La novela Clandestinidad, de nuestro querido amigo Gustavo Dessal –además deamigo, uno de los fundadores de Liter-a-tulia— se desliza en una tensiónpermanente entre el símbolo y lo real, o lo que es lo mismo, entre los sentidosde la vida y la nada de la muerte atroz –y cuando digo nada apelo a lo absolutode esa nada— y lo hace, tanto en lo que constituye su escenario de fondo, comoen la acción y conducta de los protagonistas, inscritas sobre aquélescenario.
En cuanto a su telón de fondo, eldrama de la Argentina del 76, Clandestinidadmuestra un compromiso. Poner a la vista una obcecación que parece consustancialcon lo humano. Y es que la contundencia de los hechos nos enseña que la tragedia clásica no cesa de escribirse. Vamosa encontrar, en ese telón de fondo, la pulsión de muerte en dos de susparadigmas más notables: la doble muerte, y todavía, tanto tiempo después, unainvocación elíptica a Antígona. En cuanto a la doble muerte hay que decir que,más allá de los asesinatos reales, nos topamos con la muerte simbólica, lanegación, por parte de los verdugos militares y paramilitares, de los máselementales rituales simbólicos debidos a los seres queridos; la negación delos nombres a los cuerpos desaparecidos; la negación del carácter criminal delacto en la canallesca justificación, política o religiosa, del mismo. Tambiénaparecen, de forma elíptica, aquellos seres que todavía hoy deambulan por lavida, como Antígonas eternas, sin poder enterrar a sus muertos, ycontraviniendo con sus gritos incesantes, los nefastos edictos de los heraldosdel mal, que pretendieron borrar cualquier rastro que lo humano pudiera dejar.
Este telón de fondo me parece la contribución particular de Gustavo Dessal a lanecesaria memoria de éste y de tantos otros atroces acontecimientos históricosprotagonizados por el ser humano, memoria que se escribe, como suplenciasimbólica de un epitafio imposible, en la lápida que falta.
En este contexto, pareciera fácil dar cuenta del significado de Clandestinidad. Sin embargo, la novelanos convoca a realizar un trabajo de delimitación, dado que el título seescribe como un significante vivo en el que encontramos, al menos, dosdeclinaciones que nos vuelven a remitir a la tensión que encarna la letra comolitoral entre la vida y la muerte.
Por un lado, la clandestinidad esla de la precisión geométrica del mal, que anega todo el texto escribiéndose enla partícula “no”, partícula que parasita al Padre, a la Historia, a Dios y, enconsecuencia, a la vida. Padre, historia y Dios se convierten en las máscarassoberbias que se pretenden signos inefables, irrompibles, pero solo paraconstituirse como estructuras de emplazamiento infernales, sobre la vida, sobrelos sueños, sobre la incertidumbre, exigiendo a los seres humanos hasta laúltima gota de su deseo para proscribirlo en el silencio. Son las máscaras que,bajo su aparente nobleza, no hacen sino disimular el rostro del malradical.
Pero las mismas palabras, Padre,Historia, Dios y, en consecuencia, Vida, intuyen que “el cielo sólo se conquista con fuego”. Es la intuición clandestinade un deseo que intenta movilizar aquel “no” mortal, posición de escuchainsensible a la vida; es la intuición clandestina que sabe que la historia nose escribe con signos inequívocos, sino que se construye y reconstruye conpasos y palabras cargadas de incertidumbre; es la intuición clandestina quepropicia los encuentros con un Dios que precisa nuestra palabra paraconstruirse; es la intuición clandestina que funda al padre en la nobleza de lasteorías políticas que han de procurarse un reconocimiento universal. Esa es laclandestinidad de un deseo ético que se empeña en delinear los renglones sobrelos que alguno de los protagonistas intenta asumir la responsabilidad deescribir su nombre propio, algo que adquiere una enorme relevancia en estanovela.
A partir de estas dosdeclinaciones del título, a partir de este contrapunto entre abyección y deseovital, ¿donde podemos concretar una esperanza en Clandestinidad?: En la pregunta.
En ella encontramos la vertienteética de la novela. La pregunta va a descubrir la delicada fragilidad delolvido. Vamos a ver como un mínimo movimiento de la más elementalpsicopatología de la vida cotidiana, puede coger desprevenido al más obstinadodefensor de una gramática férrea, hecho que basta para producir la grieta, lafractura, el proemio por el que ha de sangrar la verdad que nos confronta conla historia, con la mirada del otro y nuestra propia mirada, con las palabrasdel otro y con nuestras palabras, para discernir lo que en nosotros mismosconstituye terreno abonado para el deseo ético o para la abyección mortal. Esees el escenario ético de Clandestinidad,sostenido en el carácter subversivo de la pregunta y de la memoria.
Considero que estas son algunasde las pautas que posibilitan una lectura de Clandestinidad. Estamos ante una constelación de temáticasenormemente atractivas, todas ellas de gran calado y profundidad. Quiero resaltar, finalmente, lo que esta novelade Gustavo me hizo evocar, lo que tantos de sus textos preconizan, laimperiosa necesidad de dotar a la existencia de un sentido ético, sentido quepodría sintetizarse de la manera siguiente:
“Cada ser humano ha de hacerse cargo de la responsabilidad que implicasu acción”.
Sin duda alguna, Gustavo Dessal, al situarse en elinterior de esa contraposición entre el deseo ético y abyección mortal, seintroduce en el seno mismo de la más responsable lectura de la existencia. Porlo cual, no me queda sino dirigirle mi felicitación por la potencia éticaque proyecta su novela Clandestinidad.
Miguel Ángel Alonso
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