miércoles, 1 de mayo de 2013

Una cuestión ética: ¿Qué hacer con el resto? Comentario de Graciela Kasanetz al cuento El ruido de un trueno, de Ray Bradbury


Realmente, como me ocurre muchas veces, me surge un comentario a raíz de lo que se dice en la tertulia. El lema y la propaganda del safari vienen a decir: nosotros lo llevamos, usted lo mata. Es lo que hace que la responsabilidad no recaiga sobre quienes hacen el ofrecimiento, sobre quienes organizan el safari. La ciencia te lleva, si tú la usas, es asunto tuyo.

Esto me hizo pensar que Bradbury tiene una posición muy lacaniana. Hay una palabra que no se nombró, pero está todo el tiempo en el relato: el resto. ¿Qué hacer con el resto, con el resto que deja el pasado, con el resto que nos mueve, con el resto de lo que imaginamos como futuro? En ese punto dice: cuidado porque el tiranosaurio rex es muy voraz. La bestia sin palabras es muy voraz. Y produce el ruido de un trueno.
Pero, ¿quiénes son los voraces?

Todo es posible por dinero, por ejemplo, la orgía de matar al Tiranosaurio por diez mil dólares. Y parece que pretenden  que esto, limpiamente, no deje resto: nosotros lo llevamos, usted lo mata, (tiene que matar al animal que previamente han designado porque iba a morir en unos segundos). En lo que dice aquí, como en muchísimas otras ocasiones, Bradbury se adelanta al futuro. Me hizo recordar el premio World  Press Foto de hace unos años, aquel niño retratado, un niño que se está cayendo, casi un bebé, con el buitre detrás, y el fotógrafo – que luego de unos años se suicidó— sacando la foto y ganando el premio con ella. Cuando le preguntaron por qué no hizo nada para evitar esa situación problemática del niño, dijo que el niño igualmente iba a morir unos segundos después, unos minutos después. Como si el “cómo”, que es el punto ético en el que uno puede asumir o dimitir, no tuviera ninguna importancia. No puedo recordar cómo se llamaba la película en la que aparece un reportero gráfico de guerra que va yendo de lugar en lugar y le muestran cómo fusilan a alguien. Entonces, ese reportero, ese fotógrafo dice: soy culpable porque ese hombre ha muerto para que yo saque la fotografía.

Hay que pensar que no es ninguna casualidad que la estupidez de un rex, a lo mejor tiranosaurio por lo desfasado que está —y esta es opinión mía— la institución rex (el rey español y su foto con el elefante abatido) necesitó la foto. Porque no se trata tan sólo de matar, sino que hace falta mostrar que se tiene el placer  y  el derecho a hacer eso, a matar. Me parece que el tema es ético: qué hacer con el resto que, sin duda, lo queramos o no, anima nuestros actos y además sigue estando allí, no  hay ningún simbólico de la ciencia que lo pueda cercar por completo.

Siempre hay un resto. Y ese resto hay que tratarlo desde la responsabilidad de cada uno. El mundo moderno, en relación con los diez mil dólares, me recordaba que una de las cosas que admitimos como normales es que, en el civilizadísimos mundo en el que estamos, hay unos países ricos que generan más basura nuclear y que compran, porque tienen dinero para hacerlo, las cuotas para generar basura nuclear, cuotas que corresponden a países pobres. Y se trata además de no ver qué restos generamos. ¿No estamos cada vez más con el objeto técnico que caduca inmediatamente y que deja un resto contaminante en la tierra? Pues el tema es que no pensemos en el resto. El asunto es que podemos seguir consumiendo y pensar que el coltán de nuestros móviles no tiene nada que ver con las muertes en las guerras. 

Graciela Kasanetz

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