En primer lugar, decir que si siempre produce
satisfacción la presentación de un buen libro, en este caso la satisfacción es
doble, porque estamos, sin duda, ante un libro extraordinario dentro del
peculiar espacio joyceano, y porque está escrito por nuestro queridísimo amigo
Zacarías Marco, bien conocido por nosotros por su perspicacia a la hora de
afrontar los textos literarios, psicoanalíticos o filosóficos. Y concretando en
lo que hoy nos ocupa, El tejido Joyce,
hay que decir que Zacarías se muestra en él auténticamente genuino, inconfundible,
fiel a su singular estilo, a la hora de abordar la obra del escritor irlandés
y, en particular, su primera novela, Retrato
del artista adolescente.
¿Qué es El
tejido Joyce?
Decíamos
en la convocatoria de este espacio: “Estamos
ante una singular lectura que trata de acotar lo inabarcable, o lo que es lo
mismo, eludir la parálisis que impone la inconmensurabilidad de la obra
joyceana en las múltiples conexiones que, anudando vida y arte, permitirán a
Joyce sostenerse en la existencia”.
Pues bien, hablando
de inconmensurabilidad, de lo inabarcable, etc., no es una tarea fácil decir,
en una coordinación de unos pocos minutos, qué es El tejido Joyce, dado que en él no encontramos una sola vertiente
del Retrato sin analizar, además, de
forma muy pormenorizada. Por tanto, en mi intervención me inclino por atender,
únicamente, a algunos aspectos de la relación de Zacarías con el Retrato. Para mí, El tejido Joyce es:
1º. La expresión del amor que Zacarías Marco siente
por Retrato del artista adolescente,
pero también del amor que el Retrato...
siente por Zacarías Marco. Lo digo en el siguiente sentido. Su análisis, el
recorrido que hace por las diferentes casillas del juego joyceano es tan
pormenorizado, exhaustivo y delicioso, que la lectura me hizo evocar, de forma
constante, la greguería de Gómez de la Serna: “Pon un anillo de oro a la idea y la harás tuya”. Eso es lo que hace
Zacarías, ponerle un anillo de oro a cada casilla. Se demora en cada situación
con una inteligencia y una agudeza tal, que Retrato
del artista adolescente le entregó sus confidencias como verdades en las
que es difícil reparar. Incluso, Retrato...
le entrega confidencias acerca de las encrucijadas del deseo joyceano que,
quizá, ni el mismo Joyce pudo alcanzar, mostrando de esa manera que las grandes
tomas de decisión respecto al destino de lo humano – como puede ser el exilio
joyceano— se rigen por motivos, la mayor parte de las veces, ocultos a la
conciencia. Desde este punto de vista, El
tejido Joyce ofrece ese tipo de confidencias que circulan por detrás de los
dichos de la conciencia de Joyce. Podríamos decir, tomando una de las frases
del texto: “No se puede confundir la
opinión del protagonista con lo que la obra expresa”, es decir, esas confidencias
que Retrato... entrega a Zacarías.
2º. El tejido
Joyce plasma una concepción de la
escritura y, me atrevería a decir, de la lectura, en tanto señala, de forma
explícita, una posición particular de Zacarías Marco, dejarse atrapar y ordenar
por el azar, que en este caso se manifiesta como un dejarse arrojar como un
dado en un juego cuyas casillas están conformadas por los múltiples murmullos o
por los múltiples estruendos de ese lenguaje joyceano que hace avanzar o
retroceder para elaborar y reelaborar las diferentes encrucijadas que suscita Retrato del artista adolescente, y la
obra de Joyce en general. Es decir, dentro de la estructura de su libro, este
dejarse arrojar como un dado para caer en algún lugar, es el resorte de la
propia escritura de Zacarías, de su singular acompañamiento de la obra de Joyce.
3º. También estamos, sin duda, ante un hilo de
Ariadna, tanto para el autor como para los lectores, en tanto permite, por su
carácter didáctico, que no nos perdamos en ese “caosmos” joyceano, en ese complicado enmarañamiento entre vida,
arte y escritura tejido por el escritor irlandés. Veremos en El tejido Joyce como ese enmarañamiento
será el laberinto en el que Joyce queda atrapado, y del que saldrá a través de
un método que, a medida que avanza en su obra, se va especificando cada vez más
como un invento en el que intervienen, de forma más llamativa, revelaciones
repentinas de verdades que Joyce nombra como epifanías y que van creando
realidades auténticas y, sobre todo, el sonido de las palabras, a través del
cual se precipitan las frases en un determinado ordenamiento, en el que Joyce
trabajaba infatigablemente.
4º. Por último, me aventuro a expresar otra
formulación potente. Y es que Zacarías es el hereje que queda tocado en su
propio ser por la novela de Joyce. Retrato
del artista adolescente es un libro que lo construye a él mismo, en tanto
es capaz de armonizar con un lenguaje rupturista que, más que importarle evocar
realidades, procura construirlas. Eso implica una posición ética y herética
respecto a la ortodoxia sobre el lenguaje, sobre la realidad y sobre el ser. En
un momento de su escritura sostiene Zacarías que “Desde el exilio del lenguaje no se alcanza el ser”. Nosotros
podríamos evocar resonancias que nos trae esta frase tan hermosa, me refiero a
ese aforismo lacaniano al que Zacarías daría plena sustancia:
“No hay sujeto
que se sostenga salvo el que habla en nombre de la palabra”
En nombre de la palabra, El tejido Joyce nos conduce hacia un apéndice lacaniano para
conformar una confluencia entre literatura y psicoanálisis –confluencia, sin
duda, herética— poniendo en juego todos los elementos fundamentales del “caosmos” joyceano, la familia, la religión
y la sexualidad, el sentimiento de culpa, las bocas que amenazan tragar a
Stephen y que paralizan su deseo, las fobias, la escucha que solicita del otro,
Cranly y Lynch, donde Joyce-Dedalus despliega sus pesares, que Zacarías sabe
llevar más allá de los “agotamientos
lógicos”. Todo ello, como digo, en ese tejido entre vida, arte y escritura,
como ideario y como red que protege a la vida de una caída en el abismo.
Una escritura con mayúsculas que clarifica el impulso creativo que conduce a James Joyce hacia la trilogía, Retrato, Ulises y Finnegans Wake,
ese artefacto intrascendente –tomando el concepto creado por Sergio Larriera, y
que viene muy bien por oposición a la trascendencia religiosa que tomó a Joyce durante
su infancia— artefacto intrascendente que, como aparato de escritura, actuará
como sustento vital en tanto sortea, esquiva, el desvanecimiento imaginario de
James Joyce.
Yo diría que con El
tejido Joyce Zacarías Marco se posiciona como un testigo privilegiado
dentro de ese Otro universal creado por Joyce para validar su obra. ¿Cómo la
valida Zacarías? Situando Retrato del
artista adolescente como una red que alivia el abismo entre el ser y la
existencia, una red construida por Joyce para el alivio del ser de Stephen
Dédalus, verdadero personaje real en tanto los personajes reales son aquellos
que, no habiendo existido nunca, permiten sostenerse en la existencia. Así
describe Zacarías al protagonista de Retrato...
En realidad, por su carácter didáctico, este ensayo nos
permite aprehender más fácilmente la verdad que contiene la novela de Joyce: y
es que nadie es, y todos, aunque sea con diferente fortuna que la de Joyce,
tenemos que “saber hacer” con nuestras divisiones, con nuestras fracturas, con
nuestros síntomas.
Por mi parte, felicitar a Zacarías por este libro
extraordinario, y como sé de su querencia por la literatura, por la filosofía y
por el psicoanálisis, animarlo a que siga dejándose atravesar por estos textos,
dejándose arrojar como un dado y proyecte ese atravesamiento en nuevas
escrituras. Porque esos textos, al igual que ocurre con El tejido Joyce, serán, con seguridad, una garantía para ordenar el
“caosmos” que a cada uno de nosotros
toca soportar.
Muchas gracias.
Miguel Alonso
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