domingo, 24 de abril de 2011

Un juego de espejos en el cuento de Cortázar La noche boca arriba. Comentario de Gustavo Dessal


Una obra muy importante en la historia de la filosofía europea es el estudio que lleva a cabo Merleau Ponty sobre la percepción. Se titula "Lo visible y lo invisible", y continúa lo que había iniciado en "Fenomenología de la percepción". Lacan lo cita en el año 64, en su Seminario "Los cuatro conceptos". En ese estudio, Merleau Ponty menciona la problemática que aparece en este cuento, y que por otra parte es muy antigua: la diferencia entre el sueño y la vigilia.

Merleau Ponty cita a un poeta chino, Tchoang-tseu, un taoísta que sueña con una mariposa. Cuando Tchoang-tseu despierta, se pregunta si él ha soñado con la mariposa y no al revés, que la mariposa ha soñado con Tchoang-tseu. Es muy interesante, porque esto sucede antes de Cristo. Por lo tanto, estamos ante una temática antigua en la historia del pensamiento y de la filosofía, así como de la literatura. Son muchas las obras literarias que la han desarrollado.

Por supuesto, podemos hacer toda clase de interpretaciones de lo que significa el sueño. Incluso podemos, o bien seguir a Cortázar considerando que en realidad el verdadero sueño es el del hospital, mientras que la realidad es moteca, o viceversa. Pero me parece que el propio Cortázar es demasiado explícito en el final, cuando habla de cuál es el verdadero sueño. Digo que es demasiado explícito porque ironiza al hablar de la mentira infinita. Es tan infinita que da exactamente lo mismo si el moteca sueña con ser un motorista o el motorista sueña con que es un moteca.

Hay un juego de espejos que se puede rastrear perfectamente a lo largo del cuento. Un sueño es el espejo del otro. El tiempo futuro versus el tiempo pasado; en el sueño del hospital, o realidad del hospital, hay palabras, en el otro sueño nadie dice una sola palabra –esto es muy interesante—; todo el tiempo, en el comienzo del sueño del motorista, hay un exceso de luz, es un día totalmente soleado, maravilloso, en el otro sueño sólo hay oscuridad. Un juego de espejos permanente.

De tal manera, podríamos hacernos la misma pregunta que se hacía Tchoang-tseu. ¿Cómo sabemos que es un moteca que sueña ser un motorista, y no un motorista que sueña ser un moteca? Yo creo que da exactamente igual para el propósito del cuento. Para mí, lo importante no es saber cuál de las dos representaciones es la verdadera. No es ese el verdadero enigma del sueño. La pregunta no es dónde está la verdad, dónde situarla. Mi hipótesis en la lectura es que da exactamente igual, que podemos pasar de un lado al otro del espejo, donde está el moteca en la oscuridad y el silencio, o del lado del motorista, que es el lado de la luz y las palabras. Del lado del moteca donde la muerte es ritual, del lado del motorista donde la muerte es accidental. Son dos muertes completamente distintas.

Pero lo interesante es observar la cuestión que, tanto el moteca como el motorista, no tienen nombre. Es un detalle importante, porque el nombre es una representación fundamental. Y al respecto, hay algo que rompe efectivamente con este juego de espejos. Hacia la mitad del cuento, como si estuviese calculado, el protagonista dice lo siguiente:

“¿Quien hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas”

Me parece que esta frase tiene el interés de mostrarnos el punto donde se introduce verdaderamente algo que hace que el pasaje de uno a otro no sea una banda de Moebius. Hay que atravesar un punto de fractura, un punto de ausencia absoluta, radical, de representación. En ese punto ya no sabe si es moteca o motorista.

Lo interesante del cuento es que trata de indagar cómo se sitúa el ser hablante ante el vacío. Porque la muerte, sabemos que no es nada para el sujeto, es también un sueño, es una ficción, nadie puede representarse qué es la muerte. En mi opinión, el centro de la cuestión es ese vacío radical, ese agujero, esa ausencia absoluta de toda representación alrededor de la cual se genera un movimiento que no nos permite saber si el sueño es el pasado o el futuro.

Respecto a la cinta de Moebius: si hay vacío, hay un salto entre dos lugares. Por tanto, ahí no hay Banda de Moebius. El narrador se encarga de mostrarlo de distintas formas. Es imposible pasar de una realidad a otra realidad. No importa si la realidad es el protagonista que está durmiendo o el que está despierto. Pasar de un lado a otro no es posible sin un choque. Primero está la idea del choque. Y todos sabemos que despertar, en la vida corriente, es una cosa complicada. Me refiero al despertar en el sentido literal de la palabra. Hay muchas personas que tienen un malhumor tremendo cuando se despiertan, porque son personas que, por sus características, no pueden dar fácilmente ese paso del sueño a la vigilia. Hay un traumatismo en ese pasaje. Evidentemente, es un traumatismo discreto, pero suficiente para que muchas personas necesiten tiempo para reaccionar, para pasar de la representación onírica a la de la conciencia despierta. Una no es más ni menos ficticia que la otra. El problema no está en entrar a la realidad, el problema está en el pasaje, en el tránsito. El momento del tránsito es el momento donde surge la angustia, es el momento del golpe en el pavimento.

Ese sería el momento verdaderamente real. Ni la moto ni el moteca, el momento verdaderamente real es ese golpe, esa sacudida. Porque entre un punto y el otro punto, el pasaje se nos ha hecho infinitamente pequeño o una inmensidad, y atravesar esa zona donde no somos ni motecas ni motoristas se torna complicado. Hay personas que pueden atravesarla sin darse cuenta y se recomponen rápidamente, y hay otros para quien ese pasaje es tremendo. Por eso hay personas que no se pueden dormir porque se resisten a pasar por ese vacío a la ida, y otras que querrían estar siempre dormidas para no hacerlo a la vuelta.

Gustavo Dessal

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