viernes, 7 de septiembre de 2018

Tertulia 90. Una mujer con nadie adentro, de Chloé Delaume. Comentario de apertura. Por Hugo Savino

Intenté traducir el ritmo de Chloé Delaume, traté de olvidarme de la lengua francesa, de la concepción de genio de la lengua, y escuchar el discurso. Chloé Delaume no escribe en la tradición genio de la lengua francesa. Lo dice claramente : su historicidad  es Alfred Jarry.

Su escribir no viene de la lengua, va hacia la lengua, en el sentido en que la afecta. Cuando traduje este libro sentí que la heroína (¿la que escribe?) no tenía nada, tampoco quería nada, solo un escribir “en la inseparación entre vida y lenguaje” (Henri Meschonnic). Escribe y se da cuenta de que su escribir no está del lado del decir sino del lado del hacer. Y ahí cabe que no traduje de la lengua francesa, traduje una obra de Chloé Delaume. Traduje Chloé Delaume. O si se quiere, la relación de Chloé Delaume con la lengua francesa. Hice una guía de los autores que  cita   en su novela, escuché que los integraba no como citas muertas o eruditas, sino como trabajo de su poema. Dos ejemplos : “Y además, Alfred Jarry una vez más, Alfred Jarry sobre todo.” Y después la  frase de Alfred Jarry del Supermacho : “El amor es un acto sin importancia, puesto que se lo puede hacer indefinidamente.” El Supermacho lleva como subtítulo : Novela moderna.

Una mujer con nadie adentro intenta seguir el principio de insumisión de Alfred Jarry. No es una influencia, es una continuidad. Una impregnación. Tal vez se trata de seguir haciendo activa esa radicalidad Jarry : El amor es un acto sin importancia, puesto que se lo puede hacer indefinidamente.”  También traduje con y las citas de Chloé Delaume que no me convencen. Y como Chloé Delaume  escribe en trinidad : autora narradora heroína, traté de traducir la relación de esos tres tiempos. Que es algo más que traducir de una lengua a otra, es traducir también un ritmo. Su manera de funcionar. Se traduce más que el sentido de las palabras, hay que tratar de traducir la fuerza de las palabras. El libro sugiere varios pasados : el pasado del pasado, el pasado del presente y el pasado del futuro.

Chloé Delaume : “Escribe pues lo que has visto, lo que es, y lo que debe ocurrir después. Yazgo en trinidad, autor narradora heroína.”

                                                                   I

Sobre el lenguaje solo hay puntos de vista. (Saussure).
Así que voy a seguir con dos puntos de vista sobre la literatura francesa :
El duque de Saint-Simon decía que hay que estar loco para publicar en vida. Y dejó sus Memorias para cien años después de su muerte. Tenía razón, en vida lo hubieran crucificado. Todos los nombres que puso ahí son reales.
Balzac, que quería publicar a medida que escribía,  lo tomó al pie de la letra y se inventó nombres para sus personajes. Salvó el pellejo.
Proust hizo lo mismo.
El otro punto de vista es la línea de Baudelaire, que fue el primero en descubrir que el lector es un hipócrita, alma bella si las hay. Así como todos somos sujetos freudianos, todos somos lectores.

                                                                  II

Una mujer con nadie adentro arranca con un lector. El novelista alemán Arno Schmidt dijo lo suyo acerca del lector, y creo que le va muy bien a esta Isabelle Bordelin, lectora de Chloé Delaume : “¡Y le debe suceder a muchos! A la mañana, en el tranvía, se ven con claridad los estragos que los escritores producen entre nosotros; cómo nos obligan a aceptar sus reflexiones, los gestos más abyectos. (Arno Schmidt, ¿Qué debo hacer?)

Así que hay una larga tradición con el malentendido escritor/lector. Y no tiene solución. Salvo en el relato. Bien hilado, para no ofender al lector.

El escritor, según Chloé Delaume, puede estar en ese lugar de “reina de las almas supurantes. Detentor de “la reparación.” Puede llegar a pensar que él es toda la literatura, tener la tentación de explicarla, solucionarla, dar lecciones, puede proponerse como modelo para su lector. Un modelo es lo que Chloé Delaume rechaza con toda su fuerza. El modelo implica reproducción. ¿Nos dice que el lector, ese hipócrita, solo reclama más de lo mismo? ¿Un lector es aquel que incita al escritor a que le entregue su voz? Ella, en tanto escribe, hace su apuesta, la cito : “Me llamo Chloé Delaume. Soy un personaje de ficción. Un ser de autoficción. Que repetidas veces incita a su lector a que se escriba por sí mismo, a que dé a su vida una forma inédita en la que él es el héroe. Eso es lo que digo, y vuelvo a decir, y escribo sin parar. Salvo que.”

Ese salvo que, en mi opinión, abre un interrogante : ¿qué clase de pacto es posible con un lector? Si es posible.   “Escribo y me escribo, puesto que soy la heroína. Así será el pacto que me ata tanto al ángel como a ustedes.” Un poco antes dijo de Isabelle Bordelin, y vale para ella misma, la autora : “Si eso de lo cual tenía necesidad era escribir o bien ser publicada. Creación o Reconocimiento. Realización personal vs Estatuto social. Mi pregunta era justa, pero yo estaba mal ubicada.” Queda, creo, más o menos planteado que el lector también está en esas encrucijadas. Es la poética. Lo social pide estilo, que es lo mismo que pedir modelos. Lo social pide que se escriba siempre lo mismo, la monserga de relatos, y que se lea siempre lo mismo. El estilo no es el lector. Un estilo se fabrica, como un modelo. Querer tener un estilo es una acumulación de angustia. Chloé Delaume plantea una escritura que le haga lugar a su nombre. Más que una firma. Y le deja al lector este espacio : la cito : “la relación entre el libro y sus lectores es un asunto de malentendido […]. Algunas personas pueden haber leído algo muy diferente de lo que pensé escribir y es una riqueza suplementaria.” Esa riqueza suplementaria es la apuesta del lector. La toma o la deja. Chloé Delaume es una escritora que no controla a sus lectores. Es verdad que todos los que escriben se imaginan que un día tendrán un lector, como el personaje de Pasos, la obra de Samuel Beckett : “la anciana Madame Winter, de quien el lector se acordará.” Una gran esclavitud si uno lo piensa bien. Beckett también estaba ahí adentro, en esa ilusión. Es inherente a toda poética. Chloé Delaume expone esa ilusión sin resolución. Recorre todo el libro. Nadie que escriba escapa a esa noria llamada lector.

                                                            III

Está el amor. Un desgarro. Chloé Delaume es la narradora, dice, y a veces se dice omnisciente, tal como lo quiere el autor. ¿Pero qué narradora? ¿La que se deja comer la voz por la narración o la que pone el oído en el recitativo? Autor y narradora y heroína : en esa tríada se escribe esta novela.   Una respuesta en el mismo libro : cito : “Estoy en transición, por qué hilos suspendida, algunos  son narrativos, quien nada dice consiente, la historia puede coser mi boca, nada sería contado.” Chloé Delaume está en esa tensión entre narración y recitativo y heroína. Tal vez soy ese lector, lo pretendo, que lee algo que es muy diferente de lo que ella pensó escribir. El relato, la historia, esa que cose la boca, no escucha lo que hay de recitativo en una voz. Como dijo alguien : Es una noción, la de relato, que ocupa todo el campo literario. Es una historia de intereses, de pequeños poderes. Así que se trata de darle guerra. El relato solo aspira a la coherencia, solidario de lo que dice criticar, el recitativo, en cambio, no se deja coser la boca. Entonces, Chloé Delaume escribe : “hay una heroína, soy yo, y ella espera. Hay una segunda persona.”

Una mujer con nadie adentro es una rapsodia de escrituras que pone de entrada un lector suicida. Y hace que me pregunte por la manera de leer: ¿leo un estilo? ¿un modelo? ¿leo siempre el mismo libro en todos? ¿leo género?¿O abandono el bosque del clisé y trato de escuchar otra voz, para no perder mi voz? Algunos proponen la diferencia, pero como programa, la diferencia es un trampa identitaria, porque se come la alteridad. Las palabras no dicen, hacen, le hacen a la lengua : cito a Chloé Delaume : “Y a veces las palabras por las palabras mismas. Algunas palabras solo están ahí por razones de musicalidad y de connotación sonora. No tengo miedo del vuelo de Ícaro a lo Queneau. […] no se puede llamar literatura a una simple restitución de hechos, sórdidos o no…” Entonces queda claro que escribir, en la poética de Chloé Delaume, es algo más que restituir hechos.

Todo el libro está tensado hacia lo desconocido. El lector lee ese desconocido que se va revelando. El autor no sabe lo que hace, y arrastra al lector, si se deja, a lo que no sabe. La que escribe, escribe una historia que la afectó y que la vuelve a afectar mientras la escribe. Es el trabajo del poema.

Pero no de cualquier poema. Chloé Delaume sabe que hay una demanda de lectura  que va por el lado del  “rewind [de la] novela naturalista [de la] actualización neorrealista, [de los] informes acerca del entorno.” Una mujer con nadie adentro se escribe contra ese programa, contra esa demanda de relato y se escribe a favor de la palabra que se hace frase. Y que corre cada vez un poco más los límites del punto de llegada. El punto de llegada es una abstracción, es la promesa del encantador de serpientes, el que relata promete un saber, en esta guerra del lenguaje, la narradora, sitúa su estrategia : la cito : hacerse “al menos tres en el interior. Porque soy numerosa y estoy cansada de hacernos callar. Soy Chloé Delaume, autor, narradora, heroína.”

Todo el libro es una voz baja, que a veces clama, otras susurra, otras pide. Pero siempre expone su escritura, que es su vida. La cito : La vida y la escritura tan entremezcladas.” La apuesta, vuelvo a esta palabra, la apuesta de la que habla en un momento, es hacia un punto de partida, o sea hacia lo concreto. Un infinito punto de partida, con cada lector.

Hugo Savino



No hay comentarios: