Muchas gracias a los
responsables de Liter-a-tulia por
invitarme a abrir esta tertulia. Alberto Estévez me presentó como librero, y es
que me pagan por vender libros. Estudié filosofía, pero no me sirvió de mucho,
diría Askildsen. No sé si leyeron el texto que envié al Blog Liter-a-tulia. Era un texto elaborado hace
ya algunos años. Pero ahora, desde que soy fan de Askildsen, puedo ponerlo como
paradigma del tipo de literatura que prefiero. En ese artículo situaba al autor
como uno de los escritores antipáticos, y a sus libros también con el mismo
calificativo. Trataba de mostrar, también, una problemática del librero, que
más allá de lo que le guste y de cuál sea su paradigma literario, normalmente se
dedica a recomendar libros. Y recomendar a un autor como Askildsen es
problemático. Si ustedes acuden a la solapa de los libros, encontrarán en ellas
un festín delicioso, pues hay que buscar palabras para vender. Pero la cosa se
complica cuando se trata de escribir sobre cosas horribles, sobre relaciones
sociales fraudulentas en las que no hay más que una red de pequeñas cárceles
que se concatenan, y que todo lo demás es mentira. Esas son cosas difíciles de vender.
Y ocurre que, además, la mayor parte de la gente que entra en una librería y
pide una recomendación, busca exactamente lo contrario. Pues bien, en el comienzo
de esa reseña que envié a Liter-a-tulia,
situaba una cita de Rafael Chirbes –al que también incluiría, sin duda, en esta
lista de escritores antipáticos— en la que dice:
“De la blandura literaria emanaba, como no podía ser menos, cierto
consuelo existencial”
Me gusta esta cita. Está incluida
en una nota de un libro de Chirbes que se llama La buena letra. Aclara en
ella que en esta edición del libro elimina un capítulo que se encontraba en
otras ediciones. Era un capítulo que cerraba el libro con una circularidad
mentirosa, decía él. Después de hacer pasar al lector por situaciones horribles
–como siempre ocurre en Chirbes— devolvía al lector a un presente consolador. Y
decía que eso, justamente, es lo que arruina la literatura. A él le interesa la
literatura que huye, precisamente, del consuelo existencial.
“Cuando escribí el libro me pareció que, por respecto al lector, al
final de la novela debía devolverlo al presente narrativo del que lo había
hechor partir. Por ello, puse ese capítulo que aparecía en anteriores
ediciones… Había algo de voluntarismo literario en tal propósito, cierto
criterio de circularidad… Pasado el tiempo, me pareció que el libro no
necesitaba de ninguna circularidad consoladora, que al haber añadido ese final
había cometido un error de sintaxis narrativa, más grave aún por la filosofía
que venía a expresar… que el tiempo acaba ejerciendo cierta forma de justicia…
poniendo las cosas en su sitio. De la blandura literaria emanaba, como no podía
ser menos, cierto consuelo existencial”
Eso se podría aplicar perfectamente
a Askildsen. Es un autor que, continuamente, huye de darle al lector la
posibilidad de consolarse. No hay ningún momento de consuelo respecto de las
críticas que hace. Críticas que deja como cuchilladas sin restitución, sin algo
que se vuelva un orden.
Ese es el tema de los libros
antipáticos. Uno quiere recomendarlos porque le gustan, pero es difícil de hacer.
Hay otros libros buenos que también quiero recomendar, pero los del estilo de
Askildsen te imponen un impulso especial. Al respecto, encontré una cita de
Sánchez Ferlosio. En ella trata de entender por qué uno tiene un respecto especial
por estos escritores antipáticos, más que por los simpáticos. Su tesis es que
detrás de esa antipatía hay dignidad moral. La simpatía sería una construcción
falsa que, en realidad, sería desenmascarada en cualquier situación trágica
donde el personaje tuviera que implicarse realmente. Pone el ejemplo de un
viajero de tren que entra en el vagón y se sienta a tu lado. No dice nada y
apenas saluda. Considera Ferlosio que ese personaje, generalmente, es mucho más
digno que el que entra y se pone hablar de forma dicharachera. Se imagina
entonces que el tren descarrila. Ahí se vería que el antipático, sin duda, se
arrojaría a salvarlo a uno, mientras que no espera nada del simpático, más que
salga corriendo el primero.
Esto remite, tanto en
Ferlosio como en Askildsen –aunque no hablan de ello— a un fundamento
filosófico de sus textos, concretamente, a la filosofía práctica de Kant. Se
trata de la figura que encarna la única posibilidad de acción con un valor
moral. Es el personaje que actúa, no sólo conforme al deber, sino por deber. Es
decir, no lo hace por gusto, porque es antipático, pero en Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant se pone muy
divertido y empieza a dar ejemplos de personajes sobre los que realiza caracterizaciones
psicológicas. Ahí se ve muy bien que para Kant, el único ideal moral existente
en la tierra es ese tipo justo, ese señor cascarrabias que no tiene ningún
cariño, ningún amor por la persona a la que se ve obligado a ayudar. Podemos
derivar de ahí esta cuestión de los libros antipáticos que transmiten la sensación
de que, en realidad, son los únicos que tienen dignidad.
Y Askildsen es un escritor
del desconsuelo, alguien que huye de darle consuelo al lector. Es lo que
planteaba en el comienzo de mi intervención. Creo que en los libros de
Askildsen se trata de mostrar que todas las relaciones sociales, todas, son
fraudulentas, y todos los personajes están en una continua huida hacia la
soledad. De tal manera, la soledad aparece como única esperanza de algo parecido
a la libertad. El fundamento de la escritura de Askildsen sería el ideal de
libertad. Lo que pasa es que la sociedad real, nuestra sociedad, aparece
retratada como un conjunto de cárceles. De ellas, el individuo intenta huir hacia
la soledad. Pero es un intento de huida muy poco épico. No se trata de grandes
gestas. Esa huida hacia la soledad consiste en salirse afuera y fumar un
cigarrillo; mentir diciendo que a uno le duele la cabeza e irse a dormir un
rato para no hablar con su mujer.
Quiero decir que la
literatura de Askildsen está plagada de estos momentos, no de grandes momentos
épicos, ni de grandes gestas. Narrativamente se dice que es minimalista. Es
verdad que tiene eso que los americanos llaman el Show Don´t Tell, el intento de apostar por mostrar pero no contar. O
lo que es lo mismo, uno ha de entender lo que ocurre en las escenas, lo que hay
detrás de ellas, por cosas que imagina, no por lo que ve. Pero en Askildsen encontramos
una descripción psicológica que, justamente, lo que evita es lo minimalista.
Es decir, Askildsen habla
todo el rato de lo que sienten los personajes, pero sin explicarnos de dónde
vienen. No hay historia, sino mucha desnarrativización. Entiendo que las
situaciones no vienen explicadas con una historia, las sensaciones de los personajes
son un puro presente, una cuchillada sin que intervenga mucho el sentido.
Por ejemplo, una de las
estructuras sociales sobre las que más incide es el matrimonio. Uno de sus
objetivos es esa vida matrimonial de la que habla continuamente. Y el
matrimonio aparece como una cárcel. Pero en ningún momento explica que un
personaje haga algún razonamiento del tipo “¡Cómo me equivoqué! En realidad lo que yo debería haber hecho es estar
solo, mi matrimonio es un camino errado”. Sus personajes parece que están
condenados, o por lo menos, no disponen de ninguna vía emancipatoria, ni de ningún
pasado previo en el que hayan tomado esa decisión. No hay una historia que
explique lo que está sucediendo. Están ahí, casados, viviendo en esa amargura y
en ese intento continuo de escapar de la estructura que han aceptado y en la
que están metidos, siempre intentando huir hacia la soledad.
Pero a su vez –y por eso no
es un escritor del consuelo— no aconseja no casarse. No es que critique el
matrimonio, que éste sea una estupidez y por lo tanto aconseje no casarse. Sólo
plantea que de hecho, en cada situación, los personajes van a estar, continuamente,
huyendo hacia una soledad que, por otra parte, no va a ser ningún consuelo.
Respecto del matrimonio,
detecté tres o cuatro textos cortos, distintos cuentos muy parecidos y que
tratan lo que estoy diciendo. En ellos, el matrimonio es la cárcel de la que se
intenta huir hacia una soledad que no salva. Al respecto, les recomiendo un
relato que a mí me gustó mucho, se llama Últimas
notas de Thomas F. para la humanidad. Son las notas de un escritor jubilado
que, justamente, es el tipo de las descripciones de Kant, con valor moral pero antipático,
que no quiere a nadie, ni a sus hijos, ni a su mujer, pero tiene una actitud
recta en su forma de analizar y razonar. Es algo repugnante pero, al mismo
tiempo, muy digno. Uno de los capítulos empieza así:
“Cuando mi mujer todavía vivía, creía que cuando ella muriera yo tendría
más espacio para mí. Sólo su ropa interior ocupa tres cajones de la cómoda,
pensaba. Cuando muriera, podría ocuparlos yo, uno con mis monedas de cobre,
otro con las cajas de cerillas, y el tercero con los corchos. Tal como está
ahora, pensaba, es un caos total. Mi mujer murió hace ya mucho, era una mujer
exigente, que descanse en paz. Por fin me la concedió a mí. Vacié los cajones,
las estanterías y los armarios, retiré todo lo que había sido suyo y gané mucho
espacio libre, más de lo que necesitaba. Pero lo vacío, vacío está. Me deshice
de un par de armarios, pero sólo conseguí una habitación más vacía en lugar de
dos armarios vacíos. Fue una imprudencia por mi parte, pero ocurrió, como ya he
dicho, hace mucho tiempo, y yo era mucho más joven entonces”
Parece que ahí cuenta
perfectamente lo que trataba de plantear. Askildsen no explica, pero da como
obvio que el que lee está entendiendo. Lo terrible es que todo el tiempo está
esperando quedarse solo. Lo que ocurre es que, cuando se queda solo, ve que eso
tampoco soluciona nada. Diciéndolo un poco poéticamente, lo que se encuentra en
la soledad, al fin y al cabo, no es más que un vasto y desierto paisaje.
Santiago Gerchunoff
Intervención de Santiago Gerchunoff
posterior a las intervenciones de Silvia Lagouarde y Miriam Chorne, incluidas
más abajo en la serie de intervenciones.
El minimalismo está
operando continuamente a lo largo del relato. Lo que pasa es que la sugerencia,
cuando está bien hecha, opera en mil direcciones, no opera en una idea escrita,
sino en una idea que está ausente todo el tiempo.
Quería comentar las
intervenciones posteriores a la mía, que a mí me generaron inquietud. Entiendo
bien la articulación entre literatura y psicoanálisis, es muy interesante ver
cómo se aplica una teoría para analizar un texto. Pero para mí es fundamental,
en la manera que tengo de entender la literatura y lo que hace Askildsen en
este caso, que si uno analiza estos casos particulares, una madre estragante
por ejemplo, unos deseos incestuosos, etc., para el lector ahí sí habría
consuelo.
Hace unos días estuvo
Rafael Chirbes en la librería Muga. Explicó muy bien que si uno puede aplicar
una teoría y entender por qué los personajes que están circulando son un poco
enfermos, el lector se queda tranquilo. Para mí la cuestión que cuando el protagonista,
al que se le acaba de morir la mujer y no puedo evitar mirarle los pechos a su
hermana, el lector pueda entender que estas cosas pasan, pero no porque sea
patológico –que eso lo podemos analizar— sino porque la vida es muy rara.
Esas escenas que ocurren en
el relato son escenas reales. Incluso no diría que el protagonista no ame a su
mujer. Y también es evidente que hay una historia con la hermana, y que hay un
juego con el incesto, pero para mí lo importante es el efecto literario que
Askildsen quiere provocar, efecto que no se puede localizar como ajeno a uno
mismo. Me parece que Askildsen está hablando de las relaciones sociales, no de
las relaciones patológicas. Habla de cómo es la vida social, en qué consiste.
En ese sentido, encontramos
la cuestión de la libertad. Él también tiene ese ideal, y los personajes
también lo tienen, pero está hablando de cómo son las cosas, no de los ideales.
Entonces, la libertad que conquista es muy pequeña, eso sí que es minimalista. Por
ejemplo, en el comienzo del cuento, en el primer párrafo, hay un destello de
libertad. El protagonista estaba tumbado pero le molestaba la luz. Tenía
lágrimas en los ojos. Momento en que se acerca su hermana, a la que le pide
unas gafas, pues no quería que lo malentendieran. Esa es la libertad para
Askildsen. El personaje, aún metido en la farsa social en la que vivimos todos,
no quiere que piense que está llorando porque se ha muerto la mujer. Para mí es
muy terrible que sea así, pero esa es la libertad que este escritor deja para
las criaturas. Es lo que deja como real y realizable.
Santiago Gerchunoff
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