Tal
vez porque la muerte sigue inspirándonos un sagrado temor, solemos elevar hacia
alturas inabarcables al ser querido que nos ha dejado, y nos esforzamos por
convertirlo en alguien sublime. Pero esta vez no es preciso recurrir a la
costumbre, porque siempre hemos sentido por ti, Alberto, un cariño
incondicional. Y nos alegra que tú lo supieras, ya que eso puede al menos
reconfortarnos un poco.
Hay
personas que tienen el don de reunir un gran número de cualidades. No voy a
enumerar las tuyas, porque no quisiera que esta despedida fuese un listado de
alabanzas que -aun siendo verdaderas- sonarían a los habituales tópicos que se
dicen en estas ocasiones.
Solo
quiero evocar, a través de estas torpes palabras, todo lo que nos has dejado, y
que conocemos tan bien: tu voz, tu sonrisa, tu inteligencia, el amor siempre
disponible, la palabra justa, el sentido de la amistad y, por supuesto, esa
cuidada elegancia que lograbas de un modo especial, en todas las facetas de lo
cotidiano. Lo que de ti subsiste en nuestras vidas supera por fortuna lo que la
muerte se ha llevado, y a ese magro consuelo querríamos aferramos hoy, pero nos
resulta escaso. No podemos evitar que una inmensa ausencia se instale en la
pequeña comunidad que formamos. Literatulia, ese espacio que no solo se nutrió de
tu pensamiento, sino que recibió tu espíritu y tu gracia, seguirá adelante,
porque creo que es el mejor homenaje que podemos hacerle al amigo tan amado:
mantener vivo lo que tanto has contribuido a fundar, y sentir así que nos
acompañas en el mundo de los sueños que entre todos fabricamos en esos viernes
mágicos, leyendo y conversando sobre lo que nos ayuda a soportar las
inclemencias de la vida.
Así
nos despedimos de ti, querido amigo. Aturdidos por tu partida, seguiremos pese
a todo hablando. Ya lo sabes: nos han quedado muchos libros por leer, muchas
cosas por contarnos, y no quiero concluir con una frase que trate de aliviar
nuestra pena, porque a esta altura no vamos a engañarnos. Esto no tendría que
haber sucedido, no tendríamos que estar aquí reunidos por este motivo. Pero lo
cierto es que nos hemos despertado esta mañana, y la noticia sigue siendo real.
Danos tiempo, tristeza, danos tiempo para que seamos capaces de asumir lo que
ha pasado.
Gustavo Dessal
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