Pienso en el origen de la frase final, lo cual me lleva a comentar algo sobre la madre de Borges, Doña Leonor Acevedo. Borges vivió con ella hasta que Doña Leonor murió. Era una persona muy posesiva en relación con la vida de su hijo, probablemente de forma inconsciente. Pero Doña Leonor, al sugerir ese final, quizá estuviese pensando qué haría ella, qué le gustaría que hiciera su hijo si apareciera una mujer en esa relación tan estrecha que tenían. Es una disquisición mía en relación con el inconsciente que existe.
Y al hilo del comentario de Silvia, quería comentar que a Borges, al que nosotros admiramos justamente, en Argentina era un personaje muy polémico por lo que representaba políticamente. Era un hombre visceralmente antiperonista. Y una de las críticas que se le hacían, y que estaba bastante generalizada por los que no lo habían leído nunca, es que Borges era más francés, más europeo que argentino, que desconocía la realidad argentina. Era un argumento político que se utilizaba porque Borges había sido un opositor feroz al peronismo, hasta el punto de que una vez, cuando le preguntaron cómo eran los peronistas, dijo que eran incorregibles.
Yo quiero desmentir ese bulo de que Borges no conocía la realidad argentina. En este cuento, como en muchos otros, o en los poemas donde habla del compadrito, del orillero, hay una mezcla de deseo de saber cómo era la vida en esa Argentina salvaje del XIX, la época en la que se desarrolla este cuento y, al mismo tiempo, había un rechazo del hombre urbano y civilizado.
Insisto, en muchos cuentos revela que sabía muy bien cómo era la vida de los gauchos y cómo se estaba forjando la cultura argentina en esa época. Tiene un poema donde se pregunta qué es ser argentino. Lo considera un enigma. Considera que no se puede saber qué es un argentino, porque, como todo país que se ha hecho a partir de la inmigración, es una mezcla que todavía no ha consolidado. De hecho, la presencia de los inmigrantes en Argentina, fundamentalmente italianos y españoles, pero también otras minorías, irlandeses, franceses, judíos alemanes de Centroeuropa, era un crisol donde también otros intelectuales y escritores como Borges se preguntaban sobre esa misma realidad.
Hay otro famoso escritor argentino que se llamaba Benito Lynch, irlandés que tiene textos tan famosos para los argentinos como El inglés de los güesos, que narra la historia de un arqueólogo que iba con una bolsa de huesos; otro se llamaba Los caranchos de La Florida.
Es decir, hay un auténtico crisol donde se ha forjado la Argentina de hoy. Y cuando Borges describe a estos personajes revela un conocimiento que ya quisieran tener muchos, sobre lo que es, realmente, la vida de los gauchos. Hace una referencia muy concreta cuando habla de los colorados y su posible origen en Dinamarca o Irlanda. Es ambiguo en eso, y hay una sugerencia, no son de aquí, vienen de otra cultura, pero están integrados en la peor parte de esta cultura, en la parte salvaje, en la parte feraz, pendenciera.
En la redacción que escribe de esos hermanos, que se sostienen en una complicidad viril, como tantos hombres, efectivamente, puede haber una homosexualidad latente. Sí, pero no importa. De lo que se trata es de esa complicidad viril de los hermanos enfrentados al resto del mundo. Porque su forma de lazo social es defender su fortaleza frente a la cual todos los demás son potenciales enemigos. Por eso han hecho su vida siendo troperos, los que llevan la tropa, cuarteadores, los que llevan los carros por los caminos del campo, cuatreros, es decir, ladrones de ganado, tahúres...
En fin, describe unos personajes francamente indeseables. No hablemos ya del episodio donde van a vender a Juliana al prostíbulo y luego la recuperan comprándola de nuevo. Son dos operaciones mercantiles sucesivas donde estos sujetos pretenden mantener la unidad familiar.
Este cuento es un canto a la fraternidad, mantener la unidad familiar contra quien sea, más si es una mujer. Porque en este caso, no se puede, como se ha dicho, sentirse enamorado. Esa sería una manifestación de debilidad en el contexto en el que viven, de tal manera que no les queda otra alternativa que quitar de en medio a ese personaje que les fastidió la vida. Y la pobre Juliana es la que paga las consecuencias, porque ha amenazado esa complicidad viril que se fundaba, no en la ausencia de sexo –porque los hermanos iban de juerga, iban al prostíbulo ocasionalmente—sino que se fundaba en no admitir ninguna intrusión. Y aquí, el amor es el intruso.
Y al hilo del comentario de Silvia, quería comentar que a Borges, al que nosotros admiramos justamente, en Argentina era un personaje muy polémico por lo que representaba políticamente. Era un hombre visceralmente antiperonista. Y una de las críticas que se le hacían, y que estaba bastante generalizada por los que no lo habían leído nunca, es que Borges era más francés, más europeo que argentino, que desconocía la realidad argentina. Era un argumento político que se utilizaba porque Borges había sido un opositor feroz al peronismo, hasta el punto de que una vez, cuando le preguntaron cómo eran los peronistas, dijo que eran incorregibles.
Yo quiero desmentir ese bulo de que Borges no conocía la realidad argentina. En este cuento, como en muchos otros, o en los poemas donde habla del compadrito, del orillero, hay una mezcla de deseo de saber cómo era la vida en esa Argentina salvaje del XIX, la época en la que se desarrolla este cuento y, al mismo tiempo, había un rechazo del hombre urbano y civilizado.
Insisto, en muchos cuentos revela que sabía muy bien cómo era la vida de los gauchos y cómo se estaba forjando la cultura argentina en esa época. Tiene un poema donde se pregunta qué es ser argentino. Lo considera un enigma. Considera que no se puede saber qué es un argentino, porque, como todo país que se ha hecho a partir de la inmigración, es una mezcla que todavía no ha consolidado. De hecho, la presencia de los inmigrantes en Argentina, fundamentalmente italianos y españoles, pero también otras minorías, irlandeses, franceses, judíos alemanes de Centroeuropa, era un crisol donde también otros intelectuales y escritores como Borges se preguntaban sobre esa misma realidad.
Hay otro famoso escritor argentino que se llamaba Benito Lynch, irlandés que tiene textos tan famosos para los argentinos como El inglés de los güesos, que narra la historia de un arqueólogo que iba con una bolsa de huesos; otro se llamaba Los caranchos de La Florida.
Es decir, hay un auténtico crisol donde se ha forjado la Argentina de hoy. Y cuando Borges describe a estos personajes revela un conocimiento que ya quisieran tener muchos, sobre lo que es, realmente, la vida de los gauchos. Hace una referencia muy concreta cuando habla de los colorados y su posible origen en Dinamarca o Irlanda. Es ambiguo en eso, y hay una sugerencia, no son de aquí, vienen de otra cultura, pero están integrados en la peor parte de esta cultura, en la parte salvaje, en la parte feraz, pendenciera.
En la redacción que escribe de esos hermanos, que se sostienen en una complicidad viril, como tantos hombres, efectivamente, puede haber una homosexualidad latente. Sí, pero no importa. De lo que se trata es de esa complicidad viril de los hermanos enfrentados al resto del mundo. Porque su forma de lazo social es defender su fortaleza frente a la cual todos los demás son potenciales enemigos. Por eso han hecho su vida siendo troperos, los que llevan la tropa, cuarteadores, los que llevan los carros por los caminos del campo, cuatreros, es decir, ladrones de ganado, tahúres...
En fin, describe unos personajes francamente indeseables. No hablemos ya del episodio donde van a vender a Juliana al prostíbulo y luego la recuperan comprándola de nuevo. Son dos operaciones mercantiles sucesivas donde estos sujetos pretenden mantener la unidad familiar.
Este cuento es un canto a la fraternidad, mantener la unidad familiar contra quien sea, más si es una mujer. Porque en este caso, no se puede, como se ha dicho, sentirse enamorado. Esa sería una manifestación de debilidad en el contexto en el que viven, de tal manera que no les queda otra alternativa que quitar de en medio a ese personaje que les fastidió la vida. Y la pobre Juliana es la que paga las consecuencias, porque ha amenazado esa complicidad viril que se fundaba, no en la ausencia de sexo –porque los hermanos iban de juerga, iban al prostíbulo ocasionalmente—sino que se fundaba en no admitir ninguna intrusión. Y aquí, el amor es el intruso.
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