lunes, 8 de noviembre de 2010

La Noche del Eclipse Tú, VIII premio de poesía Fray Luis de León; un comentario de Luis Salvador López Herrero



En primer lugar, quiero agradecer al poeta Luis Artigue, mi participación en este acto de poesía, yo que no me siento suficiente poeta aunque me esfuerzo en ello.
Pero antes de continuar debo decir que no hay interpretación posible del poema, puesto que éste es ya una interpretación del decir del poeta. Sin embargo, si me gustaría formular algún comentario del texto a partir de los guiños psicoanalíticos del autor, así como de las resonancias y ecos poéticos que me han suscitado.
Si tuviera que elegir un título a mi intervención acerca del poemario, éste sería Laboratorio del deseo. Porque el texto nos muestra claramente el funcionamiento del deseo a partir de la asunción de la paternidad por el autor. Trabajo del poeta que culminara con la adopción de un nombre, gestado simbólicamente, a partir de una ausencia. Lorca será el nombre, cosificado además, en la dedicatoria, a los engranajes que lo alienaran primitivamente a la historia generacional: Artigue y Ballesteros.
¡No se alarmen por mis palabras! Es así para muchos y es la mejor manera de entrar en la vida. Porque un nombre es siempre una conjunción de deseos, un eclipse, hasta el punto de cada uno de ustedes puede preguntarse en el curso de la vida: ¿por qué este nombre mío? ¿Qué deseo lo constituyó? ¿Qué deseo vehiculiza verdaderamente mi nombre?
Y esto es lo que trata de poner en juego el poeta a través del poemario. Porque más allá del tipo de paternidad comprometida –biológica o social-, en el mundo humano atravesado por el lenguaje, todos tenemos que ser adoptados por el deseo del Otro para garantizar mínimamente nuestra entrada en la vida. De ahí la acertada adopción del poeta para describir el título con que arropa el conjunto de poemas iniciales: embarazo simbólico. Concepto que sirve también para dar forma con palabras, tanto a esa ausencia simbólicamente presente que estimula el deseo, fuente del poema, como a la propia transformación subjetiva del poeta que recorre el texto. Presencia de palabras e imágenes que contornean la historia del poeta como entrega de su amor (bosque, abuelo, abuela, libros, circo, Van gogh, Rilke, Kafka…, locura). Paisajes y vivencias del poeta que tratan de asegurar o de permitir a esa existencia sin nombre, su entrada en un mundo humano de palabras. No en vano nuestro poeta cree suficientemente, tanto en el padre y su función como en las palabras. “Mi padre es mi estrella polar”, nos dice en silencio poético.
Me interesa destacar igualmente, en este trabajo de gestación simbólica del poeta, el nombre que finalmente surgirá como producto de elaboración. No cabe duda de que un nombre siempre precede al ser vivo, yendo éste íntimamente ligado a esa parte tan desconocida para cada uno de nosotros. Porque “yo es otro”, como muy bien nos ilustra en la portada el pintor Modesto Llamas. En este sentido, el nombre que irrumpe finalmente no será ni Federico ni García, sino Lorca. Además, Lorca, siguiendo las palabras del autor, en la estela del poeta mártir. Pero, ¿mártir de qué?, podríamos preguntarnos. Sin duda del significante, mártir de la letra.
Nadie sabe tanto como el poeta acerca del martirio de la letra, queriendo hacer justamente con las palabras ese antídoto particular al dolor de existir, como el propio poeta se preguntara al final del texto, allí cuando el nombre ya ha germinado a partir de la tensión y el conflicto promovido por el funcionamiento del deseo. “¡Nunca la ternura llegó tan lejos como al descubrir aquí cual será tu nombre!”
Otra cuestión que merece esclarecerse es lo que podríamos denominar la metamorfosis del poeta, como consecuencia de ese trabajo de gestación simbólica que supone la propia asunción de la paternidad. Porque, insisto, la paternidad humana es un trabajo simbólico a realizarse y, justamente, esto es lo que el poeta ha sabido transmitirnos a lo largo del poema.
Metamorfosis del poeta, despertar o proceso de descubrimiento a partir del desconocimiento del origen. Se pregunta el autor: “¿Cuándo un día leas esto sabrás que lo he escrito para entregarme a esa irritación que da origen a la perla de tu existencia; de la existencia?” Es decir, “de tu existencia” y “de la existencia” propia. Luego “tu existencia” y “la existencia” propia configuran así también un eclipse a desvelar, en donde el poeta trabaja insistentemente, aprovechando la función paterna y el empuje de la pasión narcisista.
Sí, tanto la paternidad como la poesía, son una tensión fantasmática que se nutren de la propia falta. Y, en este punto, el poeta nos muestra una especial sensibilidad. ¿No será, entonces, que la posición femenina, en su relación con la falta, está más cerca del alumbramiento poético?
Dejémonos llevar por las palabras del autor acerca de este momento tan crucial. “El poema nos une… Estoy enamorado de alguien que no conozco. Tú… Sí, quiero ir contigo al reino de las cosas tal como empezaron siendo… Nuestra metamorfosis…”. Diferentes frases que nos muestran la aureola narcisista que ha configurado el poema. Porque, efectivamente, “yo es siempre otro”, esto es, desconocimiento para todos acerca de nuestro origen y de nuestro ser.
Es así, la metamorfosis que ejerce el amor, como elixir que recorre todo el poema, quien nos alumbra en esa espera el funcionamiento del deseo del poeta.
Para concluir hay una cuestión que merece nombrarse porque interroga al propio poeta en su trabajo de elaboración, y que considero relevante en los tiempos hipermodernos que corren. La escritura y publicación de este poema, efecto de ese deseo que atraviesa al autor, ¿es un instante de sinceridad, un gesto de valentía para rescatar la feminidad que todo macho alberga y que esconde bajo la fortaleza del tener o, más bien, es un acto de locura poética?
A mi modo de ver, es un esfuerzo para dar cuenta de cómo opera el deseo a partir del martirio de la letra, teniendo como eje de elaboración la propia paternidad. El poeta se mira en el espejo enigmático del desconocimiento acerca del origen y escribe, conociendo que “yo es otro”. Sin embargo, a partir de esta mirada anhelante el espejo no estalla. Estamos ya advertidos de que el texto es obra de un poeta que vive a través de las palabras y de sus encantamientos. Luego, es la locura poética, en el sentido del empuje de la letra en el corazón del poeta, quien alumbra el texto, configurando así, un escrito poético suficientemente contenido, nada extrañado ni mucho menos explosionado en su propio enunciado. No en vano el poeta pretende ser un faro de orientación a aquello que alberga en su deseo, construyendo para ello, con dedicación, sinceridad y amor, todo este mundo simbólico de palabras que le van a acoger.
Gracias por este esfuerzo de poesía ante la paternidad, y os deseo mucha suerte en el momento del nuevo eclipse…, Lorca, Luis y Elena.

Luis-Salvador López Herrero.

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