martes, 13 de abril de 2010

Comentario de Rosa López en la tertulia sobre Bartleby, el escribiente de Herman Melville

La posición de frontera de la frase está anunciando la declinación absoluta del sujeto Bartleby. Pero, por otra parte, sigue siendo el enganche último al Otro, la última respuesta al Otro. El texto sólo enfoca el final de la vida de este hombre, sin historia alguna, pero en el propio libro se va produciendo una pequeña evolución en la que podemos observar cómo se va desprendiendo de todo. Se va desprendiendo de la escritura, que es verdad que tiene que ver con la palabra mortificadora, pero no dejaba de ser lo que podía hacer. Y en el momento en que el abogado vuelve al bufete y encuentra que Bartleby está viviendo allí, éste le dice que vuelva más tarde. A partir de ese día ya no escribe más, ya no come más, y se va reduciendo a un cuerpo que mira por una ventana que da a un muro. Me interesó lo que se plantea Marisa, al sujeto como autista que podía estar muy a gusto en la cárcel, y sin embargo se muere en ella. Eso ocurre porque, justamente, ya se ha desprendido de todo.

Por otro lado, es verdad que este libro tiene muchas entradas de lectura diferentes. Se podría leer, si prescindimos de la idea de que es la relación entre dos sujetos, supongamos, uno neurótico y otro psicótico. Supongamos que sólo hay un sujeto, el abogado, que además se nos define en la segunda página. Dice:

“La vida más fácil para mí es la mejor... Jamás he tolerado que las inquietudes perturben mi vida”

Es un sujeto que en la segunda página nos da su posición subjetiva en la vida. No quiero nada que me moleste ni nada que me incordie. Entonces, lo podemos leer con un texto muy bonito de Sigmund Freud y muy literario que se llama Lo siniestro. Define lo siniestro como aquello que en el entorno de lo familiar de repente se convierte en extraño. Y la primera cosa que dice de Bartleby es que es de una gran extrañeza para el abogado. Es lo extraño, lo siniestro, lo que no tenía que manifestarse se muestra.

La ballena de Moby Dick y Bartleby como voluntad ciega también podríamos pensarlo como un cuento siniestro, como la presencia de un objeto irrepresentable, sin sentido, lo que Freud llamaba la Cosa, das Ding, que te lo quieres sacar encima y vuelve, y cuántos más esfuerzos haces por sacarlo más vuelve. Cuando el abogado le dice que se vaya de la oficina, no solo lo encuentra cuando vuelve sino que él mismo se siente desalojado frente al objeto extraño que ocupa el entorno familiar y lo enrarece, y los del edificio le dicen que se ha dejado un objeto que no saben lo que es. Se ha quedado ahí. Es impresionante este aspecto de lo siniestro.


Rosa López

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