“Me admira cómo se puede mentir poniendo la razón de parte de uno”.
Celine. Viaje al fin de la noche.
“La vida se niega obstinadamente a seguir el dictado de doctrinas, de teorías, y de leyes”
(Prólogo, La fierecilla domada).
Indignación nos sitúa ante un cuestionamiento de la posición educativa y ofrece una mirada sobre los peligros que esa posición encierra en cuanto a la facilidad con que se desliza desde posiciones obsesiva hacia otras perversas.
En las primeras veinte líneas aparecen la guerra, la muerte, la familia y la educación –fronterizos siempre con la obsesión— como pilares en los que se va a sustentar el relato. Ellos irán configurando una temática marcada por elementos mórbidos de la estructura subjetiva y familiar y por imperativos morales y políticos que se irán significando como los signos de una tragedia, tanto personal como colectiva.
Las dos citas, que a modo de epígrafes encabezan esta reflexión, pretenden señalar los elementos más significativos que, a mi modo de ver, sobresalen en la novela.
La primera pertenece a Viaje al fin de la noche, de Celine, y la segunda está sacada de un ensayo introductorio a La Fierecilla domada de Shakespeare. En ellas resaltan, por un lado, la mentira, que en el caso de Indignación se muestra poderosa, disfrazada de amor familiar, de educación y de conciencia moral, y por otro lado un conflicto vital que va a ser escenificado entre esa mentira y el deseo, o también se podría decir en términos más conceptuales, entre lo que pretende instaurarse en la lógica universal del “para todos”, y lo particular del deseo.
La mentira
Son dos vertientes de la mentira, una de carácter estructural enmarcada en la familia, y otra de carácter moral enmarcada en la institución educativa. Ambas tienen que ver con el fanatismo obsesivo y la segunda, además, con la perversión.
En el marco familiar, el fanatismo obsesivo está al servicio de no realizar un duelo necesario para poder llamar vida a una existencia, es el que tiene que ver con la aceptación de la finitud. Vemos cómo el padre, ante una contingencia real, la guerra, evocadora de la muerte, en su voluntad inútil de evitarla, pone en juego una irracionalidad que, concatenando absurdos, multiplica el riesgo de la vida a la que, necesariamente, hay que entregarse. Se podría decir que, tratar de evitar la muerte sometiéndose a los mandatos de la ley obsesiva, es evitar la vida y sostenerse en una inútil mentira. Porque la vida se niega de forma obstinada a seguir su dictado, al contrario:
“La vida espera relamiéndose para llevarse a tu hijo”
En la institución educativa, el fanatismo obsesivo tiene unas características más sibilinas, y es en ella donde mejor podemos observar su deslizamiento hacia posiciones perversas. Los imperativos educativos, en las formas más características del ideal, son invocados para realizar una impostura, la educación, que sirve a la vertiente más rancia y aberrante de una abstracción política, la patria, y a una moral que pretende instaurarse en la lógica universal del “para todos” haciéndose sorda a la dialéctica con la razón y el deseo. La mentira se hace evidente, la institución educativa no sirve al saber, sino a la satisfacción de un goce ideal.
En lo que se refiere al conflicto vital, como dije anteriormente, tiene que ver con la tensión que se produce entre dos campos, lo universal y lo singular. Podemos observar una secuencia:
La dinámica del deseo en su intento de producir una separación respecto a las imposiciones irracionales del discurso familiar y del discurso educativo.
La excelencia del deseo cuestionando la legitimidad de la lógica universal del “para todos”.
La infructuosa soledad del deseo de Marcus Messner revelando su impotencia ante el poder del amo, familiar y educativo, que imponen una determinación trágica a su destino, la derrota final, la aniquilación.
Tenemos reunidas las principales características del cuestionamiento que Indignación realiza de la educación, su fundamento obsesivo y el deslizamiento que realiza hacia lo perverso. El primero trata de alienar al sujeto a los mandatos y fines de la institución, el fundamento perverso no es otra cosa que generador de profundos malestares y de destrucción. Las páginas de la novela están impregnadas del malestar producido por los amos, familiar e institucional que, como representantes y garantes de la “verdad”, y guardianes de la moral, no permiten el más mínimo espacio a lo que está fuera de la norma. Y esta es su imposibilidad, porque la ambivalencia subjetiva nunca es delimitable de forma absoluta, el exceso que se reprime por un lado, se escapa por otro, y encuentra siempre, en los escenarios educativos, simientes para lo peor. Si lo que excede a la norma no encuentra cauces en lo simbólico, los va a encontrar en lo peor. Es lo que ocurre en la noche de las pulsiones desatadas.
Los discursos
La intensidad dramática de la novela se deja ver en los discursos, lleno de argucias el familiar, y de sofismas y premisas falsas el educativo, todo ello jugando en relación a las cuestiones de alienación y separación. Ambos reflejan la esencia de la posición educativa, son básicamente demandas del Otro.
Con respecto al discurso familiar, la demanda paterna provoca el movimiento de un tímido intento de separación, pero resulta que es la madre quien impide rotundamente esa separación, y lo hace con argucias muy sutiles. Llega a proponer su deseo de divorciarse para luego tener poder ante el hijo. En su demanda aprovecha el poder que el significante “divorcio” posee sobre Marcus en su calidad de judío (128), para llevar a cabo un chantaje moral. Si ella no cede a las emociones y sentimientos, lo mismo le corresponde hacer a él respecto a la fuerza de su deseo. De esta manera, con la intervención de la madre, se difumina el intento de Marcus de separarse del discurso familiar.
Respecto al discurso educativo, sus particularidades más notables cumplen las características del discurso del amo en su absoluta radicalidad en el empeño de alienar a los alumnos. El agente es la institución educativa, que como amo se dirige a los alumnos para someterlos al imperativo de su moralidad. Todo el panorama está preñado de un anhelo de homologación de los sujetos para que todo funcione “bien”, es decir, a la manera que gusta el amo, desvinculando a los sujetos de su peculiaridad, de su forma singular de situarse en la vida, o lo que es lo mismo, de su goce. Los alumnos quedan alienados a la institución, devaluados como sujetos. Y el beneficio que de todo este circuito se obtiene ha de revertir en los objetivos de la institución, saciar la sed del patriotismo y servir a los altos valores de un ideal de conducta personal. ¿Cabe mayor perversión?
Con el discurso del decano podemos ilustrar la radicalidad de la obsesión en su afán de alienar al otro, con el del presidente de la universidad podemos iluminar algo de la estructura de la perversión.
El discurso del decano es preconcebido. Presenta la característica impostura de los líderes de las congregaciones, de las fraternidades, y de las sectas. En su interlocución con el otro se sostiene en interrogatorios ominosos vistiéndose de amabilidad en el trato, de una posición de escucha, y de distancia respecto a la pasión sentimental, lo cual no tienen otro fin que tocar el ser de su interlocutor para dividirlo, haciendo resaltar, en el contraste, la imperfección pasional del interlocutor (39). Se hace muy evidente la tergiversación del discurso, lleno de sofismas y premisas falsas que no tienen otro fin que culpabilizar al otro.
Por su parte, el discurso del presidente de la universidad, Albin Lentz, utiliza una rotunda oratoria plena de sentido, de lógica y de razón. Aquí podemos ver la mentira en su máxima expresión ilustrada por la cita extraída de Viaje al fin de la noche, porque en el fondo, ese discurso no es más que una historia patriótica que elige el marco educativo para ser contada. Historia falsa en el sentido de que no tiene siquiera la estructura de una buena ficción, no es subsidiaria de ningún anhelo de tocar la verdad, sino de satisfacer los intereses propios de valores morales y patrióticos. Es un gran ejemplo de Storytelling, esa forma narrativa tan en boga actualmente.
Un párrafo pone al descubierto una estructura, a saber, el vacío esencial del goce perverso, casi se podría decir sadeano, de la institución:
“... la montaña de la Matanza cubierta de cadáveres y tan vacía de vida humana como lo había estado durante los muchos millares de años antes de que surgiera una causa justa para que cada bando destruyera al otro” (162)
La institución educativa se revela aquí como forma discursiva que justifica el goce de la patria y de la moral, y al igual que en el ritual sadeano, en el mismo momento que se satisface, impone al sujeto una manera de morir.
Miguel Ángel Alonso
Celine. Viaje al fin de la noche.
“La vida se niega obstinadamente a seguir el dictado de doctrinas, de teorías, y de leyes”
(Prólogo, La fierecilla domada).
Indignación nos sitúa ante un cuestionamiento de la posición educativa y ofrece una mirada sobre los peligros que esa posición encierra en cuanto a la facilidad con que se desliza desde posiciones obsesiva hacia otras perversas.
En las primeras veinte líneas aparecen la guerra, la muerte, la familia y la educación –fronterizos siempre con la obsesión— como pilares en los que se va a sustentar el relato. Ellos irán configurando una temática marcada por elementos mórbidos de la estructura subjetiva y familiar y por imperativos morales y políticos que se irán significando como los signos de una tragedia, tanto personal como colectiva.
Las dos citas, que a modo de epígrafes encabezan esta reflexión, pretenden señalar los elementos más significativos que, a mi modo de ver, sobresalen en la novela.
La primera pertenece a Viaje al fin de la noche, de Celine, y la segunda está sacada de un ensayo introductorio a La Fierecilla domada de Shakespeare. En ellas resaltan, por un lado, la mentira, que en el caso de Indignación se muestra poderosa, disfrazada de amor familiar, de educación y de conciencia moral, y por otro lado un conflicto vital que va a ser escenificado entre esa mentira y el deseo, o también se podría decir en términos más conceptuales, entre lo que pretende instaurarse en la lógica universal del “para todos”, y lo particular del deseo.
La mentira
Son dos vertientes de la mentira, una de carácter estructural enmarcada en la familia, y otra de carácter moral enmarcada en la institución educativa. Ambas tienen que ver con el fanatismo obsesivo y la segunda, además, con la perversión.
En el marco familiar, el fanatismo obsesivo está al servicio de no realizar un duelo necesario para poder llamar vida a una existencia, es el que tiene que ver con la aceptación de la finitud. Vemos cómo el padre, ante una contingencia real, la guerra, evocadora de la muerte, en su voluntad inútil de evitarla, pone en juego una irracionalidad que, concatenando absurdos, multiplica el riesgo de la vida a la que, necesariamente, hay que entregarse. Se podría decir que, tratar de evitar la muerte sometiéndose a los mandatos de la ley obsesiva, es evitar la vida y sostenerse en una inútil mentira. Porque la vida se niega de forma obstinada a seguir su dictado, al contrario:
“La vida espera relamiéndose para llevarse a tu hijo”
En la institución educativa, el fanatismo obsesivo tiene unas características más sibilinas, y es en ella donde mejor podemos observar su deslizamiento hacia posiciones perversas. Los imperativos educativos, en las formas más características del ideal, son invocados para realizar una impostura, la educación, que sirve a la vertiente más rancia y aberrante de una abstracción política, la patria, y a una moral que pretende instaurarse en la lógica universal del “para todos” haciéndose sorda a la dialéctica con la razón y el deseo. La mentira se hace evidente, la institución educativa no sirve al saber, sino a la satisfacción de un goce ideal.
En lo que se refiere al conflicto vital, como dije anteriormente, tiene que ver con la tensión que se produce entre dos campos, lo universal y lo singular. Podemos observar una secuencia:
La dinámica del deseo en su intento de producir una separación respecto a las imposiciones irracionales del discurso familiar y del discurso educativo.
La excelencia del deseo cuestionando la legitimidad de la lógica universal del “para todos”.
La infructuosa soledad del deseo de Marcus Messner revelando su impotencia ante el poder del amo, familiar y educativo, que imponen una determinación trágica a su destino, la derrota final, la aniquilación.
Tenemos reunidas las principales características del cuestionamiento que Indignación realiza de la educación, su fundamento obsesivo y el deslizamiento que realiza hacia lo perverso. El primero trata de alienar al sujeto a los mandatos y fines de la institución, el fundamento perverso no es otra cosa que generador de profundos malestares y de destrucción. Las páginas de la novela están impregnadas del malestar producido por los amos, familiar e institucional que, como representantes y garantes de la “verdad”, y guardianes de la moral, no permiten el más mínimo espacio a lo que está fuera de la norma. Y esta es su imposibilidad, porque la ambivalencia subjetiva nunca es delimitable de forma absoluta, el exceso que se reprime por un lado, se escapa por otro, y encuentra siempre, en los escenarios educativos, simientes para lo peor. Si lo que excede a la norma no encuentra cauces en lo simbólico, los va a encontrar en lo peor. Es lo que ocurre en la noche de las pulsiones desatadas.
Los discursos
La intensidad dramática de la novela se deja ver en los discursos, lleno de argucias el familiar, y de sofismas y premisas falsas el educativo, todo ello jugando en relación a las cuestiones de alienación y separación. Ambos reflejan la esencia de la posición educativa, son básicamente demandas del Otro.
Con respecto al discurso familiar, la demanda paterna provoca el movimiento de un tímido intento de separación, pero resulta que es la madre quien impide rotundamente esa separación, y lo hace con argucias muy sutiles. Llega a proponer su deseo de divorciarse para luego tener poder ante el hijo. En su demanda aprovecha el poder que el significante “divorcio” posee sobre Marcus en su calidad de judío (128), para llevar a cabo un chantaje moral. Si ella no cede a las emociones y sentimientos, lo mismo le corresponde hacer a él respecto a la fuerza de su deseo. De esta manera, con la intervención de la madre, se difumina el intento de Marcus de separarse del discurso familiar.
Respecto al discurso educativo, sus particularidades más notables cumplen las características del discurso del amo en su absoluta radicalidad en el empeño de alienar a los alumnos. El agente es la institución educativa, que como amo se dirige a los alumnos para someterlos al imperativo de su moralidad. Todo el panorama está preñado de un anhelo de homologación de los sujetos para que todo funcione “bien”, es decir, a la manera que gusta el amo, desvinculando a los sujetos de su peculiaridad, de su forma singular de situarse en la vida, o lo que es lo mismo, de su goce. Los alumnos quedan alienados a la institución, devaluados como sujetos. Y el beneficio que de todo este circuito se obtiene ha de revertir en los objetivos de la institución, saciar la sed del patriotismo y servir a los altos valores de un ideal de conducta personal. ¿Cabe mayor perversión?
Con el discurso del decano podemos ilustrar la radicalidad de la obsesión en su afán de alienar al otro, con el del presidente de la universidad podemos iluminar algo de la estructura de la perversión.
El discurso del decano es preconcebido. Presenta la característica impostura de los líderes de las congregaciones, de las fraternidades, y de las sectas. En su interlocución con el otro se sostiene en interrogatorios ominosos vistiéndose de amabilidad en el trato, de una posición de escucha, y de distancia respecto a la pasión sentimental, lo cual no tienen otro fin que tocar el ser de su interlocutor para dividirlo, haciendo resaltar, en el contraste, la imperfección pasional del interlocutor (39). Se hace muy evidente la tergiversación del discurso, lleno de sofismas y premisas falsas que no tienen otro fin que culpabilizar al otro.
Por su parte, el discurso del presidente de la universidad, Albin Lentz, utiliza una rotunda oratoria plena de sentido, de lógica y de razón. Aquí podemos ver la mentira en su máxima expresión ilustrada por la cita extraída de Viaje al fin de la noche, porque en el fondo, ese discurso no es más que una historia patriótica que elige el marco educativo para ser contada. Historia falsa en el sentido de que no tiene siquiera la estructura de una buena ficción, no es subsidiaria de ningún anhelo de tocar la verdad, sino de satisfacer los intereses propios de valores morales y patrióticos. Es un gran ejemplo de Storytelling, esa forma narrativa tan en boga actualmente.
Un párrafo pone al descubierto una estructura, a saber, el vacío esencial del goce perverso, casi se podría decir sadeano, de la institución:
“... la montaña de la Matanza cubierta de cadáveres y tan vacía de vida humana como lo había estado durante los muchos millares de años antes de que surgiera una causa justa para que cada bando destruyera al otro” (162)
La institución educativa se revela aquí como forma discursiva que justifica el goce de la patria y de la moral, y al igual que en el ritual sadeano, en el mismo momento que se satisface, impone al sujeto una manera de morir.
Miguel Ángel Alonso
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