La lectura y sus dobles (Por César Mazza)
Me entrego otra vez a la lectura, tal vez como último refugio de lo que fuera una lectura de iniciación, con el objetivo más inmediato de contrarrestar cierto extrañamiento propio a la experiencia de la escritura. El reencuentro con aquel texto de Borges, signado como el primero de la serie en la ficción que cada cual construye del inicio, duplica las lecturas recorridas hasta aquí. Infatigable retorna la frase del relato El inmortal: (antes de entrar a la ciudad de los inmortales, el personaje murmura) Tan abominadas del hombre son la novedad y el desierto que me alegré de que uno de los trogloditas me hubiera acompañado hasta el fin. Cerré los ojos y aguardé (sin dormir) que relumbrara el día.
La pregunta entonces: ¿por qué la novedad sería abominable? Alusión aparentemente paradójica puesto que en otros textos Borges referirá lo abominable al espejo y a la paternidad, vale decir, a la potencia de la multiplicación. Un ejemplo puede señalarse en el pasaje que sigue, de Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius. Antes de comentar la frase, recordemos que la escena del comienzo es una invitación para ingresar al texto. Pero ¿de qué forma? Este relato en primera persona devela la ingenuidad del yo del realismo, pero en él un movimiento desestabiliza la identificación del lector: mediante un juego de espejos el reflejo de un reflejo configura una simulada simulación que sitúa nuestra presencia en el interior del cuadro observando ahora a los personajes cautivos de un espejo.
"Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor de una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejías; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopadeia (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de
Por su puesto que los referentes de la narración no guardan una estabilidad realista, tanto el espejo como
El otro relato que alude a la conjunción entre el espejo y la paternidad se titula Los espejos abominables dentro de la saga El tintorero enmascarado Hákim de Merv, títulos que se incluyen en
El Ángel me decía que los carneros no eran del color de los tigres, el Satán me decía que el Poderoso quería que lo fueran y se valía de mi astucia y de mi púrpura. Ahora yo sé que el Ángel y el Satán erraban la verdad y que todo color es aborrecible.
Por suerte existe ese arte de impíos, de falsarios y de inconstantes que consiste en inventar la simulación. Borges nos advierte en el Prólogo a la edición de 1954 que dichas páginas no disimulan su naturaleza barroca, sin dejar de avisarnos que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura. Un tintorero enmascarado es un pleonasmo ¿por qué alguien que se dedica al oficio de enmascarar con manchas, tinturas, colores aparece al mismo tiempo enmascarado? Procedimiento que exhibe el propio disfraz, comedia de la presencia, parodia que explicita la máscara: la inexistencia de una identidad original o, si se quiere, del imperativo de ser auténtico. Porque los no incautos, por un lado, son los que aparentemente no se dejan engañar o incautar por el juego de las máscaras, y por otro lado, como el Ángel y Satán son los que se engañan exigiendo lo verdadero sobre lo verdadero tras levantar el último velo. Así desfilan varias figuras de esa especie, los que encuentran tanto una novedad abominable, como infiernos maravillosos y cielos no menos desesperados por haber querido ver que hay detrás de la máscara, sin saber que lo esencial del universo es la vacuidad. Pero la parodia no solo denuncia todas las apariencias del mundo sino que, fundamentalmente resta dramatismo a las figuras del horror.
La operación del doble, primero como asegurador de la vida -dirá Freud- se transformará en un siniestro mensajero de la muerte que no deja de guardar relación con los semblantes del horror, con un supuesto goce malvado del Otro. Porque “el espejo –dirá Germán García- es un objeto donde se ve aparecer Uno”, la historia será la que atenta contra ese Uno: “La historia del espejo habla de envenenados por el azogue de los cristales que cubrían las paredes de sus cámaras de sueño: cuerpos confinados a la duplicación de los espejos que pasan durmiendo a la muerte.” (García, Germán)
Desarmar el espejo es atentar contra el régimen del Uno. Por lo tanto, fabricar la parodia del doble implicará desnaturalizar la propia máscara, esa encarnadura mediante la cual alguien se cree Uno. Tzvetan Todorov dirá que el gesto inaugural de toda lectura es cierto trastorno del orden aparente del texto. El autor tratando de responder a la pregunta ¿cómo leer? pasa revista a diversos tipos de “discursos críticos” de la literatura, tales como la proyección, el comentario, la interpretación y la poética. Procedimientos estos, que enmarcan la noción de lectura, situando su especificidad. Así la lectura atraviesa y es atravesada por esas otras operaciones.
Estos discursos no solamente son diferentes entre sí sino que también comparten un rasgo en común: ser heterogéneos al discurso literario mismo. Despierta cierta intriga la forma en que el autor se apropia de Freud para preguntarse por el precio de la elección metodológica efectuada: leer un lenguaje a través de otro, un sistema simbólico por intermedio de otro. Freud había señalado que el sueño no sabe decir ‘no’, dirá Todorov para preguntarse ¿la literatura no tendría a su vez, algunos elementos que el lenguaje ordinario no sabe decir?
Si la teoría presupone el lenguaje científico, la literatura tendrá un costado inteorizable. Afirmación que le permitirá al autor aseverar que una función de la literatura será la subversión de esos lenguajes, ya sea el científico o el ordinario. ¿Qué papel jugará la lectura en este entrevero de discursos? La lectura es una práctica que se hace y deshace, será la inquietante cabeza de Medusa que se duplica hasta el infinito. De la serie enumerada de operaciones, su concepto no se deja subsumir por los otros, permanece con una cierta indeterminación que sostiene la especificidad. Por ejemplo respecto de la poética, procedimiento que apunta a catalogar un texto dentro de un género, la lectura se diferencia porque su objeto es el texto singular y su objetivo será desmontar su sistema.
Teóricamente –dirá Todorov- pretende un imposible. Quiere asir, con ayuda del lenguaje, la obra como pura diferencia, mientras que el lenguaje mismo reposa sobre la semejanza y nombra lo genérico, no lo individual. La expresión ‘sistema del texto’ es un oxímoron. Esto es posible en la medida (la especificidad, la singularidad) en que no es pura. El trabajo de lectura consiste siempre, en un grado más o menos grande, no en obliterar la diferencia, sino en desmontarla como efecto de la diferencia cuyo funcionamiento se puede conocer. Sin ‘alcanzar’ jamás el texto, la lectura podrá acercársele infinitamente.
La lectura tampoco se subordinará al dominio de la interpretación [1] puesto que su operación no se constituye específicamente en la sustitución de un texto por otro. Todorov señalará al palimpsesto como ejemplar para describir la interpretación, en tanto descubre, a través del tejido textual aparente, un segundo texto más auténtico. Si bien la lectura tiene un parentesco con la concepción de texto como palimpsesto, su movimiento no apunta a remplazar un texto por otro sino a describir la relación entre ambos. Para la lectura –dirá Todorov- el texto no se constituye como otro sino como múltiple.
Otra puntuación que no quisiera saltear es la referida al comentario: una tensión se establece entre el comentario como una lectura atomizada y la lectura como un comentario sistemático. Vale decir, el problema de entrar al discurso universal sin la eliminación de la singularidad, sin el barrido del rasgo de cada lector. El autor resuelve la aporía de una forma muy divertida, con una especie de chiste: porque lo va a referir nada menos que al tema de la fidelidad. En primer lugar, dirá que la tensión se dirime en términos de renuncia: aquel que apunta al sistema deberá renunciar al principio de fidelidad literal; para luego subvertir el sentido de la fidelidad, en cuanto desnaturaliza la idea de tal virtud. Dirá que no se accede directamente a la fidelidad, se la conquista; eso implica abandonos frecuentes, pero no irresponsables.
Y una conquista no será estrictamente un descubrimiento, sino que su hallazgo viene del encuentro, se produce en y por el mal-encuentro. Más aún, llevar a un extremo la apropiación del texto me permitió no abandonar la fidelidad literal, extraer la frase para el título y explotar conceptualmente la figura del doble. La cita, entonces: estas distinciones entre la lectura y sus dobles no deben llevarnos a pensar que las separa un abismo y nada las reúne.
Cesar Mazza
Bibliografía:
García Germán (1977): “Enigma Tausk” en Obras Psicoanalíticas de Victor Tausk. Buenos Ed. Morel
Todorov, Tzvantan (1987): “¿Cómo leer?” (Traducción de L. Vilariño) Publicación de
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[1] Parafraseando al autor diremos que el reinado de la interpretación es vasto puesto que domina la tradición occidental desde las exégesis alegóricas y teológicas de la Edad Media hasta la hermenéutica contemporánea.
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