Quiero compartir con todos los presentes la doble satisfacción de la que soy objeto hoy. En primer lugar, la puesta en marcha de esta tertulia. Cuando el año pasado, 2007, conversaba con Miguel acerca de este proyecto que por entonces no era más que una idea difusa, sin forma, no podíamos imaginar que esta se iría concretando en lo que hoy, primera cita, contemplamos todos.
Las "primeras citas" tienen esa doble vertiente de deseo e incertidumbre y son ambas sensaciones las que nos acompañan y lo han estado haciendo en el último tiempo en la medida en que aquella idea primera ha ido conformándose.
En segundo lugar he de situar la satisfacción que me ha producido la elección y posterior lectura de esta obra para iniciar Liter-a-tulia. Una pequeña novela o novela corta con tan sólo 5 capítulos en la que McEwan nos narra el encuentro y desencuentro de sus dos protagonistas en la Inglaterra previa a la revolución de los años 60.
Considero que la forma que el autor tiene de narrar la historia convierte a esta en idónea para el análisis y la discusión. Creo firmemente que no es casualidad, sino más bien habilidad narrativa. De la misma forma que reconoce un "problema común" en los protagonistas tildándolos de demasiado educados, contenidos, timoratos, reconociendo la existencia de un silencio entre ambos que calla las diferencias, y ciega, y ata, de la misma forma deja abierto el enigma del motivo de lo que le ocurre a Florence. ¿Por qué ese síntoma? En ese sentido el lector queda ignorante, aunque muy posiblemente no en la misma medida que Edward.
Leyendo una entrevista reciente del autor, este confesaba su obsesión por una idea: cómo puede cambiar tu vida en un solo momento. En su obra anterior, Expiación, no había desarrollado esta temática a su gusto; ha seguido en Chesil Beach, pero acabada esta, aún le ronda.
En la playa de Chesil, Edward podría haber llamado a Florence mientras esta se alejaba, podría haber ido a buscarla, haber hecho algo, pero no hizo nada y cambió el curso de su vida. Sabemos que esa escena por sí sola no tiene la potencia de cambiar una vida, ya que pasado ese momento, al día siguiente, la siguiente semana, podría haber buscado la fórmula para haberse acercado a ella, que todavía lo buscaba años más tarde en el asiento 9C de la tercera fila del Wigmore Hall. El orgullo de Edward no lo permitió, y esto sí es dramático, más que la escena en la playa, porque nunca más conocería a nadie a quien amase tanto.
Muchas gracias.
Alberto Estévez
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