lunes, 21 de mayo de 2012

Gerardo Mastrángelo comenta Desvelo, de Ovidiu Stoicescu

Se deslizó en la tertulia la pregunta acerca de por qué el hijo no abandona, no se aleja de la madre. Y es que el goce es superior a cualquier otra circunstancia. No se puede alejar en tanto que es primordial, inexorable. A pesar del conflicto que se produce, ese goce tiene mucho que ver con esa frase de Borges que recordaba Graciela:  

No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”.  

Es lo que el hijo prioriza, por eso no se marcha.  

Quiero agregar la mirada del que contempla, desde un punto de vista existencial, lo que le ocurre a estos personajes, no tanto en su indagación psicológica. Me refiero a que si algo se puede decir de esos encuentros nocturnos entre madre e hijo, si algo se puede decir exteriormente respecto a esa atmósfera asfixiante, es que en este juego de ficción hay un sentido de oquedad, de inanidad en relación a la existencia, sentido que daría espesor a sus vidas.  

Gerardo Mastrángelo

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