Encantada de estar hoy aquí para comentar mi impresión
en y con la lectura de este cuento, relato, breve, de apenas unas 12 páginas.
Seré yo también breve. Para empezar, decir, que no siendo una gran lectora de
H. James, al leer este relato, recordé enseguida otro cuento “Otra vuelta de
tuerca”, que retornó como un recuerdo ultra claro, al decir de Freud cuando se refiere a esas escenas que operan como
impactos inolvidables. Como corresponde a lo que deja una huella imborrable, de
la lectura de ese cuento, permanece una sensación de algo umheimlich, algo imprevisto, sucedía algo que no estaba previsto.
No tuve tiempo de volver a leerlo, pero como
comprenderán, ahora no puedo dejar de ir a rebuscarlo. Este cuento, “La Cosa
Real”, que es su titulo en ingles, me
confirma que es algo propio del autor: en los personajes desliza lo que en el
fondo, no son sino sus preguntas o sus preocupaciones, de una manera lenta,
pero sin renuncia.
Dicho lo cual, me pregunto: ¿cómo he leído Lo Real?
Que impresión me produjo? Me gustaría compartir con ustedes mi versión, es decir, mi lectura.
De entrada, encontré una sorpresa, el desconcierto, el
malentendido. El malentendido, siempre presente toda vez que se hable, en este
caso singular, parte de interpretar, es
decir de leer, la armonía que ofrece la
vista de una pareja, real, que luce impecable,
parece discreta, educada, espejo de una
clase privilegiada, formada en la buena cuna.
Esa opacidad armoniosa va develando lentamente, lo que
oculta. Me parece que hay una cuestión presente en el autor: qué vale más? Cuál
es el valor a atribuir a lo real, a la perfección aristocrática? Indicada muy
claramente con el nombre de la pareja: Monarch en ingles, monarca, reyes, en
oposición a lo que representa para el autor, los personajes que encarnan la
clase baja, pero dotados de lo vivo, de la ductilidad, de la capacidad
creativa. Es una tensión en la que se juega toda la puesta en acto del relato.
Como relato, parecía
que en su aparente monotonía iba a aburrirme. Tenía algún efecto de
sorpresa, emergía alguna pregunta sobre los giros de estilo de escritura, sí…con instantes de distracción por un cierto
tono lineal en su discurrir….hasta que fue surgiendo, casi
sin darme cuenta, una sensación curiosa: la fuerte impresión de que estaba ante
un cuadro o varios, o una serie: se iba pintando algo producido por la
mediación de una mirada, allí presente, que ofrecía distintas escenas dentro de la escena en la
que se incluía a la vez, el pintor mismo. Una curiosa topología, pensé,
instaurado por el estilo de H. James que permitía esa representación.
Todo el relato transcurre en una habitación, donde se
entra y se sale, se trabaja, se supone y se “aprende a ver”. La mirada ocupa un
lugar privilegiado, y me dejé llevar por
esa mirada con la que el pintor, da a ver a un espectador lo que ahí sucede.
Me parece que en esas escenas se pintan varios teatros:
uno, como hilo principal que se tiende desde el
principio hasta el final, es el que ilustra ese viaje que va desde las formas
más armoniosas bajo las que nos presenta el primer encuentro con la encantadora
pareja- “autentico matrimonio”, dirá y que va a definir como esa profunda fusión en la que cada uno, encuentra
el apoyo de su falta, en el otro - y, el otro, paralelo diria yo, en el cual el recorrido temporal de cada
escena, puntúa nuevos desencuentros y
descubrimientos de los mas y los menos de cada uno de los personajes.
Durante ese trayecto, es cuando ocurre lo imprevisto: el rasgado de ese velo
que la buena forma ofrece, y que deja
aparecer lo que mancha , lo que quiebra,
lo que trocea la imagen fascinante. Su
amigo, el crítico en el que confía le dice: “tu trabajo los ha destrozado”!- En aquello en lo que el pintor creía reflejar lo más real, aparecía lo que hace mancha. El pintor, pinta
lo que ve su mirada y no sabe. Eso que da a ver, lo sorprende a él mismo. Da a
ver, como sucede en el cuadro que ofrece el pintor a la contemplación del
espectador, su propia mirada. Punto desde donde mira lo que no está al alcance
de su ver, su visión, siempre fascinada por la imagen que, a todos, nos cautiva.
Por la vía fecunda de lo más propio de un pintor, el
autor nos ofrece su debate entre lo
verdadero y lo que lo vela, cosa que
dice así” la omisión de lo real, como lo más apto para la representación”,
donde ese “ real,” inamovible, siempre lo mismo, puede ser mucho menos valioso
que “lo ficticio”.
Quizás el hecho de tratarse de un artista, hizo que mi
primera impresión no fuera otra que encontrarme atrapada en las escenas que se
multiplican, como en un cuadro velazquiano: ese hacer de la obra que incluye, y en la que se incluye el propio artista
participando en la puesta en escena de lo que se da a ver.
Lo que me
parece notable en el cuento: es ese surgimiento de lo menos amable, ligado a un
no saber, que solo lo sorprende cuando es nombrado por un otro, al que se le
supone un saber. En ello, le devuelve lo que su mirada no ve, lo que no le
impide dar a ver. El autor, H. James,
lleva este desnudamiento de lo real, desmenuzado, si puedo decirlo así, en el cruce de las palabras pronunciadas, por cada uno de los personajes, y que tocan lo más intimo hasta un borde.
Lo lleva, hasta
unos últimos bordes: los que lo muestran, al pintor mismo, desdoblado, dividido en esa lucha con
el rechazo a esa insoportable visión de la caída de sus propios ideales: va de
la armonía real, de la imagen de la
pareja, a lo real de la servidumbre en
la que se ofrecen. Lo dice al final: “ no podía, era horrible verlos lavar los
platos sucios!”
Me parece que ilustra este cuento muy bien la lucha
entre el gusto por la novedad, por lo
imprevisto, por la variedad, y cierta fascinación por la repetición de lo
mismo, como dice al hablar de la dama,
de “siempre lo mismo”, a la que él mismo, no puede escapar.
Sin demorarme más,
sólo añadir, ya que lo nombré, ese segundo teatro que nos enseña, por
decirlo así. Como dije antes, el marco donde transcurre la escena, es una
habitación “u n lugar, dice el autor, “donde se estudia como aprender a ver”.
Sin salir de la habitación, nos pinta con muy
pocos personajes, el modo en que se mueve una época, cómo funciona esa sociedad de finales del siglo XIX.
En ese sentido, al final del cuento me pregunto: más
allá y más acá de lo más propio de una sociedad y su época: ¿qué cambia en la
relación entre los que “tienen” el poder y los que “no lo tienen?”, cuestión
que está bien presente me parece en el relato. A nivel íntimo: es la dialéctica
entre el amo y el esclavo, reproducida entre él artista y la pareja, él artista
y su editores, él artista y el novelista famoso, él artista y sus modelos, etc.
Dejo abierta la pregunta.
Gracias.
Mónica Unterberger
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