En este cuento que nos ocupa hoy mi lectura se ha visto afectada por
cierto sesgo, y este sesgo se expresa en el contraste que suponen un anverso y
un reverso, el cuento da a ver algo, sería su cara visible, su anverso, y deja
oculta otra parte, que se demuestra esencial y tiene el formato de un reverso.
Con esto no quiero proponer la importancia de lo oculto sobre lo que se nos da
a ver, en un formato verdad oculta frente a mentira de lo aparente, sino más
bien la necesidad de que consideremos ambas faces.
Comienzo por la muy breve entradilla con que la editorial encabeza
el libro que contiene este y otros nueve relatos, diciendo que en ellos “se
recrean los misterios que anidan en la experiencia humana” En realidad de
tantas veces dicha, esta frase es casi una frase hecha.
Un poco más adelante continúa “las vidas de hombres y mujeres que
rememoran los deseos y los sueños que enterraron hace ya quizá demasiado” Ya
nos dice algo más que generalidades al hablarnos de sueños y deseos
abandonados, es una frase mucho más descriptiva del tono que guiará la
escritura.
Pero lo que verdaderamente me importa es lo que dice
después: “las vidas que resultaron de elecciones incomprensibles pero que
asimismo las han moldeado hasta convertirlas en lo que son”. Esto es lo que me
interesó, la nota aún sigue un poco más pero pierde fuerza en pos de objetivos
comerciales para el libro.
“Las vidas que resultaron de elecciones incomprensibles”
Es lo que encierra esta frase lo que me cautivó. Que una vida pueda resultar de
una elección, está dicho en muy pocas palabras, me parece algo de mucha
gravedad, pero que además se postule que dicha elección pueda ser
incomprensible, aquí incomprensible tiene toda su fuerza, me parece una
declaración de intenciones, me parece una posición y una manera de pensar. No
debemos apoyarnos exclusivamente en el sentido, en lo comprensible, para
explicarnos el resultado de una vida, también está lo que ocurre por fuera de
dicho sentido, a veces inesperado, lo que no responde a lo que se esperaría de
esa persona.
Realmente es escandaloso pensar que dichas elecciones,
con su parte de sin sentido, determinan una vida, la vida de alguien. Desde
luego no disponemos de garantía alguna para afirmar que esas elecciones estén
bien tomadas, sobre todo porque nuestro drama subjetivo no es de quita y pon,
no nos lo quitamos para decidir, por lo tanto será un determinante
absolutamente implacable en la toma de muchas decisiones. En otras palabras, no
está escrito en ningún lugar que un sujeto elija lo mejor para sí, más bien al
contrario, lo humano es solidario del embrollo, del callejón sin salida, del
sufrimiento que hubiera podido no ser necesario.
¿Entonces decir elecciones incomprensibles es decir por
tanto equivocadas? Pues probablemente lo sean aunque pueda defenderse que en
ellas hay una, valga decirlo, coherencia sintomática, son elecciones afines al
drama subjetivo que las sustenta, pero en cualquier caso lo acertado o
equivocado no deja de ser una sanción, lo verdaderamente esencial es que estas
decisiones moldean las vidas, como reza la entradilla, hasta convertirlas en lo
que son. Las decisiones incomprensibles forjan el destino de nuestras vidas,
por lo tanto el destino de una vida corre parejo al drama subjetivo que
acarreamos cada uno de nosotros.
No conozco la obra de Alice Munro. Amistad de Juventud
ha sido mi oportunidad de acercarme a ella. Pensaba que si el máximo galardón
literario se otorgase por un trabajo y no por una trayectoria, si el Nobel se
concediese a un cuento o a una novela, Amistad de Juventud en mi opinión lo merece,
es un relato redondo y diría que hace merecedora a su autora del título de
maestra del relato breve contemporáneo.
Primero quiero anotar que el cuento de Munro tiene una
particularidad fundamental, es un relato que una hija dedica a su madre. Es una
realidad que el psicoanálisis trata con insistencia, la difícil relación que se
establece entre las madres y las hijas, y así pasen los años, aquello parece no
resolverse nunca, no nos referimos al drama de la adolescente con su madre,
hablamos del drama de la hija con la madre que no tiene caducidad a los 18 ni a
los 50 años, nunca caduca. Un drama que contiene amor y rechazo, pero la vertiente
amorosa de ese drama hija-madre también puede arrojar un producto extraordinario,
en los dramas no todo es aciago.
Después, si tomé lo incomprensible al comienzo es porque
me sentí empujado por el relato para hacerlo, y uno de los ámbitos más
característicos de lo incomprensible en el ser humano, y a la vez una de las
tentaciones más fuertes que desde el principio de la historia el hombre ha
experimentado, uno de los ámbitos en los que se ha producido una denodada lucha
contra lo incomprensible es la que ha consistido en hacer comprensibles los
sueños. El sueño es un paradigma de lo incomprensible que el carácter pertinaz
de Freud nos ayudó a comprender.
Munro parte de un sueño; es interesante pensar en el
hecho de que un sueño inspire un relato, al hacerlo, Munro invita al lector,
igual que Freud, a no quedarse en lo que el texto narra, el texto casi sufre
cierta devaluación en pos de algo más importante que se trata de transmitir,
que el cuento trata de hacer pasar. Pensado así, cuento y sujeto pueden
superponerse, el cuento relata y el sujeto habla, pero en lo que expresan ambos
hay algo que no es evidente, que solo se insinúa, que está medio dicho. Digo
más, un cuento es tanto más grande cuanto que emula esta condición humana por
excelencia, y ahí la literatura pierde su materialidad, deja de ser un libro, su
autor, una frase lograda, ahí es donde la literatura se convierte en algo
íntimo, en algo propio, pasa a formar parte indivisible del sujeto que al estar
hecho de palabras está irremisiblemente literaturizado. No se trata de que nos
guste o no leer, de que leamos mucho o poco, best sellers o clásicos, da igual,
porque la literatura funcionaría como un órgano del que resulta imposible
desprenderse, porque la literatura, y no voy ahora a diferenciar entre buena y
mala literatura, entendida así no sería más que una, la que expresa el drama
que para un sujeto supone estar animado por lo vivo.
Este cuento tiene además peculiaridades que no son
habituales en otros cuentos. De entrada, experimentamos un gran relato cuando
percibimos que no falta ni sobra una coma, no se puede prescindir de ningún
párrafo. Dicho esto, no es infrecuente que un cuento nazca de otro cuento, pero
sí en este caso porque ese otro cuento no ha sido escrito, el que no escribió
nunca la madre, y ahí observamos la figura del desdoblamiento que el cuento
produce y que en mi opinión conduce a su mayor singularidad: este cuento, hacia
su parte final, incluye su análisis. No necesitamos comentar el relato porque
en la versión que la hija da de la historia ya está el análisis de la historia
que le contó su madre, es esa parte del cuento en el que la autora habla de su
Flora respecto de la Flora que le transmitió su madre, desgranando y
pormenorizando la versión oficial, tratando de interpretar lo incomprensible de
esa historia. “Lo que hacía mala a Flora
en mi historia era exactamente lo que la hacía admirable en la de mi madre”.
Y ese efecto de desdoblamiento nos persigue, lo
encontramos hasta en el título, la autora parece estar ante un dilema, ¿cuento
la historia tal y como mi madre me la transmitió, o hago mía esta historia?
Pero al hacerla mía debiera también ponerle un título, por eso el relato tiene
un título y otro muy distinto es el que ella propone, ¿Qué será lo que lleva a
Munro a no hacer prevalecer el suyo? Porque “la dama soltera” me parece mucho
más elocuente que el inocuo “Amistad de juventud”, parece verse llevada al
enfrentar ambas versiones, que son dos maneras de encarar la vida, a plasmar el
peso que tiene la versión materna y a la vez a luchar contra tópicos y
devociones, como ella misma dice, “un
poder incontestable de madre impedida que podía capturarme y ahogarme” y
que “nunca se acabaría”. Ya lo
advertimos, esta cuestión no caduca nunca.
La historia de las hermanas Grieves sirve a este objeto,
es el vehículo donde se juega otra partida, en la que el relato se debate entre
la Flora generosa, desinteresada, magnánima llega a decir, y la Flora bruja,
bruja presbiteriana con su venenoso libro. Florecer en la sombra; no puede
estar mejor expresado, porque la sombra de Flora es el reverso de su conducta
abnegada y santa. Un reverso que hace a lo incomprensible que proponía la
entradilla, y lo tramita dándole una nueva lectura.
Leído el cuento desde la perspectiva de la dificultad
inherente a toda relación madre – hija, resulta imposible no fundir a Flora y a
la madre de la escritora como si fueran una única persona, ciertamente no es
una fusión total, la madre de la autora se casa para compartir la vida con un
hombre, Flora parece aliviada cada vez que Robert elige a otra, en este sentido
Flora queda retratada en el párrafo final del cuento cuando habla de los
cameronianos, Flora sería un “residuo
irreconciliable”. Este residuo irreconciliable es lo que explica su
proceder, muy agudamente la otra bruja del cuento, la enfermera Atkinson, se da
cuenta de esto y dice que lo que ocurre en aquella casa no se explica solo como
una cuestión de religión, tampoco de austeridad ni de simple amor a la pobreza,
es otra cosa; ¿podemos proponer algo del orden de un rechazo en Flora, que
recordaría en algún punto al rechazo que encontramos en la anorexia?
Pero sí hay fusión entre Flora y la madre, porque al
igual que puede acertar con esa atinado florecer en la sombra hay un párrafo
dedicado a la madre en esa línea y que no tiene desperdicio: “Mi madre, que salía más bien con descuido
de su antigua prisión, mostrando facultades y poderes que nunca soñé que
tuviera cambiaba así algo más que su propia persona. Cambia el amargo bulto de
amor que he llevado todo este tiempo en un fantasma, en algo inútil e
inapropiado, como un embarazo fantasma”.
Es una revelación, la madre revela la mujer que ella
misma es y que su ser de madre no ha conseguido aplastar, hay una mujer que al
descuido escapa de la prisión a la que la madre la confina. Seguro que no es
fácil ser mujer, y lo que este cuento propone es que, más si cabe, para las
propias mujeres.
Alberto Estévez
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