso en el tiempo, hay una profunda sabiduría.

Me parece un ejercicio excelente de literatura y de saber, en cuanto al hundimiento implícito al tiempo. Y en ese escenario tragicómico, dos hombres encuentran su altura, aunque es el narrador quien tiene ventaja en la ruina, que tiene que ver con una mezcla de pavor y piedad. Es la ruina a cámara lenta del otro, aunque los dos están a la altura, y diría que hay más amor y respeto que odio.

Rosa López: Respecto a la hipótesis parisina-neoyorkina de la homosexualidad, tengo una nota en la primera página:

En aquel tiempo Bob era muy parecido a Inés, podía ver algo de ella en su cara a través del salón del club y acaso alguna noche lo haya mirado como la miraba a ella

Subrayé esto porque creía que aquí teníamos la cuestión del deseo homosexual reprimido. Quizá esté puesto como un señuelo. Pero, realmente, te querría plantear que el deseo homosexual no es contrario a la virilidad. En absoluto. Los homosexuales son extremadamente viriles.

Ignacio Castro: Después de la implacable juventud de él que, en cierto modo representa lo que el narrador ha sido, este narrador ve advenir a Bob con una mezcla de temor y esperanza, de que se corrompa o no se corrompa. Por una parte desearía que mantuviese lo que ha sido, por otra lo espera a la vuelta de la ruina. En todo caso, entre los dos, sobre todo por parte del narrador, se establece tal fraternidad, que el paso al acto sería algo así como un incesto. Sería penetrar en un templo que se mantiene digno de amor, digno de respeto, en la medida en que se mantiene inaccesible, como uno lo es para sí mismo.

Creo que la relación con lo trágico es lo que decide la virilidad entre ambos. Porque ya desde el comienzo, la juventud implacable de Bob aparece como algo soberbio, con lo cual es difícil meterse. El narrador, prácticamente no contesta a las insidias de Bob. Es como si éste le echara en cara al narrador que tuviese ilusiones en lo social, por ejemplo casarse, cuando él es un solitario admirable, amante de la música, lector, un trágico que infunde respeto. Lo trágico mantiene la fortaleza de Bob.

Finalmente, el narrador ha vuelto a lo trágico abandonando la relación fácil con Inés. Desde ahí mantiene la relación ambivalente de piedad y rencor con el Bob, que acaba de llegar al mundo de los arruinados. Pero, casualmente, Bob está pasando por una especie de crisis, aún tiene nostalgia de los tiempos juveniles, de lo que pudo y quiso ser, cuando el narrador tiene la sabiduría de no tener ya ni nostalgia. En ese sentido, la tragedia del narrador, que se sabe solo y desde ahí crea un mundo, espera la metamorfosis trágica de Bob convertido en Roberto.

En cierto modo, este Roberto somos todos nosotros. Hay una ironía, desde la sabiduría solitaria de Onetti, sobre todos nosotros, que somos, en cierto modo, el Roberto de los treinta años. E insisto, la virilidad de los dos, del narrador y del que llega, se decide por esa relación que no tiene tiempo con lo trágico.

Ignacio Castro