Estamos ante una historia impresionante. Veremos en ella hasta qué punto el deseo de un sujeto puede guiar y determinar tanto los actos de su vida como su destino. La historia es la siguiente:
Se trata de un joven de 17 años que, desde la ciudad en la que realiza sus estudios, escribe una carta a su amigo del pueblo en la cual le comenta las vicisitudes y los resultados de los exámenes de lo que correspondería al final del bachillerato. Entre otras cosas le comenta que en la prueba de griego, el profesor le había puesto la nota más alta entre todos los alumnos, porque el tema que le había tocado traducir pertenecía a una de sus lecturas favoritas. Se trataba de un pasaje del Edipo Rey de Sófocles. En la carta bromea con el amigo y le aconseja que ate sus cartas y las guarde bien porque, quien sabe si algún día no serán importantes. Pues bien, esta carta que os comento, llegó a ser tan importante que encabezó uno de los libros más importantes de este siglo: La interpretación de los sueños.
El joven del que les hablo es Sigmund Freud. Ya desde su adolescencia estaba verdaderamente persuadido de que estaba destinado a hacer algo grande en la vida. En realidad, esta fantasía es bastante común en los adolescentes, pero lo más curioso e interesante es cómo los deseos de Freud van realizándose casi al pie de la letra de una manera verdaderamente prodigiosa.
Después de que Freud acaba el bachillerato pasaron muchas cosas. Como se sabe, el camino que eligió no fue precisamente fácil. El saber que estaba inventando no era bien recibido por sus contemporáneos, eran pocos los que le acompañaban en su camino. Sin embargo, esta cantidad de obstáculos con los que Freud se encontró, no le impidieron seguir adelante pues estaba movido por un Deseo sin ambages, sin vacilaciones.
De esta manera llegamos a su 50 cumpleaños, donde otro acontecimiento vuelve a traernos la figura de Edipo enlazada a una realización del Deseo, mejor diríamos, una realización casi textual del Deseo.
En 1906, Freud cumple 50 años. El pequeño grupo de sus allegados de Viena le hacen un obsequio. Se trata de un medallón que lleva esculpido, en el anverso, el perfil de Freud, y en el reverso la imagen de Edipo en actitud de responder a la esfinge. Lo más impresionante es que, en el contorno del medallón, habían inscrito una frase de la obra de Sófocles que dice:
"Experto en enigmas insignes que hubo de llegar a ser el primero de los humanos".
Ernest Jones, en su biografía de Freud, nos cuenta que este obsequio dio lugar a un curioso incidente. Dice que cuando Freud leyó la inscripción se puso pálido, agitado y, con voz estrangulada, preguntó a quién se le había ocurrido semejante idea. Añade Jones que su actitud era la de quien se encuentra con una especie de aparición angustiosa. Cuando Freud consiguió sobreponerse a esta primera impresión, les comentó que se había quedado muy impactado porque, cuando era joven estudiante, acostumbraba a pasearse por los patios de la universidad de Viena, y mientras se fijaba en los bustos que allí había de los profesores insignes de la institución, pensaba que su busto estaría un día entre ellos. Pero lo que sí es más específico y particular es que la fantasía de Freud se completaba, no sólo con que su busto estuviera allí, sino que debajo del busto estuviera inscrita justamente esa frase del Edipo Rey de Sófocles.
En 1955, ya muerto Freud hacía bastantes años, fue Ernest Jones el encargado de descubrir el busto de Freud en el atrio de la universidad de Viena, en el que se pueden imaginar que va inscrito el lema del Edipo Rey de Sófocles:
"Experto en enigmas insignes que hubo de llegar a ser el primero de los hombres".
Rosa López
Se trata de un joven de 17 años que, desde la ciudad en la que realiza sus estudios, escribe una carta a su amigo del pueblo en la cual le comenta las vicisitudes y los resultados de los exámenes de lo que correspondería al final del bachillerato. Entre otras cosas le comenta que en la prueba de griego, el profesor le había puesto la nota más alta entre todos los alumnos, porque el tema que le había tocado traducir pertenecía a una de sus lecturas favoritas. Se trataba de un pasaje del Edipo Rey de Sófocles. En la carta bromea con el amigo y le aconseja que ate sus cartas y las guarde bien porque, quien sabe si algún día no serán importantes. Pues bien, esta carta que os comento, llegó a ser tan importante que encabezó uno de los libros más importantes de este siglo: La interpretación de los sueños.
El joven del que les hablo es Sigmund Freud. Ya desde su adolescencia estaba verdaderamente persuadido de que estaba destinado a hacer algo grande en la vida. En realidad, esta fantasía es bastante común en los adolescentes, pero lo más curioso e interesante es cómo los deseos de Freud van realizándose casi al pie de la letra de una manera verdaderamente prodigiosa.
Después de que Freud acaba el bachillerato pasaron muchas cosas. Como se sabe, el camino que eligió no fue precisamente fácil. El saber que estaba inventando no era bien recibido por sus contemporáneos, eran pocos los que le acompañaban en su camino. Sin embargo, esta cantidad de obstáculos con los que Freud se encontró, no le impidieron seguir adelante pues estaba movido por un Deseo sin ambages, sin vacilaciones.
De esta manera llegamos a su 50 cumpleaños, donde otro acontecimiento vuelve a traernos la figura de Edipo enlazada a una realización del Deseo, mejor diríamos, una realización casi textual del Deseo.
En 1906, Freud cumple 50 años. El pequeño grupo de sus allegados de Viena le hacen un obsequio. Se trata de un medallón que lleva esculpido, en el anverso, el perfil de Freud, y en el reverso la imagen de Edipo en actitud de responder a la esfinge. Lo más impresionante es que, en el contorno del medallón, habían inscrito una frase de la obra de Sófocles que dice:
"Experto en enigmas insignes que hubo de llegar a ser el primero de los humanos".
Ernest Jones, en su biografía de Freud, nos cuenta que este obsequio dio lugar a un curioso incidente. Dice que cuando Freud leyó la inscripción se puso pálido, agitado y, con voz estrangulada, preguntó a quién se le había ocurrido semejante idea. Añade Jones que su actitud era la de quien se encuentra con una especie de aparición angustiosa. Cuando Freud consiguió sobreponerse a esta primera impresión, les comentó que se había quedado muy impactado porque, cuando era joven estudiante, acostumbraba a pasearse por los patios de la universidad de Viena, y mientras se fijaba en los bustos que allí había de los profesores insignes de la institución, pensaba que su busto estaría un día entre ellos. Pero lo que sí es más específico y particular es que la fantasía de Freud se completaba, no sólo con que su busto estuviera allí, sino que debajo del busto estuviera inscrita justamente esa frase del Edipo Rey de Sófocles.
En 1955, ya muerto Freud hacía bastantes años, fue Ernest Jones el encargado de descubrir el busto de Freud en el atrio de la universidad de Viena, en el que se pueden imaginar que va inscrito el lema del Edipo Rey de Sófocles:
"Experto en enigmas insignes que hubo de llegar a ser el primero de los hombres".
Rosa López
No hay comentarios:
Publicar un comentario