domingo, 13 de diciembre de 2009

María Lizcano nos aporta un análisis de los personajes de la novela "Instrucciones para salvar el Mundo"


Me gustaría aprovechar la presencia de la autora en la tertulia para que nos hable de la elección de tan enigmático título. Ignoro por qué Rosa ha elegido uno aparentemente tan pretencioso.

No sé si tras la lectura estaremos en mejores condiciones para salvar a nadie pero sí puedo decir algunas cosas que me han ido ocurriendo.

La primera es que he pasado unas horas muy agradables, la lectura me "ha enganchado" y eso me produce una gran satisfacción. Es uno de los placeres de leer, que el tiempo empiece a adquirir otra dimensión.

Me ha gustado la exhaustiva descripción de los personajes que logra convertir en gente muy próxima, casi unos viejos conocidos con los que se comienza a latir al unísono. Pienso que ellos sí son capaces de ir encontrando la claridad y la fuerza suficientes como para, al menos, "salvarse" a sí mismos, que es lo más que se puede pretender.

- Matías, un hombre brutalmente desquiciado por "el dolor de no poder concebir que la vida pueda continuar con normalidad, faltando ella". Un sujeto al que el destino le "empujaba a hacer algo, aunque no sabía qué". " Enloquecido por el dolor de su pérdida, enamorado de "su Rita", de ella que sí que sabía vivir pero que le había abandonado para siempre, llevándose la clave de su existencia, ya que la vida sin ella se había convertido en "algo monstruoso". Un ser que después del golpe que él mismo se da en la mano, su mano se curaría, pero la vida no dejaría de dolerle jamás, pues había llegado "al centro de la pena, al corazón del dolor". Alguien cuyo mayor exceso era el silencio frente a:

- Daniel, cuyo exceso más frecuente era la desidia. Un individuo al que los sentimientos "se le habían ido cayendo a lo largo de la vida, de manera imperceptible, pero continuada". Un profesional que necesitó endurecerse "frente al dolor de los enfermos". Al menos él prefiere justificarlo así. Alguien que hacía de su vida un disparate y que para castigarse ya se bastaba él solo. "Qué difícil es vivir una vida con sentido cuando no se le encuentra ningún sentido a la existencia"- se dice Daniel a sí mismo. Un personaje que en determinado momento de la historia necesita ser alguien distinto, que es capaz de tener fantasías de cambio y de comenzar a convertirlas en proyectos. Un hombre que habla de su mujer, Marina, como "su mutilación".

- La escritora aprovecha el personaje de Marina para hacer una descripción muy acertada, desde una perspectiva psicoanalítica, de las mujeres en posición histérica y erotomaníaca "qué duras, qué implacables, qué insaciables en su demanda de perfección". Exigiéndole a Daniel que fuera mejor de lo que era. "Exigiéndole todo y un poco más que todo" y humillándole "con esa perpetua mirada despectiva que era como el espejo de su derrota". Siempre ahí "agazapada, esperando a que meta la pata para criticarle".

- Rosa escribe "que la pena posee una carga magnética negativa, es como un imán que repele en vez de atraer" y sin embargo es capaz de crear la figura femenina de Cerebro, que está muy próxima a la posición del analista ya que puede ayudarle a Matías a "ordenar su mundo", y es capaz de expresar: "sé lo que es sufrir y puedo acompañarte durante unos segundos por ese trayecto" y de hacerle preguntas como: "¿de verdad quieres entender?, ¿de verdad quieres saber?". Piensa Matías, "todo esto tiene que servir para algo", "tienes que entender cuál es el mensaje", como tratando de descifrar el síntoma.

- En fín, la majestuosa, la entrañable Fatma, una mujer que "tenía todo y era feliz". Sí, tenía dos piernas, dos brazos y veinte dedos y con ellos podía saltar, correr y bailar. Había aprendido a protegerse y a "encerrarse en el último rincón de su cabeza" y allí pensaba cosas hermosas.

Hay en la obra reflexiones y metáforas sumamente atractivas sobre la vida y la muerte o personajes descriptos con pinceladas precisas como ese joven cruel que "terminará siendo juez de menores conocido por su dureza y su falta de compasión".

Y para terminar este comentario, recuerdo que el libro comienza haciendo una división entre los buhos y las alondras pero me gusta más la contraposición final entre "aquellos que saben amar y aquellos que no saben"

María Lizcano

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