A NUESTRO AMIGO ALBERTO
Nada parece detenerse en la indolencia habitual
caliente y ruidosa del día de hoy, y de los días
No se detiene el teléfono, la voz parlanchina,
el trajín inmutable que insiste en avanzar y respirar
Solo unos pocos seres, rebeldes a la indiferencia,
lloran ante este caminar implacable
que pisa la hierba y las flores, insensible
Solo un grupo señalado por la ausencia
siente frío y guarda silencio
en medio de un devenir absurdo e irreverente
Latir de corazones apenas perceptible, casi ínfimo,
herido por algo punzante que arranca del pecho
la esperanza, el futuro, la alegría de compartir
Y algunos, los cercanos, perdemos el apetito y el sueño,
y perdemos el espacio donde un amigo
nos hizo reír y llorar, de viva voz
Y algunos quedamos suspendidos en medio
de este despliegue gris de los días
sin consuelo, ni comprensión, ni cura posible
porque algo ha cambiado para nosotros desde hoy
aunque en apariencia y si miras sin ver
nada parezca detenerse en la indolencia habitual
de este día, y de los días
Sara Veiras
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