En esta décima reunión de Liter-a-tulia, la relación con el padre centró gran parte del tiempo de la tertulia. Entre otras reflexiones, además de las que recogemos en las distintas intervenciones que vendrán a continuación, se vio esta relación con el padre como metáfora de la vida, es decir, el padre encarnando el sistema contra el que el hijo va a luchar. Se subrayó la deuda moral que, encarnándose en culpa, atrapa al hijo para encaminarlo al desastre que le va a acontecer.
El retrato de Marcus es visto con las siguientes características, como buscador de la perfección, lleno de prejuicios, víctima de fuerzas que no controla, el fanatismo, la intolerancia, la hipocresía, la historia. A través de ellos realiza una decisión, no siempre consciente, llevar a cabo un viaje sin retorno, huyendo del destino gris que impone el padre. Marcus, en esa huída, defendería una postura ética frente a los discursos perversos que lo aprisionan.
Se habló de muchas facetas del amor, desde un amor profundo, al más puro egoísmo que no hace más que exigir una determinada conducta. Paradójicamente, ante ese panorama, lo que se sedimenta es una total identificación de Marcus al padre, de tal manera que, aunque se produzca la huida, en realidad lo lleva con él.
Rescatamos a continuación algunas de las intervenciones que tuvieron lugar, aquellas que son audibles en la grabación de la tertulia.
Ana Castaño: Un texto fascinante. A través de pequeños detalles va entregando la dimensión trágica de la vida. Además de la cuestión con el padre, resaltan temas como la muerte. Marcus, preso de los ideales que se transmiten en relación a la condición judía, y en relación al padre, realiza una travesía por el ideal que acaba llevándolo a lo peor.
También me parece un fantástico tratado sobre las diferentes posiciones de los sujetos en el amor, en el goce, y en el deseo. La figura femenina se muestra en las dos versiones, en la vertiente del amor y en la vertiente del goce. Vemos la importancia del estrago materno cuando hace el pedido mortal a Marcus, y vemos a la chica Olivia, presa de lo femenino, lo cual la lleva a acabar enloquecida. Desde las cosas corrientes y cotidianas van sucediendo cuestiones que conducen a la dimensión trágica de la vida.
Silvia Lagouarde: Yo había leído Los hechos, la autobiografía de Philip Roth, lo cual me ha permitido hacerme preguntas que enriquecieron mi lectura de Indignación. Curiosamente, me ha pasado algo desde el punto de vista ideológico. Una cosa me ha impactado, tiene que ver con todo lo que está pasando en el mundo. He tenido una especie de agradecimiento a Philip Roth porque me hace comprender algo acerca de la autoridad y el saber fundamentar esa autoridad en los jóvenes. En Pastoral americana, también Philip Roth me hace preguntar por algo que le preocupa mucho: ¿qué significa ser padre? Él no tiene hijos, sin embargo ha tenido un padre judío al que adoraba, y una madre a la que, ya no es que adorase, sino que cuando murió entró en depresión.
Quiero decir que la lectura de Philip Roth, en algún sentido, me ha americanizado el pensamiento. Yo soy de América Latina, y como tal apuesto por trabajar menos y gozar más. Sin embargo, con Philip Roth tengo la posibilidad de entender un poco más la mentalidad americana. Y me parece admirable, hace del trabajo un ideal –algo muy anglosajón— y siento admiración por esas personas que logran dejar algo a sus hijos, lo cual me genera un gran amor hacia esos padres más allá de que logren o no sus objetivos, pero son padres que están motivados por el amor.
Respecto al discurso del presidente de la Universidad, me pareció siniestra su condición de patriota. Pero es verdad que Estados Unidos es un país imperial, y es verdad que todo hombre americano está siempre traumatizado por la posibilidad de ser llamado a la guerra. Es una experiencia que tienen los países imperiales, lo que me hace comprender eso como un elemento de preocupación permanente en las familias americanas, y también me hace comprender ese miedo del padre a que su hijo muera, algo que disfraza de diferentes maneras.
Y tengo que decir que, para disfrutar de la lectura, necesito la escritura tradicional clásica que pone en juego el carácter trágico de la existencia. Pero quiero hacer notar que toda la literatura de Philip Roth, además de preguntarse sobre el padre, también insiste en el tema de la mujer como síntoma del hombre, y para la mujer como estrago. Su literatura es parte de experiencias vividas. Y también se pregunta si esa elección de objeto que hizo con su vida, no era lo que él necesitaba, este desgaste a través del amor y su imposibilidad, como estímulo para poder escribir. Es una pregunta acerca de por qué uno se convierte en escritor y por qué otro no. Ve la mujer como lo que él necesita, y una imposibilidad que es lo que más lo motiva en la escritura.
Y lo que a mí me impresiona mucho es cómo reacciona un hombre cuando una mujer, en la primera cita, realiza algo sexual que no está programado en su ideal. En este libro lo muestra de forma impactante, sorpresiva para la época. Pero lo que me generó una verdadera tristeza y una verdadera angustia es ver como esta chica, que realiza este acto con él y con otros por puro amor, buscando amor, como lo buscan todas las mujeres, viene marcada como una mujer que no tiene nada que ver con el ideal, de manera que es desechada por todos los chicos del campus. Esa, que es una situación particular, sin embargo es algo que, como mujer, lo he visto en muchas situaciones culturales, lo cual ha generado verdaderos estragos en mujeres que buscando amor son tachadas por mentes fundamentalistas. También muestra, en ese pequeño relato, el encuentro fantasmático de un hombre con una mujer y el ideal de lo uno y de lo otro. Para el hombre es muy difícil soportar que ese objeto de amor sea un objeto fácil, de manera que lo degrada.
Y también quiero hablar respecto a una contraposición que encuentro entre Philip Roth y Murakami, al que yo tanto he criticado en una tertulia anterior. En Murakami encontrábamos la extrañeza de ser hijo único, algo que ocurría hace sesenta años. Recordamos que en el libro que comentamos en esta tertulia, él no tiene hermanos. En el momento actual lo raro sería tener hermanos. En el caso Philip Roth, la cuestión está en los padres divorciados, de lo cual hacer un relato extraordinario. Recuerdo que en Argentina, hace años, cuando encontrábamos a un niño de padres divorciados, lo mirábamos de forma extraña. Y ahora habría que preguntarse, ¿quien no está divorciado en este momento?
Graciela Kasanetz: Este libro me hizo pensar en otro de Philip Roth en el que encontramos nuevamente el tema del padre, además del tema autobiográfico. Me refiero a Patrimonio. En él habla directamente del padre, de su muerte, y del patrimonio que le deja, que finalmente lo cifra en el objeto más abyecto, en la decadencia de la vida, y también en un objeto, los tefilines, dos cajas de cuero unidas a correas de cuero, que se colocan en los antebrazos, y que cada caja contiene cuatro secciones de la Torá escritas en pergamino. El libro Patrimonio termina con un sueño de Philip Roth sobre la orfandad del hijo frente a la muerte del padre.
La orfandad del hijo es algo constitutivo de los humanos. Siempre, por adulto que se sea, la muerte del padre deja huérfano al hijo, un hijo que ya es huérfano. Frente a la falta de garantías que hay en la vida, son las elecciones de uno las que garantizan, del lado del deseo y de la apuesta por esas elecciones, alguna protección respecto de esa orfandad. Creo que este libro, Indignación, es la contraportada de Patrimonio, porque muestra, en la figura del padre, la orfandad de los padres respecto de los hijos. Los hijos que creemos encontrar una protección en el padre, cuando somos padres creemos que los hijos nos van a garantizar – quizá porque la ley de la vida es que nos sobrevivan— esa protección incondicional en el amor. Y sin embargo, cuando los hijos se van –los psicólogos llaman el niño vacío—, y antes de que se vayan, cuando los hijos comienzan a caminar, a querer algo hacia lo que pueden ir sin nuestra mediación, ya tememos el peligro de volver a quedarnos huérfanos.
Este libro tiene este subrayado, cuán difícil es el ateísmo. Porque la creencia en el Nombre del Padre tiene dos partes, el padre, que es la protección, pero también tiene el nombre, y Messner, abjurando de los padres, sigue aferrado al nombre, sigue con la indignación apelando a algún otro tipo de nombre con más garantía que aquél que le imponen con la religión, tener que ir a las clases.
Creo que este libro pivota sobre una cuestión, ser digno del padre, de un padre y de una madre que señalan ambos, no la vía del deseo, sino la del sacrificio, exactamente la vía opuesta a la vida. Cuando el protagonista escucha a su madre la exigencia de renunciar a esa chica con las muñecas cortadas, ¿en nombre de qué?, lo hace diciendo que no elija a esa chica porque para sacrificios ya está el suyo. No sigue su deseo y pide la renuncia del otro a su deseo. El hijo tiene que sacrificarse.
El amor goza de muy buena prensa, pero el amor no siempre lleva a lo mejor, no siempre es aquello que permite ir en la dirección del deseo. Los psicoanalistas tenemos una de tantas frases hermosas de Lacan que me parece apropiado nombrar:
“Sólo el amor permite al goce condescender al deseo”.
Precisamente aquí, el amor no permite esto.
Además de todo esto que podemos enfocar de lo subjetivo, está la metáfora de Philip Roth presente en todos sus libros. Es cómo en la sociedad norteamericana, estas circunstancias se entrelazan y son aprovechadas por el poder político para llevar tantos individuos, que podrían tener una vida tan valiosa y prolífica, a la más terrible de las aniquilaciones, a una aniquilación muy bien expresada en la novela, es el filo tan terrible de la bayoneta que no corta cualquier sitio, corta los genitales, corta los intestinos, y corta las piernas.
Y respecto a la muerte, la define no como una ausencia de recuerdos sino como tener que repetir siempre los mismos recuerdos, una y otra vez, sin poder salir de ellos. Me recuerda un libro que me llamó mucho la atención porque no parecía un libro de Philip Roth, El pecho. Describe la muerte como la repetición, lo cual es algo que está muy teorizado en el psicoanálisis. En este libro subraya que cuando apostamos por la repetición nos alejamos de la vida.
Para finalizar quiero lanzar una pregunta: ¿quién es el padre de cada uno? Lo que cada uno entiende que es el padre de uno, no es lo que es esa persona. Es decir, la exigencia, la complacencia que cada uno pueda interpretar de su padre, es eso, una interpretación. El padre de cada uno, para uno, es, ni más ni menos que una interpretación. Quién sea ese padre es otra cuestión. Cuada uno puede solamente tomar de la realidad la interpretación que hace.
Y por otro lado, respecto a si Marcus busca o no la muerte, yo entiendo que existe el azar del encuentro y de los malos encuentros. Pero este chico era lo suficientemente inteligente en el diálogo con el decano, como para prever que la consecuencia de ese desafío que hacía suponía su expulsión, y sabía que eso lo mandaba de soldado raso con todas sus consecuencias. Hay algo elegido, tal vez no conscientemente, pero uno elige aunque es difícil de entender. Aunque no elige conscientemente, la elección inconsciente también es una elección. Cada uno de los actos, por pequeños que sean, están llevados por una elección. Después está el azar de los encuentros. Y por otro lado, algo que no era tan azaroso, y que envuelve toda la novela, es la situación política de Estados Unidos y la Guerra de Corea.
Luis Seguí: El eje conductor de la novela es la presencia de la pulsión de muerte. Es más, hay una invocación constante a la pulsión de muerte. Cuando me recluten y me maten en Corea, el padre con esa sobreprotección que conduce a lo peor. Hay una elección, más o menos inconsciente, por parte del protagonista.
Hay una escena clave, la que se desarrolla con el decano cuando lo confronta con Bertrand Russell, desplegando la teoría atea. Pero vemos la dificultad de llevar ese ateísmo consecuentemente, de tal manera lo vemos que la cuestión acaba en un sacrificio. Marcus niega a Dios, hace un discurso que es un alegato, una transcripción de la palabra de Bertrand Russell, pero acaba en un acto sacrificial, religioso, porque él elige ir a Corea en el momento en que desprecia al decano dos veces. Y ese desprecio, que aparentemente es una rebelión, confirma lo que le dijo el decano a su interpelación salvaje:
“Esa es la forma que usted tiene de encarar los problemas”.
Lo que aparentemente es un acto de rebeldía, es la forma que tiene de ser expulsado para ir al sacrificio de Corea.
Y luego hay una situación constante de ambivalencia de sentimientos, con el padre, con la madre, con Olivia, con el personaje judío Sony, apolíneo, guapo, rico. Hay una cierta erotomanía en esa descripción que hace Philip Roth. Sony es una descripción del judío que él quisiera ser, el hijo de un empresario, que lo conduce también al desastre porque le propone ser sustituido, en la iglesia, por un mandado al que le paga. Ese personaje, Sony, está constantemente en el horizonte de lo que él quisiera ser, y al mismo tiempo, por tanto, rechazando su origen social y la figura de su padre.
Y la misma figura de Olivia, ese objeto sexual degradado. Marcus se siente el privilegiado que ha sido objeto de las caricias en el coche por parte de ella, pero resulta que los demás, finalmente, también habían tenido relaciones con ella. Hay algo ahí que choca profundamente con la moral en la que él ha sido educado. Hay una frase en la que dice que su padre jamás ha infringido la ley. Marcus está atenazado entre la tentación del deseo, infringir, y ese mandato paterno, el hombre del cuchillo, el hombre de la castración que nunca ha infringido la ley y dice, hay que hacer lo que es correcto hacer. Constantemente está ese latiguillo en el personaje.
Y, efectivamente, es la muerte por el cuchillo. El padre se hiere trabajando en la carnicería, y no se muere en el momento, pero se muere luego por la enfermedad mezclada con la muerte del hijo. Es un suicidio encubierto. Y el hijo muere por la bayoneta de un chino en Corea.
Está muy bien en todo el relato la presencia de esa guerra, un esquema de la ideología y de las convicciones que mueven al pueblo americano, la división entre los buenos y los malos. En ese momento los malos se llamaban comunistas, pero se desarrolla la historia siete años después de acabar la Segunda Guerra Mundial, donde dos primos de Marcus habían muerto. Por lo tanto, la presencia de la muerte y de la guerra, no es algo alejado en el tiempo, sino una constante en la vida americana. Nunca en la vida americana han pasado más de quince años sin que estuvieran en guerra. Y además, era una época de reclutamiento forzoso, y Marcus sabe que mientras esté estudiando está protegido, no lo van a reclutar. Cuando promueve su propia expulsión está buscando que lo recluten y lo manden a Corea.
Rosa López: Me parece importante diferenciar el deseo consciente que el padre transmite, del deseo inconsciente. Porque en ese fatalismo donde el padre profetiza que un movimiento anodino podría causar la muerte del hijo, también está ahí el deseo inconsciente del padre. La voz del padre actúa como una voz de un destino trágico que lo espera. Y de hecho, dentro de la distinción entre diferentes figuras del padre, en este caso sería el padre como la voz del superyó que exige ser más virtuoso, no hacer nada malo, etc. Y el chico no se mete en líos, se dedica a estudiar y no complicarse con nada. Pero hay algo del designio de la pulsión que se acaba cumpliendo bajo la forma de la muerte. El propio padre fumaba mucho y tenía un problema con el que se estaba matando continuamente y no ponía remedio.
También podríamos decir que la novela se centra en la sexualidad, la muerte y la castración. Los detalles de la castración son excepcionales. El padre cortando, con el hijo al lado, pedazos de pollo. Es una evocación continua de la castración imaginaria. Y otras imágines de corte, la cicatriz en la chica, la castración femenina, podríamos tomarla no en esa chica concreta, sino como que toda mujer tiene la cicatriz de la castración. Y lo que a él le fascina en la chica es la raya en el pelo, como corte. Todas imágenes de castración. Y por supuesto, la muerte con los cortes.
Henar Miguélez: Marcus provoca su muerte por las pequeñas y continuas decisiones que va tomando. Esa sería una primera conclusión, Marcus va viendo que se convierte en su padre y se autodestruye, pero en el fondo quiere matar a su padre. No quiere destruirse de forma consciente –él no cree que se está destruyendo— sino que inconscientemente ve a su padre en sí, y quiere destruir aquello en lo que se convierte: su padre. Y todo porque, con respecto a nuestros padres, nos llevemos con ellos de una u otra manera, arrastramos un bagaje, somos herederos de lo que hemos vivido con ellos.
Por otro lado, ¿quién no ha querido, lográndolo o no, que sus padres se sintiesen orgullosos de él?, ¿quién no se ha sentido fracasado al pensar que no lo conseguía, independientemente de cuál fuera la opinión del padre? Cuando uno termina de leer el libro piensa que Marcus parece que quiere llevar a las máximas consecuencias, tenías razón, me han matado; en todo lo que dijiste quiero darte la razón, quiero que te sientas orgulloso de que tu hijo cumplió todo lo que decías. La paradoja es ésta, pese a tratar de huir, termina dándole la razón en todo.
Creo que Philip Roth, en toda su obra, no se atreve a insultar a su padre. Pero no cesa de hacerlo. Sus personajes reflejan lo que han hecho con él. Yo no sé su biografía, pero sus obras reflejan el afán de perfección que él creyó entender que le exigían. En todas sus obras, el padre que se muere en un hospital, ese entierro tan raro, nunca llegó a sentir que su padre había estado orgulloso de él. Su padre quería la perfección, pero en la perfección, lo que se debe hacer no es, es lo que yo pienso que se debe hacer. No es lo que se debe hacer en cuanto a judío, en cuanto a leyes, etc., es lo que yo creo que se debe hacer. ¿Quién no quiere satisfacer eso de un padre? Yo creo que él no lo consiguió, y en sus libros se ha vengado. Y quiero decir que en esto no tiene nada que ver la actitud amorosa que se tenga hacia el padre. Es la contradicción que todos tenemos.
Liter-a-tulia.
El retrato de Marcus es visto con las siguientes características, como buscador de la perfección, lleno de prejuicios, víctima de fuerzas que no controla, el fanatismo, la intolerancia, la hipocresía, la historia. A través de ellos realiza una decisión, no siempre consciente, llevar a cabo un viaje sin retorno, huyendo del destino gris que impone el padre. Marcus, en esa huída, defendería una postura ética frente a los discursos perversos que lo aprisionan.
Se habló de muchas facetas del amor, desde un amor profundo, al más puro egoísmo que no hace más que exigir una determinada conducta. Paradójicamente, ante ese panorama, lo que se sedimenta es una total identificación de Marcus al padre, de tal manera que, aunque se produzca la huida, en realidad lo lleva con él.
Rescatamos a continuación algunas de las intervenciones que tuvieron lugar, aquellas que son audibles en la grabación de la tertulia.
Ana Castaño: Un texto fascinante. A través de pequeños detalles va entregando la dimensión trágica de la vida. Además de la cuestión con el padre, resaltan temas como la muerte. Marcus, preso de los ideales que se transmiten en relación a la condición judía, y en relación al padre, realiza una travesía por el ideal que acaba llevándolo a lo peor.
También me parece un fantástico tratado sobre las diferentes posiciones de los sujetos en el amor, en el goce, y en el deseo. La figura femenina se muestra en las dos versiones, en la vertiente del amor y en la vertiente del goce. Vemos la importancia del estrago materno cuando hace el pedido mortal a Marcus, y vemos a la chica Olivia, presa de lo femenino, lo cual la lleva a acabar enloquecida. Desde las cosas corrientes y cotidianas van sucediendo cuestiones que conducen a la dimensión trágica de la vida.
Silvia Lagouarde: Yo había leído Los hechos, la autobiografía de Philip Roth, lo cual me ha permitido hacerme preguntas que enriquecieron mi lectura de Indignación. Curiosamente, me ha pasado algo desde el punto de vista ideológico. Una cosa me ha impactado, tiene que ver con todo lo que está pasando en el mundo. He tenido una especie de agradecimiento a Philip Roth porque me hace comprender algo acerca de la autoridad y el saber fundamentar esa autoridad en los jóvenes. En Pastoral americana, también Philip Roth me hace preguntar por algo que le preocupa mucho: ¿qué significa ser padre? Él no tiene hijos, sin embargo ha tenido un padre judío al que adoraba, y una madre a la que, ya no es que adorase, sino que cuando murió entró en depresión.
Quiero decir que la lectura de Philip Roth, en algún sentido, me ha americanizado el pensamiento. Yo soy de América Latina, y como tal apuesto por trabajar menos y gozar más. Sin embargo, con Philip Roth tengo la posibilidad de entender un poco más la mentalidad americana. Y me parece admirable, hace del trabajo un ideal –algo muy anglosajón— y siento admiración por esas personas que logran dejar algo a sus hijos, lo cual me genera un gran amor hacia esos padres más allá de que logren o no sus objetivos, pero son padres que están motivados por el amor.
Respecto al discurso del presidente de la Universidad, me pareció siniestra su condición de patriota. Pero es verdad que Estados Unidos es un país imperial, y es verdad que todo hombre americano está siempre traumatizado por la posibilidad de ser llamado a la guerra. Es una experiencia que tienen los países imperiales, lo que me hace comprender eso como un elemento de preocupación permanente en las familias americanas, y también me hace comprender ese miedo del padre a que su hijo muera, algo que disfraza de diferentes maneras.
Y tengo que decir que, para disfrutar de la lectura, necesito la escritura tradicional clásica que pone en juego el carácter trágico de la existencia. Pero quiero hacer notar que toda la literatura de Philip Roth, además de preguntarse sobre el padre, también insiste en el tema de la mujer como síntoma del hombre, y para la mujer como estrago. Su literatura es parte de experiencias vividas. Y también se pregunta si esa elección de objeto que hizo con su vida, no era lo que él necesitaba, este desgaste a través del amor y su imposibilidad, como estímulo para poder escribir. Es una pregunta acerca de por qué uno se convierte en escritor y por qué otro no. Ve la mujer como lo que él necesita, y una imposibilidad que es lo que más lo motiva en la escritura.
Y lo que a mí me impresiona mucho es cómo reacciona un hombre cuando una mujer, en la primera cita, realiza algo sexual que no está programado en su ideal. En este libro lo muestra de forma impactante, sorpresiva para la época. Pero lo que me generó una verdadera tristeza y una verdadera angustia es ver como esta chica, que realiza este acto con él y con otros por puro amor, buscando amor, como lo buscan todas las mujeres, viene marcada como una mujer que no tiene nada que ver con el ideal, de manera que es desechada por todos los chicos del campus. Esa, que es una situación particular, sin embargo es algo que, como mujer, lo he visto en muchas situaciones culturales, lo cual ha generado verdaderos estragos en mujeres que buscando amor son tachadas por mentes fundamentalistas. También muestra, en ese pequeño relato, el encuentro fantasmático de un hombre con una mujer y el ideal de lo uno y de lo otro. Para el hombre es muy difícil soportar que ese objeto de amor sea un objeto fácil, de manera que lo degrada.
Y también quiero hablar respecto a una contraposición que encuentro entre Philip Roth y Murakami, al que yo tanto he criticado en una tertulia anterior. En Murakami encontrábamos la extrañeza de ser hijo único, algo que ocurría hace sesenta años. Recordamos que en el libro que comentamos en esta tertulia, él no tiene hermanos. En el momento actual lo raro sería tener hermanos. En el caso Philip Roth, la cuestión está en los padres divorciados, de lo cual hacer un relato extraordinario. Recuerdo que en Argentina, hace años, cuando encontrábamos a un niño de padres divorciados, lo mirábamos de forma extraña. Y ahora habría que preguntarse, ¿quien no está divorciado en este momento?
Graciela Kasanetz: Este libro me hizo pensar en otro de Philip Roth en el que encontramos nuevamente el tema del padre, además del tema autobiográfico. Me refiero a Patrimonio. En él habla directamente del padre, de su muerte, y del patrimonio que le deja, que finalmente lo cifra en el objeto más abyecto, en la decadencia de la vida, y también en un objeto, los tefilines, dos cajas de cuero unidas a correas de cuero, que se colocan en los antebrazos, y que cada caja contiene cuatro secciones de la Torá escritas en pergamino. El libro Patrimonio termina con un sueño de Philip Roth sobre la orfandad del hijo frente a la muerte del padre.
La orfandad del hijo es algo constitutivo de los humanos. Siempre, por adulto que se sea, la muerte del padre deja huérfano al hijo, un hijo que ya es huérfano. Frente a la falta de garantías que hay en la vida, son las elecciones de uno las que garantizan, del lado del deseo y de la apuesta por esas elecciones, alguna protección respecto de esa orfandad. Creo que este libro, Indignación, es la contraportada de Patrimonio, porque muestra, en la figura del padre, la orfandad de los padres respecto de los hijos. Los hijos que creemos encontrar una protección en el padre, cuando somos padres creemos que los hijos nos van a garantizar – quizá porque la ley de la vida es que nos sobrevivan— esa protección incondicional en el amor. Y sin embargo, cuando los hijos se van –los psicólogos llaman el niño vacío—, y antes de que se vayan, cuando los hijos comienzan a caminar, a querer algo hacia lo que pueden ir sin nuestra mediación, ya tememos el peligro de volver a quedarnos huérfanos.
Este libro tiene este subrayado, cuán difícil es el ateísmo. Porque la creencia en el Nombre del Padre tiene dos partes, el padre, que es la protección, pero también tiene el nombre, y Messner, abjurando de los padres, sigue aferrado al nombre, sigue con la indignación apelando a algún otro tipo de nombre con más garantía que aquél que le imponen con la religión, tener que ir a las clases.
Creo que este libro pivota sobre una cuestión, ser digno del padre, de un padre y de una madre que señalan ambos, no la vía del deseo, sino la del sacrificio, exactamente la vía opuesta a la vida. Cuando el protagonista escucha a su madre la exigencia de renunciar a esa chica con las muñecas cortadas, ¿en nombre de qué?, lo hace diciendo que no elija a esa chica porque para sacrificios ya está el suyo. No sigue su deseo y pide la renuncia del otro a su deseo. El hijo tiene que sacrificarse.
El amor goza de muy buena prensa, pero el amor no siempre lleva a lo mejor, no siempre es aquello que permite ir en la dirección del deseo. Los psicoanalistas tenemos una de tantas frases hermosas de Lacan que me parece apropiado nombrar:
“Sólo el amor permite al goce condescender al deseo”.
Precisamente aquí, el amor no permite esto.
Además de todo esto que podemos enfocar de lo subjetivo, está la metáfora de Philip Roth presente en todos sus libros. Es cómo en la sociedad norteamericana, estas circunstancias se entrelazan y son aprovechadas por el poder político para llevar tantos individuos, que podrían tener una vida tan valiosa y prolífica, a la más terrible de las aniquilaciones, a una aniquilación muy bien expresada en la novela, es el filo tan terrible de la bayoneta que no corta cualquier sitio, corta los genitales, corta los intestinos, y corta las piernas.
Y respecto a la muerte, la define no como una ausencia de recuerdos sino como tener que repetir siempre los mismos recuerdos, una y otra vez, sin poder salir de ellos. Me recuerda un libro que me llamó mucho la atención porque no parecía un libro de Philip Roth, El pecho. Describe la muerte como la repetición, lo cual es algo que está muy teorizado en el psicoanálisis. En este libro subraya que cuando apostamos por la repetición nos alejamos de la vida.
Para finalizar quiero lanzar una pregunta: ¿quién es el padre de cada uno? Lo que cada uno entiende que es el padre de uno, no es lo que es esa persona. Es decir, la exigencia, la complacencia que cada uno pueda interpretar de su padre, es eso, una interpretación. El padre de cada uno, para uno, es, ni más ni menos que una interpretación. Quién sea ese padre es otra cuestión. Cuada uno puede solamente tomar de la realidad la interpretación que hace.
Y por otro lado, respecto a si Marcus busca o no la muerte, yo entiendo que existe el azar del encuentro y de los malos encuentros. Pero este chico era lo suficientemente inteligente en el diálogo con el decano, como para prever que la consecuencia de ese desafío que hacía suponía su expulsión, y sabía que eso lo mandaba de soldado raso con todas sus consecuencias. Hay algo elegido, tal vez no conscientemente, pero uno elige aunque es difícil de entender. Aunque no elige conscientemente, la elección inconsciente también es una elección. Cada uno de los actos, por pequeños que sean, están llevados por una elección. Después está el azar de los encuentros. Y por otro lado, algo que no era tan azaroso, y que envuelve toda la novela, es la situación política de Estados Unidos y la Guerra de Corea.
Luis Seguí: El eje conductor de la novela es la presencia de la pulsión de muerte. Es más, hay una invocación constante a la pulsión de muerte. Cuando me recluten y me maten en Corea, el padre con esa sobreprotección que conduce a lo peor. Hay una elección, más o menos inconsciente, por parte del protagonista.
Hay una escena clave, la que se desarrolla con el decano cuando lo confronta con Bertrand Russell, desplegando la teoría atea. Pero vemos la dificultad de llevar ese ateísmo consecuentemente, de tal manera lo vemos que la cuestión acaba en un sacrificio. Marcus niega a Dios, hace un discurso que es un alegato, una transcripción de la palabra de Bertrand Russell, pero acaba en un acto sacrificial, religioso, porque él elige ir a Corea en el momento en que desprecia al decano dos veces. Y ese desprecio, que aparentemente es una rebelión, confirma lo que le dijo el decano a su interpelación salvaje:
“Esa es la forma que usted tiene de encarar los problemas”.
Lo que aparentemente es un acto de rebeldía, es la forma que tiene de ser expulsado para ir al sacrificio de Corea.
Y luego hay una situación constante de ambivalencia de sentimientos, con el padre, con la madre, con Olivia, con el personaje judío Sony, apolíneo, guapo, rico. Hay una cierta erotomanía en esa descripción que hace Philip Roth. Sony es una descripción del judío que él quisiera ser, el hijo de un empresario, que lo conduce también al desastre porque le propone ser sustituido, en la iglesia, por un mandado al que le paga. Ese personaje, Sony, está constantemente en el horizonte de lo que él quisiera ser, y al mismo tiempo, por tanto, rechazando su origen social y la figura de su padre.
Y la misma figura de Olivia, ese objeto sexual degradado. Marcus se siente el privilegiado que ha sido objeto de las caricias en el coche por parte de ella, pero resulta que los demás, finalmente, también habían tenido relaciones con ella. Hay algo ahí que choca profundamente con la moral en la que él ha sido educado. Hay una frase en la que dice que su padre jamás ha infringido la ley. Marcus está atenazado entre la tentación del deseo, infringir, y ese mandato paterno, el hombre del cuchillo, el hombre de la castración que nunca ha infringido la ley y dice, hay que hacer lo que es correcto hacer. Constantemente está ese latiguillo en el personaje.
Y, efectivamente, es la muerte por el cuchillo. El padre se hiere trabajando en la carnicería, y no se muere en el momento, pero se muere luego por la enfermedad mezclada con la muerte del hijo. Es un suicidio encubierto. Y el hijo muere por la bayoneta de un chino en Corea.
Está muy bien en todo el relato la presencia de esa guerra, un esquema de la ideología y de las convicciones que mueven al pueblo americano, la división entre los buenos y los malos. En ese momento los malos se llamaban comunistas, pero se desarrolla la historia siete años después de acabar la Segunda Guerra Mundial, donde dos primos de Marcus habían muerto. Por lo tanto, la presencia de la muerte y de la guerra, no es algo alejado en el tiempo, sino una constante en la vida americana. Nunca en la vida americana han pasado más de quince años sin que estuvieran en guerra. Y además, era una época de reclutamiento forzoso, y Marcus sabe que mientras esté estudiando está protegido, no lo van a reclutar. Cuando promueve su propia expulsión está buscando que lo recluten y lo manden a Corea.
Rosa López: Me parece importante diferenciar el deseo consciente que el padre transmite, del deseo inconsciente. Porque en ese fatalismo donde el padre profetiza que un movimiento anodino podría causar la muerte del hijo, también está ahí el deseo inconsciente del padre. La voz del padre actúa como una voz de un destino trágico que lo espera. Y de hecho, dentro de la distinción entre diferentes figuras del padre, en este caso sería el padre como la voz del superyó que exige ser más virtuoso, no hacer nada malo, etc. Y el chico no se mete en líos, se dedica a estudiar y no complicarse con nada. Pero hay algo del designio de la pulsión que se acaba cumpliendo bajo la forma de la muerte. El propio padre fumaba mucho y tenía un problema con el que se estaba matando continuamente y no ponía remedio.
También podríamos decir que la novela se centra en la sexualidad, la muerte y la castración. Los detalles de la castración son excepcionales. El padre cortando, con el hijo al lado, pedazos de pollo. Es una evocación continua de la castración imaginaria. Y otras imágines de corte, la cicatriz en la chica, la castración femenina, podríamos tomarla no en esa chica concreta, sino como que toda mujer tiene la cicatriz de la castración. Y lo que a él le fascina en la chica es la raya en el pelo, como corte. Todas imágenes de castración. Y por supuesto, la muerte con los cortes.
Henar Miguélez: Marcus provoca su muerte por las pequeñas y continuas decisiones que va tomando. Esa sería una primera conclusión, Marcus va viendo que se convierte en su padre y se autodestruye, pero en el fondo quiere matar a su padre. No quiere destruirse de forma consciente –él no cree que se está destruyendo— sino que inconscientemente ve a su padre en sí, y quiere destruir aquello en lo que se convierte: su padre. Y todo porque, con respecto a nuestros padres, nos llevemos con ellos de una u otra manera, arrastramos un bagaje, somos herederos de lo que hemos vivido con ellos.
Por otro lado, ¿quién no ha querido, lográndolo o no, que sus padres se sintiesen orgullosos de él?, ¿quién no se ha sentido fracasado al pensar que no lo conseguía, independientemente de cuál fuera la opinión del padre? Cuando uno termina de leer el libro piensa que Marcus parece que quiere llevar a las máximas consecuencias, tenías razón, me han matado; en todo lo que dijiste quiero darte la razón, quiero que te sientas orgulloso de que tu hijo cumplió todo lo que decías. La paradoja es ésta, pese a tratar de huir, termina dándole la razón en todo.
Creo que Philip Roth, en toda su obra, no se atreve a insultar a su padre. Pero no cesa de hacerlo. Sus personajes reflejan lo que han hecho con él. Yo no sé su biografía, pero sus obras reflejan el afán de perfección que él creyó entender que le exigían. En todas sus obras, el padre que se muere en un hospital, ese entierro tan raro, nunca llegó a sentir que su padre había estado orgulloso de él. Su padre quería la perfección, pero en la perfección, lo que se debe hacer no es, es lo que yo pienso que se debe hacer. No es lo que se debe hacer en cuanto a judío, en cuanto a leyes, etc., es lo que yo creo que se debe hacer. ¿Quién no quiere satisfacer eso de un padre? Yo creo que él no lo consiguió, y en sus libros se ha vengado. Y quiero decir que en esto no tiene nada que ver la actitud amorosa que se tenga hacia el padre. Es la contradicción que todos tenemos.
Liter-a-tulia.
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