¿Qué fue lo que llevó a la musculosa
miss Amelia a despreciar a un hombre de su tamaño para enamorarse luego del
jorobado enano Lymón?
Esto es lo que le preguntamos
hoy a Carson McCullers en este feliz día en que se inaugura un nuevo curso de
la ya conocida y afamada tertulia psicoliteraria “Liter-a-tulia”. Y la buena de
Carson nos explica con paciencia, y no se si con mucha convicción, que todo fue
por causa del wisqui, el famoso wisqui que la propia miss Amelia fabricaba y
bebía sin pudor, en la cena, mientras
palpaba la musculatura de su brazo para comprobar ahí su propia masculinidad.
Así fue como empezó aquel día alojando en su casa al enano en uno de aquellos
dormitorios encima del almacén, y enseguida quedo todo tan oscuro como el
pueblo. Eso nos dice ella y en verdad que nos ha dejado una historia bastante
oscura. Miss Amelia se había casado con su primer marido sin saber por qué, tal
vez porque había visto de lejos, y en otros, el reflejo tangencial de esa luz
que emana del amor, pero sin que a ella llegase a rozarla. Tal vez fue así,
pero no le gustó la experiencia; y ella no paró hasta llegar a pegarle y a
echar de allí al pobre hombre. Esta es la primera parte de la historia.
En el siglo XVII , la corte
española estaba bien poblada de enanos, bufones, tarados mentales, enfermos,
contrahechos y demás personajes raros que vivían en el palacio real, que fueron
causa de risa y entretenimiento para los reyes y la nobleza. Se les llamaba
“las sabandijas de palacio”, y estaban allí porque nadie sabía dónde ponerlos,
y porque servían de contraste a los sanos para que estos se sintiesen
superiores. De ellos, de su papel en la corte española y en otras cortes
europeas, hay libros enteros dedicados a estudiar sus figuras y personalidades.
Estos también eran llamados “Hombres de placer”. Pero esto ya pasó.
Yo no se qué reguero de
inspiración o que reducto de misterio y curiosidad fueron los que llegaron
hasta Novokov o hasta Carson McCullers, que bien pasado el XVII vuelven a
hablarnos de enanos en relación con el amor. Tal vez sea la gracia o la
curiosidad que suscita el pensar en la ridiculez de ellos, tan pequeños,
trepando por el cuerpo de un adulto normal, para comparar y ver qué
desgraciados son esos seres frente a los que por suerte no padecen o padecemos
tal deformidad. O tal vez sea porque el amor es el único Absoluto que nos sigue
a todas partes, junto al Absoluto de la nada y de Dios.
Así es que la historia se repite
y los enanos nos sirven, tal vez, para que nosotros nos sintamos mejor con la
comparación. Pero hay algo más que estos dos escritores han querido tocar, y se
trata de pensar en si con esos seres deformes es posible el amor. En esto
Novokov fue más explícito y llegó hasta el final del juego amoroso cuando nos
hablo del Elfo Patata que fue abandonado con tanta crueldad; en cambio ahora,
Carson McCullers, deja pasar todo el relato sin casi hablarnos de dicho juego,
para presentarnos un final rarísimo donde vamos a conocer a un ser, el Primo Lymón, frío, calculador, y tal vez
vengativo.
¿Vengativo? Pudiera ser, pero
¿de qué se vengó?
La escritora que hoy nos reúne
en la tertulia, crea el espacio del café, fabrica el ambiente de su pueblo,
recrea la atmósfera en cada caso, y eso la hace estupendamente, pero no nos
aclara si entre el enano y miss Amelia hubo o no una relación sexual. Tal vez
no tenía ganas de hacerlo, sin duda hasta la repugnaba, y nada dice que nos
acerque a la escena amorosa nocturna que por otra parte parece no existir dado
lo que de cada día y cada noche nos va relatando. Sólo en un momento de la
narración nos dice que “dejó abierto el pestillo de abajo”. Y ahí es desde donde podemos transferir la idea a que en
algún momento ella deja abierto el pestillo o cierre de su dormitorio. Desde
ahí ya valen todas las conjeturas.
Miss Amelia exhibió su cara de
enamorada, y el enano campeó a sus anchas por la casa. El final, rarísimo, nos
muestra de nuevo a la hembra machorra del principio que nada menos que se le
ocurre ponerse a pelear con su ex marido. Pero es muy difícil saber lo que
Carson nos quiso contar; en un momento de la narración nos pide que no
olvidemos la historia de amor que se desarrolla en el corazón de ese primer
amante, el marido, pero luego no dice ni desarrolla nada más hasta llegar a ese
final incomprensible para nuestra mentalidad europea. Y es ahí cuando el enano,
que parecía ser amigo de su primer marido, se decanta en la pelea por uno de
los contendientes, “cae encima de la espalda de miss Amelia, y le apretó el
cuello con sus deditos como garras”. Luego los dos le echan veneno en la
comida. Tal vez ahora se está riendo y vengando de ella. Tal vez los dos
hombres, grande y pequeño, hombres al fin, se están riendo. Pero ¿por qué?
Misterio. Podemos aventurar. Podemos hablar mucho sobre lo insondable y raro
que es el corazón humano, sobre el enorme misterio de la identidad., sobre el
amor y sus caricaturas, sobre el esperpento humano, tan triste. La intriga nos
acompañará mucho tiempo.
Y dentro de esta historia
contada, más larga que intensa, el pueblo volvió a quedarse tan triste y
melancólico como al principio oyendo cantar, afinadamente, a la cuerda de
presos que pasaban cerca de la carretera.
Siglo XX. De nuevo el sur.
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